sábado, 30 de noviembre de 2013

21 Vámonos a casa




Ha sido una explicación que Tanya no quería retrasar por más tiempo. No sabemos hasta qué punto pueda estar enterada Irina, lo ha vivido, lo ha visto pero era una niña al comienzo y posteriormente no sabemos hasta cuánto ha profundizado en el tema. Pienso que al igual que Yelena, ha tratado el tema como algo entre Vasili y los otros dos, su hermana y el hijo de los amigos.
   -Gracias mamá, siento que te hayamos presionado pero no podía esperar más, la intriga no me dejaba vivir en paz.
   -No te preocupes, yo también me siento mejor ahora que lo he contado. Un secreto de tantos años en mi interior ha sido una carga muy fuerte.
   -Sí que lo ha sido pero Yelena es una mujer muy fuerte, y lo ha llevado muy bien; se lo he agradecido muchas veces, ya lo sabe ella.
   -¡Joder Vasili! ¿Dónde coño estabas que apareces en todas partes?
   -Quería despedirme de vosotros. Igor me ha dicho que estabais aquí y he pasado a despedirme.
   -Pero… ¿No estabas en Petropavlov?
   -Estaba, pero he tenido una oportunidad y la he aprovechado. También hemos considerado dos cuestiones. Una, la de vigilar a posibles conectantes, aquí, antes de que salgáis hacia Moscú, y otra la de dejarme ver, si hiciera falta, para desviar la atención hacia mí y que os dejen más tranquilos a vosotros.
   -Pues si no vas a aparecer ahora aquí, en persona, un saludo viejo.
   -Hasta pronto papá.

Yelena nos está mirando a los dos, sabiendo que estamos en alguna conversación a la que ella no tiene acceso; también tiene esto asumido. Y ha aprendido mucho.
   -¿Era Vasili no?
   -Sí, mamá, ha venido a despedirse y echar una mano si hace falta. Sabe que volvemos a casa y ha venido a hacer de cebo, para que le sigan a él y dejen en paz a Héctor. El importante para ellos es él. De este modo nos dejan tranquilos.
   -Había quedado con él aquí, para dentro de unos días, si ha llegado ya mejor, antes estaré con él y me contará lo que me falte por conocer, su versión, claro.

Al comienzo de la explicación hemos pedido algo de comer, cosa que también han hecho Natasha y Dima, así que para cuando hemos terminado las explicaciones también hemos terminado de comer; un tiempo muy bien aprovechado.
Pasan de la una y media así que un par de besos a Yelena y nos vamos del mismo modo en que hemos venido, solo que esta vez Dima se lleva a casa a Yelena en el taxi y Tanya se viene con Natasha y conmigo con el Equipo-A. El listo, Andrey, conduce y nosotros dos vamos detrás, en la tercera fila, a cubierto de miradas gracias a los cristales oscuros de un coche discreto, de los más vistos por la zona para no llamar la atención. Tenemos que pasar desapercibidos.

Un paseo en coche por las calles y zonas despejadas de Vladi; en coche porque llueve,  y por ésta zona para detectar si alguien nos sigue, que parece que no, y para las dos de la tarde llegamos al “Refugio”, o “Piso franco”, del Equipo-A, donde nos espera Igor. Esperamos que con buenas noticias.

Dado que el plan es para Tanya y para mí, lo hacemos a “puerta cerrada”, o sea, los demás no se enteran. Nos sentamos en la sala de estar y pasamos un rato mirándonos las expresiones externas pero sin decir una palabra. Es un alivio poder gesticular sin miedo a llamar la atención. Lo normal suele ser intentar evitar que se den cuenta pero siempre se te escapa alguna expresión corporal. La suerte es que te tomen por loco, o por esa gente que va hablando sola por la calle, te ven y se ríen, pensando eso de ¡Vaya pedrada la de ese tío!
   -¿Cómo te parece que planteemos el vuelo Igor? ¿Tanya y yo juntos o por separado? Otra cuestión, ¿con qué pasaporte voy? ¿El mío o el nuevo? De todos modos, no nos valen los billetes, son de tarifa muy barata y no se pueden modificar, tenemos el regreso para dentro de varias semanas, pensábamos quedarnos más tiempo. Otra cuestión puede ser el intentar el vuelo por alguna otra vía, como Shanghái o así. ¿Lo habéis mirado?
   -Tranquilo Héctor, no quieras enfocarlo todo. Tengo un equipo de gente que ha estudiado cada posibilidad y me han presentado lo mismo que tú; venía a tratarlo con vosotros.
   -Yo no quiero ir sola.
   -Tranquila, el Equipo-A, como los llamáis, os acompañará en gran parte de la fuga, así como Dima, y en caso que os dividáis, el equipo también lo hará.
   -Siento lo que voy a decir Tanya pero mi opinión es la siguiente. Primero vamos Dima, Natasha y yo por la ruta normal, de aquí a Moscú, recuerda que no tenemos escala en Novosibirsk como al venir. Después, y tras dejarte ver al menos un día por aquí, de modo que piensen que no nos vamos de Vladi, te vienes con los tres mosqueteros. Nos encontramos en Moscú.
   -A mí me parece bien –apunta Igor- pero una pregunta. ¿Por qué vosotros con la “doctora” y los tres mosqueteros con Tanya?
   -Creo que llamamos menos la atención nosotros tres, me gustó cómo quedamos en el banco, y si el que buscan soy yo, prefiero que no esté cerca Tanya, además va estar bien acompañada, mejor que con nosotros que vamos a tener la mente en otras cosas, en salvar nuestro pellejo, el mío, vaya.
   -Gracias Héctor, lo entiendo, pero por favor, que no sean muchos días de diferencia.
   -Creo que con un día puede valer –dice Igor- pero también tienes que contar que a tu madre le pueda parecer que te marchas demasiado pronto. Tiene necesidad de hija.
   -Vale, estaré con ella, pero yo voto por un solo día de diferencia.
   -Yo me encargo de los de los billetes Héctor. Desde luego vas como Denis Vodinov, y no olvides practicar la firma. Ja, ja, ja. Luego enfocaré lo de la estancia en Moscú. Estamos barajando varias posibilidades.
   -Lo de Moscú es a mi cuenta. Top Secret. Esta vez vamos al puro estilo Hectoriano. De este modo no va a haber filtraciones. Tan solo necesito una conexión a Internet durante media hora.
   -¿Alguno de tus ligues?

Acaba de salir la vena dominante de Tanya, su faceta celosa, que luego se esfuma pero que tiene unos prontos que Hay que conocer para no saltar a la primera.
Dejo que se me escape una ligera sonrisa en el rostro, para que piense que sí, que ha acertado, pero no dejo que nada llegue a mi pensamiento.

Después de un buen rato muy serios, casi sin gesticular, pero como hemos vuelto a los temas organizativos, decidimos pasar al lenguaje tradicional, lo que vamos a tratar en adelante les puede interesar.
   -Para estar en meditación estabais gesticulando como los locos que hablan solos –nos explica Yuri, el fuerte, que no ha imaginado el motivo.
   -Creo que estaban tramando o conspirando  en silencio –aporta Andrey, el listo, que o es muy listo o conoce algo por Igor, su tío.
   -Los conspiradores estamos de acuerdo en bastantes cuestiones –dice Igor en abierto- y dejar de pensar en que somos raros, no os pagamos para que nos vigiléis a nosotros sino a los que nos siguen. ¡Tóma ya!

El tono y las palabras para que abandonen el tema han sido perfectas, el tío sabe cómo tratar a su gente, haciendo que obedezcan sin preguntar, y sin que a la vez se sientan molestos por ello.
A continuación les relata parte de lo que hemos decidido para mañana, la fuga de Vladi.

Tenemos la tarde por delante así que propongo a nuestros guardianes que piensen en algún plan para divertirnos por la tarde. Algo que sea más original que lo de quedarnos en casa dándole al vozka. No debiera ser difícil combinar seguridad con diversión, quizá necesitamos un poco de imaginación.
Por la forma en que me han mirado y lo poco que aportan a la propuesta pienso que los he puesto en un aprieto. Ahí le quiero ver al tío listo, la prueba de fuego, ánimo Andrey.
Se reúnen entre ellos, sin salir de la sala y forman un círculo donde hablan en voz baja, para que no les oiga Tanya.

Al final, tras más de diez minutos de charla, a veces casi silencios y otras hablando todos a la vez, parece que han llegado a alguna conclusión, la última parte han estado bastante animados y como resultado nos presentan varias alternativas, a elegir.
.- Un recorrido turístico por los alrededores, para que yo conozca un poco de la historia de Vladivostok y el lugar donde ha vivido Tanya. Para ella serán recuerdos. Por supuesto en coches separados, por seguridad.
.- Una sesión de gimnasio, para mantener la forma física. Se ríen al explicarlo; todos menos Yuri, supongo que será quien lo ha propuesto.
.- Un karaoke. Natasha canta y nos puede mostrar su repertorio. Miedo me da.
.- Una siesta y luego una cena en algún lugar guay. Demasiado poco original.
.- Una visita al museo militar, donde hay mucho que ver referente a la flota del Pacífico, se puede considerar también como museo naval. Noooo.
   -¿Una de cervezas por la zona de pubs más de moda? –pregunto y el “NO” es unánime.
   -Me gustaría despedirme algo más formalmente de mi suegra.-Tampoco es bien recibido.

Trato el tema en interno con Tanya y consensuamos un mixto, que Tanya les propone.
   -Una vuelta en coche por los lugares más pintorescos, saliendo en algún momento del coche para estirar las piernas. A continuación una cena normal en un lugar “chic”, a primera hora, para dejar tiempo y terminar con el karaoke.

Si les parece adecuado va a ser una suerte porque voy a variar bastante con respecto a la actividad que veníamos haciendo dese que llegamos a Vladi. La mayor parte del tiempo ha sido paseos por los alrededores del hospital. Y lo aceptan.

La verdad es que Vladi da para más de lo que yo pensaba. Es una ciudad amplia, abierta y variada; de un aparente buen nivel económico y con lugares de solera. Debió tener una vida alegre y variada hace bastantes años, los edificios antiguos hablan de ello.

La cena ha sido exquisita. Cantidad justa, no pequeña, pero de una calidad y elaboración muy notables. Suelo catalogar los restaurantes por la variedad y elaboración del pescado y he de reconocer que ha sido excelente, me han sorprendido. La conclusión es que el Equipo-A entiende de comida y de lugares especiales para comer. Otro punto a su favor.

Antes de pasar a lo del karaoke hago una parada en “casa”, para revisar el correo; al terminar la conversación con Igor he enviado un email a una chica que conocí el año pasado en Patropavlov, vive en Moscú y he pensado que nos podía echar una mano.
Lo he hecho desde el ordenador de Natasha y una dirección de correo que empleo en pocas ocasiones. No había recibido contestación antes de salir de marcha. La verdad es que he sido un poco impaciente, no he dejado suficiente tiempo para contestar pero estaba impaciente y resulta que sí, que ha contestado ya. Vaya con la rusa. Contesta con un rotundo “No hay problema”. Tengo a vuestra disposición un piso vacío, con límite de tiempo un mes, mas o menos.
Le contesto con un “mañana te lo confirmo”. Cierro el ordenador y salgo de casa con una sonrisa, me reservo la noticia aunque creo que Tanya me la habrá captado.
Salgo del coche y doy un grito de “hurra”, pero pienso en el mar, para que Tanya no se entere de todo. Nos vamos al karaoke. Sí se ha enterado, debo practicar el no pensar cuando pienso. ¿Eso se puede? ¡Joder, vaya lío!

No está mal la actuación de la doctora cantante. Canta bien. Muy lírico, romántico, rayando el clásico. No he llegado a pasar sueño pero poco le ha faltado. Hay bonitos temas en ese estilo pero creo que a ella le gustan los que a mí me parecen algo aburridos del todo. La próxima vez que vaya a un karaoke me aseguraré de ir con un rokero, algún viejo rokero.
Entre el karaoke médico y las cervezas que hemos tomado luego en un pub cercano que he conseguido negociar con los guardianes, he cultivado un virus del sueño que no me deja estar más en pié así que pasan de las once de la noche cuando llegamos a casa, y la llamo casa porque más de varias horas en el mismo lugar ya lo voy considerando como casa. Nos espera una noche como debe ser, en cama de verdad, con Tanya, sin neuras de escapada, tras un día relativamente relajado. Ya era hora.

Las ocho de la mañana del 29 de abril. Cuando me levanto y llego a la cocina con intención de pescar algo me encuentro con Igor. Está desayunando y tiene noticias.

Quien nos seguía, y que aún nos andará buscando, es un grupo de mercenarios comandados por un ex miembro de la KGB, venido a menos, a quien ha contratado alguien aún sin identificar. Se supone de la mafia, una de las muchas que ha proliferado recientemente, pero no es definitivo, son conjeturas con muchos visos de ser verdad. Las detenciones aún no han comenzado, los han dejado seguir pero bajo discreta vigilancia para poder ir tirando del hilo antes de que se den cuenta. Comenzarán por Sergei, que es seguro uno de ellos, y de ahí podrán sacar algo en claro, no por lo que hable, porque sabrá poco, pero sí por la reacción que tengan sus superiores o mentores, esos sí que están vigilados, todos los que lo puedan ser.
De momento parece que hayan desaparecido del mapa pero vamos a actuar como si nos siguieran, de acuerdo con el plan y las medidas que hemos ido estudiando.

Dima, Natasha y yo vamos a salir hoy por la tarde, a primera hora, vuelo directo a Moscú, como esperábamos. Serán pasadas las dos y llegamos pasadas las cuatro; serán nueve de verdad, esto de las diferencias horarias me lía siempre.
Si todo va bien mañana a la misma hora saldrá Tanya con los tres mosqueteros.
Nosotros tenemos los vuelos cerrados, los de mañana los decidirán a última hora, se arriesgarán a no tener billete pero no quieren dar el nombre de Tanya hasta que sea tarde para los buscadores. No sabemos hasta qué punto tienen acceso a esa información. Mañana lo sabremos. Esta vez no me preocupa, los gastos, corren a cuenta de Igor.
   -Lo del alojamiento en Moscú recuerda que es a tu cuenta Héctor, espero que lo soluciones antes de quedaros a dormir en la calle.
   -Qué poca confianza en mí, Igor. Tranquilo, eso está hecho.
   -Explícale a tu tío que ya me he encargado del alojamiento en Moscú, Andrey –le digo al listo, en lenguaje convencional, claro.

Me mira con cara de asombro, por lo de su tío, le mira como diciendo “yo no he sido” y le explica algo que no sabe de cierto pero sí que se lo imagina.
   -Ha estado en contacto con alguien por correo electrónico y creo que ya tiene una confirmación. –pero esto lo aclara la doctora. Parecía tonta cuando la compramos. Vaya con la mosquita muerta y a la vez cantante. ¿Cómo coño lo ha sabido? ¿¡No me jodas que ha asaltado mi correo!
   -¿Te están saliendo rivales Héctor? –oigo la voz de Tanya que aún estará en la cama, a la vez que siento cómo se ríe Igor.
   -A media mañana os traerán los billetes Héctor, espero que tengas preparada una firma pasable –dale con lo de la puta firma- para el caso de que tengas que rellenar algún impreso, en ruso. Je, je. Y además sin contar con tu segunda mente, Tanya. Dejándome de cachondeo, creo que de momento no nos volveremos a ver. Ha sido un placer. Creo que comenzamos con mal pie pero vamos a terminar de buena mano. ¡A ver esa mano! –y me la presenta para un apretón.
   -Lo mismo digo. Siento lo del dragón, fue lo primero que se me ocurrió, pero creo que resultó.
   -¡Joder que si funcionó! No me lo esperaba y reaccioné como un niño. Me quedé avergonzado de mi primera reacción, temblando de miedo, un miedo irracional, como un mocoso, pero lo entiendo. Tu situación debió de ser realmente incómoda. Entonces me cabreé pero sobre todo conmigo mismo. No hay nada que perdonar, gajes del oficio.

Después del apretón de manos le doy un abrazo; ha terminado siendo un tío legal aunque de primeras no me lo hubiera parecido, y ha pagado lo de los billetes. No siempre se acierta a la primera.
Igor se marcha en el momento en que entra Tanya en la cocina, se despiden con un “hasta la tarde, nos vemos en casa de tu madre”.

Desayunamos juntos y comentamos sobre lo último que he tratado con Igor. Trabajamos un poco sobre la conectividad y pasamos el tiempo; yo haciendo Sudocus, ella leyendo algo en la prensa local, y la prensa del corazón, ruso, otra de las debilidades de la doctora.

A eso de las once llega el mensajero con la documentación esperada, los billetes. Más tarde, a eso de las doce se marcha Tanya en uno de los vehículos de apoyo, con Yuri y Andrey; Mijail se queda para acompañarnos al aeropuerto. Me quedo solo otra vez; solo en lo concerniente a Tanya, en el otro extremo del mundo, sin saber cuándo podré estar tranquila y definitivamente en casa. Esto último me preocupa, no quisiera que mi vida fuera tan estrepitosa en adelante. Pero no está en mis manos, no todo. Dejemos al tiempo lo que es suyo y aprovechemos el momento, dicen.

Salimos a la una. Una parada rápida en una pizzería de camino al aeropuerto y para las dos estamos en la cola del mostrador de embarque de Aeroflot. Llegamos tarde, adrede.
Dima le entrega los dos pasaportes, para que nos ponga juntos, Natasha viene detrás nuestro, como si viniera por su cuenta. Sueño despierto que en lugar de ella quien viene es Tanya pero abandono enseguida el pensamiento, no sirve de nada desear lo imposible, es lo que hay.

Me preocupo porque la chica que está revisando los billetes y pasaportes tarda un tiempo interminable en darnos la tarjeta de embarque y facturar las maletas. Han sido tres minutos pero me han parecido tres horas. ¡Qué despacio transcurre el tiempo cuando tienes prisa!

El primer trámite ha sido sencillo; tampoco había motivo para complicarse pero a éstas alturas cualquier detalle me intranquiliza. Nos acercamos a prisa hacia el control de policía y la revisión de objetos y metales, el escáner y los portales con detectores. No me queda más remedio que hacer algunos ejercicios mentales para tranquilizarme, me estoy poniendo a cien. Vamos a pensar en positivo Héctor. No pasa nada.
Para desviar mis malos pensamientos me concentro en el policía que me toca en frente. Después de bastantes viajes por el mundo he sacado una conclusión; prefiero que quien me vaya a revisar,  la documentación o el cacheo, sea un hombre. Es más fácil con ellos. Ellas son más estrictas y efectivas en estas cuestiones; por lo visto los hombres nos despistamos más fácilmente y en muchas ocasiones no nos fijamos tanto en los detalles. No es una verdad científica, es mi versión.

En ésta ocasión, el policía se está fijando demasiado en mi pasaporte. Seguro que algo va mal. Cuando eleva la vista hacia mí por tercera vez y pienso que va a dar la voz de alarma, me saluda y devuelve el pasaporte, muy educadamente. ¡Bravo!, digo internamente, y me quito diez quilos de preocupación de encima.
El paso siguiente es medio desnudarme para pasar bajo el arco que pita. Me pita siempre, creo que lo hacen queriendo para poner nerviosa a la gente. He dejado la chatarrería en la bandeja, que pasas por el agujero del escáner, hasta los zapatos. Paso el arco y no pita, ¡Seguro que está jodido! Por fin estoy al otro lado volviendo a ponerme el cinturón, los zapatos y meter la chatarra en los bolsillos. Estamos dentro.

Tenemos veinte minutos para que salga el avión así que vamos a toda pastilla a la puerta de embarque, que está bastante cerca. Me tomaría un café pero lo dejo, vale de más nervios; en la máquina no hay infusiones relajantes.

El embarque ha comenzado a su hora y nosotros llegamos cuando la mitad de los pasajeros ha entrado al avión y están con la ceremonia de ocupar el pasillo para lo que sea, nunca he entendido el tiempo que se necesita para meter un bulto en el cajón superior y pasar a sentarse; y cuando termina el que tenías delante y avanzas un puesto es cuando comienza el que ahora tienes delante, ¿No lo podían haber hecho los dos a la vez?
Me adelanto; tras de mí, algo más separado viene Dima y luego, haciéndose la remolona, viene Natasha, intentando entrar de los últimos. Queremos revisar a los pasajeros cada uno por separado. También procuramos que no nos vean juntos. Por si acaso.

Durante nueve horas no pasa nada fuera de lo normal. Dos comidas, una al salir y otra antes de llegar. Tres películas, el avión es antiguo y cada pasajero no puede seleccionar lo que le parezca,
unas cuantas cabezaditas que sumando el tiempo total hacen que haya dormido casi cinco horas, los riñones hechos polvo, siete viajes al servicio, más por aburrimiento que por necesidad.

Dos horas después, 16:30 hora local, estamos aterrizando en el aeropuerto de Sheremetyevo. Demasiado fácil y demasiado normal, sin apuros ni problemas conectivos. ¿Estaré echando en falta la intriga? Lo tuyo es de psiquiatra Héctor.

Vamos de paseo hasta las cintas transportadoras donde enseguida llegan las maletas. Salimos a la terminal con los equipajes en la mano, sin que nos haya mirado nadie ni a nosotros ni si las maletas eran las nuestras, vaya fundamente; los tres caminamos cerca pero no vamos juntos. Salimos sin problemas de la terminal D3 y vamos andando y utilizando las cintas transportadoras, hasta la terminal F2, desde la que sale el tren cada media hora y a un precio tirando a caro hasta la conexión con la línea dos, verde en el mapa del metro, en la estación Belorusskaya.

Hemos vigilado durante el recorrido y cada uno de los tres está seguro de que no nos está siguiendo nadie así que sin más trámite montamos en el primer metro que pasa, dirección Teatralnaya, la tercera parada, donde bajamos, y salimos a la calle, camino de la plaza roja; queremos perdernos entre todos los turistas, hemos visto que hace buen tiempo y esperemos que hoy los turistas no estén de huelga.

Dos hombres de negocios con su secretaria, creo que el disfraz no es el adecuado. Espero la llamada de Tatiana, le he llamado desde el aeropuerto, cuando esperábamos el equipaje, con el móvil de Dima, no debiera tardar en contestar. Mientras tanto nos dirigimos al lugar de la cita, una cafetería o pizzería, italiana, a un costado de la plaza roja, después de haber atravesado el Kremlin, cercana a la estatua de Lenin.
Estamos en Europa y el local tiene aspecto y nombre italianos así que me arriesgo a pedir un capuchino. Mientras lo preparan suena el móvil; veo que es el número de Tatiana. Es ella, pero le ha surgido un pequeño inconveniente, que ya ha resuelto; va a necesitar unos quince minutos para llegar, quince de Tatiana puede ser media o una hora. Después de lo que hemos esperado hasta ahora quince minutos, o cien, no van a ninguna parte.

Pues no, han sido quince. No hay como esperar algo para que suceda lo contrario, y esta vez ha sido para bien. No suele suceder siempre.
Tatiana llega radiante y hace una entrada triunfal, creo que ha hecho girar las cabezas de todos los que se encuentran en el recinto, y eso que no queríamos llamar la atención, ¡Hay que joderse!
Llega desbordante de vitalidad y guapa a más no poder; si la ropa es de trabajo será que ha cambiado a trabajar de modelo. Dima se vuelve hacia mí y me dirige una de esas miradas que hablan “Joder Héctor, vaya amigas que tienes”. La vuelve a mirar, se da cuenta de que se le ha puesto cara de tonto, se avergüenza de ello, lo corrige y como medida evita mirarla directamente.

Hago las presentaciones de rigor y les explico que no es modelo, al menos no hace un año, es profesora de informática en la universidad, algunas horas, y trabaja de programadora el resto del tiempo, es una freelance. Ella confirma que sí que sigue del mismo modo pero que ha ido a comprarse ropa y le ha gustado tanto que se la ha traído puesta, quizá es un poco llamativa. ¡Qué va, solo un poco!

Les explico que la conozco pero justo, no he tenido ninguna relación “especial” con ella, coincidimos varios días en las excursiones del verano pasado en Petropavlov y congeniamos. Los dos somos espíritus un tanto libres y nos las arreglamos para pasarlo bien frente a algunos compañeros de viaje que resultaron un tanto aburridos. Quizá me he pasado un poco al pedirle el favor. Lo serio o grave no es pedir el favor sino involucrarla en la escapada en la que nos encontramos. Espero que no tenga repercusión.

Ella nos explica que vive con una amiga, amiga que estos días ha ido a visitar a sus padres por lo que se ha quedado sola en el apartamento. Éste se encuentra en un edificio donde tienen un piso unos amigos de sus padres, los de Tatiana, lo suelen alquilar y da la casualidad de que en este momento están en cambio de inquilino; los nuevos no llegan hasta dentro de un mes.
Si prometemos no hacer ningún destrozo irreparable está a nuestra disposición. Está completo y además gratis, la limpieza y arreglos entre alquileres no está realizada aún así que lo harán en cuanto nos vayamos; tenemos veinte días o algo más para usarlo.
Si alguien pregunta, les explicará que lo ha alquilado para un par de semanas, seguro que cuela.
Dima no ha soltado una palabra pero ha conseguido pasar la mirada por Tatiana sin que se le caiga la baba por el costado izquierdo, los demás charlamos, él nada, deberá hacer algo para salir del encantamiento, en este estado no me sirve de guardaespaldas.

Volvemos al metro y esta vez andamos bastante más recorrido, en la línea “1”, la roja, y bajamos en la estación perteneciente al distrito de Prospekt Vernadskogo, cercano a la zona universitaria donde trabaja.

Gran parte de los edificios se utilizan para albergar a gente que trabaja o estudia en la universidad, por lo que el ambiente es bastante jovial; universitario. Parece una zona tranquila. El lugar nos viene de perlas.

El apartamento está bien, sin nada que resaltar; más que suficiente para lo que necesitamos. Tiene de todo, tal como ha dicho Tatiana, pero nada de comer así que toca ir de compras. No es el fuerte de Dima así que hago una lista ayudado por Natasha y bajamos al piso de Tatiana. Al rato salimos de compras; nos acompaña Tatiana porque es domingo y no vamos a encontrar muchos lugares abiertos.

Hemos comprado lo justo para esta noche y el desayuno de mañana. Al no disponer aún de noticias por parte de Igor, decidimos dejar para mañana la compra seria, en base a la planificación que debamos hacer para los días siguientes.

Preparamos la cena en nuestro piso y cenamos con Tatiana, aprovechando para contar a los demás nuestras aventuras del viaje del verano pasado; menos mal que está ella porque así les da la versión en ruso, seguro que la mía en inglés deja bastante que desear.
Hablamos casi todos, menos Dima. Se ha dedicado a hacer de camarero, solícito a todas nuestras necesidades. Está despistando el apuro que le da hablar directamente con Tatiana. -“Chico, no es para tanto”- le digo en un momento que coincidimos los dos solos en la cocina. Pero se corta. Le ha dado y punto, ya se acostumbrará.

Ya que tenemos que enfocar los siguientes pasos, Dima le pone un mensaje de texto a Igor solicitando información, que nos llega a eso de las ocho, una llamada de teléfono que atiende Dima. Tanya y los chicos llegan mañana en el mismo vuelo que nosotros.
Con esta información hacemos el plan de la mañana. Dima y yo iremos de compras, Tatiana tiene trabajo y Natasha saldrá a media mañana hacia el aeropuerto a recibirles y traerlos a casa.
Para las diez estamos en la cama.

30 de abril, lunes, Moscú. Piso cedido por Tatiana. Me lo recuerdo un par de veces para situarme; esto del cambio de hora y lugar me tiene un tanto perdido.
Amanecemos casi todos a eso de las ocho de la mañana por la cocina, es pronto pero nos fuimos pronto también a la cama. Dima confirma la llegada de los demás por teléfono con Igor y yo aprovecho para atender el correo y analizar las posibles vías de escape con el oráculo. Le dedico un par de horas. Luego hago un análisis tranquilo de la situación, hasta utilizo bolígrafo y papel.
Estamos en Moscú, donde parece que no nos han localizado.
Tampoco he notado ningún ruido Conectante y pienso:
.- No hay conectantes. Seguro que habrá, pero no por donde hemos pasado.
.- Sí que los hay pero son buenos y no los he oído. Espero que no sea esto, sería una catástrofe.
.- No he coincidido con ellos. Será lo más probable.
Contamos con la ayuda de un buen profesional, Dima, y él contacta frecuentemente con Igor, quien dispone de muchos recursos. Propios o contratados.
Tengo la posibilidad de preguntar por el tema a Kixkur. De momento lo pospongo.
La seguridad en mis medios de comunicación la debo revisar. Se lo encomendaré a Tatiana.

Después, cuando Natasha se va al aeropuerto, nos vamos de compras. Vamos a ser ocho así que pensamos algunos menús y hacemos una lista completa. Hemos encontrado un carro para la compra en un cuartito que hace de trastero, puede que no sea suficiente, el Equipo-A tiene pinta de comer a base de bien.

Sin darnos cuenta nos hemos entretenido en las compras así que nos apresuramos en la preparación de lo que va a ser comida-merienda-cena, para todos. Hemos calculado que si llegan al aeropuerto como nosotros, al venir aquí directamente pueden estar para las seis.

Y así sucede, a las seis en punto llegan andando, en dos grupos, ellas primero y los tres mosqueteros a bastante distancia por detrás. Nos retiramos desde el puesto de vigilancia, zona de árboles y bancos al lado del portal donde nos habíamos emplazado, y entramos en casa antes de que lleguen, que no nos vea nadie juntos. Subimos a casa y esperamos allá.
Llegan ellas sonrientes y ellos serios, normal, están en horas de trabajo.
Se acomodan donde pueden porque en la sala de estar hay asientos para cinco; el primero que llega se sienta donde le parece, los demás donde pueden y los últimos se buscan lugares improvisados.
   -Ayer nos siguieron. Fue al poco de separarnos de vosotros, cuando comenzamos a dejarnos ver, y además con bastante descaro. No fue por mucho tiempo porque cuando se dieron cuenta de que no había señales de Héctor, lo dejaron. Para mí fue un alivio pensar que no me seguían, al menos directamente. Hoy me ha venido a buscar Andrey y hemos coincidido con los otros dos ya dentro del avión. Sin problemas –reporta Tanya, en ruso, solo que yo la escucho por el otro canal.

Dima me mira pensando que alguien me lo deberá traducir y lo deja cuando le hago el gesto de que no importa, “va, deja, no importa”. No lo discute, y creo que tampoco se lo plantea, sigue al pie de la letra las instrucciones de Igor “déjale a su rollo, ya te preguntará cuando necesite saber algo”.
Mijail completa la información de Tanya. Información que me la traspasa ella directamente.
   -Sí que hubo seguimiento, a la salida de casa y luego en el aeropuerto. No nos siguieron en el camino, no venía Héctor. Dentro del aeropuerto detectamos vigilancia en varios puntos: facturación, control de pasaportes y escáneres y ya dentro, en la zona de puertas de embarque.
   -Donde no hemos detectado nada ha sido hoy en Moscú –apunta Andrey -lo que no quiere decir que no haya habido. Pero seguro que no nos han seguido ya fuera, en el exterior, no nos han visto pasar al tren, quizá esperaban que fuéramos en algún vehículo particular.
   -Por cierto, la desviación hacia la estación de tren ha sido genial, no la he visto ni yo, y eso que la conozco, seguro que aún nos buscan en algún “servicio” –añade Tanya.

La conclusión de Andrey es que de momento estamos fuera de su alcance y seguiremos así si no nos dejamos ver.
   -Esta vez has sido tú la protagonista –le digo a Tanya.
   -Sí, claro, porque te buscaban a ti ¡Vaya protagonismo!

Esperamos noticias de Igor; por mi parte tengo un par de propuestas, contrapuestas.
La primera quedarnos, que se cansen de buscar o que nos olviden. Nos encerramos en casa.
La segunda marcharnos pitando, de algún modo que deje pocos rastros, como el coche o incluso el tren. Lo mejor es desaparecer, irnos lejos, donde no se lo esperen, pero ya.
Le presento mis planes a Andrey, quien está de acuerdo que urge que tomar una decisión, esperará a que llame Igor, no debiera tardar.

Cuando Igor llama coincide con la visita de Tatiana, acaba de venir de trabajar y ha subido a saludar a los nuevos; le pido que se quede, no quiero que piense que tenemos secretos para ella, aunque lo de verdad lo trataremos en circuito cerrado, y el motivo final no lo va a conocer, le comentaremos que nos siguen “los malos”, pero sin dejar claro el motivo verdadero.

Andrey pasa más de diez minutos al teléfono con Igor, hubiera preferido que fuera Tanya porque yo con él y aunque sea en directo, al ser por teléfono sin signos externos, no le entiendo nada.
Al final me pregunta la opinión sobre las dos opciones, esperar o irnos. No tengo la menor duda, la segunda; lo de esperar escondido en una ratonera, con perdón Tatiana, es insano, lo mejor es la acción, irnos ya, A.T.O. Es lo que elegiría un auténtico escapista. Una semana metidos en éste apartamento sería un auténtico sufrimiento, poco atrayente, claustrofóbico.

Tanya le pide el teléfono a Andrey antes de que termine de hablar, prefiere una versión directa, y también yo, porque así me entero de casi todo, puede decirles solo lo que les puede interesar.
   -Debemos encontrar el modo de desaparecer dejando algún tipo de rastro en Petropavlov, de modo que piensen que Héctor sigue allá. –oigo que oye Tanya.
   -¡No te jode! ¿Y cómo se hace eso? ¿No lo puede hacer él? –Tanya se lo dice.
   -Igor tiene quien se lo haga y tú ya tendrás alguna idea -¡Hay que joderse!
   -Dile que nos vamos mañana, a San Petersburgo, en el tren de la noche, solos. ¡Ya le vale de mandar!

Igor termina aceptando el plan, de momento podemos enfocarlo de este modo, pero la decisión final será mañana, a esta hora, antes de salir al tren.
Aclaramos con el equipo lo que no han llegado a oír de la conversación de Tanya, lo dicho por Igor y todos estamos de acuerdo, menos Dima. Vamos a trabajar como si nos fuéramos mañana.

Quedamos en ello se trata de seguir el plan, el inminente. Tatiana baja a su casa a cambiarse y yo me voy a la cocina con Dima, a preparar la cena, que se va a hacer tarde.
   -Qué Dima, ¿No te gusta el plan? ¿Qué problema le ves?
   -No me gusta que os vayáis tan pronto.
   -¿Es por nosotros o por ti? Te tendrás que dar prisa en tirarle los tejos a Tatiana porque el tiempo se acaba.
   -Había hablado con ella de ir mañana al cine, coincide que en un cine de aquí cerca hay una película que nos interesa a los dos.
   -¿Eso se lo has dicho tú?
   -No, que va, ha sido ella. Me lo ha planteado sin que yo le haya dicho nada. No me lo esperaba.
   -¿O sea que se ha dado cuenta de que ella te gusta y ya está?
   -Pues sí, porque si está esperando a que se lo diga yo lo tenemos claro.
   -Pues aprovecha y baja a contarle lo de que nos vamos, y que tengo un trabajo para ella. ¿Pero podrás hablar? ¿Te salen ya las palabras?
   -Sí, ahora que se que no se va a reír de mí sí. Ahora puedo. Menos mal.
   -Oye Dima, lo he pensado mejor. Primero bajo yo, le cuento lo que necesito de informática y subo. Tranquilo yo no sé nada de lo tuyo. Mientras tanto vete adelantando la cena, ya sabes, limpiar y trocear, lo del fuego para después, a mi cuenta.

Cuando llamo y me abre la puerta Tatiana me mira extrañada, ha abierto muy decididamente y al verme se ha sorprendido.
   -¿Estabas esperando a algún otro?
   -La verdad es que sí, no te voy a mentir. En cuanto he oído la puerta he pensado que sería Dima, por eso me ha extrañado encontrarme contigo. La verdad es que me encuentro a gusto con él, no sé por qué pero la sensación es de tranquilidad y seguridad; y no está mal, me gusta.

Pues lo que suponía Dima es cierto, las palabras y la expresión de Tatiana lo confirman.
   -¡Quién lo iba a decir! ¡La inexpugnable Tatiana!
   -Cállate tonto ¿Qué te crees que soy? Soy una tía normal, en el fondo hasta soy tímida, solo que protejo mi timidez o inseguridad con un disfraz de dura, seria, inexpugnable como dices.

Le planteo lo que llevaba unos días cavilando y le pido ayuda profesional.
Lo que necesito es alguna dirección de correo electrónico a ser posible bien indetectable o al menos que me informe si me van a detectar. Los actuales los puedo usar de cebo pero para nada más. En este momento no tengo nada fiable, seguro que todos los tengo pinchados.
No hace falta explicarle mucho más; le es fácil de entender, y por lo visto también fácil de hacer, solo que en la explicación me pierdo. La mitad de las palabras son nuevas o no sé lo que son, y la otra mitad las entiendo por separado, si las pongo todas juntas me sale un algo imposible.
Me habla de un servidor remoto, aquí, en Moscú, en un lugar en el que nadie sabe que está, siempre conectado, accesible y con buen nivel de seguridad. Se instala un software de control remoto en mi ordenador y accedo al servidor en una conexión VPN, con usuario y contraseña.
Una vez dentro, es como si lo estuviera tecleando delante de mí. Sí que notaré algo lenta la velocidad, pero poco más.
Me garantiza que no me podrán rastrear, nunca sabrán cual es mi IP original, y por lo tanto dónde estoy. En el caso de que deje de ser una conexión segura recibiré una notificación, correo, y no deberé hacer intentos hasta que ella me lo diga.

Le digo que en media hora estará la cena y se queda hasta entonces, tiene que poner en orden temas de trabajo. Yo subo y le doy el relevo a Dima que baja silbando.

Mientras estaba en casa de Tatiana he sentido la llegada de un mensaje en el móvil, lo tenía en “Reunión”; un SMS desde el teléfono de Pyotr. Demasiado pronto para buenas noticias.
   -Buenos días. Buenas noches, sea cual sea cuando leas esto. El virus que detectaron los médicos en el cuerpo del cadáver se ha extendido a todo el País. Hay brotes en bastantes lugares. El de aquí era poco peligroso y ya ha remitido. Han contratado al Gran Maestro Cirujano para que investigue, elabore y ponga en funcionamiento un plan anti virus. Lo han enviado a un nuevo destino con un instrumental y equipos de primera. Espero que te recuperes pronto de las celebraciones de la boda”.

Ya estamos con los jeroglíficos. El teléfono será el de Pyotr pero el texto no es suyo, esto lo ha escrito Fiódor. Después de leerlo varias veces la traducción que extraigo es sencilla:
La operación de Petropavlov fue un desastre. En el resto del país han dado la alarma y la búsqueda está organizada. Han enviado a alguna parte ¿Moscú? a Vasili con gente a sus órdenes para desarticular la trama.

Cuando vuelve Dima seguimos con la cena, nos vamos retrasando para mi gusto. Dima aprovecha para comenzar con su formación en materia de “Restauración”, como ahora se llaman los que siempre hemos conocido por “cocineros”. Nunca se había preocupado de la cocina, “total, si me gusta casi todo”. Ahora seguro que quiere cocinar para Tatiana. ¡Qué romántico Dima!

Nos peleamos con una ensalada caliente y menestra de cordero. Habíamos barajado otros menús pero necesitábamos que el material se pudiera conseguir en cualquier tienda de barrio.
Para las ocho y media tenemos casi todo dispuesto, necesito que la menestra, una vez montada, se asiente más de media hora, si comenzamos a cenar será insuficiente pero seguro que habrá motivos para que sea más tarde cuando demos cuenta del cordero.

Lo vamos a acompañar con vinos rusos. Un blanco de Krasnodar, con uva de la variedad Rkatsiteli y un tinto de Rostov, de variedad Severny. Dos clásicos rusos, para quien conozca los vinos rusos, y de eso entiende Tatiana.

Para Tanya y para mí la cena ha salido con una calificación de “aceptable”; son productos similares a los nuestros pero no son los de siempre, son de otro lugar, seguro que algo cambia; también era otra cocina. Ellos lo han calificado de “Exquisita”. Pues gracias.

Dejamos los planes definitivos para mañana por la mañana, hoy hemos esbozado lo general. La velada posterior es corta y tranquila, con promesas de vernos en un futuro y esas cosas que siempre se dicen y pocas veces ocurren. Para las doce nos retiramos a la cama.
Tenemos más sitio del que pensábamos porque me ha parecido oír que Dima salía de casa en lugar de irse a dormir. ¡Se ha ido a casa de Tatiana! Parecía tonto cuando lo compramos.

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