sábado, 30 de noviembre de 2013

17 Los tenemos a salvo.




Llegamos a Paratunka a eso de las 16:00 y allí está el helicóptero. Me dirijo directamente a la cabina medicalizada de uno de los vehículos oruga. Me quito las botas, dejándolo todo perdido de nieve, pero solo nieve, moja pero no ensucia y les señalo los pies. No los siento. Los tengo fríos al tacto. Espero que solo sea eso pero tengo miedo, nunca había llegado a tanto. Lo de no sentirlas te preocupa pero cuando la circulación retorna el dolor suele ser de llegar a marearte.

No lo ha tenido que traducir nadie, con mis gestos y su experiencia es suficiente.
Me dan a beber un líquido, más bien brebaje. ¿Por qué tienen que ser siempre desagradables los medicamentos que te deben curar? ¿Si es que saben bien no valen para curar? Los únicos que conozco que tienen buen sabor son los jarabes para los niños. ¿Qué pasa con los mayores?
   -No protestes, valiente, no vayas a quedar mal ahora que has quedado como “El Héroe” del rescate. Yo he hecho el trabajo y tú te llevas la gloria.
   -¡Anda ya! Veo que ya has recuperado el humor y se te ha afilado la lengua. No estabas así en el comienzo de la aventura.
   -No, la verdad, nunca me había sentido tan preocupado. Luego, cuando estábamos bajando, he ido a mejor; pero tienes razón estaba algo bloqueado. Tú has estado fenomenal.
   -Sí, un fenomenal que al final no podía con su alma.

Los médicos, o lo que sean los que me atienden dicen algo a Pierre.
   -Si en media hora no te has recuperado, no te ha vuelto la circulación y la temperatura tendrás que ir al hospital. De momento deja los pies un rato en el caldero, como hasta ahora. No pueden hacer más. Suponen que no pasará de ahí.

Me tranquiliza a medias. Se retrasa el veredicto hasta dentro de media hora.
   -¿Qué se cuenta de los demás?
   -Los han trasladado a todos en helicóptero. Han pasado por aquí pero estaban peor que tú. Víktor ha ido directamente de la moto a Petropavlov.
   -¿Y qué pasa con Aleksei?
   -Probablemente lo recogerán mañana, cuando remita el viento. –Me contesta Tanya que entra en ese momento.
   -¿Dónde está Igor? –Pregunta Pierre.
   -Se ha ido con Víktor. –Responde Tanya.
   -Ni que fuera su hijo.
   -Ni suyo ni de Vodianov. ¿No te has dado cuenta que es clavado a Tanya? Es un Yurchenko.
   -Por favor Héctor. No digas esas cosas que al final terminan siendo verdad. –Dice Tanya.
   -No, ahí tienes razón, seguro que no es “tan” secreto, seguro que tu madre lo sabe. ¡Vaya familia la tuya! ¡La familia de los secretos! Tenéis para una telenovela, rusa.

Ha ido pasando el tiempo y afortunadamente el color y la temperatura van volviendo a mis pies, incluso a los dedos. No sé lo que habré tomado, algún tipo de vasodilatador o poción mágica. Pues nada, me pongo un calzado cómodo que me facilitan los colegas, bebo otro líquido desconocido, de no mal sabor, este curará menos, me abrocho la ropa que tenía abierta para secarme un poco y salimos del vehículo tras una docena de saludos y parabienes.
Pierre vuelve a la carga, abrazándome de nuevo y anunciando a los cuatro vientos “El héroe del Koryaksky”. Lo dice en alto y termina riéndose. Nos acercamos al helicóptero, que no es ninguno de los que nos ha traído por lo que no encuentro la ropa para cambiarme.
Rebuscando por los cajones encuentro ropa pero de la exterior, yo necesito la primera y segunda capas, o al menos la segunda, para que recoja el sudor, que ahí sigue. No, si al final voy a pillarme un resfriado o una pulmonía.

Montamos en el helicóptero y bajamos al campamento inferior, que es realmente el de Paratunka, donde me dedico a preguntar por mi bolsa de ropa en varios de los barracones que han utilizado para la operación. “Eureka”, uno de los militares me la trae, “Спасибо”.
Pues no, no es mi bolsa, pero hay algo de ropa de la que necesitaba. Alguien se ha molestado en buscar entre los cajones de los barracones.
Selecciono una camiseta vieja y un forro polar fino. No quiero pensar en quién o para que los estaban utilizando. Están secos y vale. Me cambio en pocos segundos mientras el helicóptero se eleva dando bandazos. Fuera no lo parecía pero por lo visto el viento es de verdad, aún. Menos mal que iba sentado porque lo demás me habría hecho una avería. Sería el colmo, nada en la bajada y una rotura de brazo en el helicóptero. Me río con la ocurrencia y Tanya, que me lo ha copiado, también.
   -Podíais contar el chiste ¿no?

A las 17:30 estamos tomando tierra en la explanada del hospital, cerca del lugar de aterrizaje de los helicópteros. En ese lugar está el helicóptero donde hemos subido.

Tanya y yo nos apresuramos a entrar, no tenemos noticias de Víktor, ni de los demás.
   -No corráis. Hasta dentro de una hora no lo podremos ver. Está en el quirófano.

Nos tranquilizamos, parece que no son malas noticias. Luego, para continuar con la información, y esta vez hablando, en ruso, sigue con la información, que me traduce Tanya.
   -Está fuera de peligro, lo que no descarta que pueda quedar con algún inconveniente. Son heridas producidas por las roturas y lleva con ellas varios días. También tiene congelaciones que aún no se aventuran a predecir, ni su alcance ni la posible evolución. Es joven pero tiene una buena avería.
Es Igor quien nos informa. Se le ve preocupado pero sereno, lo que deduzco es que no va a haber consecuencias demasiado serias, sea en Víktor como en los otros dos.

Ya que últimamente estamos de hospitales, continuamos con la investigación sobre la calidad de sus máquinas de café. Solo hay tres en el hospital, y están en la sala que hace las veces de bar, restaurante y sala de estar, multifunción, y cuando sea fin de año harán aquí el cotillón.
De las tres máquinas sale el mismo café, o lo que sea que sale. No tiene nuestra aprobación, puede ser bueno para el estreñimiento. Al menos, sale caliente.

A las seis de la tarde vemos que trasladan la camilla de Víktor, con un montón de botellas, chuletas y tubos, a una habitación donde hay una colección de aparatos, que nunca he sabido cómo se llaman, ante cuya puerta se han plantado dos militares. Dos militares de tres metros de alto por dos de ancho. Una barricada. No hace falta imaginar lo que pondría en el letrero.

Un médico se nos acerca y Tanya me traduce.
   -Juraría que nadie hubiera salido de ahí, vivo, y menos con una rotura como esa. No entiendo cómo ha podido aguantar el sufrimiento que eso le ha supuesto. Lo normal hubiera sido morirse de frío. No lo entiendo pero está fuera de peligro y le van a quedar muy pocas secuelas. Como mucho la pérdida de algún dedo, o incluso ni eso.

No vamos a ser nosotros quienes desvelen el secreto. Que se quede el médico con la interrogante.
Dado que toca esperar, salimos al exterior a tomar el aire, la ropa que llevamos es demasiada para estar dentro y fuera no hace el frío de la montaña así que se está muy a gusto. El tiempo aquí parece que está estable y no se nota el viento. Bueno, la verdad es que tal como vamos disfrazados llamamos un poco la atención, además, la de Tanya le queda un poco holgada, un par de tallas por lo menos, pero que no me lo oiga pensar.

Nos acercamos al otro helicóptero pero no hay nadie y está cerrado, habrá que esperar a llegar al hangar. Todo el día de prisa y corriendo y ahora pasamos a la fase lenta.
   -En relación a lo que hemos comentado antes de ahora, debemos tener cuidado con Sergei. No sé por qué me da que está haciendo cosas a espaldas de Igor. Me estoy pareciendo más a ti.
   -¿Por qué me lo dices? ¿Tienes algo en concreto? –Le pregunto intrigado. –Yo no he notado nada.
   -¡Pues qué raro en tí! Le he visto hablar con gente que no viene a cuento, a la que creo que no tiene por qué conocer. Se esconde para llamar por teléfono, como si tuviera una novia, amante, querida, vamos que no quiere que se sepa, y el modo en que lo hace no es normal, se le nota nervioso, como el que sabe que está haciendo algo malo.
   -¿Se lo comentas tú a Igor o se lo hago yo?
   -No sabría cómo entrarle, mejor hazlo tú, que parece que habéis empezado a entenderos, y entre hombres puede que tengáis más química y te ponga más atención que a mí. No sé por qué pero creo que no me toma demasiado en serio. Como si fuera una niña bien, que ayuda y nada más.

Me preparo para planteárselo a Igor. No sé qué excusa podrá servir; ya se me ocurrirá algo.

Entramos y desde lejos notamos que Víktor está semi-inconsciente. No le han debido anestesiar totalmente, se habrán arreglado con anestesias parciales.
El cirujano y el traumatólogo están explicando a Igor que el brazo solo estaba dislocado. Se lo han colocado y lo único que necesita es que los tendones y músculos se recuperen de haber estado sujetos a esfuerzos y posturas no habituales. El proceso será lento. Han estado demasiado tiempo fuera de su lugar y los ligamentos están muy resentidos. El frío ha evitado las inflamaciones, algo positivo.

En la rotura de la tibia sucede algo parecido. No es una rotura abierta por lo que el problema se centra únicamente en cuestiones óseas. No hay desgarros o heridas menos importantes a cicatrizar. Alguna distensión muscular y poco en tendones o ligamentos.
La operación ha sido laboriosa, el hueso estaba astillado y han necesitado mucho titanio para repararlo. Cinco placas y dieciocho clavos, o como se llamen. Además ha sido lejos de las articulaciones por lo que la operación, en este aspecto, ha sido más sencilla. Menos secuelas.

Las congelaciones no son totalmente serias, lo menos que le podía haber sucedido; perderá alguna falange en tres dedos del pie derecho y lo demás precisará los cuidados de cualquier congelación importante; quizá algún injerto de piel, pequeño y en zonas no visibles, normalmente no visibles. Cuidados delicados pero todo está controlado.
Deberá permanecer ingresado por lo menos una semana, para seguimiento continuo, luego podrá dejar el hospital, con visitas casi diarias, pero esto es aventurarse demasiado en las predicciones.
No ha aparecido ningún comentario como los anteriores, de cómo ha podido salvarse, o llegar en tan buenas condiciones. Me parece algo raro; la extrañeza de antes y el silencio de ahora, pero mejor, no hubiéramos podido dar explicaciones convincentes. Vamos a dejarlo en manos de la suerte.

Cuando estamos a punto de terminar la explicación médica, que he recibido a través de Igor y Tanya sin que los demás se hayan dado cuenta, llega Fiódor, de visita. Tras unas palabras al resto de los presentes, dos médicos, Tanya y yo, Igor con Sergei, y otros cuatro que no me han presentado, se acerca a saludarnos.
Ésta vez sí que tenemos tiempo de estrecharnos la mano, sin guantes que quitar y volver a poner.
   -¡A que te recuerda a alguien! ¿No? –Le digo.

Pone cara de asombro; de vez en cuando la mirada se le desvía hacia la habitación de Víktor y balancea la cabeza como pensando algo así como “Vaya coincidencia”.
   -Conozco a Víktor, pero ¿quién es esta? ¡No puede ser una coincidencia!  -otro que sospecha.
   -¡Por favor! ¿Podéis obviar esto? Os lo explicaremos más tarde.
   -¿Papá? –dice Tanya sobresaltándose. -¿Eres tú?
   -Tranquilidad, por favor. Sí, soy yo, ya estaremos luego; ahora no es el momento.

Acabamos de escalar un peldaño en la cadena del misterio. No se trata ya de la “sombra de Vasili” ahora tenemos la “voz de Vasili”. Miro a Tanya notando que está como un puchero con agua en ebullición; mira para todas partes a la vez, vibra, gira, salta, tiembla. No me queda otro remedio que abrazarla, le sujeto la cabeza con las manos y mirándole a los ojos le pido “calma”.
La ayudo a sentarse en un banco; necesita poner en orden sus pensamientos, recuperar la concentración para conseguir algo de control.
Cuando veo que comienza a tranquilizarse algo, que los pensamientos van de uno a otro pero que son legibles, miro hacia Fiódor a quien pregunto directamente sobre lo que conoce de la relación de Víktor con Vasili.

Resulta que el muy cabrón lo sabe todo. Su padre, Pyotr Yermólov, es íntimo de Vasili. Tiene un establecimiento que hace las veces de cervecería, bolera, bar y lo que haga falta, con el nombre de “Pedro el Grande”. Él, Fiódor, es amigo de Víktor, han compartido muchas horas de bar y de ocio, no de aficiones. Víktor es el intelectual y Fiódor el deportista, el hombre de acción.
Mientras Víktor se recluye en sus estudios, investigaciones y algún que otro paseo, Fiódor se dedica a las competiciones de saltos con moto de nieve, pesca en alta mar y cuestiones semejantes.
Sabe que Víktor tiene gran relación con Vasili, es algo así como su mentor, su pupilo. En más de una ocasión han estado los cuatro juntos.
Conoce la historia de Vasili y me explica los detalles.
Al ver a Tanya no ha dudado de que debía ser familia de Víktor, era la única explicación para tanto parecido, y, además, uno salvando al otro. Tanta coincidencia no es coincidencia.
   -Veo que sigues con el tema, termina cuanto antes. Ah, se me olvidaba darte las gracias.
   -De nada futuro suegro, terminamos enseguida.
   -Sí, lo sé, me lo ha contado Yelena.

¡Hay que joderse con éste tío! Resulta que voy a ser el último en enterarme. Bueno la última va a ser Tanya, no se va a enfadar ni nada.

   -¿Qué estás haciendo? ¡Pareces en trance! –me dice Fiódor- de ése modo suelen estar Vasily y Víktor muy a menudo, como si estuvieran hablando en silencio. Parece como si les valiera el estar uno al lado del otro, sin más.

Mientras tanto, parece que Víktor se ha quedado solo en la habitación, sin médicos ni enfermeras, y aprovecha Tanya para estar a su lado. En un momento pienso en entrar pero me doy cuenta de que no hace falta, puedo participar desde aquí. Los vigilantes de la puerta la han dejado entrar, no voy a probar si me dejan a mí.
   -Soy Tanya. ¿Te acuerdas de mí? Hará unos cuantos años Víktor.
   -Cómo no me voy a acordar, hermanita. Bueno esto quizá no lo sepas, pero aprovecho la situación, somos hermanos.
   -Sí, lo sé, me acabo de enterar. Hasta ahora siempre había pensado que eras el hijo de los amigos de mis padres, los médicos; el matrimonio Vodianov. Cuánto hace, ¿Quince años?
   -Sí, o más. Primero me fui yo a estudiar y seguido a trabajar, y luego te fuiste tú. Una pregunta. ¿Quién es ese con el que he estado en la montaña? ¡Joder! Te entra como un cañón ¿Es militar?
   -Ja, ja. ¡No, qué va! Es un recién iniciado que está rompiendo esquemas. En poco más de un mes ha pasado de casi a cero a lo que ahora ves. Es mi novio. Le diré que venga cuando lo permita Igor; tenemos una cuestión que nos intriga por investigar y necesitamos un par de respuestas de inmediato.
   -Para vuestra información, aquí, ahora, estáis a cubierto de otras escuchas. Pero tened uidado con las conexiones en otro lugar.

Es la voz de Vasili que parece estar vigilando el área de comunicaciones. Por lo visto no hay más conectantes en la zona, cuento que seremos cinco. Hace bien en recordárnoslo.

Mientras Tanya y Víktor dan un repaso a sus años de críos y entrada en la adolescencia me acerco a Igor y le planteo, así, de sopetón.
   -¿Estás seguro de que tu chico ese, el de los recados, el amigo Sergei, es trigo limpio? ¿Has investigado su historial para llegar hasta ti y asegurado de que no puede ser un topo?

Se gira hacia mí, me mira fijamente y se queda un momento totalmente quieto; comienza a hurgar en su memoria. No lo copio, es un barullo de imágenes e ideas.
Al medio minuto su semblante cambia de color a sin color, se pone muy serio y responde.
-He hecho memoria revisando hacia atrás; lleva seis meses conmigo y anterior a esa fecha no tengo registros que evidencien su trayectoria. No al menos fehacientemente su carrera, su historial. Creo, no estoy seguro pero puede que toda la información la haya recibido de modo oral, en conversaciones o escritos no oficiales. Lo voy a investigar, dame una hora. Gracias Héctor. Si encuentro algo raro te deberé un favor.

¡Vaya contestación! No ha dudado de mi palabra; es como si hubiera algo en su mente que le haya ayudado a asumir la sospecha. De todos modos lo mío no ha sido una información sino una pregunta. Parece que se lo ha tomado muy en serio.
Mientras pienso en ello, veo que está ya hablando por teléfono; por si acaso ha cerrado la conexión. También se esconde de mí. Yo lo haría.
   -No quisiera tener a Igor como enemigo. –dice Víktor. Joder, esto parece una conferencia. ¿Qué pasaría si todos hablásemos a la vez? Me pregunto.
   -Lo mismo que en una conferencia normal, o no te enteras de nada o te quedas con la conversación del que elijas. Lo normal suele ser esto último.-Apunta Tanya.

Sigo sin entender el porqué sé que esto lo ha dicho Tanya, ya lo averiguará más adelante, o me lo explicarán. Por cierto, tanto pensar en Sergei que no nos hemos dado cuenta de que no lo hemos visto en la última hora. ¿Habrá olido algo?

Vuelvo a hablar con Fiódor, nos tomamos un café, que sigue siendo bastante malo, e intercambiamos direcciones de correo y números de teléfono, los normales y los que usamos para ocasiones especiales, los de porsiacaso. Pienso que éstos temas relacionados con Víktor y Vasili pueden traer cola y, además, pretendo tener una comunicación, indirecta pero estable con Vasili, que también va a pasar a ser mi suegro.
   -Sí, Héctor, lo tuyo con Tanya lo tenemos que celebrar con unas cervezas. Pero no ahora.

Es toda una suerte que los dos tengamos el mismo nivel, entre justo y escaso, del inglés, metemos la pata del mismo modo, o parecido, en cuestiones similares, hemos aprendido lo mismo, utilizamos pocas palabras, las mismas. Nos entendemos perfectamente entre nosotros y sin embargo los angloparlantes se quedan con la mosca.

No conocemos lo que va a suceder en las próximas horas, así que estamos a la espera de lo que decida Igor, quien acaba de cargarse la batería del móvil y le está poniendo la de reserva, que llevaba previsoramente en el bolsillo. No será la primera vez que le sucede. Me reafirmo en que el tío es bueno.

No parece una coincidencia, seguro me habrá sentido a la escucha porque se nos acerca mientras apaga el móvil, lo recoge y se dirige a nosotros dos en lenguaje convencional.
   -Espero respuestas en poco tiempo. Son las siete y media; a eso de las ocho nos iremos al aeropuerto a cambiarnos, comer y descansar. Mañana por la mañana volveremos al hospital, antes de marcharnos. Si queréis podréis despediros entonces.

Creo que los demás habrán oído el mensaje, es una suerte tener un sistema de interfonía para nosotros solos, mientras no haya interferencias peligrosas claro. Por mi parte les ofrezco mi “Hasta Mañana”, “До утра товарищей” en vivo para Fiódor. Me quedo a la espera de que Tanya salga de la habitación, está acaparando todo el tiempo Víktor; me he enterado de un montón de detalles tanto de él como de ella, tengo para tomarle un poco el pelo con eso de lo tímida que era de niña y lo demás que me enterado. Lo pienso de corrido y bajito para que no me copie, además está super-emocionada con su nuevo hermano.
   -Mañana estamos, Víktor, “До свидания”. –Aunque creo que no habrá notado que lo he pensado en ruso. Esto lo tengo que mejorar, aunque hay tanto por delante. Suspiro.
   -До свидания”, Fiódor, nos vamos para el hangar.
   -Mañana nos vemos aquí. Espero no quedarme dormido. “До свидания товарищ”.

Pasan de las ocho cuando llegamos al hogar, digo hangar, y lo primero que hago es buscar una ducha, me quiero quitar de encima los sudores del Koryak cuanto antes. Localizo una lo bastante cutre para pensármelo dos veces; además, dispone de una única salida de agua, bueno, de un solo mando, mejor dicho, eso quiere decir que seguro que será fría. Mientras me decido alguien se percata de mi situación y me auxilian.
   -En cinco minutos te traemos agua caliente.

Pues vale, no me quito ni un calcetín hasta que vengan con el agua, no sea que vaya a ser novatada. No hay champú ni nada. Una especie de alcachofa roñosa, el mango giratorio duro y el orificio de recogida del agua, un tanto taponado. Es como la bañera de masaje de un hotel de menos cinco estrellas.
Mientras llegan me va pareciendo que no está tan mal. En realizad no es sucio sino viejo; no le vendría mal una mano de pintura y limpiar algo mejor la placa. Lo que cambian las opiniones en poco tiempo. De cutre a pasable en dos minutos.
Traen un bidón de cinco litros de agua casi caliente, algo más que templada; suficiente. Corro la cortina, que no cubre todo el ancho del hueco de entrada, voy dejando la ropa en el banco de fuera y me fijo en que la cortina tampoco llega hasta el suelo, cuidado con el calzado y lo que vaya a quedar abajo, se mojará.
Cuando estaba con ropa no sentía el frío pero ahora esto es otra cosa, no creo que lleguemos a quince grados aquí dentro. No pasa nada Héctor, tú a lo tuyo; pero rápido.

Mojar, enjabonar, frotar y aclarar. El contacto con el agua me entona un poco el cuerpo pero el calor no se me queda encima, resbala y vuelvo a sentir el frío.
Me froto con una toalla áspera. No saben que ya se ha inventado el suavizante pero vale para exfoliante y activador de la circulación, mientras no te hagas rozaduras claro. Me pongo la ropa seca, y fría. Un lujo, esto es otra cosa.
Tanya pasa de la ducha.

De la cocina llega un olorcillo bastante agradable; tengo un hambre que soy capaz de comerme una vaca con guarnición. Son las ocho y media y el olor, a parte de mí, ha convocado a Tanya, Igor y los pilotos del avión. Los asistentes de vuelo están en Petropavlov.
No hay señales de Sergei. Está claro que pasa algo oscuro. ¿Peligroso?

En los primeros bocados no sé lo que meto en la boca, como solo por hambre, sin disfrutar, hasta que me doy cuenta de que me están mirando. “Compórtate Héctor” me digo, así que comienzo a comer como una persona normal, no como un energúmeno.

Ahora, con el estómago lleno y ocupado, me pongo a pensar en cómo ha ido desarrollándose el día, ahora puedo. Creo que no hemos cometido ningún fallo, fallo importante se entiende, y estoy seguro de que hemos tenido “mucha” suerte, los hados del Koryak han estado de nuestra parte.

Una vez en lugar seguro, he bajado la guardia, no se puede estar tanto tiempo a tope, con las espadas en alto, y, por el hueco que he dejado, me ha entrado el cansancio, cansancio acumulado durante el día que no le he dejado aflorar, pero aún hay un detalle que me mantiene despierto y espero a que Igor nos lo desvele. Además, podemos hablar sin que los pilotos piensen que estamos idos, mirándonos, haciendo gestos y sin decir palabra.

Le comento a Tanya que en cuanto Igor nos explique algo nos vamos a dormir, al menos yo. Pero tendremos que esperar porque se ha distanciado un poco, para tener algo de intimidad cuando está al teléfono, esto que con éste sistema conectivo se echa en falta, muchas veces.

Vuelve pronto y con noticias.
Estábamos en lo cierto al sospechar de Sergei, efectivamente es un intruso.
Le han debido avisar y ha desaparecido. Los superiores de Igor han solicitado la búsqueda a las policías aquí, en Petropavlov, la militar y la local.
Cuenta que utilizando una influencia que aún no han localizado, introdujeron a esta persona en la línea de posibles ayudantes para Igor, un persona joven pero de preparación militar para misiones secretas. Luego, el conseguir que fuera él el sucesor del anterior ayudante fue más sencillo, apretar unos pocos cables.
Se supone que debía informar de todo lo relacionado con las dedicaciones a la conectividad, las actuaciones y las personas con las que se relacionaba, y especialmente con las que “contactaba”.
Detrás de todo esto estaba el intento de localización de Vasili. ¡Ya estamos otra vez!

Lo referente a éste rescate ha sido para todos una sorpresa y les ha brindado una oportunidad de oro para ir desgranando los secretos de la facción conectiva de Kamchatka (creo que se referirán a Vasili y su hijo Víktor).
Probablemente habrán sacado poco en claro porque lo más importante, que yo recuerde, lo hemos hablado bajo “conexión”, así que lo que tienen son conjeturas, no por eso despreciables.
Todo esto lleva a lo dicho por Vasili, a parte de nosotros cinco no ha habido más conectantes en juego. Somos pocos.

Es pronto para saber si Sergei puede contar con apoyo aquí, en Petropavlov, pueden contratar a alguien así que no tenemos ni idea de por dónde pueden venir los tiros. Se impone una estrecha vigilancia. O sea, que lo del rescate está pero ahora vamos de pesca.

   -No te preocupes Igor –dice Tanya- Mañana, cuando haya descansado, soltamos a Héctor por ahí y acaba con ellos, o los marea y terminan en el loquero.
   -Pues será mañana porque ahora tengo las baterías justas para llegar a la litera, menos mal que es la de abajo, de lo contrario tendría que quedarme a dormir en el suelo. Son casi las nueve y media. “Ondo lo egin” (Buenas noches).

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