Llegamos a Paratunka a eso de las
16:00 y allí está el helicóptero. Me dirijo directamente a la cabina medicalizada de uno de los vehículos oruga. Me
quito las botas, dejándolo todo perdido de nieve, pero solo nieve, moja pero no
ensucia y les señalo los pies. No los siento. Los tengo fríos al tacto. Espero
que solo sea eso pero tengo miedo, nunca había llegado a tanto. Lo de no
sentirlas te preocupa pero cuando la circulación retorna el dolor suele ser de
llegar a marearte.
No lo ha tenido que traducir nadie, con mis gestos y
su experiencia es suficiente.
Me dan a beber un líquido, más bien brebaje. ¿Por qué
tienen que ser siempre desagradables los medicamentos que te deben curar? ¿Si
es que saben bien no valen para curar? Los únicos que conozco que tienen buen
sabor son los jarabes para los niños. ¿Qué pasa con los mayores?
-No
protestes, valiente, no vayas a quedar mal ahora que has quedado como “El
Héroe” del rescate. Yo he hecho el trabajo y tú te llevas la gloria.
-¡Anda ya!
Veo que ya has recuperado el humor y se te ha afilado la lengua. No estabas así
en el comienzo de la aventura.
-No, la
verdad, nunca me había sentido tan preocupado. Luego, cuando estábamos bajando,
he ido a mejor; pero tienes razón estaba algo bloqueado. Tú has estado
fenomenal.
-Sí, un
fenomenal que al final no podía con su alma.
Los médicos, o lo que sean los que me atienden dicen
algo a Pierre.
-Si en media
hora no te has recuperado, no te ha vuelto la circulación y la temperatura
tendrás que ir al hospital. De momento deja los pies un rato en el caldero,
como hasta ahora. No pueden hacer más. Suponen que no pasará de ahí.
Me tranquiliza a medias. Se retrasa el veredicto hasta
dentro de media hora.
-¿Qué se cuenta
de los demás?
-Los han
trasladado a todos en helicóptero. Han pasado por aquí pero estaban peor que
tú. Víktor ha ido directamente de la moto a Petropavlov.
-¿Y qué pasa
con Aleksei?
-Probablemente lo recogerán mañana, cuando remita el viento. –Me
contesta Tanya que entra en ese momento.
-¿Dónde está
Igor? –Pregunta Pierre.
-Se ha ido
con Víktor. –Responde Tanya.
-Ni que fuera
su hijo.
-Ni suyo ni
de Vodianov. ¿No te has dado cuenta que es clavado a Tanya? Es un Yurchenko.
-Por favor
Héctor. No digas esas cosas que al final terminan siendo verdad. –Dice Tanya.
-No, ahí
tienes razón, seguro que no es “tan” secreto, seguro que tu madre lo sabe.
¡Vaya familia la tuya! ¡La familia de los secretos! Tenéis para una telenovela,
rusa.
Ha ido pasando el tiempo y afortunadamente el color y
la temperatura van volviendo a mis pies, incluso a los dedos. No sé lo que
habré tomado, algún tipo de vasodilatador o poción mágica. Pues nada, me pongo
un calzado cómodo que me facilitan los colegas, bebo otro líquido desconocido,
de no mal sabor, este curará menos, me abrocho la ropa que tenía abierta para
secarme un poco y salimos del vehículo tras una docena de saludos y parabienes.
Pierre vuelve a la carga, abrazándome de nuevo y
anunciando a los cuatro vientos “El héroe del Koryaksky”. Lo dice en alto y
termina riéndose. Nos acercamos al helicóptero, que no es ninguno de los que
nos ha traído por lo que no encuentro la ropa para cambiarme.
Rebuscando por los cajones encuentro ropa pero de la
exterior, yo necesito la primera y segunda capas, o al menos la segunda, para
que recoja el sudor, que ahí sigue. No, si al final voy a pillarme un resfriado
o una pulmonía.
Montamos en el helicóptero y bajamos al campamento
inferior, que es realmente el de Paratunka, donde me dedico a preguntar por mi
bolsa de ropa en varios de los barracones que han utilizado para la operación.
“Eureka”, uno de los militares me la trae, “Спасибо”.
Pues no, no es mi bolsa, pero hay algo de ropa de la
que necesitaba. Alguien se ha molestado en buscar entre los cajones de los
barracones.
Selecciono una camiseta vieja y un forro polar fino.
No quiero pensar en quién o para que los estaban utilizando. Están secos y
vale. Me cambio en pocos segundos mientras el helicóptero se eleva dando
bandazos. Fuera no lo parecía pero por lo visto el viento es de verdad, aún.
Menos mal que iba sentado porque lo demás me habría hecho una avería. Sería el
colmo, nada en la bajada y una rotura de brazo en el helicóptero. Me río con la
ocurrencia y Tanya, que me lo ha copiado, también.
-Podíais
contar el chiste ¿no?
A las 17:30 estamos tomando tierra en
la explanada del hospital, cerca del lugar de aterrizaje de los helicópteros. En ese lugar está el helicóptero donde
hemos subido.
Tanya y yo nos apresuramos a entrar, no tenemos
noticias de Víktor, ni de los demás.
-No corráis.
Hasta dentro de una hora no lo podremos ver. Está en el quirófano.
Nos tranquilizamos, parece que no son malas noticias.
Luego, para continuar con la información, y esta vez hablando, en ruso, sigue
con la información, que me traduce Tanya.
-Está fuera
de peligro, lo que no descarta que pueda quedar con algún inconveniente. Son
heridas producidas por las roturas y lleva con ellas varios días. También tiene
congelaciones que aún no se aventuran a predecir, ni su alcance ni la posible
evolución. Es joven pero tiene una buena avería.
Es Igor quien nos informa. Se le ve preocupado pero
sereno, lo que deduzco es que no va a haber consecuencias demasiado serias, sea
en Víktor como en los otros dos.
Ya que últimamente estamos de hospitales, continuamos
con la investigación sobre la calidad de sus máquinas de café. Solo hay tres en
el hospital, y están en la sala que hace las veces de bar, restaurante y sala
de estar, multifunción, y cuando sea fin de año harán aquí el cotillón.
De las tres máquinas sale el mismo café, o lo que sea
que sale. No tiene nuestra aprobación, puede ser bueno para el estreñimiento. Al
menos, sale caliente.
A las seis de la tarde vemos que trasladan la camilla
de Víktor, con un montón de botellas, chuletas y tubos, a una habitación donde
hay una colección de aparatos, que nunca he sabido cómo se llaman, ante cuya
puerta se han plantado dos militares. Dos militares de tres metros de alto por
dos de ancho. Una barricada. No hace falta imaginar lo que pondría en el
letrero.
Un médico se nos acerca y Tanya me traduce.
-Juraría que
nadie hubiera salido de ahí, vivo, y menos con una rotura como esa. No entiendo
cómo ha podido aguantar el sufrimiento que eso le ha supuesto. Lo normal
hubiera sido morirse de frío. No lo entiendo pero está fuera de peligro y le
van a quedar muy pocas secuelas. Como mucho la pérdida de algún dedo, o incluso
ni eso.
No vamos a ser nosotros quienes desvelen el secreto.
Que se quede el médico con la interrogante.
Dado que toca esperar, salimos al exterior a tomar el
aire, la ropa que llevamos es demasiada para estar dentro y fuera no hace el
frío de la montaña así que se está muy a gusto. El tiempo aquí parece que está
estable y no se nota el viento. Bueno, la verdad es que tal como vamos
disfrazados llamamos un poco la atención, además, la de Tanya le queda un poco
holgada, un par de tallas por lo menos, pero que no me lo oiga pensar.
Nos acercamos al otro helicóptero pero no hay nadie y
está cerrado, habrá que esperar a llegar al hangar. Todo el día de prisa y
corriendo y ahora pasamos a la fase lenta.
-En relación
a lo que hemos comentado antes de ahora, debemos tener cuidado con Sergei. No
sé por qué me da que está haciendo cosas a espaldas de Igor. Me estoy
pareciendo más a ti.
-¿Por qué me
lo dices? ¿Tienes algo en concreto? –Le pregunto intrigado. –Yo no he notado
nada.
-¡Pues qué
raro en tí! Le he visto hablar con gente que no viene a cuento, a la que creo
que no tiene por qué conocer. Se esconde para llamar por teléfono, como si
tuviera una novia, amante, querida, vamos que no quiere que se sepa, y el modo
en que lo hace no es normal, se le nota nervioso, como el que sabe que está
haciendo algo malo.
-¿Se lo comentas
tú a Igor o se lo hago yo?
-No sabría
cómo entrarle, mejor hazlo tú, que parece que habéis empezado a entenderos, y
entre hombres puede que tengáis más química y te ponga más atención que a mí.
No sé por qué pero creo que no me toma demasiado en serio. Como si fuera una
niña bien, que ayuda y nada más.
Me preparo para planteárselo a Igor. No sé qué excusa
podrá servir; ya se me ocurrirá algo.
Entramos y desde lejos notamos que Víktor está
semi-inconsciente. No le han debido anestesiar totalmente, se habrán arreglado
con anestesias parciales.
El cirujano y el traumatólogo están
explicando a Igor que el brazo solo estaba dislocado. Se lo han colocado y lo único que necesita es que los
tendones y músculos se recuperen de haber estado sujetos a esfuerzos y posturas
no habituales. El proceso será lento. Han estado demasiado tiempo fuera de su
lugar y los ligamentos están muy resentidos. El frío ha evitado las
inflamaciones, algo positivo.
En la rotura de la tibia sucede algo parecido. No es
una rotura abierta por lo que el problema se centra únicamente en cuestiones
óseas. No hay desgarros o heridas menos importantes a cicatrizar. Alguna
distensión muscular y poco en tendones o ligamentos.
La operación ha sido laboriosa, el hueso estaba
astillado y han necesitado mucho titanio para repararlo. Cinco placas y
dieciocho clavos, o como se llamen. Además ha sido lejos de las articulaciones
por lo que la operación, en este aspecto, ha sido más sencilla. Menos secuelas.
Las congelaciones no son totalmente serias, lo menos
que le podía haber sucedido; perderá alguna falange en tres dedos del pie
derecho y lo demás precisará los cuidados de cualquier congelación importante;
quizá algún injerto de piel, pequeño y en zonas no visibles, normalmente no
visibles. Cuidados delicados pero todo está controlado.
Deberá permanecer ingresado por lo menos una semana,
para seguimiento continuo, luego podrá dejar el hospital, con visitas casi
diarias, pero esto es aventurarse demasiado en las predicciones.
No ha aparecido ningún comentario como los anteriores,
de cómo ha podido salvarse, o llegar en tan buenas condiciones. Me parece algo
raro; la extrañeza de antes y el silencio de ahora, pero mejor, no hubiéramos
podido dar explicaciones convincentes. Vamos a dejarlo en manos de la suerte.
Cuando estamos a punto de terminar la explicación
médica, que he recibido a través de Igor y Tanya sin que los demás se hayan
dado cuenta, llega Fiódor, de visita. Tras unas palabras al resto de los
presentes, dos médicos, Tanya y yo, Igor con Sergei, y otros cuatro que no me
han presentado, se acerca a saludarnos.
Ésta vez sí que tenemos tiempo de estrecharnos la
mano, sin guantes que quitar y volver a poner.
-¡A que te
recuerda a alguien! ¿No? –Le digo.
Pone cara de asombro; de vez en cuando la mirada se le
desvía hacia la habitación de Víktor y balancea la cabeza como pensando algo
así como “Vaya coincidencia”.
-Conozco a
Víktor, pero ¿quién es esta? ¡No puede ser una coincidencia! -otro que sospecha.
-¡Por favor!
¿Podéis obviar esto? Os lo explicaremos más tarde.
-¿Papá? –dice
Tanya sobresaltándose. -¿Eres tú?
-Tranquilidad, por favor. Sí, soy yo, ya estaremos luego; ahora no es el
momento.
Acabamos de escalar un peldaño en la cadena del
misterio. No se trata ya de la “sombra de Vasili” ahora tenemos la “voz de
Vasili”. Miro a Tanya notando que está como un puchero con agua en ebullición;
mira para todas partes a la vez, vibra, gira, salta, tiembla. No me queda otro
remedio que abrazarla, le sujeto la cabeza con las manos y mirándole a los ojos
le pido “calma”.
La ayudo a sentarse en un banco; necesita poner en
orden sus pensamientos, recuperar la concentración para conseguir algo de
control.
Cuando veo que comienza a tranquilizarse algo, que los
pensamientos van de uno a otro pero que son legibles, miro hacia Fiódor a quien
pregunto directamente sobre lo que conoce de la relación de Víktor con Vasili.
Resulta que el muy cabrón lo sabe todo. Su padre,
Pyotr Yermólov, es íntimo de Vasili. Tiene un establecimiento que hace las
veces de cervecería, bolera, bar y lo que haga falta, con el nombre de “Pedro
el Grande”. Él, Fiódor, es amigo de Víktor, han compartido muchas horas de bar
y de ocio, no de aficiones. Víktor es el intelectual y Fiódor el deportista, el
hombre de acción.
Mientras Víktor se recluye en sus estudios,
investigaciones y algún que otro paseo, Fiódor se dedica a las competiciones de
saltos con moto de nieve, pesca en alta mar y cuestiones semejantes.
Sabe que Víktor tiene gran relación con Vasili, es
algo así como su mentor, su pupilo. En más de una ocasión han estado los cuatro
juntos.
Conoce la historia de Vasili y me explica los
detalles.
Al ver a Tanya no ha dudado de que debía ser familia
de Víktor, era la única explicación para tanto parecido, y, además, uno
salvando al otro. Tanta coincidencia no es coincidencia.
-Veo que
sigues con el tema, termina cuanto antes. Ah, se me olvidaba darte las gracias.
-De nada
futuro suegro, terminamos enseguida.
-Sí, lo sé,
me lo ha contado Yelena.
¡Hay que joderse con éste tío! Resulta que voy a ser
el último en enterarme. Bueno la última va a ser Tanya, no se va a enfadar ni
nada.
-¿Qué estás
haciendo? ¡Pareces en trance! –me dice Fiódor- de ése modo suelen estar Vasily
y Víktor muy a menudo, como si estuvieran hablando en silencio. Parece como si
les valiera el estar uno al lado del otro, sin más.
Mientras tanto, parece que Víktor se ha quedado solo
en la habitación, sin médicos ni enfermeras, y aprovecha Tanya para estar a su
lado. En un momento pienso en entrar pero me doy cuenta de que no hace falta,
puedo participar desde aquí. Los vigilantes de la puerta la han dejado entrar,
no voy a probar si me dejan a mí.
-Soy Tanya.
¿Te acuerdas de mí? Hará unos cuantos años Víktor.
-Cómo no me
voy a acordar, hermanita. Bueno esto quizá no lo sepas, pero aprovecho la
situación, somos hermanos.
-Sí, lo sé,
me acabo de enterar. Hasta ahora siempre había pensado que eras el hijo de los
amigos de mis padres, los médicos; el matrimonio Vodianov. Cuánto hace, ¿Quince
años?
-Sí, o más.
Primero me fui yo a estudiar y seguido a trabajar, y luego te fuiste tú. Una
pregunta. ¿Quién es ese con el que he estado en la montaña? ¡Joder! Te entra
como un cañón ¿Es militar?
-Ja, ja. ¡No,
qué va! Es un recién iniciado que está rompiendo esquemas. En poco más de un
mes ha pasado de casi a cero a lo que ahora ves. Es mi novio. Le diré que venga
cuando lo permita Igor; tenemos una cuestión que nos intriga por investigar y
necesitamos un par de respuestas de inmediato.
-Para vuestra
información, aquí, ahora, estáis a cubierto de otras escuchas. Pero tened
uidado con las conexiones en otro lugar.
Es la voz de Vasili que parece estar vigilando el área
de comunicaciones. Por lo visto no hay más conectantes en la zona, cuento que
seremos cinco. Hace bien en recordárnoslo.
Mientras Tanya y Víktor dan un repaso a sus años de
críos y entrada en la adolescencia me acerco a Igor y le planteo, así, de
sopetón.
-¿Estás
seguro de que tu chico ese, el de los recados, el amigo Sergei, es trigo
limpio? ¿Has investigado su historial para llegar hasta ti y asegurado de que
no puede ser un topo?
Se gira hacia mí, me mira fijamente y se queda un
momento totalmente quieto; comienza a hurgar en su memoria. No lo copio, es un
barullo de imágenes e ideas.
Al medio minuto su semblante cambia de color a sin
color, se pone muy serio y responde.
-He hecho memoria revisando hacia atrás; lleva seis
meses conmigo y anterior a esa fecha no tengo registros que evidencien su
trayectoria. No al menos fehacientemente su carrera, su historial. Creo, no
estoy seguro pero puede que toda la información la haya recibido de modo oral,
en conversaciones o escritos no oficiales. Lo voy a investigar, dame una hora.
Gracias Héctor. Si encuentro algo raro te deberé un favor.
¡Vaya contestación! No ha dudado de mi palabra; es
como si hubiera algo en su mente que le haya ayudado a asumir la sospecha. De
todos modos lo mío no ha sido una información sino una pregunta. Parece que se
lo ha tomado muy en serio.
Mientras pienso en ello, veo que está ya hablando por
teléfono; por si acaso ha cerrado la conexión. También se esconde de mí. Yo lo
haría.
-No quisiera
tener a Igor como enemigo. –dice Víktor. Joder, esto parece una conferencia.
¿Qué pasaría si todos hablásemos a la vez? Me pregunto.
-Lo mismo que
en una conferencia normal, o no te enteras de nada o te quedas con la
conversación del que elijas. Lo normal suele ser esto último.-Apunta Tanya.
Sigo sin entender el porqué sé que esto lo ha dicho
Tanya, ya lo averiguará más adelante, o me lo explicarán. Por cierto, tanto
pensar en Sergei que no nos hemos dado cuenta de que no lo hemos visto en la
última hora. ¿Habrá olido algo?
Vuelvo a hablar con Fiódor, nos tomamos un café, que
sigue siendo bastante malo, e intercambiamos direcciones de correo y números de
teléfono, los normales y los que usamos para ocasiones especiales, los de
porsiacaso. Pienso que éstos temas relacionados con Víktor y Vasili pueden
traer cola y, además, pretendo tener una comunicación, indirecta pero estable
con Vasili, que también va a pasar a ser mi suegro.
-Sí, Héctor,
lo tuyo con Tanya lo tenemos que celebrar con unas cervezas. Pero no ahora.
Es toda una suerte que los dos tengamos el mismo
nivel, entre justo y escaso, del inglés, metemos la pata del mismo modo, o
parecido, en cuestiones similares, hemos aprendido lo mismo, utilizamos pocas
palabras, las mismas. Nos entendemos perfectamente entre nosotros y sin embargo
los angloparlantes se quedan con la mosca.
No conocemos lo que va a suceder en las próximas
horas, así que estamos a la espera de lo que decida Igor, quien acaba de
cargarse la batería del móvil y le está poniendo la de reserva, que llevaba
previsoramente en el bolsillo. No será la primera vez que le sucede. Me
reafirmo en que el tío es bueno.
No parece una coincidencia, seguro me habrá sentido a
la escucha porque se nos acerca mientras apaga el móvil, lo recoge y se dirige
a nosotros dos en lenguaje convencional.
-Espero respuestas en poco tiempo. Son las siete y media; a eso de las
ocho nos iremos al aeropuerto a
cambiarnos, comer y descansar. Mañana por la mañana volveremos al hospital,
antes de marcharnos. Si queréis podréis despediros entonces.
Creo que los demás habrán oído el mensaje, es una
suerte tener un sistema de interfonía para nosotros solos, mientras no haya
interferencias peligrosas claro. Por mi parte les ofrezco mi “Hasta Mañana”, “До
утра товарищей” en vivo para Fiódor. Me quedo a la espera de que Tanya salga de
la habitación, está acaparando todo el tiempo Víktor; me he enterado de un
montón de detalles tanto de él como de ella, tengo para tomarle un poco el pelo
con eso de lo tímida que era de niña y lo demás que me enterado. Lo pienso de
corrido y bajito para que no me copie, además está super-emocionada con su
nuevo hermano.
-Mañana
estamos, Víktor, “До свидания”. –Aunque creo que no habrá notado que lo he
pensado en ruso. Esto lo tengo que mejorar, aunque hay tanto por delante.
Suspiro.
- “До свидания”, Fiódor, nos vamos para el hangar.
-Mañana nos
vemos aquí. Espero no quedarme dormido. “До свидания товарищ”.
Pasan de las ocho cuando llegamos al hogar, digo hangar, y lo primero
que hago es buscar una ducha, me quiero quitar de encima los sudores del Koryak
cuanto antes. Localizo una lo bastante cutre para pensármelo dos veces; además,
dispone de una única salida de agua, bueno, de un solo mando, mejor dicho, eso
quiere decir que seguro que será fría. Mientras me decido alguien se percata de
mi situación y me auxilian.
-En cinco
minutos te traemos agua caliente.
Pues vale, no me quito ni un calcetín hasta que vengan
con el agua, no sea que vaya a ser novatada. No hay champú ni nada. Una especie
de alcachofa roñosa, el mango giratorio duro y el orificio de recogida del
agua, un tanto taponado. Es como la bañera de masaje de un hotel de menos cinco
estrellas.
Mientras llegan me va pareciendo que no está tan mal.
En realizad no es sucio sino viejo; no le vendría mal una mano de pintura y
limpiar algo mejor la placa. Lo que cambian las opiniones en poco tiempo. De
cutre a pasable en dos minutos.
Traen un bidón de cinco litros de agua casi caliente,
algo más que templada; suficiente. Corro la cortina, que no cubre todo el ancho
del hueco de entrada, voy dejando la ropa en el banco de fuera y me fijo en que
la cortina tampoco llega hasta el suelo, cuidado con el calzado y lo que vaya a
quedar abajo, se mojará.
Cuando estaba con ropa no sentía el frío pero ahora
esto es otra cosa, no creo que lleguemos a quince grados aquí dentro. No pasa
nada Héctor, tú a lo tuyo; pero rápido.
Mojar, enjabonar, frotar y aclarar. El contacto con el
agua me entona un poco el cuerpo pero el calor no se me queda encima, resbala y
vuelvo a sentir el frío.
Me froto con una toalla áspera. No saben que ya se ha
inventado el suavizante pero vale para exfoliante y activador de la
circulación, mientras no te hagas rozaduras claro. Me pongo la ropa seca, y
fría. Un lujo, esto es otra cosa.
Tanya pasa de la ducha.
De la cocina llega un olorcillo bastante agradable;
tengo un hambre que soy capaz de comerme una vaca con guarnición. Son las ocho
y media y el olor, a parte de mí, ha convocado a Tanya, Igor y los pilotos del
avión. Los asistentes de vuelo están en Petropavlov.
No hay señales de Sergei. Está claro que pasa algo
oscuro. ¿Peligroso?
En los primeros bocados no sé lo que meto en la boca,
como solo por hambre, sin disfrutar, hasta que me doy cuenta de que me están
mirando. “Compórtate Héctor” me digo, así que comienzo a comer como una persona
normal, no como un energúmeno.
Ahora, con el estómago lleno y ocupado, me pongo a
pensar en cómo ha ido desarrollándose el día, ahora puedo. Creo que no hemos cometido
ningún fallo, fallo importante se entiende, y estoy seguro de que hemos tenido
“mucha” suerte, los hados del Koryak han estado de nuestra parte.
Una vez en lugar seguro, he bajado la guardia, no se
puede estar tanto tiempo a tope, con las espadas en alto, y, por el hueco que
he dejado, me ha entrado el cansancio, cansancio acumulado durante el día que
no le he dejado aflorar, pero aún hay un detalle que me mantiene despierto y
espero a que Igor nos lo desvele. Además, podemos hablar sin que los pilotos
piensen que estamos idos, mirándonos, haciendo gestos y sin decir palabra.
Le comento a Tanya que en cuanto Igor nos explique
algo nos vamos a dormir, al menos yo. Pero tendremos que esperar porque se ha
distanciado un poco, para tener algo de intimidad cuando está al teléfono, esto
que con éste sistema conectivo se echa en falta, muchas veces.
Vuelve pronto y con noticias.
Estábamos en lo cierto al sospechar de Sergei,
efectivamente es un intruso.
Le han debido avisar y ha desaparecido. Los superiores
de Igor han solicitado la búsqueda a las policías aquí, en Petropavlov, la
militar y la local.
Cuenta que utilizando una influencia que aún no han
localizado, introdujeron a esta persona en la línea de posibles ayudantes para
Igor, un persona joven pero de preparación militar para misiones secretas.
Luego, el conseguir que fuera él el sucesor del anterior ayudante fue más
sencillo, apretar unos pocos cables.
Se supone que debía informar de todo lo relacionado
con las dedicaciones a la conectividad, las actuaciones y las personas con las
que se relacionaba, y especialmente con las que “contactaba”.
Detrás de todo esto estaba el intento de localización
de Vasili. ¡Ya estamos otra vez!
Lo referente a éste rescate ha sido para todos una
sorpresa y les ha brindado una oportunidad de oro para ir desgranando los
secretos de la facción conectiva de Kamchatka (creo que se referirán a Vasili y
su hijo Víktor).
Probablemente habrán sacado poco en claro porque lo
más importante, que yo recuerde, lo hemos hablado bajo “conexión”, así que lo
que tienen son conjeturas, no por eso despreciables.
Todo esto lleva a lo dicho por Vasili, a parte de
nosotros cinco no ha habido más conectantes en juego. Somos pocos.
Es pronto para saber si Sergei puede contar con apoyo
aquí, en Petropavlov, pueden contratar a alguien así que no tenemos ni idea de
por dónde pueden venir los tiros. Se impone una estrecha vigilancia. O sea, que
lo del rescate está pero ahora vamos de pesca.
-No te
preocupes Igor –dice Tanya- Mañana, cuando haya descansado, soltamos a Héctor
por ahí y acaba con ellos, o los marea y terminan en el loquero.
-Pues será
mañana porque ahora tengo las baterías justas para llegar a la litera, menos
mal que es la de abajo, de lo contrario tendría que quedarme a dormir en el
suelo. Son casi las nueve y media. “Ondo
lo egin” (Buenas noches).
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