sábado, 30 de noviembre de 2013

16 Cara sur del Koryaksky




Las cuatro de la mañana del 26 de abril. Suena el despertador justo en el momento en que iba por la calle buscando el coche; no recordaba dónde había dejado aparcado. ¿Qué coche? ¿Qué calle? ¡Joder! Otra vez mis sueños casi reales.
Me ha costado pero, seguro que he dormido, he tenido que dormir  porque no he hecho otra cosa que enfrentarme a situaciones atípicas. Se me soltaba una tabla del esquí, rompía uno de los enganches de una bota, dejaba la mochila abierta y perdía la mitad de su contenido. ¡Ah! Y buscaba el coche.
Ayer no repasé estas cuestiones demasiado a conciencia y mi subconsciente me lo ha recordado.

Me visto despacio y ceremoniosamente, para tardar menos que rápido y repasando varias veces; una bien y vale; le doy un beso a Tanya para que ponga en marcha el procedimiento de levantarse de la cama y me acerco a donde dejé ayer preparado el material.
Reviso especialmente lo que me han indicado los sueños. Los cierres de la mochila, las ataduras de las botas, los reglajes de aprietes de las fijaciones de los esquís. Ya sé que estaba bien pero siempre te entra la duda.
Una vez reglado y revisado me visto el traje completo (vaya pinta que debo tener), ajusto las medidas de la mochila y pruebo la tensión de las fijaciones. Parece que todo está bien.
Me quito la chamarra y uno de los forros polares y voy distribuyendo lo que debo llevar en la mochila, dejando espacio en la parte inferior para lo más pesado; si no distribuyes el peso lo más abajo posible, el mismo peso o la inercia en los giros te saca el centro de gravedad de la vertical hacia tus botas y te vas más fácilmente al suelo. Me pongo el Ortovox (transductor de avalanchas), me coloco y ajusto el arnés…

Todo está controlado, puedo ir a desayunar tranquilo, tengo quince minutos aún; me acerco a la zona de la cocina-comedor provisionales. Necesitaré algunos hidratos de carbono y, sobre todo, líquido. Es el dilema de siempre, quiero ir sobre hidratado, llevar el líquido puesto, como los camellos, pero luego me pongo a sudar y no sé si es peor el remedio que la enfermedad; sudo directamente a chorros y el frío me ataca sin piedad.

   -¡Qué elegante estás con esa indumentaria! –le digo a Tanya cuando se acerca a desayunar.

Me mira, lo piensa y no responde. No habrá terminado de despertar.
Por el rabillo del ojo veo a Pierre que está preparando la mochila, voy a hacer lo mismo. Recojo dos termos y hago un repaso de lo que se me puede haber pasado por alto. Creo que nada.

He andado muy justo; son las cinco. Me siento para tranquilizarme un poco, el cuerpo está tranquilo, no se ha desperezado aún pero la cabeza la tengo un poco acelerada; debo enfriarla un poco para evitar problemas y mantener la calma. Unos ejercicios de respiración y relajación, tres minutos, ayudan en estos momentos de tensión, tensión que solo está en mi mente porque de momento mi alrededor está en calma, por poco tiempo porque las cinco han pasado hace unos minutos.

Para qué habré hablado, pensado. El amigo Igor hace sonar la sirena y abre la puerta del hangar haciendo señas de que nos vamos. Nos vamos hacia la nada porque eso es lo que vemos fuera, nada de nada. Una perfecta oscuridad.
Según estamos saliendo se encienden unos focos sobre nosotros, en el tejado del hangar y vemos dos helicópteros; uno gris y azul, el otro naranja y azul. No son militares, son los que hacen las visitas turísticas a la zona de los volcanes en la temporada de verano.

El equipo de rescate montamos en el gris, los demás suben al naranja.
A las cinco y cuarto estamos volando hacia el nordeste, momento que aprovechamos para verificar con los demás los sistemas de comunicación.
   -¿Ya estamos despiertos? –Pregunto a Tanya.
   -Sí; ahora sí. Estoy bien, gracias.

En menos de media hora de zarandeo llegamos a Paratunka, donde tomamos tierra en la zona superior, en el viejo campamento minero.
Hasta allá han llegado bien los vehículos oruga pero en adelante lo tienen más complicado.
Hemos contabilizado cuatro motos de nieve junto a ellos, suponemos que habrán colaborado en pisar una amplia zona para aterrizar y poder andar sin hundirnos en la nieve porque lo han dejado bastante despejado y relativamente fácil para andar. Hay mucha nieve y además seca, hueca..
Les echo un vistazo a los vehículos, casi-tanques, los he visto parecidos en el pirineo, por la zona de Echo hacia Oza. Parece mentira que un equipo que tiene pintas de pesado pueda pasar por donde pasan estos cacharros, parece imposible. Estos de ahora son similares, el tractor con espacio para varias personas y el remolque, una cabina multiuso.

Hay una huella de moto de nieve que se adentra en la ladera, hacia el este. Debe ser la de Fiódor; no sé con qué iluminación ha podido haber abierto el camino, a no ser que lo hubiera comenzado ayer por la tarde.

Yo pensando que él estaba monte arriba abriendo pista y resulta que está a mi lado; se acerca hablando con Pierre. No sé cuál es el nivel del ruso de Pierre pero se entiende con ellos a una velocidad increíble. A sus espaldas, Tanya me va haciendo una traducción resumida de la conversación.
Según me transmite, Pierre le está tomando el pelo a Fiódor diciendo que hoy no va a poder hacer acrobacias, a lo que el otro responde que prefiere las acrobacias a lo que hoy le espera. Hoy no se admiten fallos, sin ensayos previos todo debe ir bien a la primera. No hay segundos intentos.

Le echo un vistazo a la ladera, las rampas de acceso al Camello pero las huellas de la moto se pierden enseguida. Debiera haber alguna claridad proveniente de la luna pero aún hay bastantes nubes y hasta dentro de una hora no va a haber claridad. Aún no son las seis.

Me acerco al motero, Fiódor, y le saludo, en inglés. Me sorprende con una jerga rusinglesa, rara pero entendible; el clásico inglés de principiantes, malo pero práctico. El mismo que yo más o menos. Verbos en infinitivos y frases cortas; tipo telegrama.
Le deseo suerte; él nos la desea a nosotros.
Parece un tío abierto, con energía, vivo, eléctrico. Me gusta.
   -No creo que podáis bajar con ellos hasta el collado. Están hacia el centro de la pala y la nieve no os va a dejar hacer una travesía en diagonal como la que pretendéis. Tendré que preparar una diagonal, una huella hacia la mitad de la ladera; no sé hasta dónde me será posible, no podré hacer giros, es demasiado expuesto, podría volcar y entonces no se podría hacer nada sin la ayuda de los helicópteros.
   -Tú comienza con lo que tienes pensado, luego, sobre la marcha, nos iremos adaptando a lo que podamos, lo que la nieve nos deje hacer y los de arriba nos permitan. Estoy de acuerdo contigo, a las condiciones de la nieve se suman las de hacer descender a personas en condiciones que en este momento desconocemos. Lo trataremos luego, –le dice Pierre y me traduce Tanya, mi voz en off.

Fiódor tiene prisa, se despide de nosotros, se aleja, monta en la moto y desaparece en la nada, una mezcla de niebla y penumbra. Había venido únicamente a presentarse.

Saco las tablas del helicóptero, me las pongo y las pruebo sobre la nieve forzando lateral y frontalmente. He colocado las fijaciones en un 9, la nieve está blanda, quizá grande y esto hace que si no las ato fuerte se puedan soltar demasiado pronto. El dilema de siempre, quedarte sin un esquí o sin una rodilla. Paso la fijación al “10”, no quiero que la fijación salte y se pierda en la cantidad de nieve en la que vamos a tener que flotar. Además, creo que tengo el cuerpo físicamente preparado para aguantar unos buenos meneos.
Luego repaso las ataduras de las botas; reajusto el cierre superior, el del botín, y veo si en los enganches queda aún margen para seguir apretando.

Pasa Pierre al lado, mira mis ajustes y tras unos segundos de duda me dice.
   -En el “10” las llevo yo, tú pesas algo más, podrías pasar al “12”.

Y una mierda. Las rodillas son mías. Ahora que estamos con las botas y fijaciones me doy cuenta de que me falta algo, voy al helicóptero y rebusco entre los cajones y trastos viejos que he visto en una caja. Encuentro un cordino de 5mm, viejo, que corto con la navaja multiusos que me he agenciado en el material que ha puesto a nuestra disposición el colega Andréi, y me preparo un par de seguros para las tablas; de este modo si se sale una tabla la tendré atada a la bota de esquí. En los Alpes suizos no lo utilizan, les vale con el típico freno del esquí; en el Pirineo lo más usual es el montaje que yo me he preparado, sólo que con cierre rápido; hay que agacharse para la sujeción, lo que lo hace más incómodo, pero las tablas se quedan contigo. Si es nieve dura y te vas pendiente abajo te pueden golpear, pero no se van por el precipicio.

Volvemos a probar los equipos de radio, esta vez con los del equipo de tierra. Todo listo.
En este momento lo único que me preocupa no es el viento, que parece haber calmado un poco, lo que me preocupa es el frío. Aquí estamos a diez bajo cero y aún no ha comenzado a amanecer, dentro de un rato va a bajar más, y estamos a unos mil metros de altura.
Con poco viento que haga arriba la sensación térmica va a ser terrible, y seguro que no va a ser poco, si no podrían aterrizar los helicópteros sin dificultad.
Menos mal que Tanya no va a salir del helicóptero.

Son las seis, montamos en el helicóptero y esperaremos la señal: dentro, sentados, en silencio y concentrados cada uno en sus pensamientos. Probablemente media hora. Tensa espera.
El piloto y el copiloto están en la cabina, no los vemos pero los oímos hablar, son los únicos que hablan, sobre todo el copiloto que es quien se encarga de las comunicaciones con tierra.
Los asistentes de la tripulación, están a sus espaldas pero al otro lado de la mampara, frente a nosotros, son tres.
Igor ha venido con nosotros, al igual que Sergei, su asistente.
Luego están los encargados del montacargas, otros dos.
Para terminar completamos el cuadro Pierre Tanya y yo. En total doce.

Para las seis y media el helicóptero arranca los motores y se queda así un buen rato, bajo de revoluciones y girando las aspas muy lentamente; se acabó la tranquilidad, casi todos pasamos de estar sumidos en nuestros pensamientos a mirarnos los unos a los otros. Tensa espera.

Una vez más me pongo a recordar lo que conozco del Koryak, no he estado en él, lo he visto casi desde en frente; luego doy un repaso a lo que hemos esbozado como plan de salvamento. También me acuerdo del material que llevamos y dónde está tanto en mi mochila como en la de Pierre. De momento todo va bien, es lo que se me ocurre pensar.
   -Ya, como que aún no hemos comenzado. –me dice Tanya.

Con las preocupaciones se me había olvidado que estoy en antena y hay gente a la escucha, por lo menos dos, Igor y Tanya. Creo que estoy bastante tranquilo, y parece que Tanya también. Nos deseamos suerte y le doy un beso de despedida.

El helicóptero acelera, el ruido aumenta notablemente llegando a niveles bastante desagradables hasta que nos comenzamos a zarandear y comenzamos la ascensión. Aún no son las siete.
Algo se oye por la megafonía que entre que es ruso y el ruido no me entero de nada.
   -Vamos a realizar una pasada por la cima, de tanteo, para comprobar las condiciones de viento y nieve. También dicen que nos atemos, que nadie se dé un golpe antes de lo debido. –dice Tanya.

Desde luego mejor subir y hacer algo aunque sea mirar, lo de la inactividad es algo angustioso, vamos a hacer lo que se dice una espera activa.

Serán ya las siete de la mañana cuando estamos sobrevolando la cima, lo de mirar la hora se me hace difícil por las capas de ropa que llevo puesta y el que todas tengan una cenefa en esa zona, luego será peor para consultar el altímetro. Para mí, el viento está bastante estable, no sé si fuerte pero es constante, no hay rachas incontroladas; aunque soy profano en cuanto a estar volando en un helicóptero. Si estuviera pisando tierra lo tendría claro.
El día está dejándose ver, hay claridad pero no la suficiente para ver los detalles; lo bueno es que con la claridad parece que hay menos niebla, esperemos que siga así, vamos a concentrarnos en atraer hacia nosotros la energía positiva.
   -Las condiciones son adecuadas, podemos comenzar a bajar –me dice esta vez Igor. Tengo dos intérpretes, un lujo- os tendréis que descolgar, los pilotos no ven un lugar claro para posar el helicóptero. Estar preparados para dentro de diez minutos.

Pregunto por la temperatura y me contesta Tanya.
   -No te lo han querido decir para no asustarte, en este momento estamos a 20 bajo cero, y con el viento no te quiero ni contar, os vais a helar, yo solo con saberlo ya estoy temblando, y me lo he puesto todo, no me queda nada más que ponerme.
   -Vaya rusa de pacotilla.

Una nueva revisión a todo, por seguridad o para matar el tiempo de espera: revisión a los ajustes de la ropa, apriete de los tensores de las botas, me pongo las tablas y la mochila y acerco los bastones hacia la puerta de carga donde tienen dispuesto el gancho y el mástil móvil de la misma. Pierre hace lo mismo que yo. Pruebo la radio y Pierre responde. Verifico el Ortovox con Pierre, funciona. Él hace lo mismo conmigo, funciona también.

Tenemos todo listo para cuando el helicóptero comienza un ligero descenso, muy precavido. Conforme nos acercamos a la cima los movimientos del aparato son mayores, hay mucho efecto rotor en el viento cuando bajamos hacia la cima.
   -Dicen los pilotos que en la vuelta de reconocimiento no han podido detectar ninguna señal de dónde pueden estar los supervivientes. Mala suerte. –Apunta Igor.

Se enciende la luz roja que está sobre la puerta de la grúa, los dos pilotos han estado apagados hasta ahora; señal de que hay que hacer algo. Me acerco porque veo que Pierre está ocupado haciendo algo en la mochila. O haciéndose el tonto, para que vaya yo delante, a saber.
   -Está arreglando el interior de la mochila, le he metido uno de los termos que debía llevar, lo tenía fuera, no sé si queriendo o sin querer, por si acaso lo he hecho y no la he dejado como estaba, lo ha arreglado él pero no ha visto el termo. ¿Tú llevas dos no? Pues que él lleve lo mismo.-Apunta Tanya. Así me gusta mi chica.

Abren el portón entrando un frío del carajo, y eso que tengo todo puesto; me coloco las gafas de ventisca que tenía sobre el casco dejando una rendija mínima y la nariz entera al exterior. Esa siempre la dejo fuera. Avanzo con los bastones en la mano izquierda y el mosquetón, con medio metro de vaga desde el arnés, en la derecha.
El sistema de enganche es un tanto peculiar, se asemeja a un alicate pero se aprieta para soltar. Uno de los asistentes del sistema de elevación me lo explica con gestos, lo normal, estamos en un avión, espero que no me hable del chaleco salvavidas y la mascarilla de debajo del asiento.
La explicación más importante es la del momento de soltar; hay una posición a respetar si no quieres que en la subida el gancho vaya hacia ti y te dé, por ejemplo, en la cara. Si orientas el mango azul hacia ti y el rojo hacia fuera, el enganche tiende a separarse de ti en su elevación.
En la demostración no pasa nada porque no hay tensión en el cable pero luego tensará soportando todo mi peso y entonces sí que sucederá. Apuntado, rojo para fuera.

Si estás pisando tierra y sueltas no pasa nada, pero les tienes que indicar para que lo eleven.
Luego están las indicaciones de parar, subir o bajar. Se trata de hacer giros, molinillos, con la mano. Si la pones hacia arriba te elevan, si los haces hacia abajo te bajan. Si la dejas quieta en horizontal se paran y si haces el signo de serrarte el cuello, como el director de cine pidiendo que corten, te sueltan, pero esto es cuando ellos tienen el control, aquí aprietas el alicate y te vas para abajo, con o sin golpe del sistema de agarre del elevador.
   -No te olvides de soltar tú el amarre, o alicate como le llamas.
   -Hasta pronto pelirroja.

El piloto rojo se apaga y se enciende el verde. Miro al asistente y me indica que me enganche a la arandela del alicate. Lo hago, va tensando el cable y girando la barra horizontal hasta que el cable me envía hacia la parte exterior del aparato. Me quedo medio colgando del cable, balanceándome algo, no mucho; estaremos a unos quince metros de la nieve. Le miro al asistente, el me mira y no hace nada. Le hago un gesto con los hombros como diciendo ¡Qué pasa!, y él me indica con la mano que soy yo el que debe decir qué hacer, subir, bajar o esperar. ¡Joder Héctor, estás atontado!
Bajo el brazo derecho, hago unos giros y noto que voy descendiendo. Hago los giros más rápido y bajo a mayor velocidad, disminuyo la velocidad del giro y paso a descender lentamente. Parece magia, el tío es bueno.
Conforme voy bajando el balanceo aumenta, tengo más cable. Voy calculando la altura. Hace viento, y un frío que te cagas.
Cuando creo que voy a rozar la nieve paro la mano, el cable para, tengo las oscilaciones en vertical que sufre el helicóptero. Agarro el alicate, lo rojo hacia fuera, me he acordado, y aprieto.
Se me ha olvidado soltar el alicate enseguida y se me suelta él, más exactamente cuando yo bajo y él se queda con el cable, en la parte superior, se me suelta la mano. Me ha dado un tirón pero no muy fuerte, la próxima vez me acordaré, si es que hay una próxima vez para esto.
Menos mal que no he saltado la primera vez que he pensado que la distancia era la correcta; ahora que parecía estar sobre la nieve a punto de rozarla habré bajado medio metro, hundiéndose las tablas casi un palmo en la nieve costra que he encontrado.
El asistente espera mis indicaciones, se me había olvidado, alzo la mano y hago un par de giros; el gancho sube hacia el helicóptero. Yo dejo de mirar para arriba porque el remolino de nieve que generan las hélices incordia bastante.

No parece que haya hielo, al menos a simple vista, la capa que he roto no era consistente y no veo brillos en unos cuantos metros a la redonda. Pruebo a moverme algo y veo que ahora la nieve se queda algo mellada, no me hundiré mas que un par de centímetros, y de modo irregular. Podía estar mejor pero también podía haber estado muchísimo peor, nos conformaremos con lo que hay. Si fuera hielo la bajada sería un problema. La primera impresión es “no mala”.
   -Bien ¿No? –Me dice Tanya, y oigo que le comenta a Pierre mis primeras impresiones.

Le vuelvo a echar otra ojeada al alrededor cercano; controlando ahora más detenidamente, nada hay que me llame la atención, es una buena señal.
El paso siguiente es orientarse. La claridad ha ido aumentando y veo bastante bien. Tengo el viento por el lado derecho así que giro un ligeramente hacia mi izquierda. Miro a lo lejos y veo el Avachinsky, algo más abajo; como que son unos mil metros casi.
Estoy mas o menos orientado hacia el comienzo de la ruta, probablemente en el lugar adecuado del collado, el pequeño lomo entre la cumbre principal y el pequeño promontorio del oeste.
Calculo que a unos cincuenta metros estará el comienzo de la pala, donde no sabemos si habrá o no algo de cornisa, lo normal es que sí, que haya. Que sea poca.

Así concentrado analizando el lugar no siento que baja Pierre hasta que oigo una voz, un grito para ser más exactos. Miro hacia arriba y veo las tablas de Pierre que vienen hacia mi cabeza. Suceden las dos cosas a la vez: yo me aparto y él se para. Él mira hacia abajo, ve que tiene sitio, gira la mano y baja, casi hasta pisar la nieve. Se suelta, indica que se lleven el gancho y me mira.
Dice algo, pero entre su pañuelo en la boca, mi casco el ruido del helicóptero y el viento no le entiendo nada. Se me acerca y me da una palmada en el hombro. Le hago el OK con el pulgar y paso a revisar de nuevo las ataduras y las fijaciones, no sea que con el golpe se haya soltado algo. Todo está bien.
   - Comienza el espectáculo.-Le apunto a Tanya.
    -¡Cámara! ¡Acción! ¡Ya! –se escucha por los walkies, es Tanya, por lo que la oigo en estéreo.

Luego se oye alguna conversación en ruso. Porque oigo lo del “da, da, da”.
No hemos oído por el walkie ninguna conversación del resto de los participantes, el motero, los de la demolición, el equipo de tierra que mira por unos binoculares superextramaravillosos, según Igor; pueden ver una mosca en mi casco, pero hoy no va a haber moscas, fijo.
   -La moto está en el lugar previsto, a salvo de avalanchas. Los artificieros esperan vuestras órdenes y el helicóptero va a subir algo a ver si con la luz de ahora puede ver mejor a los enterrados, ennievados, vaya. Estas informaciones las están transmitiendo por otra frec uenciauencia, para dejar ésta libre y no incordiaros innecesariamente.-me apunta Tanya.
   -No siento a Igor en la conexión.
   -A esta distancia ya no tiene señal, por eso estoy yo aquí. –dice Tanya.

Con cuidado nos vamos acercando al punto donde debe comenzar la bajada, no vemos la pendiente, estamos cerca de la cornisa; de momento no sabemos el voladizo que puede tener, desde arriba no se suele conocer, la típica intriga de siempre. Para mí que sí que hay algo de saliente pero tiene que ser pequeño. Pierre me mira y parece dudar más que yo. Me imagino lo que estará pensando, si hay que asegurar con cuerdas o saltar a lo que salga, hay que decidir entre segurola o temerario.
   -No podemos perder el tiempo a no ser que sea realmente necesario, imprescindible. La nieve parece segura, voy hacia abajo. –Le digo, casi al oído porque aquí arriba, donde el viento pasa apretado contra la ladera no se puede oír.

Él me mira, sin asentir ni contradecir. Observa atentamente el comportamiento de la nieve en cada paso que doy, hasta que veo que el corte lo tengo a unos dos metros, luego está el vacío. Una sensación eléctrica me recorre el cuerpo haciéndome estremecer. ¡Tranquilízate Héctor! Es solo una cornisa. Hay que dejarse llevar, sin tirar el cuerpo hacia atrás; mantener la vertical y esperar al contacto con la nieve de la ladera, sentirla y comenzar a frenar en función de lo que notes al tacto, de lo que sientas bajo las tablas.

La teoría me la sé, lo de decidirme es otra cosa. Pero no es tiempo de esperar; me paro, cojo aire, una expiración profunda, para soltar los malos pensamientos; relajo los hombros para alejar la tensión, le doy un meneo a la mochila, para que se relaje ella también, realizo un par de movimientos de cabeza, como los saltadores de altura antes de comenzar la carrera y enfilo las tablas hacia la línea que indica el final de la nieve.
Voy despacio, quizá demasiado y eso tampoco es bueno así que dejo que el cuerpo vaya hacia adelante y me deseo suerte. Cuando llego a medio metro del final ya no tengo vuelta atrás. Flexiono las rodillas y hago un brusco movimiento de extensión (Flexión-Extensión), de modo que las tablas presionen sobre la nieve transmitiendo el peso de mi cuerpo, un movimiento rápido para que la cantidad de movimiento haga romperse la nieve.

No he llegado a saltar porque la nieve en lugar de seguir bajo mis pies y enviarme hacia arriba lo que ha hecho es romperse, estaba en el voladizo de la cornisa y he roto el saliente, la nieve cae y yo a la vez. Estoy equilibrado así que desciendo casi en vertical, menos de dos metros, hasta que las tablas tocan la nieve de la ladera.
Necesito unos milisegundos para conocer la dureza de la nieve y decidir el ángulo en que atacar y la cantidad de canto que tengo que meter; a la vez, como voy hacia la izquierda, quito un poco de peso del pie izquierdo; si me tengo que caer que no sea boca abajo, que no me arrastre la mochila.
La nieve está suelta, no me agarra, no hay hielo, está noble, sin irregularidades. No tengo mas que dejarme seguir y corregir la dirección hacia la ladera, lentamente pero con el riesgo de ir aumentando la velocidad, el peso sobre la tabla derecha hace que vaya girando, perdiendo velocidad y me paro, muy suavemente. Pierre tenía razón, estos carving van de cine en este tipo de nieve. Dos puntos por el colega. Estoy a menos de veinte metros de él pero no nos vemos. El viento ya no es el de arriba, menuda diferencia, esto se puede aguantar.

Cuando voy a coger el Talkie para hablar con Pierre oigo por el mío la voz de Tanya.
   -Te está esperando Pierre. Te ha dejado una huella que parece una autopista. Me dice que te dejes llevar y nada más. La nieve está suelta.

A los pocos segundos veo aparecer el casco de Pierre, y tras él viene el resto del cuerpo. La nieve que he roto le ha dejado ver el camino y sin pararse a pensar viene por mi huella.
Cuando está cerca de mí se marca un par de giros, para asegurarse del tipo de nieve y su respuesta, parándose a unos diez metros de mí y separado de mi vertical.
   -¡Con dos cojones! ¡Sin pensarlo! ¡Di-da! –me dice
   -¿Y qué hubiéramos hecho si no?
   -¡Joder! Lo mismo pero pensándonoslo mejor.
   -Sí, ¡Como que tenemos tiempo para perderlo pensando!

Supongo que con esto se habrá quitado los nervios que tenía encima, se lo he notado ya en el helicóptero. Ahora parece calmado, está analizando la pendiente pero no se le ve agarrotado.
Lo que no me ha gustado ha sido el peso de la nieve aquí, la de algo más debajo de la cornisa, y tampoco la de donde él está, suelta por abajo y algo más pesada por encima, sin llegar a ser costra. Me dirijo hacia él, me aparto un poco de su vertical y repito el movimiento que he realizado en la cornisa, flexionar y empujar hacia abajo, saltando, pero sin girar, solo un poco, para quedarme parado, como los patinadores de hielo cuando frenan de costado, con las dos cuchillas en paralelo levantando polvo del hielo.
El movimiento provoca un pequeño desplazamiento de la capa superior de la nieve que se va desplazando lentamente, y no se para debido a la fuerte pendiente. Está claro, está peor de lo que parecía, no está segura, la capa exterior es más pesada, se ha fundido algo con el sol de ayer, un sol que no hemos visto en Petropavlov pero que la ladera por lo visto sí.
Hemos limpiado un centenar de metros. No hubiera sido peligroso pero nos da una idea de la inestabilidad. No nos libramos de la voladura.

Pierre me mira y hace una señal de asentimiento, OK, ahora está mejor.
   -Nos vamos para abajo. ¿Alguna indicación desde abajo en cuanto a la dirección que tenemos que tomar? –le digo a Tanya por nuestro intercomunicador conectivo.

Mientras miramos buscando algún signo de dónde pueden estar los que esperan oigo a Tanya que repite la pregunta por el Talkie. Pierre me mira y veo que oscila la cabeza como diciendo que no a alguien, supongo que seré yo, aquí no hay nadie más. Me acerco a él para saber qué quiere.
   -¿Qué estás queriendo decir? –le pregunto.
   -Que sois un par de hijos de puta. ¿Para qué coño queremos los Talkies estando vosotros?
   -Por si dejan de funcionar, se nos caen o lo que sea. Le llaman redundancia.
   -Si seguis bajando así, vais directos hacia la zona en la que los de abajo piensan que deben estar los que buscamos. Mantened la diagonal durante unos cien metros de desnivel.-Esto lo dice Tanya por el Talkie, y a la vez se lo oigo pensar. Parece como si retransmitieran en estéreo, solo que la entiendo mejor por la conexión, por el Talkie lo ha dicho en inglés y entre el idioma y el viento no he entendido casi nada.

No sé cómo lo estarán calculando; miro el altímetro, tras una pelea con los dos pares de guantes y las mangas de las chamarras hasta poner al descubierto la muñeca, y veo que estamos por encima de los 3.300metros a unos 150 de la cima; la medida estará bien porque lo he reajustado en la base, antes de subir al helicóptero a esperar. Estamos muy arriba.
Entre que no nos da de lleno el viento de la cumbre, estamos a sotavento y el viento viene de nor-noroeste, y que estoy concentrado en buscar y esquiar sin caerme en la cantidad de nieve polvo que hay, he dejado de pensar en el frío. A esto hay que añadir el llevar una mochila a la espalda, rondará por los diez quilos, si no son más.
Estoy comenzando a notar algo de frío en los dedos de los pies, probablemente he apretado demasiado las ataduras, esto hace dificultar la circulación sanguínea y los pies pierden temperatura comenzando por los dedos. Me preocupa porque una vez fríos no se me recuperan si no hago algo. Este no es el momento de pararme y tampoco me puedo sentar en la nada, tendré que esperar a alguna reunión.

Mientras estoy con estas cosas en la cabeza veo que Pierre me adelanta y en lugar de seguirle cambio de opinión. No sé cuándo vamos a parar en serio así que me tomo unos minutos para hacer algo de base aplastando la nieve, quitarme la mochila para sentarme sobre ella, quitarme el primer par de guantes para tener tacto y aflojar las ataduras sin que se quede pegada la nieve en el par interior de guantes. El mal está hecho, ahora espero pero que con esto no vaya a más y el frío de los dedos al menos se quede como está. ¡Olvídate de eso ya Héctor, tú a lo tuyo! Me digo a mi mismo, o a mi otro yo, que se está poniendo nervioso.
En los movimientos que he realizado para soltar las botas, la mochila se ha ido hundiendo así que el levantarme ha sido una tortura; nada donde agarrarte o apoyarte; ¿cómo te apoyas en un bastón que se va hundiendo hasta lo desconocido?

Mañana tendré agujetas en la zona lumbar pero estoy de pie, me pongo la mochila y miro hacia donde puede estar Pierre, allá abajo, en casadiós. Voy bajando hacia él aprovechando su huella.
Veo que el que se ha parado ha sido él y veo, y oigo, que está preguntando algo por el Talkie, me imagino lo que será, lo mismo que yo me pregunto. Escucho la respuesta y veo que mira su altímetro. Lo que me imaginaba. Cuando llego a su lado me indica que pase hacia delante, mientras él se pone los guantes. La nieve en ésta zona nos llega casi hasta la rodilla; está suelta pero cada vez cuesta más desplazarla.

Calculo que serán ya las ocho de la mañana para cuando llegamos a la cota y lugar en que debemos buscar a los refugiados. Escucho algo por el Talkie que Pierre me traduce.
   -Seguramente nos encontramos en su vertical, algo por encima. Hay que bajar con mucha atención, si nos pasamos bajando no podremos subir.

Me imaginaba que íbamos bien porque Tanya no me ha dicho nada, lo que no entiendo es cómo lo saben si no ven el agujero.
   -Efectivamente, Héctor, estáis llegando al lugar donde deben estar, lo están comentando por el otro canal; te has adelantado a lo que te iba a decir. Ánimo, dicen que debéis estar cerca.

Pues por aquí no vemos nada, pero ya que estamos, paciencia, aunque lo que no hay es tiempo.
Pisamos un poco la nieve para hacer una especie de plataforma, asentamos la nieve para que no se vaya bajo las tablas; una reunión chapucera. Me quito la mochila, muevo un poco los brazos y los hombros y me concentro en realizar una búsqueda; despacio, poniendo mucha atención. No capto nada, solo le siento a Tanya, allá arriba, pero muy arriba, que está intentando no emitir mucho, para dejar libre mi percepción; evita no meter ruidos o desorientarme.
De la escucha paso a la llamada; no sé cómo llamar a gritos en el modo conectivo, si tengo que pensar más fuerte para llegar más lejos o no influye. Ante la duda lo hago a gritos.
  -¡¡¡VÍKTOR VODIANOV!!!     ¡¡¡VÍKTOR VODIANOV!!!

Y de este modo lo intento varias veces, pero es en vano.
Mientras tanto, Pierre ha avanzado un poco, bajando poco, para intentar abarcar la mayor superficie posible de la ladera, pero la nieve no nos permite ir en horizontal. Nada, no hay respuesta así que me pongo la mochila y voy tras él pero haciendo nuevas huellas, para pisar nieve diferente y ver si aparece alguna señal de los buscados.
   -Si os parece que puedo estar saliendo de la zona de búsqueda me lo decís. –Dice Pierre en inglés por el Talkie, intentando ahorrar una traducción.

No le contestan, puede que sea porque no lo han entendido.

De vez en cuando me paro y sigo llamando a gritos pero nada.
Estoy, cansándome un poco y perdiendo la paciencia. Me va a doler la garganta por forzarla y respirar aire frío así que paso únicamente al modo conectivo. Comienzo como antes pero me voy animando y voy diciendo frases subidas de tono, a ver si de este modo reacciona.
   -Venga tío, que hemos venido a rescataros, apareced de una vez. ¡Joder!.
   -¡Salid que nos vamos!
   -Vaya chasco para Yurchenko. ¡Mira que su discípulo lo va a abandonar así, sin luchar! Seguro que esperaba que no te rindieras a la primera, “Señorito Víktor Vodianov”.
   -¿Quién eres tú? –Percibo fuertemente, una comunicación potente y excitada.
   -Me han enviado en vuestra busca. ¿Dónde coño estáis enterrados?
   -Ahora salimos. –Y se corta totalmente la comunicación.

He conectado con ellos pero estamos como antes, sin saber dónde buscar entre la nieve. Pueden estar a dos metros como a doscientos.
   -Ha dicho que salen, así que habrá que esperar. ¡Están vivos! –oigo decir a Tanya.

Se lo digo a Pierre quien levanta los brazos, está más animado que yo, que he pasado la fase de impaciente y estoy en la de intrigado. No sé qué estará pasando. No han hecho caso a las voces sino a la conexión. ¿Estarán lejos? ¿Estará solo? Pero ha dicho “salimos”.
   -Probablemente estaba refugiado en la sala especial de la mente, con el cuerpo en hibernación. Creo que ha reaccionado ante alguna palabra clave de las que has utilizado, probablemente el apellido de mi padre y ésta ha activado el despertar, pero un despertar limitado porque ha desconectado. Creo que está más seguro en su refugio mental y no quiere salir. Ha realizado una conexión temporal, ha contactado contigo y ha vuelto a su estado anterior. No quiere despertar. Los buenos pueden hacer interrupciones de hasta diez segundos y volver a como estaban. Esto quiere decir que es bueno, y que está bien entrenado, por mi padre, claro.
   -¿Y tú sabías eso?
   -Sí claro, lo conozco, pero no lo he conseguido aún, estoy en ello.

Me cuesta asimilar lo que me cuenta Tanya. Lo entiendo pero me parece algo tan difícil.
   -Estoy oyendo voces por ahí abajo, entre nosotros dos, a unos diez metros o más. –Dice Pierre.
   -¡Tenemos algo, parece que hay alguien aquí mismo! –digo por el talkie, sin darme cuenta de que lo hago en castellano.

A los tres segundos se oye una frase en ruso. Será Tanya haciendo la traducción. Lo he hecho sin querer, no me he dado cuenta hasta que he terminado la frase.

Pierre y yo nos vamos acercando hacia el lugar donde han sonado las voces. Suelta la pala del enganche exterior de la mochila y, sin quitarse las tablas, comienza a apartar la nieve y allá donde comienza a palear va apareciendo una pequeña grieta que, en tres paladas, pasa a convertirse en agujero. Luego, el agujero da paso a una especie de túnel.

Unas cuantas paladas más en la entrada y podemos quitarnos las tablas, hace falta agacharse porque tiene poca altura. Mientras dejamos las tablas y bastones, vamos pisando el suelo y retocando las paredes, a golpes, Pierre con la pala y yo con el piolet, luego tendremos que salir por aquí. El suelo ha quedado bastante firme, que es lo importante.
Tras unos pocos metros llegamos a una expansión del agujero, no conseguimos ver lo suficiente debido a la escasa luz que entra por el túnel, además, siempre estamos alguno tapando la luz que pueda venir de la entrada. Enciendo la frontal que llevo en el casco y con lo que veo se me cae el alma a los pies; un espectáculo dantesco. Hasta ahora lo veíamos sin detalles, como en blanco y negro cuando no está claro si se trata de sangre o tinta.
Pierre enciende la suya y entonces nos hacemos una idea de la situación; yo me estoy mareando.
   -Siento que tengas que ver esto Tanya.

Reacciono enseguida porque no podemos perder el tiempo, tenemos pocas horas para el trabajo que puede suponer sacar a todos de aquí, y aún no sabemos el estado de cada uno.
   -Id preparando las bengalas, Tanya, nosotros tenemos trabajo, en dos minutos te aviso.
   -Vale. ¡Ánimo Héctor!

Pierre me hace un balance de la situación comenzando por los más conflictivos en cuanto a su rescate.

Aleksei Makárov, el organizador, está muerto. Me han dicho que murió ayer, no saben de qué, al medio día. Ahora está no sé si congelado, pero sí como una piedra.

Víktor Vodianov. El médico investigador y personaje misterioso. No saben cómo está. Tiene roto el pié derecho por la espinilla, será la tibia, parece que también puede tener roto el brazo derecho, pero no está helado, solamente algo frío, llevaba en ese estado inconsciente desde que lo sacaron de un serac donde cayó, un grieta poco profunda pero con muy mala suerte; la primera vez que lo han visto reaccionar ha sido para decir que fuera los buscaban, y ha vuelto de nuevo a ese estado.

Los demás, están jodidos pero pueden ponerse en pié.

Tras la explicación, que he rememorado para que la oiga Tanya, Pierre me indica las mochilas y entiendo lo que pide, alimentos y botiquín, vamos a darnos prisa.
Mientras él llama por el Talkie al helicóptero pidiendo que lancen la bengala azul, yo voy abriendo mi mochila para sacar los termos.
   -Sí, Tanya, confirmado, que vayan disparando las cargas, estamos en lugar seguro y sólido, sobre nieve vieja y asentada.
   -Estaban esperando la indicación por e Talkie, lo que acaba de hacer Pierre. Vale, ahí va la azul.

De los dos termos que llevo uno es té caliente con complementos vitamínicos, para calentar y reanimar. Se lo paso a los tres que están sentados mirándonos como fantasmas. Terminan con el termo enseguida, y eso que está bien caliente. Les indico que el otro está en la mochila de Pierre; ellos asienten pero no se mueven; es normal, tardarán algo en reaccionar.

Me acerco a Víktor con el termo que además tiene añadido antiinflamatorio y calmante para el dolor, algo así como la poción mágica de Asterix y Obélix, tal como lo describió ayer Pierre.
   -Tienes que beber esto, Víktor. –Nada ni se inmuta.
   -Víktor, cariño, tienes que beber esto. –Tampoco, ni diciéndolo amablemente.
   -¡Bébete esto, cojones! –Y tampoco diciéndolo en “borde”. Deberé recurrir a la contraseña.
   -¡Yurchenko! –Y abre los ojos, azules y grandes, mirándome directamente, sin pestañear.

Dispongo de unos diez segundos así que le enchufo el termo a la boca, a la vez que le ordeno que se lo beba, -¡YA!-. Mientras tanto le explico el plan.
   -Te vamos a atar y bajar. Bebe algo más y vuelve a tu refugio, te llamaré cuando necesitemos algo más de ti. Buenas noches.

Ha bebido poco al principio pero luego, cuando se ha dado cuenta de lo que estaba haciendo ha bebido bastante; ha alejado el termo de la boca con un movimiento del labio y en el mismo momento ha debido de apagar el interruptor.
   - Oye Tanya, ¿Seguro que éste no es pariente tuyo? ¿Algún primo o así?
   -No, es hijo de unos amigos de mis padres, de mi misma edad, hasta del mismo día. Coincidieron en el hospital.
  -Sí, claro, con el mismo pelo rojo difícil de domar, los mismos ojos azules y los mismos modales salvajes que tú. Ya me gustaría conocer vuestros ADNs para contrastar las posibles coincidencias.
   -¡Joder Héctor! Deja tus investigaciones para cuando estemos abajo. ¿Es que no tenemos bastantes preocupaciones ya?

Y es en ese momento cuando escuchamos una detonación y seguidamente notamos una ligera vibración en el suelo. Mucho ruido pero poco movimiento.
   -Demasiado alto y con poco efecto. Van a por la segunda descarga. –Apunta Tanya.
   -El refrán dice “a la tercera la vencida”, que sigan con la traca final.

En menos de un minuto vuelve a sonar otro petardo, menor sonido pero ésta vez notamos un buen meneo bajo nuestros pies. Meneo tras el que sentimos un siseo o runruneo, la nieve que va desplazándose ladera abajo.
Salgo por el túnel hacia el orificio de entrada, me asomo y echo un vistazo a la pendiente. Se ha ido afirmando el día y la niebla casi ha desaparecido. Efectivamente, algo más abajo de nosotros se ha cortado la parte superior de la nieva y ha descendido varios centenares de metros cuesta abajo. Una capa pequeña de poco más de treinta centímetros, pero que ha limpiado el camino de la última nieve, la que podía ser peligrosa, la que podía venírsenos encima al bajar.

Según estoy observando, oigo otro disparo y veo ascender la carga, gracias a la estela. La parábola deja la carga casi sobre la nieve, donde explota. Esta vez el sonido lo he sentido más fuerte, no estaba dentro de la gruta. No pasa nada, el suelo vibra pero la nieve parece fijada a la ladera.
   -La segunda carga ha sido buena, y la tercera también pero ya no hace falta más. No más disparos. –Indico en inglés por el Talkie.
   -Desde abajo piden que lo confirmemos con una bengala roja. –Me dice Tanya.

Entro en la gruta, llego hasta la mochila de Pierre y con las prisas casi se me olvida la bengala. Cojo una. ¡Ésta no Héctor!, oigo decir a mi otro yo. ¡La roja tonto! ¡Es que estás un poco atropellado tío!
Salgo, cargo, apunto al cielo, disparo y sale una bengala que va dejando una estela roja, intensa, que el viento va disolviendo.
   -O.K. podéis bajar cuando queráis. –Me apunta Tanya.
   -Primero tenemos que organizar la timba, aquí abajo. Son las nueve, necesitaremos media hora por lo menos para los preparativos, si queréis podéis dejar descansar a ese pájaro ruidoso, o dar un paseo. Estaremos ocupados hasta entonces. Si hace falta os llamaremos, parece que los sistemas de comunicación funcionan correctamente.
   -Me dice Igor que de acuerdo, hasta dentro de media hora. Los de abajo os siguen con los prismáticos, la visibilidad es buena. El motero comienza ya con la huella. Hasta pronto.

Mientras esperamos que el guía, Ivan, y el ayudante, Mijail, vayan reaccionando, vamos organizando el tinglado. Pierre monta el seguro, dos picas para nieve, a la salida de la gruta, yo voy colocando los arneses a Ivan y Mijail, han comenzado a moverse, reaccionan. Terminamos casi a la vez.
A continuación, mientras Pierre va montando las cuerdas, atando a los dos que parecen estar algo más despejados, adecentándoles la ropa y poniéndoles guantes secos, yo comienzo con Víktor.
Voy colocando la férula para la rodilla y pierna, listones y varillas para los pies y brazos, que voy asegurando con cinta americana. El entablillado lo completo con un pedazo de la lona de la tienda de campaña y lo reafirmo dando vueltas alrededor de todo su cuerpo. Únicamente dejo que pueda mover el brazo izquierdo, aunque lo dejo dentro de la lona. Parece una momia.

Luego voy a donde está Aleksei, lo envuelvo en otro pedazo de lona, lo aseguro con más cinta americana, le doy un par de vueltas con un cordino y preparo una vaga para arrastrarlo.
Llamo a Pierre y entre los dos vamos arrastrando el cuerpo hacia la boca de salida. En ella, hacemos un hueco en el costado que da a la ladera y lo colocamos en él. Lo aseguramos con dos de los piolets que ellos han traído.
Esto da tiempo a que los otros dos vayan entonando un poco el cuerpo, el efecto de la bebida está comenzando a notarse ahora ya notablemente.
   -Hemos decidido dejar el cuerpo de Aleksei en la gruta. Dejaremos algún indicador visible. No nos queremos arriesgar a tardar más de lo necesario en la bajada. Comunícaselo por favor a Igor. –Le digo a Tanya en castellano por el Talkie. No sé si me puede captar mentalmente.
   -Hemos pensado lo mismo. De acuerdo, en quince minutos volveremos a estar sobre vosotros.

Nos movemos en el túnel, ésta vez entre todos vamos haciendo avanzar a Víktor hacia la salida. Lo tenemos casi todo listo. Ponemos un piolet en la parte exterior con un trozo de tela y un cordino como marcador de donde dejamos a Aleksei. Todo parece dispuesto.
   -Propongo otra ración de líquido aquí, antes de salir al frío, ¿Te parece Pierre?
   -Tendrás que sacar el termo de tu mochila, en el mío casi no queda. He bebido yo también.
   -De eso nada. He metido en tu mochila el termo que se te había olvidado.
   -¡Así que era eso! No entendía por qué la he encontrado tan revuelta. Había dejado el termo fuera para quitar un kilo del peso. Sois un peligro, vosotros dos.

Rebusca en su mochila y saca el termo perdido, bebemos los cuatro y lo terminamos. Queda otro entero en mi mochila y algo del termo de Víktor. El último trago.
Mientras Pierre procede a encordar a Ivan, el guía, me acerco a Víktor con la intención de hacer lo mismo con él, despertarlo lo suficiente para que beba, su cuerpo va a necesitar energía ahí fuera.
   -Déjalo Héctor, así estará bien. Protégelo del frío y los golpes y vale. Con los despertares puede perder el estado actual. Cuento menos lo despertemos mejor.
   -¡Joder Tanya, no me he dado cuenta de que estabas en antena! ¿Dónde estáis?
   -Estabas concentrado en el rescate. Volvemos a vosotros desde la ladera norte, llegamos en dos minutos.

Vuelvo a la boca de salida y me encuentro a Pierre atado a una de las cuerdas, en la que al otro extremo se encuentra encordado Ivan. Éste está asegurado a una de las picas de aluminio, de un descendedor (Jumard) colocado en la otra estaca Ivan asegura a Pierre.
El siguiente en la cordada es Mijail, que se está atando en éste momento, luego, atado a éste irá Víktor, y por último saldré yo.

   -Voy bajando, tú encárgate de lo de arriba, a éstos ya les he explicado el procedimiento, lo debieran saber pero no sé si están lo suficientemente despiertos. Luego vamos a necesitar que lo estén. Me voy.

Le elevo la mano confirmando y comienza a bajar. Muy despacio al comienzo pero incrementando poco a poco el ritmo. Hasta que Iván no le da la cuerda a suficiente velocidad. En una de esas se queda casi colgando. Ha servido para probar el anclaje, que parece funcionar.
Él con las tablas tiene relativamente fácil ir en diagonal, no caer directamente en la vertical, el problema será el cómo lo podrán seguir en diagonal sin salir de la huella los que van andando o sentados. Lo veremos pronto.

Una vez cubiertos más de veinte metros de cuerda Pierre se detiene, pisotea la nieve y clava otras dos picas para montar la reunión.
De un silbido nos informa que puede ir bajando Ivan. Éste, saca el jumard del anclaje y pasa la otra cuerda por él. Ahora quien está colgando del jumard es Ivan y quien lo asegura es Mijail.

La atención que precisan estas maniobras hace que los rescatados vayan despertando algo de su estado casi de shock en que los hemos encontrado. También se les nota con algo de fuerza, los dos termos han hecho efecto.

Nos concentramos en la bajada de Ivan, nos toca esperar. Serán eso de las diez. Qué rápido pasa el tiempo cuando lo necesitas.
Baja entre andando y apoyando el culo. Tres pasos con los talones y una bajadita con el culo.
Tiene puestos los crampones pero creo que ha sido peor, se llenan de nieve a la primera pisada y aunque dispongan de anti-zueco, da lo mismo, la nieve no se desprende; pero va atado.
Le cuesta mantener la diagonal, el peso lo lleva directo hacia abajo. Pierre se da cuanta y va tensando un poco la cuerda, y con ello lo lleva hacia él. La huella de ahora, después de pasar Ivan, es más profunda que la que han dejado las tablas de Pierre. Mejor para los demás.

Ivan llega a la reunión. Mientras Pierre asegura a Ivan, va sacando una de las picas para montar la reunión de abajo, aquí vale con una. Mientras tanto Mijail pasa a la parte inferior de la reunión y yo tomo su lugar. Para cuando termino veo que Pierre ha realizado otro largo, esta vez ha apurado el largo de la cuerda. La fase de prueba ha sido superada.

Iván va tensando la cuerda de Mijail mientras yo lo aseguro desde arriba. Éste va más rápido que Ivan, la huella se nota, también puede haberse recuperado algo más o, también, puede que economice energía haciendo los movimientos justos; se le nota las horas invertidas en la montaña. Experiencia. En cuanto veo que está llegado a la reunión comienzo con la manipulación del cuerpo de Víktor. Es una carga que nos va a costar dirigir.

Pierre indica que por su parte está todo dispuesto. Mijail no puede hacer dos cosas a la vez así que decidimos que vaya tensando de Víktor, a quien voy dando cuerda. Mientras tanto que Ivan se quede esperando, mejor si no nos separamos demasiado.
Esta vez Mijail debe tensar bastante a menudo la cuerda para que el bulto de Víktor no salga de la huella. Despacio, pero sin parar, va completando el largo. Llega, Mijail lo asegura y Pierre espera a que yo les lleve la pica que debemos reutilizar.
Me aseguro al piolet y trato de sacar la pica, que se resiste. Suelto la atadura de uno de los esquís y le doy unas cuantas patadas a la puta pica. No me acordaba del frío de los dedos de los pies y me da casi un desmayo con el dolor que me he provocado golpeando. No es mala señal que duela, pero podía doler menos. ¿No?
   -Estás hecho un quejica, cariño.

Vamos a dejarlo, mejor no contesto, que bastante tengo con esto.
Me cuesta volver a ponerme la tabla pero he conseguido dos cosas, aflojar la pica y reanimar algo el pie derecho. Ahora, haciendo un poco de palanca, la pica sale, la coloco de través en el exterior de la mochila, me pongo la mochila, grito a Mijail para que vaya recogiendo la cuerda y me dejo deslizar para abajo.

No puedo bajar por la huella así que lo hago a su lado, por la parte inferior. En un boleo estoy con Mijail, al que paso la pica para que se la lleve a Pierre. Primer largo completado. Las 10:30.
Comenzamos otro ciclo, tan solo hemos bajado quince metros en altura, nos pueden dar las uvas; esperemos que tras la primera bajada las demás sean más rápidas, y esperemos también que no debamos hacer muchas padas para descansar.

En adelante todo va a ser repetir lo anterior, con el peligro de poder descuidar la atención.
Y el primero soy yo en despistarme, la cabeza se me va a pensar en lo del refugio mental, si no te llaman ¿Cómo sabes cuándo despertar? ¿Sabes la hora?
   -Tú a lo tuyo Héctor, ya trataremos estas cuestiones en otro momento. -¿Será la voz de mi conciencia?

La frase de Tanya me devuelve a la realizad y al frío de los pies. Mijail me espera para tensar a Víktor. Otra vez a desenterrar la pica, que también está agarrotada pero menos así que tirando de brazos y con unos meneos laterales sale.

Voy descendiendo otra vez paralelo a la huella. Sin problemas. Otra vez en la reunión, esta vez procuro no despistarme. Miro para arriba y veo el helicóptero muy lejos; no me hago una idea de la distancia pero me parece mucha, y sigo manteniendo el contacto con Tanya.
   -Estamos haciendo una prueba, quiero saber hasta cuánto nos podemos separar manteniendo la conexión. No pensaba yo tampoco que pudiéramos conseguir éste alcance. Igor nos felicita.

Esta vez la que me ha despistado ha sido ella.
Me pongo a hacer cálculos para tener una idea de los que nos pueda costar.
No conseguimos solapar muchos desplazamientos, siempre tenemos que asegurar a alguien, así que tardamos la suma de cada uno de los cinco mas el tiempo que nos llevan las reuniones.
En el primero de los largos hemos invertido casi media hora. A esta velocidad no llegamos hoy.
En los siguientes, vamos apurando tiempos, tanto en bajar como en las transiciones.

Cuando hemos hecho la cuarta han sido quince minutos. A esta velocidad y sin paradas vamos a necesitar 8 horas para bajar mil metros. No vale, debemos hacer algo más.

Le digo a Pierre por el Talkie que debemos limar tiempo de algún modo, debemos ir más rápido.
   -Parece que la nieve es homogénea y no vamos a encontrar sorpresas, si la moto de nieve llega lo suficiente podremos bajar más en vertical, por lo que vamos a tardar mucho menos.
   -Vale, espero a que te decidas a eliminar alguna pica, tengo el brazo calentito del esfuerzo al recuperarlas.
   -Dos largos y te digo algo.-Dos largos que se me van a hacer interminables.

Creo que Pierre ha decidido que la nieve es noble y el grado de compactación regular. Se ha parado y me comenta por el Talkie.
   -Cambiamos el plan. Una pica al comienzo y otra al final. Los seguros intermedios los hacemos pisando sobre el piolet que lo atamos al arnés. Además, voy a disminuir la diagonal, nos hace perder tiempo y esfuerzo. Os espero aquí, bebemos algo y continuamos.

A las 12:00 estamos bebiendo, retocando las ataduras y apurando las cuerdas para ampliar la distancia de bajada y montar menos reuniones. Diez minutos y volvemos a bajar.
Esta vez baja Pierre y cuando termina la cuerda clava el piolet y llama a Iván. Éste baja sin problemas, casi sentado, llega a la reunión, Pierre saca su Piolet y quien lo mete en el orificio es Iván. Mientras baja Mijail lo hace también Pierre, y yo a la vez voy soltando cuerda a Víktor, mientras no salga de la huella no me hace falta la ayuda de Mijail.
Todo un éxito, cinco minutos para una bajada de 30 metros en desnivel. Esto ya es otra cosa.

A las 14:30 estamos a tiro de piedra de Fiódor Yermólov, alias “El Motero”. A un tiro de piedra de más de 300 metros en desnivel y algo alejados en vertical, debemos hacer algo más en diagonal si es que él no sigue avanzando.
Estará, calculo, a la cota 1.500m, lo que tenía previsto como dentro de lo posible.
Última parada; terminamos lo poco de comida y bebida que nos queda, creo que vamos justos de fuerzas, todos, y no sé cómo estará Víktor. Da igual lo que me haya dicho antes Tanya, lo voy a despertar. Saco el termo de la mochila para no perder el tiempo y lo tengo listo para darle de beber antes de realizar la llamada.
   -¡¡¡Yurchenko!!!
   -Te estaba esperando. ¿Cuánto falta? ¡Voy jodido!
   - ¡Bebe todo lo que puedas, de prisa!

Mientras bebe le comento que en una media hora lo montaremos en una moto de nieve y luego en un helicóptero, directo a Petropavlov.
   -Una hora y estarás en el Hospital. ¡Ánimo! No nos vayas a fallar ahora. ¡Solo una hora!
   -¿Con quién has venido?
   -¡Con Tanya!.
   -¿Con Tan….?

Observo un ligero brillo en sus ojos y veo que la conexión ha terminado. Ya tiene tema si quiere estar ocupado, cavilando.

En los últimos largos me he dedicado a fondo y aparte de cansarme he sudado demasiado, tengo la ropa mojada y me está entrando frío en el cuerpo, lo que es normal. Se acabaron las paradas, en adelante debo estar en movimiento para no enfriarme. El tiempo parece que está más tolerable, aquí apenas hace viento y el sol está trabajando, no bajará mucho de los cero grados.

Parece que lo que nos hemos metido en el cuerpo funciona, de momento el beber algo caliente te reanima, la glucosa y demás nutrientes que tenía la bebida comenzarán a hacer efecto en minutos así que vamos para abajo, a toda pastilla.

En media hora estamos llegando a la moto de Fiódor. Son las 15:00 hemos tardado más de seis horas en bajar casi 1.660 metros. Esquiando solos Pierre y yo lo hubiéramos hecho en 15 minutos, parando a sacar fotos. ¡Cómo cambian las cosas a veces! Así es la montaña.

No perdemos el tiempo en saludos. Montamos, mejor dicho atamos como podemos a Víktor a la moto, sentado, orientado hacia atrás y bien amarrado a los soportes anti vuelco. Salen muy despacio, en marcha atrás, en la huella en la que ha llegado.
A los pocos metros comienza a tascarse, cosa que arregla con unas maniobras hacia delante y atrás pero no es la solución, se sigue atascando de vez en cuando, demasiado de vez en cuando; con ésta cantidad de nieve el bajar marcha atrás es casi impracticable. Sigue así un par de tramos más, hasta que en uno de los atascos la nieve del lado del vacío, de abajo, va cediendo, con peligro de volcar. A quienes les va a dar un vuelco es a nosotros, el corazón.

Fiódor reacciona rápidamente, mete la marcha de avance, gira la moto hacia la izquierda, hacia la pendiente y allá se va, pendiente abajo, en línea recta, nada de ir en diagonal. El haber liberado la nieve más ligera de la superficie con las detonaciones le permite controlar algo mejor la moto, la nieve de ahora es un poco más sólida. Lo que debe conseguir ahora es no embalarse.
Va dejando deslizar la moto frenando únicamente lo justo y acelerando algo, muy poco, para corregir la dirección cuando escora. Muy bueno Fiódor. El tío es muy bueno.

Nos hemos quedado los cuatro mirando como tontos. Cuando enfila hacia el camino que ha abierto en la subida ya está lejos de nosotros y reaccionamos; hay que reanudar la marcha. Nuevo reajuste en la cordada. En adelante vamos a bajar sin picas ni piolets, la nieve está algo más segura, asentada, y la pendiente ha bajado algo, bastante. Bajamos los cuatro atados, a la máxima longitud de la cuerda y el piolet en la mano dispuesto para usarlo en el momento en que alguien se caiga. En ensamble.

En media hora llegamos hasta donde han llegado el resto de las motos de nieve, han seguido la huella de Fiódor. Ayudan a Igor y Mijail a montarse en ellas. Literalmente se caen sobre ellas, están extenuados. En sus rostros se reflejaba un cansancio terrible, los ojos hundidos con la mirada en el vacío, lejos, la cara blanca, pálida, y una respiración muy rápida.

Menos mal que Pierre y yo estamos algo mejor. Yo estoy a punto de congelarme, por el sudor, y luego está lo de los dedos de los pies. Hace horas que no los siento.
Pierre aprovecha y se pone a esquiar en plan pijo, buscando la nieve más suelta y marcándose unos cuantos “gusanitos”. ¡Qué cabrón! Bueno, en algo se tiene que notar que trabaja de monitor de esquí, yo a su lado soy un aficionado.
No le sigo, voy buscando una pendiente en la que mantenga la velocidad, sin girar, unas pequeñas olas; voy cogiendo velocidad y cuando ya es suficiente giro un poco hacia la montaña, de modo que la velocidad desciende, y vuelta a empezar. El recurso de cuando no puedes ni con el culo. Parece que lo hagas queriendo pero la verdad es que no puedes hacer otra cosa.

Debe parecer que Pierre y yo estamos bien porque nadie del campamento viene a buscarnos, nos ignoran hasta por el Talkie, pero yo debo hacer paradas para respirar, relajar los cuádriceps y tranquilizarme. Tengo la adrenalina que me sale por las orejas. Lo de mantener el frenético ritmo de trabajo para llegar antes del anochecer ha sido muy duro. Los demás se han limitado a obedecer pero tanto Pierre como yo hemos tenido mucha presión.
Dejo que siga Pierre disfrutando de la bajada, y de paso que vaya el primero, si se confunde y tiene que rectificar, subiendo, tendré tiempo de corregir sin remontar.

Pasamos la última zona donde converge la ladera oeste del “Camello” y la pendiente remite notablemente, entonces Pierre deja de hacer florituras y se lanza recto hacia el campamento, no debe perder más altura. Al ver que no debe recular le sigo, esta vez por su huella.
Al llegar a la última ladera, que acaba en el campamento, mantiene un poco de altura y se marca una serie de gusanitos.
   -Dejando tu firma ¿no? –Le digo.
   -No me he podido reprimir, tanto control y derrape me estaban dejando con las ganas.
   -Yo no puedo, estoy muerto: Con llegar me vale.

Hace un buen rato que no siento a Tanya; miro hacia el cielo y no veo el helicóptero. ¿Estará en Paratunka?

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