Las cuatro de la mañana del 26 de abril. Suena el
despertador justo en el momento en que iba por la calle buscando el coche; no
recordaba dónde había dejado aparcado. ¿Qué coche? ¿Qué calle? ¡Joder! Otra vez
mis sueños casi reales.
Me ha costado pero, seguro que he dormido, he tenido
que dormir porque no he hecho otra cosa
que enfrentarme a situaciones atípicas. Se me soltaba una tabla del esquí,
rompía uno de los enganches de una bota, dejaba la mochila abierta y perdía la
mitad de su contenido. ¡Ah! Y buscaba el coche.
Ayer no repasé estas cuestiones demasiado a conciencia
y mi subconsciente me lo ha recordado.
Me visto despacio y ceremoniosamente, para tardar
menos que rápido y repasando varias veces; una bien y vale; le doy un beso a
Tanya para que ponga en marcha el procedimiento de levantarse de la cama y me
acerco a donde dejé ayer preparado el material.
Reviso especialmente lo que me han indicado los
sueños. Los cierres de la mochila, las ataduras de las botas, los reglajes de
aprietes de las fijaciones de los esquís. Ya sé que estaba bien pero siempre te
entra la duda.
Una vez reglado y revisado me visto el traje completo
(vaya pinta que debo tener), ajusto las medidas de la mochila y pruebo la
tensión de las fijaciones. Parece que todo está bien.
Me quito la chamarra y uno de los forros polares y voy
distribuyendo lo que debo llevar en la mochila, dejando espacio en la parte
inferior para lo más pesado; si no distribuyes el peso lo más abajo posible, el
mismo peso o la inercia en los giros te saca el centro de gravedad de la
vertical hacia tus botas y te vas más fácilmente al suelo. Me pongo el Ortovox
(transductor de avalanchas), me coloco y ajusto el arnés…
Todo está controlado, puedo ir a desayunar tranquilo,
tengo quince minutos aún; me acerco a la zona de la cocina-comedor
provisionales. Necesitaré algunos hidratos de carbono y, sobre todo, líquido.
Es el dilema de siempre, quiero ir sobre hidratado, llevar el líquido puesto,
como los camellos, pero luego me pongo a sudar y no sé si es peor el remedio
que la enfermedad; sudo directamente a chorros y el frío me ataca sin piedad.
-¡Qué
elegante estás con esa indumentaria! –le digo a Tanya cuando se acerca a
desayunar.
Me mira, lo piensa y no responde. No habrá terminado
de despertar.
Por el rabillo del ojo veo a Pierre que está
preparando la mochila, voy a hacer lo mismo. Recojo dos termos y hago un repaso
de lo que se me puede haber pasado por alto. Creo que nada.
He andado muy justo; son las cinco. Me siento para
tranquilizarme un poco, el cuerpo está tranquilo, no se ha desperezado aún pero
la cabeza la tengo un poco acelerada; debo enfriarla un poco para evitar
problemas y mantener la calma. Unos ejercicios de respiración y relajación,
tres minutos, ayudan en estos momentos de tensión, tensión que solo está en mi
mente porque de momento mi alrededor está en calma, por poco tiempo porque las
cinco han pasado hace unos minutos.
Para qué habré hablado, pensado. El amigo Igor hace
sonar la sirena y abre la puerta del hangar haciendo señas de que nos vamos.
Nos vamos hacia la nada porque eso es lo que vemos fuera, nada de nada. Una
perfecta oscuridad.
Según estamos saliendo se encienden unos focos sobre
nosotros, en el tejado del hangar y vemos dos helicópteros; uno gris y azul, el
otro naranja y azul. No son militares, son los que hacen las visitas turísticas
a la zona de los volcanes en la temporada de verano.
El equipo de rescate montamos en el gris, los demás
suben al naranja.
A las cinco y cuarto estamos volando hacia el
nordeste, momento que aprovechamos para verificar con los demás los sistemas de
comunicación.
-¿Ya estamos
despiertos? –Pregunto a Tanya.
-Sí; ahora
sí. Estoy bien, gracias.
En menos de media hora de zarandeo llegamos a
Paratunka, donde tomamos tierra en la zona superior, en el viejo campamento
minero.
Hasta allá han llegado bien los vehículos oruga pero
en adelante lo tienen más complicado.
Hemos contabilizado cuatro motos de nieve junto a
ellos, suponemos que habrán colaborado en pisar una amplia zona para aterrizar
y poder andar sin hundirnos en la nieve porque lo han dejado bastante despejado
y relativamente fácil para andar. Hay mucha nieve y además seca, hueca..
Les echo un vistazo a los vehículos, casi-tanques, los
he visto parecidos en el pirineo, por la zona de Echo hacia Oza. Parece mentira
que un equipo que tiene pintas de pesado pueda pasar por donde pasan estos
cacharros, parece imposible. Estos de ahora son similares, el tractor con
espacio para varias personas y el remolque, una cabina multiuso.
Hay una huella de moto de nieve que se adentra en la
ladera, hacia el este. Debe ser la de Fiódor; no sé con qué iluminación ha
podido haber abierto el camino, a no ser que lo hubiera comenzado ayer por la
tarde.
Yo pensando que él estaba monte arriba abriendo pista
y resulta que está a mi lado; se acerca hablando con Pierre. No sé cuál es el
nivel del ruso de Pierre pero se entiende con ellos a una velocidad increíble.
A sus espaldas, Tanya me va haciendo una traducción resumida de la
conversación.
Según me transmite, Pierre le está tomando el pelo a
Fiódor diciendo que hoy no va a poder hacer acrobacias, a lo que el otro
responde que prefiere las acrobacias a lo que hoy le espera. Hoy no se admiten
fallos, sin ensayos previos todo debe ir bien a la primera. No hay segundos
intentos.
Le echo un vistazo a la ladera, las rampas de acceso
al Camello pero las huellas de la moto se pierden enseguida. Debiera haber
alguna claridad proveniente de la luna pero aún hay bastantes nubes y hasta
dentro de una hora no va a haber claridad. Aún no son las seis.
Me acerco al motero, Fiódor, y le saludo, en inglés.
Me sorprende con una jerga rusinglesa, rara pero entendible; el clásico inglés
de principiantes, malo pero práctico. El mismo que yo más o menos. Verbos en
infinitivos y frases cortas; tipo telegrama.
Le deseo suerte; él nos la desea a nosotros.
Parece un tío abierto, con energía, vivo, eléctrico.
Me gusta.
-No creo que
podáis bajar con ellos hasta el collado. Están hacia el centro de la pala y la
nieve no os va a dejar hacer una travesía en diagonal como la que pretendéis.
Tendré que preparar una diagonal, una huella hacia la mitad de la ladera; no sé
hasta dónde me será posible, no podré hacer giros, es demasiado expuesto,
podría volcar y entonces no se podría hacer nada sin la ayuda de los
helicópteros.
-Tú comienza
con lo que tienes pensado, luego, sobre la marcha, nos iremos adaptando a lo
que podamos, lo que la nieve nos deje hacer y los de arriba nos permitan. Estoy
de acuerdo contigo, a las condiciones de la nieve se suman las de hacer
descender a personas en condiciones que en este momento desconocemos. Lo
trataremos luego, –le dice Pierre y me traduce Tanya, mi voz en off.
Fiódor tiene prisa, se despide de nosotros, se aleja,
monta en la moto y desaparece en la nada, una mezcla de niebla y penumbra.
Había venido únicamente a presentarse.
Saco las tablas del helicóptero, me las pongo y las
pruebo sobre la nieve forzando lateral y frontalmente. He colocado las
fijaciones en un 9, la nieve está blanda, quizá grande y esto hace que si no
las ato fuerte se puedan soltar demasiado pronto. El dilema de siempre,
quedarte sin un esquí o sin una rodilla. Paso la fijación al “10”, no quiero
que la fijación salte y se pierda en la cantidad de nieve en la que vamos a
tener que flotar. Además, creo que tengo el cuerpo físicamente preparado para
aguantar unos buenos meneos.
Luego repaso las ataduras de las botas; reajusto el
cierre superior, el del botín, y veo si en los enganches queda aún margen para
seguir apretando.
Pasa Pierre al lado, mira mis ajustes y tras unos segundos
de duda me dice.
-En el “10”
las llevo yo, tú pesas algo más, podrías pasar al “12”.
Y una mierda. Las rodillas son mías. Ahora que estamos
con las botas y fijaciones me doy cuenta de que me falta algo, voy al
helicóptero y rebusco entre los cajones y trastos viejos que he visto en una
caja. Encuentro un cordino de 5mm, viejo, que corto con la navaja multiusos que
me he agenciado en el material que ha puesto a nuestra disposición el colega
Andréi, y me preparo un par de seguros para las tablas; de este modo si se sale
una tabla la tendré atada a la bota de esquí. En los Alpes suizos no lo
utilizan, les vale con el típico freno del esquí; en el Pirineo lo más usual es
el montaje que yo me he preparado, sólo que con cierre rápido; hay que
agacharse para la sujeción, lo que lo hace más incómodo, pero las tablas se
quedan contigo. Si es nieve dura y te vas pendiente abajo te pueden golpear,
pero no se van por el precipicio.
Volvemos a probar los equipos de radio, esta vez con
los del equipo de tierra. Todo listo.
En este momento lo único que me preocupa no es el
viento, que parece haber calmado un poco, lo que me preocupa es el frío. Aquí
estamos a diez bajo cero y aún no ha comenzado a amanecer, dentro de un rato va
a bajar más, y estamos a unos mil metros de altura.
Con poco viento que haga arriba la sensación térmica
va a ser terrible, y seguro que no va a ser poco, si no podrían aterrizar los
helicópteros sin dificultad.
Menos mal que Tanya no va a salir del helicóptero.
Son las seis, montamos en el
helicóptero y esperaremos la señal: dentro, sentados, en silencio y concentrados cada uno en sus pensamientos.
Probablemente media hora. Tensa espera.
El piloto y el copiloto están en la cabina, no los
vemos pero los oímos hablar, son los únicos que hablan, sobre todo el copiloto
que es quien se encarga de las comunicaciones con tierra.
Los asistentes de la tripulación, están a sus espaldas
pero al otro lado de la mampara, frente a nosotros, son tres.
Igor ha venido con nosotros, al igual que Sergei, su
asistente.
Luego están los encargados del montacargas, otros dos.
Para terminar completamos el cuadro Pierre Tanya y yo.
En total doce.
Para las seis y media el helicóptero arranca los
motores y se queda así un buen rato, bajo de revoluciones y girando las aspas
muy lentamente; se acabó la tranquilidad, casi todos pasamos de estar sumidos
en nuestros pensamientos a mirarnos los unos a los otros. Tensa espera.
Una vez más me pongo a recordar lo que conozco del
Koryak, no he estado en él, lo he visto casi desde en frente; luego doy un
repaso a lo que hemos esbozado como plan de salvamento. También me acuerdo del
material que llevamos y dónde está tanto en mi mochila como en la de Pierre. De
momento todo va bien, es lo que se me ocurre pensar.
-Ya, como que
aún no hemos comenzado. –me dice Tanya.
Con las preocupaciones se me había olvidado que estoy
en antena y hay gente a la escucha, por lo menos dos, Igor y Tanya. Creo que
estoy bastante tranquilo, y parece que Tanya también. Nos deseamos suerte y le
doy un beso de despedida.
El helicóptero acelera, el ruido aumenta notablemente
llegando a niveles bastante desagradables hasta que nos comenzamos a zarandear
y comenzamos la ascensión. Aún no son las siete.
Algo se oye por la megafonía que entre que es ruso y
el ruido no me entero de nada.
-Vamos a
realizar una pasada por la cima, de tanteo, para comprobar las condiciones de
viento y nieve. También dicen que nos atemos, que nadie se dé un golpe antes de
lo debido. –dice Tanya.
Desde luego mejor subir y hacer algo aunque sea mirar,
lo de la inactividad es algo angustioso, vamos a hacer lo que se dice una
espera activa.
Serán ya las siete de la mañana
cuando estamos sobrevolando la cima, lo de mirar la hora se me hace difícil por las capas de ropa que llevo
puesta y el que todas tengan una cenefa en esa zona, luego será peor para
consultar el altímetro. Para mí, el viento está bastante estable, no sé si
fuerte pero es constante, no hay rachas incontroladas; aunque soy profano en
cuanto a estar volando en un helicóptero. Si estuviera pisando tierra lo
tendría claro.
El día está dejándose ver, hay claridad pero no la
suficiente para ver los detalles; lo bueno es que con la claridad parece que
hay menos niebla, esperemos que siga así, vamos a concentrarnos en atraer hacia
nosotros la energía positiva.
-Las
condiciones son adecuadas, podemos comenzar a bajar –me dice esta vez Igor.
Tengo dos intérpretes, un lujo- os tendréis que descolgar, los pilotos no ven
un lugar claro para posar el helicóptero. Estar preparados para dentro de diez
minutos.
Pregunto por la
temperatura y me contesta Tanya.
-No te lo han querido decir para no
asustarte, en este momento estamos a 20 bajo cero, y con el viento no te quiero
ni contar, os vais a helar, yo solo con saberlo ya estoy temblando, y me lo he
puesto todo, no me queda nada más que ponerme.
-Vaya rusa de pacotilla.
Una nueva
revisión a todo, por seguridad o para matar el tiempo de espera: revisión a los
ajustes de la ropa, apriete de los tensores de las botas, me pongo las tablas y
la mochila y acerco los bastones hacia la puerta de carga donde tienen
dispuesto el gancho y el mástil móvil de la misma. Pierre hace lo mismo que yo.
Pruebo la radio y Pierre responde. Verifico el Ortovox con Pierre, funciona. Él
hace lo mismo conmigo, funciona también.
Tenemos todo
listo para cuando el helicóptero comienza un ligero descenso, muy precavido. Conforme
nos acercamos a la cima los movimientos del aparato son mayores, hay mucho
efecto rotor en el viento cuando bajamos hacia la cima.
-Dicen los pilotos que en la vuelta de
reconocimiento no han podido detectar ninguna señal de dónde pueden estar los
supervivientes. Mala suerte. –Apunta Igor.
Se enciende la
luz roja que está sobre la puerta de la grúa, los dos pilotos han estado
apagados hasta ahora; señal de que hay que hacer algo. Me acerco porque veo que
Pierre está ocupado haciendo algo en la mochila. O haciéndose el tonto, para
que vaya yo delante, a saber.
-Está arreglando el interior de la mochila,
le he metido uno de los termos que debía llevar, lo tenía fuera, no sé si
queriendo o sin querer, por si acaso lo he hecho y no la he dejado como estaba,
lo ha arreglado él pero no ha visto el termo. ¿Tú llevas dos no? Pues que él
lleve lo mismo.-Apunta Tanya. Así me gusta mi chica.
Abren el portón
entrando un frío del carajo, y eso que tengo todo puesto; me coloco las gafas
de ventisca que tenía sobre el casco dejando una rendija mínima y la nariz
entera al exterior. Esa siempre la dejo fuera. Avanzo con los bastones en la
mano izquierda y el mosquetón, con medio metro de vaga desde el arnés, en la
derecha.
El sistema de
enganche es un tanto peculiar, se asemeja a un alicate pero se aprieta para
soltar. Uno de los asistentes del sistema de elevación me lo explica con gestos,
lo normal, estamos en un avión, espero que no me hable del chaleco salvavidas y
la mascarilla de debajo del asiento.
La explicación
más importante es la del momento de soltar; hay una posición a respetar si no
quieres que en la subida el gancho vaya hacia ti y te dé, por ejemplo, en la
cara. Si orientas el mango azul hacia ti y el rojo hacia fuera, el enganche
tiende a separarse de ti en su elevación.
En la
demostración no pasa nada porque no hay tensión en el cable pero luego tensará
soportando todo mi peso y entonces sí que sucederá. Apuntado, rojo para fuera.
Si estás pisando
tierra y sueltas no pasa nada, pero les tienes que indicar para que lo eleven.
Luego están las
indicaciones de parar, subir o bajar. Se trata de hacer giros, molinillos, con
la mano. Si la pones hacia arriba te elevan, si los haces hacia abajo te bajan.
Si la dejas quieta en horizontal se paran y si haces el signo de serrarte el
cuello, como el director de cine pidiendo que corten, te sueltan, pero esto es
cuando ellos tienen el control, aquí aprietas el alicate y te vas para abajo,
con o sin golpe del sistema de agarre del elevador.
-No te olvides de soltar tú el amarre, o
alicate como le llamas.
-Hasta pronto pelirroja.
El piloto rojo se apaga y se enciende el verde. Miro al
asistente y me indica que me enganche a la arandela del alicate. Lo hago, va
tensando el cable y girando la barra horizontal hasta que el cable me envía
hacia la parte exterior del aparato. Me quedo medio colgando del cable,
balanceándome algo, no mucho; estaremos a unos quince metros de la nieve. Le
miro al asistente, el me mira y no hace nada. Le hago un gesto con los hombros
como diciendo ¡Qué pasa!, y él me indica con la mano que soy yo el que debe
decir qué hacer, subir, bajar o esperar. ¡Joder Héctor, estás atontado!
Bajo el brazo derecho, hago unos giros y noto que voy
descendiendo. Hago los giros más rápido y bajo a mayor velocidad, disminuyo la
velocidad del giro y paso a descender lentamente. Parece magia, el tío es
bueno.
Conforme voy bajando el balanceo aumenta, tengo más
cable. Voy calculando la altura. Hace viento, y un frío que te cagas.
Cuando creo que voy a rozar la nieve paro la mano, el
cable para, tengo las oscilaciones en vertical que sufre el helicóptero. Agarro
el alicate, lo rojo hacia fuera, me he acordado, y aprieto.
Se me ha olvidado soltar el alicate enseguida y se me
suelta él, más exactamente cuando yo bajo y él se queda con el cable, en la
parte superior, se me suelta la mano. Me ha dado un tirón pero no muy fuerte,
la próxima vez me acordaré, si es que hay una próxima vez para esto.
Menos mal que no he saltado la primera vez que he
pensado que la distancia era la correcta; ahora que parecía estar sobre la
nieve a punto de rozarla habré bajado medio metro, hundiéndose las tablas casi
un palmo en la nieve costra que he encontrado.
El asistente espera mis indicaciones, se me había
olvidado, alzo la mano y hago un par de giros; el gancho sube hacia el
helicóptero. Yo dejo de mirar para arriba porque el remolino de nieve que
generan las hélices incordia bastante.
No parece que haya hielo, al menos a simple vista, la
capa que he roto no era consistente y no veo brillos en unos cuantos metros a
la redonda. Pruebo a moverme algo y veo que ahora la nieve se queda algo
mellada, no me hundiré mas que un par de centímetros, y de modo irregular.
Podía estar mejor pero también podía haber estado muchísimo peor, nos
conformaremos con lo que hay. Si fuera hielo la bajada sería un problema. La
primera impresión es “no mala”.
-Bien ¿No?
–Me dice Tanya, y oigo que le comenta a Pierre mis primeras impresiones.
Le vuelvo a echar otra ojeada al alrededor cercano;
controlando ahora más detenidamente, nada hay que me llame la atención, es una
buena señal.
El paso siguiente es orientarse. La claridad ha ido
aumentando y veo bastante bien. Tengo el viento por el lado derecho así que
giro un ligeramente hacia mi izquierda. Miro a lo lejos y veo el Avachinsky,
algo más abajo; como que son unos mil metros casi.
Estoy mas o menos orientado hacia el comienzo de la
ruta, probablemente en el lugar adecuado del collado, el pequeño lomo entre la
cumbre principal y el pequeño promontorio del oeste.
Calculo que a unos cincuenta metros estará el comienzo
de la pala, donde no sabemos si habrá o no algo de cornisa, lo normal es que
sí, que haya. Que sea poca.
Así concentrado analizando el lugar no siento que baja
Pierre hasta que oigo una voz, un grito para ser más exactos. Miro hacia arriba
y veo las tablas de Pierre que vienen hacia mi cabeza. Suceden las dos cosas a
la vez: yo me aparto y él se para. Él mira hacia abajo, ve que tiene sitio,
gira la mano y baja, casi hasta pisar la nieve. Se suelta, indica que se lleven
el gancho y me mira.
Dice algo, pero entre su pañuelo en la boca, mi casco
el ruido del helicóptero y el viento no le entiendo nada. Se me acerca y me da
una palmada en el hombro. Le hago el OK con el pulgar y paso a revisar de nuevo
las ataduras y las fijaciones, no sea que con el golpe se haya soltado algo.
Todo está bien.
- Comienza el
espectáculo.-Le apunto a Tanya.
-¡Cámara!
¡Acción! ¡Ya! –se escucha por los walkies, es Tanya, por lo que la oigo en
estéreo.
Luego se oye alguna conversación en ruso. Porque oigo
lo del “da, da, da”.
No hemos oído por el walkie ninguna conversación del
resto de los participantes, el motero, los de la demolición, el equipo de
tierra que mira por unos binoculares superextramaravillosos, según Igor; pueden
ver una mosca en mi casco, pero hoy no va a haber moscas, fijo.
-La moto está
en el lugar previsto, a salvo de avalanchas. Los artificieros esperan vuestras
órdenes y el helicóptero va a subir algo a ver si con la luz de ahora puede ver
mejor a los enterrados, ennievados, vaya. Estas informaciones las están
transmitiendo por otra frec uenciauencia, para dejar ésta libre y no
incordiaros innecesariamente.-me apunta Tanya.
-No siento a
Igor en la conexión.
-A esta
distancia ya no tiene señal, por eso estoy yo aquí. –dice Tanya.
Con cuidado nos vamos acercando al punto donde debe
comenzar la bajada, no vemos la pendiente, estamos cerca de la cornisa; de
momento no sabemos el voladizo que puede tener, desde arriba no se suele
conocer, la típica intriga de siempre. Para mí que sí que hay algo de saliente
pero tiene que ser pequeño. Pierre me mira y parece dudar más que yo. Me
imagino lo que estará pensando, si hay que asegurar con cuerdas o saltar a lo
que salga, hay que decidir entre segurola o temerario.
-No podemos
perder el tiempo a no ser que sea realmente necesario, imprescindible. La nieve
parece segura, voy hacia abajo. –Le digo, casi al oído porque aquí arriba,
donde el viento pasa apretado contra la ladera no se puede oír.
Él me mira, sin asentir ni contradecir. Observa
atentamente el comportamiento de la nieve en cada paso que doy, hasta que veo que
el corte lo tengo a unos dos metros, luego está el vacío. Una sensación
eléctrica me recorre el cuerpo haciéndome estremecer. ¡Tranquilízate Héctor! Es
solo una cornisa. Hay que dejarse llevar, sin tirar el cuerpo hacia atrás;
mantener la vertical y esperar al contacto con la nieve de la ladera, sentirla
y comenzar a frenar en función de lo que notes al tacto, de lo que sientas bajo
las tablas.
La teoría me la sé, lo de decidirme es otra cosa. Pero
no es tiempo de esperar; me paro, cojo aire, una expiración profunda, para
soltar los malos pensamientos; relajo los hombros para alejar la tensión, le
doy un meneo a la mochila, para que se relaje ella también, realizo un par de
movimientos de cabeza, como los saltadores de altura antes de comenzar la carrera
y enfilo las tablas hacia la línea que indica el final de la nieve.
Voy despacio, quizá demasiado y eso tampoco es bueno
así que dejo que el cuerpo vaya hacia adelante y me deseo suerte. Cuando llego
a medio metro del final ya no tengo vuelta atrás. Flexiono las rodillas y hago
un brusco movimiento de extensión (Flexión-Extensión), de modo que las tablas
presionen sobre la nieve transmitiendo el peso de mi cuerpo, un movimiento
rápido para que la cantidad de movimiento haga romperse la nieve.
No he llegado a saltar porque la nieve en lugar de
seguir bajo mis pies y enviarme hacia arriba lo que ha hecho es romperse,
estaba en el voladizo de la cornisa y he roto el saliente, la nieve cae y yo a
la vez. Estoy equilibrado así que desciendo casi en vertical, menos de dos
metros, hasta que las tablas tocan la nieve de la ladera.
Necesito unos milisegundos para conocer la dureza de
la nieve y decidir el ángulo en que atacar y la cantidad de canto que tengo que
meter; a la vez, como voy hacia la izquierda, quito un poco de peso del pie
izquierdo; si me tengo que caer que no sea boca abajo, que no me arrastre la
mochila.
La nieve está suelta, no me agarra, no hay hielo, está
noble, sin irregularidades. No tengo mas que dejarme seguir y corregir la
dirección hacia la ladera, lentamente pero con el riesgo de ir aumentando la
velocidad, el peso sobre la tabla derecha hace que vaya girando, perdiendo
velocidad y me paro, muy suavemente. Pierre tenía razón, estos carving van de
cine en este tipo de nieve. Dos puntos por el colega. Estoy a menos de veinte
metros de él pero no nos vemos. El viento ya no es el de arriba, menuda
diferencia, esto se puede aguantar.
Cuando voy a coger el Talkie para hablar con Pierre
oigo por el mío la voz de Tanya.
-Te está
esperando Pierre. Te ha dejado una huella que parece una autopista. Me dice que
te dejes llevar y nada más. La nieve está suelta.
A los pocos segundos veo aparecer el casco de Pierre,
y tras él viene el resto del cuerpo. La nieve que he roto le ha dejado ver el
camino y sin pararse a pensar viene por mi huella.
Cuando está cerca de mí se marca un par de giros, para
asegurarse del tipo de nieve y su respuesta, parándose a unos diez metros de mí
y separado de mi vertical.
-¡Con dos
cojones! ¡Sin pensarlo! ¡Di-da! –me dice
-¿Y qué
hubiéramos hecho si no?
-¡Joder! Lo
mismo pero pensándonoslo mejor.
-Sí, ¡Como
que tenemos tiempo para perderlo pensando!
Supongo que con esto se habrá quitado los nervios que
tenía encima, se lo he notado ya en el helicóptero. Ahora parece calmado, está
analizando la pendiente pero no se le ve agarrotado.
Lo que no me ha gustado ha sido el peso de la nieve
aquí, la de algo más debajo de la cornisa, y tampoco la de donde él está,
suelta por abajo y algo más pesada por encima, sin llegar a ser costra. Me
dirijo hacia él, me aparto un poco de su vertical y repito el movimiento que he
realizado en la cornisa, flexionar y empujar hacia abajo, saltando, pero sin
girar, solo un poco, para quedarme parado, como los patinadores de hielo cuando
frenan de costado, con las dos cuchillas en paralelo levantando polvo del
hielo.
El movimiento provoca un pequeño desplazamiento de la
capa superior de la nieve que se va desplazando lentamente, y no se para debido
a la fuerte pendiente. Está claro, está peor de lo que parecía, no está segura,
la capa exterior es más pesada, se ha fundido algo con el sol de ayer, un sol
que no hemos visto en Petropavlov pero que la ladera por lo visto sí.
Hemos limpiado un centenar de metros. No hubiera sido
peligroso pero nos da una idea de la inestabilidad. No nos libramos de la
voladura.
Pierre me mira y hace una señal de asentimiento, OK,
ahora está mejor.
-Nos vamos
para abajo. ¿Alguna indicación desde abajo en cuanto a la dirección que tenemos
que tomar? –le digo a Tanya por nuestro intercomunicador conectivo.
Mientras miramos buscando algún signo de dónde pueden
estar los que esperan oigo a Tanya que repite la pregunta por el Talkie. Pierre
me mira y veo que oscila la cabeza como diciendo que no a alguien, supongo que
seré yo, aquí no hay nadie más. Me acerco a él para saber qué quiere.
-¿Qué estás
queriendo decir? –le pregunto.
-Que sois un
par de hijos de puta. ¿Para qué coño queremos los Talkies estando vosotros?
-Por si dejan
de funcionar, se nos caen o lo que sea. Le llaman redundancia.
-Si seguis
bajando así, vais directos hacia la zona en la que los de abajo piensan que
deben estar los que buscamos. Mantened la diagonal durante unos cien metros de
desnivel.-Esto lo dice Tanya por el Talkie, y a la vez se lo oigo pensar.
Parece como si retransmitieran en estéreo, solo que la entiendo mejor por la
conexión, por el Talkie lo ha dicho en inglés y entre el idioma y el viento no
he entendido casi nada.
No sé cómo lo estarán calculando; miro el altímetro, tras
una pelea con los dos pares de guantes y las mangas de las chamarras hasta
poner al descubierto la muñeca, y veo que estamos por encima de los 3.300metros
a unos 150 de la cima; la medida estará bien porque lo he reajustado en la
base, antes de subir al helicóptero a esperar. Estamos muy arriba.
Entre que no nos da de lleno el viento de la cumbre,
estamos a sotavento y el viento viene de nor-noroeste, y que estoy concentrado
en buscar y esquiar sin caerme en la cantidad de nieve polvo que hay, he dejado
de pensar en el frío. A esto hay que añadir el llevar una mochila a la espalda,
rondará por los diez quilos, si no son más.
Estoy comenzando a notar algo de frío en los dedos de
los pies, probablemente he apretado demasiado las ataduras, esto hace dificultar
la circulación sanguínea y los pies pierden temperatura comenzando por los
dedos. Me preocupa porque una vez fríos no se me recuperan si no hago algo.
Este no es el momento de pararme y tampoco me puedo sentar en la nada, tendré
que esperar a alguna reunión.
Mientras estoy con estas cosas en la cabeza veo que
Pierre me adelanta y en lugar de seguirle cambio de opinión. No sé cuándo vamos
a parar en serio así que me tomo unos minutos para hacer algo de base
aplastando la nieve, quitarme la mochila para sentarme sobre ella, quitarme el
primer par de guantes para tener tacto y aflojar las ataduras sin que se quede
pegada la nieve en el par interior de guantes. El mal está hecho, ahora espero
pero que con esto no vaya a más y el frío de los dedos al menos se quede como
está. ¡Olvídate de eso ya Héctor, tú a lo tuyo! Me digo a mi mismo, o a mi otro
yo, que se está poniendo nervioso.
En los movimientos que he realizado para soltar las
botas, la mochila se ha ido hundiendo así que el levantarme ha sido una tortura;
nada donde agarrarte o apoyarte; ¿cómo te apoyas en un bastón que se va
hundiendo hasta lo desconocido?
Mañana tendré agujetas en la zona lumbar pero estoy de
pie, me pongo la mochila y miro hacia donde puede estar Pierre, allá abajo, en
casadiós. Voy bajando hacia él aprovechando su huella.
Veo que el que se ha parado ha sido él y veo, y oigo,
que está preguntando algo por el Talkie, me imagino lo que será, lo mismo que
yo me pregunto. Escucho la respuesta y veo que mira su altímetro. Lo que me
imaginaba. Cuando llego a su lado me indica que pase hacia delante, mientras él
se pone los guantes. La nieve en ésta zona nos llega casi hasta la rodilla;
está suelta pero cada vez cuesta más desplazarla.
Calculo que serán ya las ocho de la
mañana para cuando llegamos a la cota y lugar en que debemos buscar a los refugiados. Escucho algo por el
Talkie que Pierre me traduce.
-Seguramente
nos encontramos en su vertical, algo por encima. Hay que bajar con mucha
atención, si nos pasamos bajando no podremos subir.
Me imaginaba que íbamos bien porque Tanya no me ha
dicho nada, lo que no entiendo es cómo lo saben si no ven el agujero.
-Efectivamente, Héctor, estáis llegando al lugar donde deben estar, lo
están comentando por el otro canal; te has adelantado a lo que te iba a decir.
Ánimo, dicen que debéis estar cerca.
Pues por aquí no vemos nada, pero ya que estamos,
paciencia, aunque lo que no hay es tiempo.
Pisamos un poco la nieve para hacer una especie de
plataforma, asentamos la nieve para que no se vaya bajo las tablas; una reunión
chapucera. Me quito la mochila, muevo un poco los brazos y los hombros y me
concentro en realizar una búsqueda; despacio, poniendo mucha atención. No capto
nada, solo le siento a Tanya, allá arriba, pero muy arriba, que está intentando
no emitir mucho, para dejar libre mi percepción; evita no meter ruidos o
desorientarme.
De la escucha paso a la llamada; no sé cómo llamar a
gritos en el modo conectivo, si tengo que pensar más fuerte para llegar más
lejos o no influye. Ante la duda lo hago a gritos.
-¡¡¡VÍKTOR
VODIANOV!!! ¡¡¡VÍKTOR VODIANOV!!!
Y de este modo lo intento varias veces, pero es en
vano.
Mientras tanto, Pierre ha avanzado un poco, bajando
poco, para intentar abarcar la mayor superficie posible de la ladera, pero la
nieve no nos permite ir en horizontal. Nada, no hay respuesta así que me pongo
la mochila y voy tras él pero haciendo nuevas huellas, para pisar nieve
diferente y ver si aparece alguna señal de los buscados.
-Si os parece
que puedo estar saliendo de la zona de búsqueda me lo decís. –Dice Pierre en
inglés por el Talkie, intentando ahorrar una traducción.
No le contestan, puede que sea porque no lo han
entendido.
De vez en cuando me paro y sigo llamando a gritos pero
nada.
Estoy, cansándome un poco y perdiendo la paciencia. Me
va a doler la garganta por forzarla y respirar aire frío así que paso
únicamente al modo conectivo. Comienzo como antes pero me voy animando y voy
diciendo frases subidas de tono, a ver si de este modo reacciona.
-Venga tío, que
hemos venido a rescataros, apareced de una vez. ¡Joder!.
-¡Salid que
nos vamos!
-Vaya chasco
para Yurchenko. ¡Mira que su discípulo lo va a abandonar así, sin luchar!
Seguro que esperaba que no te rindieras a la primera, “Señorito Víktor Vodianov”.
-¿Quién eres
tú? –Percibo fuertemente, una comunicación potente y excitada.
-Me han
enviado en vuestra busca. ¿Dónde coño estáis enterrados?
-Ahora
salimos. –Y se corta totalmente la comunicación.
He conectado con ellos pero estamos como antes, sin
saber dónde buscar entre la nieve. Pueden estar a dos metros como a doscientos.
-Ha dicho que
salen, así que habrá que esperar. ¡Están vivos! –oigo decir a Tanya.
Se lo digo a Pierre quien levanta los brazos, está más
animado que yo, que he pasado la fase de impaciente y estoy en la de intrigado.
No sé qué estará pasando. No han hecho caso a las voces sino a la conexión.
¿Estarán lejos? ¿Estará solo? Pero ha dicho “salimos”.
-Probablemente estaba refugiado en la sala especial de la mente, con el
cuerpo en hibernación. Creo que ha reaccionado ante alguna palabra clave de las
que has utilizado, probablemente el apellido de mi padre y ésta ha activado el
despertar, pero un despertar limitado porque ha desconectado. Creo que está más
seguro en su refugio mental y no quiere salir. Ha realizado una conexión
temporal, ha contactado contigo y ha vuelto a su estado anterior. No quiere
despertar. Los buenos pueden hacer interrupciones de hasta diez segundos y
volver a como estaban. Esto quiere decir que es bueno, y que está bien
entrenado, por mi padre, claro.
-¿Y tú sabías
eso?
-Sí claro, lo
conozco, pero no lo he conseguido aún, estoy en ello.
Me cuesta asimilar lo que me cuenta Tanya. Lo entiendo
pero me parece algo tan difícil.
-Estoy oyendo
voces por ahí abajo, entre nosotros dos, a unos diez metros o más. –Dice
Pierre.
-¡Tenemos
algo, parece que hay alguien aquí mismo! –digo por el talkie, sin darme cuenta
de que lo hago en castellano.
A los tres segundos se oye una frase en ruso. Será Tanya
haciendo la traducción. Lo he hecho sin querer, no me he dado cuenta hasta que
he terminado la frase.
Pierre y yo nos vamos acercando hacia el lugar donde
han sonado las voces. Suelta la pala del enganche exterior de la mochila y, sin
quitarse las tablas, comienza a apartar la nieve y allá donde comienza a palear
va apareciendo una pequeña grieta que, en tres paladas, pasa a convertirse en
agujero. Luego, el agujero da paso a una especie de túnel.
Unas cuantas paladas más en la entrada y podemos quitarnos
las tablas, hace falta agacharse porque tiene poca altura. Mientras dejamos las
tablas y bastones, vamos pisando el suelo y retocando las paredes, a golpes,
Pierre con la pala y yo con el piolet, luego tendremos que salir por aquí. El
suelo ha quedado bastante firme, que es lo importante.
Tras unos pocos metros llegamos a una expansión del
agujero, no conseguimos ver lo suficiente debido a la escasa luz que entra por
el túnel, además, siempre estamos alguno tapando la luz que pueda venir de la
entrada. Enciendo la frontal que llevo en el casco y con lo que veo se me cae
el alma a los pies; un espectáculo dantesco. Hasta ahora lo veíamos sin
detalles, como en blanco y negro cuando no está claro si se trata de sangre o
tinta.
Pierre enciende la suya y entonces nos hacemos una
idea de la situación; yo me estoy mareando.
-Siento que
tengas que ver esto Tanya.
Reacciono enseguida porque no podemos perder el
tiempo, tenemos pocas horas para el trabajo que puede suponer sacar a todos de
aquí, y aún no sabemos el estado de cada uno.
-Id
preparando las bengalas, Tanya, nosotros tenemos trabajo, en dos minutos te
aviso.
-Vale. ¡Ánimo
Héctor!
Pierre me hace un balance de la situación comenzando
por los más conflictivos en cuanto a su rescate.
Aleksei Makárov, el organizador, está muerto. Me han dicho que murió
ayer, no saben de qué, al medio día. Ahora está no sé si congelado, pero sí
como una piedra.
Víktor
Vodianov. El médico investigador y
personaje misterioso. No saben cómo está. Tiene roto el pié derecho por la
espinilla, será la tibia, parece que también puede tener roto el brazo derecho,
pero no está helado, solamente algo frío, llevaba en ese estado inconsciente
desde que lo sacaron de un serac donde cayó, un grieta poco profunda pero con
muy mala suerte; la primera vez que lo han visto reaccionar ha sido para decir
que fuera los buscaban, y ha vuelto de nuevo a ese estado.
Los demás, están jodidos pero pueden ponerse en pié.
Tras la explicación, que he rememorado para que la
oiga Tanya, Pierre me indica las mochilas y entiendo lo que pide, alimentos y
botiquín, vamos a darnos prisa.
Mientras él llama por el Talkie al helicóptero
pidiendo que lancen la bengala azul, yo voy abriendo mi mochila para sacar los
termos.
-Sí, Tanya,
confirmado, que vayan disparando las cargas, estamos en lugar seguro y sólido,
sobre nieve vieja y asentada.
-Estaban
esperando la indicación por e Talkie, lo que acaba de hacer Pierre. Vale, ahí
va la azul.
De los dos termos que llevo uno es té caliente con
complementos vitamínicos, para calentar y reanimar. Se lo paso a los tres que
están sentados mirándonos como fantasmas. Terminan con el termo enseguida, y
eso que está bien caliente. Les indico que el otro está en la mochila de
Pierre; ellos asienten pero no se mueven; es normal, tardarán algo en
reaccionar.
Me acerco a Víktor con el termo que además tiene
añadido antiinflamatorio y calmante para el dolor, algo así como la poción
mágica de Asterix y Obélix, tal como lo describió ayer Pierre.
-Tienes que
beber esto, Víktor. –Nada ni se inmuta.
-Víktor,
cariño, tienes que beber esto. –Tampoco, ni diciéndolo amablemente.
-¡Bébete
esto, cojones! –Y tampoco diciéndolo en “borde”. Deberé recurrir a la
contraseña.
-¡Yurchenko!
–Y abre los ojos, azules y grandes, mirándome directamente, sin pestañear.
Dispongo de unos diez segundos así que le enchufo el
termo a la boca, a la vez que le ordeno que se lo beba, -¡YA!-. Mientras tanto
le explico el plan.
-Te vamos a
atar y bajar. Bebe algo más y vuelve a tu refugio, te llamaré cuando
necesitemos algo más de ti. Buenas noches.
Ha bebido poco al principio pero luego, cuando se ha
dado cuenta de lo que estaba haciendo ha bebido bastante; ha alejado el termo
de la boca con un movimiento del labio y en el mismo momento ha debido de
apagar el interruptor.
- Oye Tanya,
¿Seguro que éste no es pariente tuyo? ¿Algún primo o así?
-No, es hijo
de unos amigos de mis padres, de mi misma edad, hasta del mismo día.
Coincidieron en el hospital.
-Sí, claro,
con el mismo pelo rojo difícil de domar, los mismos ojos azules y los mismos
modales salvajes que tú. Ya me gustaría conocer vuestros ADNs para contrastar
las posibles coincidencias.
-¡Joder
Héctor! Deja tus investigaciones para cuando estemos abajo. ¿Es que no tenemos bastantes
preocupaciones ya?
Y es en ese momento cuando escuchamos una detonación y
seguidamente notamos una ligera vibración en el suelo. Mucho ruido pero poco
movimiento.
-Demasiado
alto y con poco efecto. Van a por la segunda descarga. –Apunta Tanya.
-El refrán
dice “a la tercera la vencida”, que sigan con la traca final.
En menos de un minuto vuelve a sonar otro petardo,
menor sonido pero ésta vez notamos un buen meneo bajo nuestros pies. Meneo tras
el que sentimos un siseo o runruneo, la nieve que va desplazándose ladera
abajo.
Salgo por el túnel hacia el orificio de entrada, me
asomo y echo un vistazo a la pendiente. Se ha ido afirmando el día y la niebla
casi ha desaparecido. Efectivamente, algo más abajo de nosotros se ha cortado
la parte superior de la nieva y ha descendido varios centenares de metros
cuesta abajo. Una capa pequeña de poco más de treinta centímetros, pero que ha
limpiado el camino de la última nieve, la que podía ser peligrosa, la que podía
venírsenos encima al bajar.
Según estoy observando, oigo otro disparo y veo
ascender la carga, gracias a la estela. La parábola deja la carga casi sobre la
nieve, donde explota. Esta vez el sonido lo he sentido más fuerte, no estaba
dentro de la gruta. No pasa nada, el suelo vibra pero la nieve parece fijada a
la ladera.
-La segunda
carga ha sido buena, y la tercera también pero ya no hace falta más. No más
disparos. –Indico en inglés por el Talkie.
-Desde abajo
piden que lo confirmemos con una bengala roja. –Me dice Tanya.
Entro en la gruta, llego hasta la mochila de Pierre y
con las prisas casi se me olvida la bengala. Cojo una. ¡Ésta no Héctor!, oigo
decir a mi otro yo. ¡La roja tonto! ¡Es que estás un poco atropellado tío!
Salgo, cargo, apunto al cielo, disparo y sale una
bengala que va dejando una estela roja, intensa, que el viento va disolviendo.
-O.K. podéis
bajar cuando queráis. –Me apunta Tanya.
-Primero tenemos que organizar la timba, aquí abajo. Son las nueve,
necesitaremos media hora por lo menos
para los preparativos, si queréis podéis dejar descansar a ese pájaro ruidoso,
o dar un paseo. Estaremos ocupados hasta entonces. Si hace falta os llamaremos,
parece que los sistemas de comunicación funcionan correctamente.
-Me dice Igor
que de acuerdo, hasta dentro de media hora. Los de abajo os siguen con los
prismáticos, la visibilidad es buena. El motero comienza ya con la huella.
Hasta pronto.
Mientras esperamos que el guía, Ivan, y el ayudante,
Mijail, vayan reaccionando, vamos organizando el tinglado. Pierre monta el
seguro, dos picas para nieve, a la salida de la gruta, yo voy colocando los
arneses a Ivan y Mijail, han comenzado a moverse, reaccionan. Terminamos casi a
la vez.
A continuación, mientras Pierre va montando las
cuerdas, atando a los dos que parecen estar algo más despejados, adecentándoles
la ropa y poniéndoles guantes secos, yo comienzo con Víktor.
Voy colocando la férula para la rodilla y pierna,
listones y varillas para los pies y brazos, que voy asegurando con cinta
americana. El entablillado lo completo con un pedazo de la lona de la tienda de
campaña y lo reafirmo dando vueltas alrededor de todo su cuerpo. Únicamente
dejo que pueda mover el brazo izquierdo, aunque lo dejo dentro de la lona.
Parece una momia.
Luego voy a donde está Aleksei, lo envuelvo en otro
pedazo de lona, lo aseguro con más cinta americana, le doy un par de vueltas
con un cordino y preparo una vaga para arrastrarlo.
Llamo a Pierre y entre los dos vamos arrastrando el
cuerpo hacia la boca de salida. En ella, hacemos un hueco en el costado que da
a la ladera y lo colocamos en él. Lo aseguramos con dos de los piolets que
ellos han traído.
Esto da tiempo a que los otros dos vayan entonando un
poco el cuerpo, el efecto de la bebida está comenzando a notarse ahora ya
notablemente.
-Hemos
decidido dejar el cuerpo de Aleksei en la gruta. Dejaremos algún indicador
visible. No nos queremos arriesgar a tardar más de lo necesario en la bajada.
Comunícaselo por favor a Igor. –Le digo a Tanya en castellano por el Talkie. No
sé si me puede captar mentalmente.
-Hemos
pensado lo mismo. De acuerdo, en quince minutos volveremos a estar sobre
vosotros.
Nos movemos en el túnel, ésta vez entre todos vamos
haciendo avanzar a Víktor hacia la salida. Lo tenemos casi todo listo. Ponemos
un piolet en la parte exterior con un trozo de tela y un cordino como marcador
de donde dejamos a Aleksei. Todo parece dispuesto.
-Propongo
otra ración de líquido aquí, antes de salir al frío, ¿Te parece Pierre?
-Tendrás que
sacar el termo de tu mochila, en el mío casi no queda. He bebido yo también.
-De eso nada.
He metido en tu mochila el termo que se te había olvidado.
-¡Así que era
eso! No entendía por qué la he encontrado tan revuelta. Había dejado el termo
fuera para quitar un kilo del peso. Sois un peligro, vosotros dos.
Rebusca en su mochila y saca el termo perdido, bebemos
los cuatro y lo terminamos. Queda otro entero en mi mochila y algo del termo de
Víktor. El último trago.
Mientras Pierre procede a encordar a Ivan, el guía, me
acerco a Víktor con la intención de hacer lo mismo con él, despertarlo lo
suficiente para que beba, su cuerpo va a necesitar energía ahí fuera.
-Déjalo
Héctor, así estará bien. Protégelo del frío y los golpes y vale. Con los
despertares puede perder el estado actual. Cuento menos lo despertemos mejor.
-¡Joder
Tanya, no me he dado cuenta de que estabas en antena! ¿Dónde estáis?
-Estabas
concentrado en el rescate. Volvemos a vosotros desde la ladera norte, llegamos
en dos minutos.
Vuelvo a la boca de salida y me encuentro a Pierre
atado a una de las cuerdas, en la que al otro extremo se encuentra encordado
Ivan. Éste está asegurado a una de las picas de aluminio, de un descendedor
(Jumard) colocado en la otra estaca Ivan asegura a Pierre.
El siguiente en la cordada es Mijail, que se está
atando en éste momento, luego, atado a éste irá Víktor, y por último saldré yo.
-Voy bajando,
tú encárgate de lo de arriba, a éstos ya les he explicado el procedimiento, lo
debieran saber pero no sé si están lo suficientemente despiertos. Luego vamos a
necesitar que lo estén. Me voy.
Le elevo la mano confirmando y comienza a bajar. Muy
despacio al comienzo pero incrementando poco a poco el ritmo. Hasta que Iván no
le da la cuerda a suficiente velocidad. En una de esas se queda casi colgando.
Ha servido para probar el anclaje, que parece funcionar.
Él con las tablas tiene relativamente fácil ir en
diagonal, no caer directamente en la vertical, el problema será el cómo lo
podrán seguir en diagonal sin salir de la huella los que van andando o
sentados. Lo veremos pronto.
Una vez cubiertos más de veinte metros de cuerda
Pierre se detiene, pisotea la nieve y clava otras dos picas para montar la
reunión.
De un silbido nos informa que puede ir bajando Ivan.
Éste, saca el jumard del anclaje y pasa la otra cuerda por él. Ahora quien está
colgando del jumard es Ivan y quien lo asegura es Mijail.
La atención que precisan estas maniobras hace que los
rescatados vayan despertando algo de su estado casi de shock en que los hemos
encontrado. También se les nota con algo de fuerza, los dos termos han hecho
efecto.
Nos concentramos en la bajada de
Ivan, nos toca esperar. Serán eso de las diez. Qué rápido pasa el tiempo cuando
lo necesitas.
Baja entre andando y apoyando el culo. Tres pasos con
los talones y una bajadita con el culo.
Tiene puestos los crampones pero creo que ha sido
peor, se llenan de nieve a la primera pisada y aunque dispongan de anti-zueco,
da lo mismo, la nieve no se desprende; pero va atado.
Le cuesta mantener la diagonal, el peso lo lleva
directo hacia abajo. Pierre se da cuanta y va tensando un poco la cuerda, y con
ello lo lleva hacia él. La huella de ahora, después de pasar Ivan, es más
profunda que la que han dejado las tablas de Pierre. Mejor para los demás.
Ivan llega a la reunión. Mientras Pierre asegura a
Ivan, va sacando una de las picas para montar la reunión de abajo, aquí vale
con una. Mientras tanto Mijail pasa a la parte inferior de la reunión y yo tomo
su lugar. Para cuando termino veo que Pierre ha realizado otro largo, esta vez
ha apurado el largo de la cuerda. La fase de prueba ha sido superada.
Iván va tensando la cuerda de Mijail mientras yo lo
aseguro desde arriba. Éste va más rápido que Ivan, la huella se nota, también
puede haberse recuperado algo más o, también, puede que economice energía
haciendo los movimientos justos; se le nota las horas invertidas en la montaña.
Experiencia. En cuanto veo que está llegado a la reunión comienzo con la
manipulación del cuerpo de Víktor. Es una carga que nos va a costar dirigir.
Pierre indica que por su parte está todo dispuesto.
Mijail no puede hacer dos cosas a la vez así que decidimos que vaya tensando de
Víktor, a quien voy dando cuerda. Mientras tanto que Ivan se quede esperando,
mejor si no nos separamos demasiado.
Esta vez Mijail debe tensar bastante a menudo la
cuerda para que el bulto de Víktor no salga de la huella. Despacio, pero sin
parar, va completando el largo. Llega, Mijail lo asegura y Pierre espera a que
yo les lleve la pica que debemos reutilizar.
Me aseguro al piolet y trato de sacar la pica, que se
resiste. Suelto la atadura de uno de los esquís y le doy unas cuantas patadas a
la puta pica. No me acordaba del frío de los dedos de los pies y me da casi un
desmayo con el dolor que me he provocado golpeando. No es mala señal que duela,
pero podía doler menos. ¿No?
-Estás hecho
un quejica, cariño.
Vamos a dejarlo, mejor no contesto, que bastante tengo
con esto.
Me cuesta volver a ponerme la tabla pero he conseguido
dos cosas, aflojar la pica y reanimar algo el pie derecho. Ahora, haciendo un
poco de palanca, la pica sale, la coloco de través en el exterior de la
mochila, me pongo la mochila, grito a Mijail para que vaya recogiendo la cuerda
y me dejo deslizar para abajo.
No puedo bajar por la huella así que lo hago a su
lado, por la parte inferior. En un boleo estoy con Mijail, al que paso la pica para que
se la lleve a Pierre. Primer largo completado. Las 10:30.
Comenzamos otro ciclo, tan solo hemos bajado quince
metros en altura, nos pueden dar las uvas; esperemos que tras la primera bajada
las demás sean más rápidas, y esperemos también que no debamos hacer muchas
padas para descansar.
En adelante todo va a ser repetir lo anterior, con el
peligro de poder descuidar la atención.
Y el primero soy yo en despistarme, la cabeza se me va
a pensar en lo del refugio mental, si no te llaman ¿Cómo sabes cuándo
despertar? ¿Sabes la hora?
-Tú a lo tuyo
Héctor, ya trataremos estas cuestiones en otro momento. -¿Será la voz de mi
conciencia?
La frase de Tanya me devuelve a la realizad y al frío
de los pies. Mijail me espera para tensar a Víktor. Otra vez a desenterrar la
pica, que también está agarrotada pero menos así que tirando de brazos y con
unos meneos laterales sale.
Voy descendiendo otra vez paralelo a la huella. Sin
problemas. Otra vez en la reunión, esta vez procuro no despistarme. Miro para
arriba y veo el helicóptero muy lejos; no me hago una idea de la distancia pero
me parece mucha, y sigo manteniendo el contacto con Tanya.
-Estamos
haciendo una prueba, quiero saber hasta cuánto nos podemos separar manteniendo
la conexión. No pensaba yo tampoco que pudiéramos conseguir éste alcance. Igor
nos felicita.
Esta vez la que me ha despistado ha sido ella.
Me pongo a hacer cálculos para tener una idea de los que
nos pueda costar.
No conseguimos solapar muchos desplazamientos, siempre
tenemos que asegurar a alguien, así que tardamos la suma de cada uno de los
cinco mas el tiempo que nos llevan las reuniones.
En el primero de los largos hemos invertido casi media
hora. A esta velocidad no llegamos hoy.
En los siguientes, vamos apurando tiempos, tanto en
bajar como en las transiciones.
Cuando hemos hecho la cuarta han sido quince minutos.
A esta velocidad y sin paradas vamos a necesitar 8 horas para bajar mil metros.
No vale, debemos hacer algo más.
Le digo a Pierre por el Talkie que debemos limar
tiempo de algún modo, debemos ir más rápido.
-Parece que
la nieve es homogénea y no vamos a encontrar sorpresas, si la moto de nieve
llega lo suficiente podremos bajar más en vertical, por lo que vamos a tardar
mucho menos.
-Vale, espero
a que te decidas a eliminar alguna pica, tengo el brazo calentito del esfuerzo
al recuperarlas.
-Dos largos y
te digo algo.-Dos largos que se me van a hacer interminables.
Creo que Pierre ha decidido que la nieve es noble y el
grado de compactación regular. Se ha parado y me comenta por el Talkie.
-Cambiamos el
plan. Una pica al comienzo y otra al final. Los seguros intermedios los hacemos
pisando sobre el piolet que lo atamos al arnés. Además, voy a disminuir la
diagonal, nos hace perder tiempo y esfuerzo. Os espero aquí, bebemos algo y
continuamos.
A las 12:00 estamos bebiendo,
retocando las ataduras y apurando las cuerdas para ampliar la distancia de bajada y montar menos reuniones. Diez
minutos y volvemos a bajar.
Esta vez baja Pierre y cuando termina la cuerda clava
el piolet y llama a Iván. Éste baja sin problemas, casi sentado, llega a la
reunión, Pierre saca su Piolet y quien lo mete en el orificio es Iván. Mientras
baja Mijail lo hace también Pierre, y yo a la vez voy soltando cuerda a Víktor,
mientras no salga de la huella no me hace falta la ayuda de Mijail.
Todo un éxito, cinco minutos para una bajada de 30
metros en desnivel. Esto ya es otra cosa.
A las 14:30 estamos a tiro de piedra
de Fiódor Yermólov, alias “El Motero”. A un tiro de piedra de más de 300 metros en desnivel y algo alejados en
vertical, debemos hacer algo más en diagonal si es que él no sigue avanzando.
Estará, calculo, a la cota 1.500m, lo que tenía
previsto como dentro de lo posible.
Última parada; terminamos lo poco de comida y bebida
que nos queda, creo que vamos justos de fuerzas, todos, y no sé cómo estará
Víktor. Da igual lo que me haya dicho antes Tanya, lo voy a despertar. Saco el
termo de la mochila para no perder el tiempo y lo tengo listo para darle de
beber antes de realizar la llamada.
-¡¡¡Yurchenko!!!
-Te estaba
esperando. ¿Cuánto falta? ¡Voy jodido!
- ¡Bebe todo
lo que puedas, de prisa!
Mientras bebe le comento que en una media hora lo
montaremos en una moto de nieve y luego en un helicóptero, directo a
Petropavlov.
-Una hora y
estarás en el Hospital. ¡Ánimo! No nos vayas a fallar ahora. ¡Solo una hora!
-¿Con quién
has venido?
-¡Con Tanya!.
-¿Con Tan….?
Observo un ligero brillo en sus ojos y veo que la
conexión ha terminado. Ya tiene tema si quiere estar ocupado, cavilando.
En los últimos largos me he dedicado a fondo y aparte
de cansarme he sudado demasiado, tengo la ropa mojada y me está entrando frío
en el cuerpo, lo que es normal. Se acabaron las paradas, en adelante debo estar
en movimiento para no enfriarme. El tiempo parece que está más tolerable, aquí
apenas hace viento y el sol está trabajando, no bajará mucho de los cero
grados.
Parece que lo que nos hemos metido en el cuerpo
funciona, de momento el beber algo caliente te reanima, la glucosa y demás
nutrientes que tenía la bebida comenzarán a hacer efecto en minutos así que
vamos para abajo, a toda pastilla.
En media hora estamos llegando a la moto de Fiódor. Son las 15:00 hemos tardado más de seis horas en bajar casi 1.660
metros. Esquiando solos Pierre y yo lo hubiéramos hecho en 15 minutos, parando
a sacar fotos. ¡Cómo cambian las cosas a veces! Así es la montaña.
No perdemos el tiempo en saludos. Montamos, mejor
dicho atamos como podemos a Víktor a la moto, sentado, orientado hacia atrás y
bien amarrado a los soportes anti vuelco. Salen muy despacio, en marcha atrás,
en la huella en la que ha llegado.
A los pocos metros comienza a tascarse, cosa que arregla
con unas maniobras hacia delante y atrás pero no es la solución, se sigue
atascando de vez en cuando, demasiado de vez en cuando; con ésta cantidad de
nieve el bajar marcha atrás es casi impracticable. Sigue así un par de tramos
más, hasta que en uno de los atascos la nieve del lado del vacío, de abajo, va
cediendo, con peligro de volcar. A quienes les va a dar un vuelco es a
nosotros, el corazón.
Fiódor reacciona rápidamente, mete la marcha de
avance, gira la moto hacia la izquierda, hacia la pendiente y allá se va,
pendiente abajo, en línea recta, nada de ir en diagonal. El haber liberado la
nieve más ligera de la superficie con las detonaciones le permite controlar
algo mejor la moto, la nieve de ahora es un poco más sólida. Lo que debe
conseguir ahora es no embalarse.
Va dejando deslizar la moto frenando únicamente lo
justo y acelerando algo, muy poco, para corregir la dirección cuando escora.
Muy bueno Fiódor. El tío es muy bueno.
Nos hemos quedado los cuatro mirando como tontos.
Cuando enfila hacia el camino que ha abierto en la subida ya está lejos de
nosotros y reaccionamos; hay que reanudar la marcha. Nuevo reajuste en la
cordada. En adelante vamos a bajar sin picas ni piolets, la nieve está algo más
segura, asentada, y la pendiente ha bajado algo, bastante. Bajamos los cuatro
atados, a la máxima longitud de la cuerda y el piolet en la mano dispuesto para
usarlo en el momento en que alguien se caiga. En ensamble.
En media hora llegamos hasta donde han llegado el
resto de las motos de nieve, han seguido la huella de Fiódor. Ayudan a Igor y
Mijail a montarse en ellas. Literalmente se caen sobre ellas, están extenuados.
En sus rostros se reflejaba un cansancio terrible, los ojos hundidos con la
mirada en el vacío, lejos, la cara blanca, pálida, y una respiración muy
rápida.
Menos mal que Pierre y yo estamos algo mejor. Yo estoy
a punto de congelarme, por el sudor, y luego está lo de los dedos de los pies.
Hace horas que no los siento.
Pierre aprovecha y se pone a esquiar en plan pijo,
buscando la nieve más suelta y marcándose unos cuantos “gusanitos”. ¡Qué
cabrón! Bueno, en algo se tiene que notar que trabaja de monitor de esquí, yo a
su lado soy un aficionado.
No le sigo, voy buscando una pendiente en la que
mantenga la velocidad, sin girar, unas pequeñas olas; voy cogiendo velocidad y
cuando ya es suficiente giro un poco hacia la montaña, de modo que la velocidad
desciende, y vuelta a empezar. El recurso de cuando no puedes ni con el culo.
Parece que lo hagas queriendo pero la verdad es que no puedes hacer otra cosa.
Debe parecer que Pierre y yo estamos bien porque nadie
del campamento viene a buscarnos, nos ignoran hasta por el Talkie, pero yo debo
hacer paradas para respirar, relajar los cuádriceps y tranquilizarme. Tengo la
adrenalina que me sale por las orejas. Lo de mantener el frenético ritmo de
trabajo para llegar antes del anochecer ha sido muy duro. Los demás se han
limitado a obedecer pero tanto Pierre como yo hemos tenido mucha presión.
Dejo que siga Pierre disfrutando de la bajada, y de
paso que vaya el primero, si se confunde y tiene que rectificar, subiendo,
tendré tiempo de corregir sin remontar.
Pasamos la última zona donde converge la ladera oeste
del “Camello” y la pendiente remite notablemente, entonces Pierre deja de hacer
florituras y se lanza recto hacia el campamento, no debe perder más altura. Al
ver que no debe recular le sigo, esta vez por su huella.
Al llegar a la última ladera, que acaba en el
campamento, mantiene un poco de altura y se marca una serie de gusanitos.
-Dejando tu
firma ¿no? –Le digo.
-No me he
podido reprimir, tanto control y derrape me estaban dejando con las ganas.
-Yo no puedo,
estoy muerto: Con llegar me vale.
Hace un buen rato que no siento a Tanya; miro hacia el
cielo y no veo el helicóptero. ¿Estará en Paratunka?
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