Ahora tengo todo lo
necesario para contactar con Tanya.
Número de teléfono, de la
casa y de su móvil, dirección del Skype, correo electrónico, modo de
localizarla en Facebook; creo que todo.
Las primeras conversaciones fueron
de tanteo, en realidad solo hablamos una vez en Babia, unos quince minutos, con
un cigarrillo de por medio, lo demás fué mental.
Por lo visto tenemos un
acuerdo no tratado, ninguno lo hemos querido plantear, no tocamos el tema
principal de nuestra relación, la contactitis. Enfermedad o habilidad.
Por mi parte me da reparo
hacerlo por medios como el teléfono y el ordenador; quizá son las películas de
espías o las series de la televisión pero aunque a mí me parezca ciencia
ficción, parece como si te pudieran controlar todo.
Por si acaso no he tocado el
tema, y ella tampoco, así que hablamos de temas superficiales. Si es que nos
controlan seguro que se han dado cuenta de que lo que pillan no les vale de
nada, eso sí, no sé cómo evitar el que sepan cuando vayamos a quedar.
De momento voy planeando un
fin de semana con ella, cuando pueda tener libre, y dar un paseo por el monte,
o lo que ella proponga. Le he planteado un paseo por la nieve, con raquetas.
Me emplaza a un sábado hacia
mediados de febrero, sin definir.
Para prevenir y no pasarme
en el recorrido le pregunto por su estado de forma, las condiciones físicas
para unas horas de monte. Me contesta que sale a correr una hora casi todas las
mañanas. Bueno, eso ya está bien, solo que lo que pretendo no es una hora a
tope sino cuatro a menor ritmo, y eso hay que entrenarlo; le propongo que haga prueba
para conocer con qué se va a enfrentar.
A los días me contesta. Va a
hacer una salida de monte con su jefe y cuadrilla, de prueba, una mañanera de
más de cuatro horas y bastante desnivel acumulado, más de 600m (a eso le dicen
bastante); bueno, es una prueba.
Para ella va a ser pan
comido, un paseo por el monte con unos “cuarentones tripudos”; menos mal que no
le oyen.
A los días me comenta que
estuvo bien la prueba. La primera hora se aburrió, para ella era ir a cámara
lenta. La segunda fue mejor. La tercera terminó cansándose y la cuarta le tocó
sufrir. No se lo esperaba.
Me reconoció que, aunque
está en forma, lo de pasar de cuatro horas hay que entrenarlo. Ya lo sabía yo,
por eso lo de las cuatro horas, es el límite a salvar para pasar de paseos de
montaña a marchas de montaña, el ecuador del montañero.
Me he fijado que en los últimos correos aparece
escrita una frase de un modo tal que me ha llamado la atención, pone una coma
de separación en un lugar donde no hace falta y me lleva a pensar que algo así sería
lo que haría yo para llamar la atención si quisiera decir algo a escondidas,
para quien lo pueda entender.
Escribe relativamente bien en castellano para el
tiempo que lleva aquí. La parte que se me hace rara de lo que dice es: ”…el
domingo por la tarde, tengo que estudiar para preparar un examen...”
Es la tercera vez que me lo dice y en todas separa la
primera parte con la coma; para mí que me está citando para el domingo por la
tarde, y esto añadido al último correo donde no aparece la frase pero me indica
la hora, hace que deba ser verdad.
Dentro de lo del día del monte, que ya me contó,
aparece lo de la hora de la verdad” de los montañeros. Esto en medio de una
frase de sus carreras mañaneras tiene el parecido de un huevo con una una
castaña, redondeados y entran en la mano, pero nada más.
El mensaje en plan jeroglífico parece ser “El domingo
a las cuatro”, me voy a arriesgar a elegir la tarde, lo de la mañana me parece
demasiado raro.
Tampoco voy a perder mucho, una tarde de domingo. O
sea, pasado mañana.
He localizado su dirección en Google y tengo el plano
de su calle y alrededores; he programado el navegador así que el domingo al
medio día salgo para Santander.
Salgo intrigado por dos motivos, si habré acertado en
la interpretación y por estar con ella, en real, en vivo y en directo. ¡Suerte
Héctor!.
Para las cuatro menos cuarto aparco el coche a un par
de manzanas de su casa, ante la que he pasado varias de veces. No he notado
nada intrigante. Ahora el que vigila soy yo.
Veo un Café-Bar pequeño y coqueto en la manzana que
queda en diagonal con la entrada de su casa, el lugar ideal de vigilancia, si
hay alguno de los otros estará a mi lado pero no creo que sea posible, solo
está el camarero, los parroquianos no tardarán en llegar.
Mientras espero me tomo un cortado, si tenía nervios
ahora tendré más.
Son las cuatro en punto y envío un SMS con el texto
“H-ya”. Y espero, como una estatua, rígido, conteniendo la respiración hasta
que me doy cuenta y respiro. Tengo la mirada clavada en la puerta de su casa,
pero no tengo que esperar ni un minuto, la puerta se abre y ella aparece. Me
despido del camarero y salgo a la acera, me dejo ver y ella me ve. Sonríe.
Comienzo a andar, tranquilamente, en dirección
opuesta, por mi acera. Ella toma la misma orientación pero por su acera y con
algo de prisa, como quien llega tarde. En tres minutos hemos dado la vuelta
cada uno a su manzana, en plan despiste, menos mal que los despistados no hemos
sido nosotros, y estamos uno frente al otro, con una calle de por medio.
Sin dudarlo cruzo hacia su lado. ¡Qué nervios!
Nos saludamos efusiva, delicada y educadamente, nos
miramos a los ojos y sonreímos, debemos tener cada uno de los dos una cara de
tonto de las de verdad.
Le comento en plan telegrama lo que me relató su
hermana, así que ahora me toca el turno a mí.
He querido resumir pero no debo haberlo conseguido, le
he metido una chapa de media hora, por no haberlo traído preparado; aunque si
lo hubiese traído quizá hubiera sido peor. ¿Quién sabe?
Esto lo hemos hecho hablando, como los mortales, en
adelante cambiamos a comunicarnos por conexión y damos paso a hablar del
presente y del futuro.
Hemos comenzado una relación, de modo irregular, y
vamos a establecer unos acuerdos.
Hacemos una declaración de intenciones de no agresión,
de ayuda, confianza, no debemos dar nada por sentado sin la versión del otro.
Un Pacto de Amistad. Un buen comienzo. Muy racional.
Paseamos de la mano sin darnos cuenta de nada, ni del
frío, porque a esta hora la sombra impera entre calles y casas. Establecemos un
tipo de claves y señales para poder camuflarlas en los correos. Nada
matemático, cuestiones de imaginación por medio de situaciones que solo
conocemos nosotros, como lo de la hora de los montañeros, solo que eso ya lo
teníamos por escrito en otro correo anterior; no se darían cuenta, si es que
intervienen el correo, algo de lo que Tanya está segura. Mis sospechas eran
fundadas.
Al final acordamos la logística del fin de semana en
el Piri. El viernes que viene a las cuatro de la tarde cerca de donde nos encontramos
ahora, a cinco manzanas, el lugar idóneo para salir pitando. El sábado debe
estar en casa antes de las ocho, de la tarde.
Un beso que me sabe a gloria y de vuelta para casa,
con una cara de tonto que la noto hasta yo y una sonrisa de oreja a oreja.
Ya por el camino me viene a la cabeza ,y repaso, la
información que sobre las conexiones me ha facilitado Tanya. En especial las
cuestiones que debemos, que debo, tener en cuenta.
Esto que nos pasa, el tener eso que algunos le llaman
“don”, tiene alguna ventaja, pero sobretodo tiene muchos inconvenientes. Los
conectantes somos gente muy, pero que muy buscada.
Esos poderes, especiales, se utilizan para cualquier
cosa, el bien, el regular o el mal.
Esas personas, nosotros, son agentes de campo que
trabajan de incógnito, y lo más buscado son las parejas de conectantes,
aquellas que se compenetran, que se entienden a la perfección ya sin tener que
usar los poderes; son la pareja de espías perfecta.
Unos los buscan para que trabajen para sus fines,
otros, cuando no lo consiguen, para terminar con ellos. Una vez fichados los
utilizan para el espionaje, sea policial, político o industrial.
Interesantísimos para los grupos mafiosos, para las organizaciones masónicas, y
un larguísimo etcétera.
El riesgo que corremos es elevado, les interesamos a
todo tipo de entidades, todos necesitan contar con este tipo de personas, que
se puedan comunicar a distancia sin instrumentos, el espía o infiltrado
perfecto. No hay técnica, electrónica, de por medio.
Debido a ello, todos terminamos cayendo en alguna de
las organizaciones, porque la otra alternativa es que te eliminen, es cuestión
de tiempo. Irás con ellos queriendo o a la fuerza.
“Lo importante, y en este momento especialmente para
ti, es ir desarrollando un escudo protector, para que no te descubran sin estar
preparado”, eso que me ha dicho Tanya me ha preocupado.
Dentro de las habilidades conectivas hay clases,
niveles, grados, de los que algunos conozco.
Emisores,
receptores, emisor-receptores como nosotros.
Quienes
detectan a distancias insospechadas.
Diferentes
grados en invisibilidad. Quienes pueden pasar como normales.
Todo esto se puede desarrollar, llegando cada uno a
sus límites.
La cuestión de quiénes lo poseen y el porqué es algo
que está por resolver; hay teorías pero ninguna definitiva. Es la respuesta del
millón, conocer el porqué y el como para poder trabajar sobre ello. De momento
sigue siendo un misterio. Si alguien lo supiera estaría creando ya un ejército
de conectantes, y no es este el caso.
Algunas conclusiones seguras son:
.- Hay pocas personas como nosotros en el mundo.
.- Entre ellas hay muy pocas que sean realmente buenas
en ello.
.- Tan solo se especula sobre una docena de “parejas
perfectas”.
.- A veces aparece en edades tempranas y, normalmente
a los pocos años desaparece.
.- Otras, menos frecuente, aparece a edades adultas y
luego también desaparece.
.- Muy raras veces, como en mi caso, aparece en la
madurez y luego perdura.
El que te localicen es difícil, normalmente es una
coincidencia, el lugar inadecuado en el momento inoportuno, las posibilidades
son remotas, pero es muy peligroso.
Es peligroso porque somos muy apetecibles para cumplir
misiones en cualquier organización.
Te intentan fichar como adepto. Si te haces de ellos,
convencido, te compran, pero vigilan porque no se fían de ti, no sea que los
vayas a traicionar. Si no lo consiguen de éste modo, te esclavizan, o como
quieras llamarle, te chantajean o mantienen bajo amenazas, como las mafias,
utilizando para ello lo que suele surtir más efecto, amenazar a tu familia.
Pero donde verdaderamente es importante tener suerte
es cuando te detecten, cuando te detecten por primera vez.
Depende de cuál sea la sea la organización dependerá
el cómo va a ser en adelante tu futuro
Si vas a trabajar para un bando u otro porque, eso sí,
no vas a poder desaparecer, vas a formar parte de la “lista” de ese grupo. Son
listas secretas pero hoy día, y precisamente con gente como nosotros, ¿cómo de
seguros pueden ser los secretos?
Normalmente no se suelen solapar las facciones de
conectantes, no ocupan las mismas áreas, zonas, territorios. Pueden cruzarse y
saludarse o ignorarse pero no tratan de mezclarse; mejor esquivar y huir, salir
de inmediato de su alcance, no sea que sea de una facción opuesta. Puede ser
afín, contraria o, pocas veces, sin trascendencia pero no lo vas a conocer
hasta que sea tarde.
Cada grupo cuida de los suyos y se protege de los
ajenos; los protege o los “limpia”, es el mundo de los espías.
-Y tú en
especial debes tener cuidado, porque tienes pinta de ser uno de los “muy”
buenos. –Me ha dicho Tanya. Un piropo con problemática posterior.
Recuerdo casi de memoria sus comentarios.
-Si es verdad,
cosa de la que estoy segura, que tus habilidades o poderes te aparecieron hace
muy poco, y de repente, y que, aparte del sueño, los utilizaste por primera vez
en Babia, lo que hiciste denota un elevado nivel de control sobre ellos, suele
ser algo que comienza en bruto y hay que depurarlo. Tienes un nivel
impresionante para una ser persona no instruida.
No conocemos a nadie con ese nivel que no haya
necesitado de meses de formación, teórica y práctica. Tú te diste cuenta de
todo, de las características y posibilidades, y conseguiste un nivel de control
y camuflaje excelentes. Mediante un método sencillo y elemental, básico pero,
sobre todo, eficaz. Bastante más seguro que el que aprendemos por medio de las
nuevas técnicas, que nos enseñan. Se trata de técnicas más completas y, a su
vez, complejas, con más posibilidades pero bastante difíciles de aprender por
lo que en un momento de debilidad o inesperado te pueden fallar; son válidos
para momentos normales. Si lo trabajas adecuadamente pueden servirte siempre
pero es un nivel para el que hay que trabajar mucho. Creo que me gustan más tus
métodos.
-Todo este
sistema de conexión y aprendizaje de su control y posibilidades tiene una
trayectoria de siglos, y una historia no escrita ni divulgada, secreta. Se ha
conservado por trasmisión generacional, de maestros a discípulos. Has utilizado
cuestiones básicas, de un modo sencillo, intuitivo, y en poco tiempo has
desarrollado habilidades que otros necesitan, necesitamos, muchísimo más, habrá
quienes algunos meses, otros incluso años. Tu potencial nos ha impresionado, a
mí y a mis mentores, porque algo he tenido que informar.
-Volviendo a
lo de antes, ¡importantísimo! Debes estar preparado para cuando te descubran, o
cuando crean que te descubren. Si vas por ahí, por el mundo, y alguien cree que
te descubre por primera vez, o cree que te puede capturar, en muchas ocasiones
querrá hacerlo, en demasiadas. O querrá conocer a qué grupo perteneces, la
mayoría de las veces para dar parte y actualizar las listas de su grupo.
-Siempre es
importante saber a qué organización pertenece ese que acabas de ver, por
seguridad, quizá para hacer algo, o también dejarte en paz. Seguro que lo
consultará si es que sigue el protocolo, activará una alarma de su grupo y
actuará conforme se lo indiquen, ordenen. Estas cuestiones dependen de si eres
de una policía, una ONG, una logia. Se hará el tonto, te ayudará, te seguirá o
incluso te matará según sea el caso; o al menos lo intentará.
-Nos preparan
para esto y nos ayudan a tener varios disfraces, identidades, preparados para
estas posibles situaciones. Si no puedes pasar por invisible deberás presentar
un disfraz, como mínimo hasta que conozcas el origen de tu descubridor, solo
que él estará haciendo lo mismo. Típico caso de recontraespionaje.
-Cuando vas
por la vida, porque puede ser en cualquier situación, es como si tuvieras que
pasar por un control policial no avisado, no programado, y es que cada uno de
nosotros somos un control para los demás conectantes.
Nuestras zonas las tenemos controladas, pero
cualquiera no conocido puede estar de paso, sin saberlo, y la situación será similar.
-Otra de las
cuestiones que deberás memorizar es la base de datos de conectantes, de modo
que puedas identificar a los de tu grupo o a los demás que tu grupo conozca. Hay
organizaciones entre las que nos pasamos información, supongo que no completa,
todos nos guardamos algunos secretos. Esta información incluye el nivel de
habilidades y control de cada uno, dentro de lo que de esto se pueda conocer.
De este modo sabes si puedes estar tranquilo o debes salir en estampida.
-Tú estás en
fase de pesca, por nosotros, y yo soy el cebo. Te lo digo porque es algo que
luego sabrás, y quiero que entre nosotros quede claro.
-Formo parte
de una organización, creo que de las del buen camino, y te quiero en ella. No
quiero decirlo como amenaza pero es que si no te consiguen pasarás a ser un
riesgo.
-Otra cosa,
el asentir queriendo pasar por domesticado sin serlo tiene la dificultad de
tener que estar “siempre” actuando. Piénsatelo porque es cuestión de tiempo,
tarde o temprano dejarás algún resquicio abierto y te delatarás.
-Lo mejor es
tomar cuanto antes una decisión y creértela. Cuando te arrepientas pienso que
deberás hacer lo mismo, decidir sin dudar y cambiar; pasarte a otro bando, es
algo problemático, o desaparecer, esto último bastante difícil, aunque me
gustaría que no fuera imposible. También es verdad que en las “pelis” los
espías nunca se retiran, se quedan como durmientes y los llaman al final del
film, o en capítulos de relleno en las teleseries.
El lunes por la mañana, no se me ha quitado aún la cara
de tonto. Vuelvo a recordarlo todo cada vez que me veo en un espejo. Lo mejor
es lo que siento internamente, lo siento en todo el cuerpo, de los pelos de la
cabeza a las uñas de los dedos de los pies. Soy más alto, más delgado y guapo,
me he quitado diez años de encima. ¡Lo que hace el amor!
Es una semana normal, durante la que estoy intentando
adelantar trabajos para poder ir una semana a Alpes, alguna semana, sin
concretar aún, de mediados de marzo sin problemas de curro. Tengo la suerte de
haber recuperado el tiempo que necesitaba antes, el dedicado a la búsqueda de
Irina.
Estoy más centrado, conozco más lo que me ha sucedido
pero a la vez estoy más preocupado.
Lo que me ha dicho Tanya sobre la repercusión de las
organizaciones para con los conectantes ha hecho que me replantee y me tome en
serio la dedicación a la autoprotección. Debo continuar ejercitándome en el
control de estas nuevas habilidades, y especialmente en hacerme el sueco.
Reconozco los inconvenientes, estoy suficientemente
concienciado y por eso le he comenzado a dedicar un poco de tiempo a la
preparación, ahora que sé que funciona, y lo hago casi a diario, aprovechando
tiempos muertos; además, son ejercicios que puedo compaginar con la vida
normal.
Para informarme sobre estas cuestiones recurrí al
oráculo, al maese Google, al que preguntando por “Control Mental” de ofreció un
abanico de información enorme; una lista de 393.000 resultados en un tiempo de
0,17 segundos.
La semana está pasando despacio, parece que el viernes
no va a llegar nunca. Los días pasan de uno en uno, qué lata, podían ir de dos
en dos, pero por fin llega el día “D”, bueno el V” por lo de Viernes. De
víspera he dejado todo listo, pensando “mañana me voy”, y he repasado el
material más de tres veces, lo mío y lo que llevo para Tanya.
Salgo al medio día, con unas dos horas y media de sobra.
Quiero parar a comer algo por el camino pero no lo estoy haciendo así que me
obligo a parar. “Es que vas a llegar dos horas antes tío”, me digo. Pero no me
convenzo del todo. Llego a Santander media hora antes de lo previsto así que me
dedico a dar una vuelta por los alrededores, mitad turismo y mitad revisión,
por si hay alguna vigilancia inesperada, al final voy a terminar conviviendo
con la paranoia.
A menos cinco aparece Tanya en el lugar concertado con
una bolsa de submarinista, lleva lo necesario para una semana, o más. Me pongo
a reír y ella sonríe mientras se justifica.
-Mira, lo he
repasado varias veces y no puedo quitar nada, todo me parece necesario.
Tenemos casi cuatrocientos kilómetros por delante así
que salimos pitando, quiero llegar para las ocho y media al refugio, hora de la
cena. He llamado para interesarme por el estado de la carretera y me han dicho
que no hay problemas, el asfalto está seco así que aunque hiele no importará.
La predicción del tiempo es de despejado y soleado para tres días; eso sí,
frío.
Por el camino aprovechamos para hablar, aunque poco
vayamos a vocalizar.
Por mi parte paso de vez en cuando a la palabra, para
comparar el grado de comprensión de este sistema del que aún no tengo pillado
el tranquillo.
Le pregunto sobre ella y sus habilidades y esta vez
recibo una explicación con fundamento; la verdad es que no podemos hacer muchas
más cosas, conducir y hablar.
Su padre tenía un buen nivel de conectividad, muy
bueno, en especial en lo referente a la distancia, y un buenísimo control sobre
él, tras muchos años de dedicación y ejercicio.
Por lo visto Tanya debió nacer ya con él, según le
dijo su padre, ella no lo recuerda, se comunicaban cuando era aún un bebé. Vasili
sabía el motivo de los lloros, si hambre, cambio de pañal, dolor de oídos. No
tuvieron que padecer las incertidumbres de los padres primerizos. No había duda
de si tenía frío, calor, sed, o simplemente estaba aburrida y con ganas de
hacerse notar. No conocen a nadie más en la familia que tuviera el don. El
padre de Vasili no le comentó nada al respecto; él no conectaba pero nada le
dijo de sus hermanos, padre o familia anterior. Probablemente supiera algo pero
no lo quiso decir.
Desde bien cría fue su padre quien la formó, a modo de
juego, en el que solo podían jugar los dos; a veces armaban intrigas para hacer
rabiar a su madre. El puesto de su padre en la organización logró que la
dejaran en paz. La tenían controlada pero las indicaciones de su padre les
hacían pensar que su nivel de conectividad era justo, quizá trabajando mucho
pero insuficiente. Y la preparó para pasar casi desapercibida, con un disfraz
de conectiva de bajo nivel. Una vez dispuesta para el engaño, aprovechó para
que la inspeccionaran, con él presente, y sacaron la misma conclusión, mucho
trabajo a dedicar para poca expectativa de resultados. La dejaron estar, iban a
sacar poco rendimiento y molestaría a Vasili, a quien había que mimar.
Aunque Vasili estuviera enrolado en el ejército era
una persona muy humana y bastante religiosa. Agradable, con la sonrisa
dispuesta y ganas de colaborar, fuera en casa, en el trabajo o con los amigos.
Le gustaba la actividad, sentirse vivo.
Militaba en el ejército pero estaba seleccionado en un
grupo de operaciones especiales, eso decía y sería verdad, de no ser así seguro
que hubiera encontrado el camino de dejarlo.
Participaba en misiones de situaciones de riesgo y
personas implicadas, con prisas y sin medios. Terremotos, accidentes,
secuestros. ¡Cuántas no serán las minas donde intervino buscando
supervivientes!
Tanya no está convencida de la muerte de su padre. La
información relativa a la desaparición fue algo chapucera; le achacaron el
secreto militar pero no colaba, había alguna otra cosa detrás.
Esta investigación es un punto pendiente a resolver.
El venir a España debió de pillar por sorpresa al
grupo de Vladivostok. No la tenían en estrecha vigilancia e incurrieron en un
error grave; ella pensaba que lo sabrían y lo permitían, no les dijo nada, para
qué, si lo solían conocer todo. Para cuando se enteraron Tanya llevaba un par
de meses en Donostia.
Conectaron con el grupo principal Hispano y, debido a
la relativa afinidad de objetivos, decidieron permitir el, vamos a llamarlo,
“traslado”.
Entre pitos y flautas, una parada para gasolina, pis y
café y un poco más de charla, esta vez con cuestiones algo más íntimas, va
llegando la noche y nosotros llegamos al refugio de Lizara justo a la hora
estimada. Nos acomodamos en la habitación y para la nueve estamos abajo cenando.
Nos ha tocado un módulo de seis plazas, tres literas
corridas sobre otras tres y coincidimos con un matrimonio con dos adolescentes.
Esta noche va a ser la mar de formal.
Para mañana tengo pensado el recorrido. Ya que voy con
una principiante voy a ir a lo seguro, nada de improvisar, todo conocido y
controlado así que vuelvo al Mesola. ¿Escaso de imaginación Héctor?
El refugio está casi completo, y eso que es viernes,
unas buenas predicciones a tiempo ayudan a hacer planes.
La cena más que correcta, qué nivel para un refugio de
montaña a 1.500m.
Para las diez subimos a preparar lo de mañana; seis
personas deambulando en un espacio reducido estrecha los lazos, espero no meter
en mi mochila las cosas de otro. Repaso al material y prontito a la litera;
estamos en las literas inferiores y nos toca dormir junto al padre, tenemos un
guarda jurado vigilando el sueño.
Nos quedamos dormidos abrazados, sin cuchichear, no
hace falta.
He puesto el despertador del reloj de muñeca, para
nada, siempre me pasa lo mismo, tengo el brazo debajo de la almohada y no lo
oigo así que a las siete, tarde para mi gusto, despierto a Tanya, que duerme
como un tronco, con un pequeño zarandeo, suave al comienzo pero que no me queda
otro remedio que ir in crescendo.
Bajamos a desayunar, los primeros, los primeros en desayunar, hay quien no ha
esperado al desayuno y ha salido antes de las siete.
Hacemos la comida potente del día, energía, de modo
relajado, que haga bien la digestión y las magdalenas vayan depositándose en
los huecos y recovecos del estómago, despacio, para que no incordien cuesta
arriba.
A las ocho estamos a vueltas de nuevo con la mochila,
el agua, el último viaje al servicio cruzando los dedos para que no me lleve peso
de sobra encima, cuesta arriba, esos pocos gramos que pueden sobrar, el lastre,
y a las ocho y media estamos fuera, forrados de ropa porque hace frío. No hay
ni grados; como que el termómetro indica que faltan ocho. Por suerte no se
aprecia viento. Hago que Tanya se quite, a regañadientes, algo del montón de
capas que lleva puesto.
-En cuanto
andes dos minutos te vas a ahogar, hazme caso.
Al lado del refugio pisamos la nieve y decidimos
comenzar así, directamente con las botas, está bastante compacta; ya pasaremos
a otra cosa cuando haga falta.
Al cabo de una hora de subida hacemos la primera parada
técnica. Un par de tragos de la cantimplora, el Camel-bag lo he dejado no sea
que se congele el agua en el tubo. Estiramos brazos y pies y nos ponemos las
raquetas, la nieve ya es mayor y no te hace gracia hundir uno de tus pies hasta
la ingle.
Tanya va bien, tampoco es que lo de raquetas tenga
mucha técnica, solo que es nuevo y parece que vas como un pato. En dos horas
llegamos a Collado del Bozo y en otra media hora a la cima Petrito. A mí me
hubiera gustado cruzar el collado y girar hacia el norte, hacia el Olivón, pero
vamos a dejarlo por esta vez. El día está espectacular, para el lugar donde
estamos hay relativamente poco viento, ¡que librada!, el sol que a esta hora se
deja notar y gente que nos pisa los talones. Y hacemos hacemos cumbre.
Al resguardo del viento bebemos y comemos algo, poco,
acabamos de desayunar y aún quedará algún trozo de magdalena por ahí, sin
asentar. Aprovecho para darle la chapa sobre la nieve, cuestiones técnicas de
la montaña en invierno, el material, los riesgos y su prevención, esperando,
deseando, que el tema le guste. De momento parece que el frío no le afecta, bueno,
sabiendo de dónde viene tiene motivos para conocerlo.
Dando un rodeo para aprovechar el día volvemos al
refugio a eso de la una, pronto. La verdad es que hemos bajado a toda pastilla,
lo del salir a correr a Tanya se le nota.
Recogemos los bártulos, tomamos un pincho con una
clara y salimos de regreso, esta vez tenemos tiempo de sobra para la vuelta.
Además, quiero llegar descansado porque luego me toca volver a casa, solo.
Paramos en varios lugares por el camino, en plan
relax. Algo de comer en uno, un café en otro, gasolina de nuevo, más de café,
unos paseítos para estirar las piernas, unos roces y achuchones, que el cuerpo
pide caña, y antes de la ocho, la hora fatal de despedida, estamos en Santander.
-¿Cuánto de
lo de la bolsa has utilizado?- Me mira y sonríe.
-Ya iré
aprendiendo, don “perfecto”.
-No, no es
perfecto, es las por veces que me ha pasado.
Y camino de casa me entra un poco de pena, un fin de
semana, que no es fin porque mañana es domingo, muy corto y estresado.
La semana que viene va a ser muy normal, demasiado,
normal.
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