A eso de las siete el avión enciende los motores, que
desde aquí se oyen como si estuvieras montado en ellos, se comienza a mover y
en muy poco tiempo elevamos el vuelo, espero que hacia Vladivostok. Ya iba
siendo hora. Ahora me puedo mover sin miedo a hacer ruido, aquí todo vibra dudo
si el viaje va a ser un masaje o un suplicio. Al menos disfrutaremos de alguna
tranquilidad en la huida. Se me ha olvidado algo de líquido por si tengo sed.
¡Mierda!
-Si me dices
dónde estás te puedo acercar una botella de agua.
-Déjalo, no
la podría coger. Ya te llamaré pidiendo socorro si estoy muy mal, de momento
voy a intentar dormir, estoy reventado. Gracias Tanya.
-Que duermas
bien y sueñes con los angelitos.
-Voy a soñar
con una angelita. De pelo rojo.
-Vale, luego
me lo cuentas aunque intentaré leerte los sueños. Tiene que ser divertido.
Esa es otra putada, habrá sueños que no importen pero
de vez en cuando suelo tener alguno agradable, cuatro al año, y estos
preferiría no compartirlos.
Intento, en vano, encontrar una posición cómoda, lo de
cómoda es un decir; después de un rato llego a decidir la menos incómoda
aprovechando que ahora que no me van a venir a buscar. He bajado hacia la
horizontal, y me quedo a medio camino entre sentado y tumbado, reclinado; puedo
estirar las piernas. He conseguido ponerme sobre la manta y cubrirme algo con
ella. Vaya gimnasia, me habrá costado como un cuarto de hora. Ahora, así
cansado, será más fácil conseguir algún tipo de relajación; desde luego no me
van a interrumpir los ruidos exteriores, los motores lo impiden. Debiera bajar
un poco mi nivel de ansiedad, he terminado bastante acelerado.
Me olvido de la conexión y procuro rememorar los
hechos de hoy; seguro que hay un montón de detalles que se me habrán pasado por
alto. Me concentro en la respiración y escucho el ruido del motor, esto es
inevitable. No es constante, tiene una variación, cíclica, con un pico algo más
sonoro de unos diez segundos, cada cuatro minutos o quizá algo más. Debe ser
cuando coinciden los equilibrados o saltos de algunas partes giratorias, pueden
ser ejes pero me inclino más por los rodamientos.
Con estos pensamientos, el análisis de los motivos,
las conclusiones y algo más que he pensado pero que ahora mismo no recuerdo, me
he dormido, y creo que bastante. No puedo ver la hora y no voy a molestar a Tanya,
que seguro está dormida; ya me avisarán, así que me dejo llevar por si me quedo
dormido otra vez. Y lo hago.
Entre pitos y flautas oigo que las revoluciones de los
motores disminuyen; hemos bajado la velocidad y será que estamos llegando.
-Si Héctor,
aterrizamos en un cuarto de hora.
-¡Qué bien!
He pasado casi todo el viaje dormido, y desconectado de la fuga. Gracias por la
hora pelirroja.
-Creo que
necesitabas dormir un poco; ahora veremos cómo os las arregláis para salir.
Intentaré estar por aquí cerca por si necesitáis algo. Puede que repitan la
historia, en especial si no te han encontrado por allá..
-Vale, espero
tu señal para salir; primero del agujero y luego del aparato. No tengáis prisa,
esperaremos lo que haga falta hasta recibir vuestras indicaciones, o hasta que
se cansen los buscadores.
Son casi las nueve y media de la
noche cuando el aparato termina de moverse y paran completamente los motores. A continuación comienza el
ajetreo de la salida.
Dima y yo hemos acordado quedarnos quietos, ningún
ruido hasta que yo se lo haga saber.
-Creo que
vienen a revisar el aparato. Ahora no puedo volver a entrar para ver qué hacen,
no tengo motivos y hasta podrían sospechar como apunta Igor.
-OK,
esperaremos lo que haga falta; tal como habíamos acordado.
Oigo que alguien ha entrado en el avión pero no sé lo
que pueden estar haciendo, casi no meten ruido, por lo poco que oigo parece
como si fueran de la limpieza.
-Nosotros nos
tenemos que ir. Esperaremos en el exterior del aeropuerto, cerca de la salida.
Ya veremos el modo de avisaros.
-Tranquilos,
nosotros esperamos. Vete diciéndome hacia dónde debemos enfocar en cuanto
bajemos del aparato, la dirección hacia la que menos se nos note.
-Vale, te
sigo hablando hasta que nos perdamos.
Y comienza a describir por dónde pasan y lo que ve en
el camino, con bastante detalle.
-Tanya, me
debes decir hacia qué lado del avión debemos ir si queremos ir corriendo hasta
la valla exterior, la que rodea el aeropuerto. Dónde habrá menos luz y que
estemos a cubierto de las miradas desde el edificio central, desde la torre de
control.
-Es lo que
hemos venido observando. Según sales por la puerta de carga a las dos, treinta
grados, y entonces todo recto. Debéis dejar a vuestra derecha una caseta vieja,
pequeña. Todo eso si es que no mueven el aparato.
-¿Puede haber
alguien por allá observando?
-No lo sé
pero le voy a proponer a Igor el que vayamos a esa zona, desde allá no debemos
tener problemas para conectar. Miraremos desde allá, desde fuera del recinto,
al otro lado de la valla.
-También yo
espero que no sea lejos para conectar, sería una putada.
-Si no
podemos te enviaré un SMS.
-Que sea solo
si me puedo mover, no sea que quiera moverme para alcanzar el teléfono y el
mensaje diga que me esté quieto.
-El plan me
parece adecuado, enviaré de inmediato un par de vehículos hacia allá, dame una
hora- dice Igor. ¡Una hora tío!
Va pasando el tiempo y en un momento dado dejo de
contactar con Tanya. Nos hemos quedado sin cobertura. No se escucha ningún
sólido cerca, casi todos provienen de más lejos, del exterior. No me atrevo a
salir del agujero ni decirle nada a Dima. No me fío. Poniéndome en el lugar de
los buscadores y no habiendo detectado nada en el registro de la salida lo que haría
sería esperar a que los escondidos se impacientaran, esperar y pescar. Pues
esperaremos aún más.
Pasarán de las diez de la noche. La espera se me está
haciendo larga. Me dan ganas de salir a moverme un poco cuando, de pronto, se
escucha un ruido cercano, varios ruidos; alguien sube al avión y pasea por el
interior. Espero que no se les haya ocurrido venir con perros.
El ruido exterior es apenas perceptible, será por la
hora pues es ya tarde, los sonidos interiores ahora son más notorios y claros;
se notan hasta dónde se dan las pisadas. Me preocupa incluso el respirar, ¡Ni
se te ocurra toser Héctor! Le digo a mi otro yo.
Debemos estar bien escondidos porque tampoco parece
que se paren en algún lugar en concreto, pasan y repasan por el mismo lugar varias
veces, a mi juicio demasiado rápido, si quieres encontrar algo escondido no es
buena señal el pasar diez veces por el mismo lugar, eso quiere decir que no se
pone la debida atención. De este modo no creo que nos vayan a encontrar.
Al cabo de un rato los pasos se van alejando de mi
lado, y también del de Dima. Vaya librada al decidir quedarnos quietos y
esperar. Yo nervioso y Tanya que aún no llama.
-Estamos aquí
fuera. Llevo un rato oyendo tus neuras y no he querido intervenir hasta que te
alejabas del vigilante. Tienes razón con lo de los perros, hubiera sido una
putada.
-¿Estás con
Igor?
-Sí, pero él
no te copia.
-Vale, de
momento seguimos esperando. ¿Estará libre el camino?
-Igor dice
que sí. No detectan a nadie y eso que tienen unos aparatos de visión nocturna,
yo les llamo catalejos; detectan el calor de las personas y dice que el camino
está libre.
-No son
binoculares o visión nocturna, se trata de visores térmicos detectan la
temperatura. Pueden tener lo mismo los vigilantes, revisar eso, pueden mirar
desde la torre de control.
Los sonidos de pisadas desaparecen y las voces se van
alejando, no hablaban al venir, me ha parecido que solo había uno, el otro se
habrá quedado fuera, vigilando. No tendrían autorización y se habrán colado.
Seguro que alguien no se ha fiado de la inspección en
Petropavlov y ha ordenado una nueva aquí, de confirmación, pero estos aún han
sido menos rigurosos. O era una persona no habituada a trabajos de campo, algún
pez gordo que ha querido cerciorarse en persona.
-¿Cómo coño
sabes eso? Era el jefe de Sergei, el “Jefe de Verdad”, quien se lo coló a Igor.
-¿Yo qué
quieres que haga Tanya? No soy adivino, interpreto lo que veo.
-Será lo que
oigo.
-Vale, lo que
oigo, ¿Tienes el día quisquilloso? Si estás aburrida vete a ponerle las pilas a
Igor, porque no sé si nos podremos mover después de tantas horas en la misma
postura incómoda.
-¿Incómoda?
¡Si has venido todo el vuelo durmiendo! –Y tiene razón, toca callarse.
Espero que no se haya molestado. Quizá he sido un poco
brusco en la contestación pero de leer novelas policíacas me ha quedado el
analizar, el no descartar otras posibilidades, no quedarme con la apariencia y
profundizar, y siempre el “piensa mal y acertarás”. De lo que no he leído han sido
cuestiones referentes a Sherlock Holmes, no era de mi tiempo y encontraba las
escenas algo fuera de lugar.
-¡Llamando a
Sherlock!. Podéis bajar. Camino despejado. Recuerda la dirección de salida
Héctor. El aparato os pone al cubierto de la vigilancia desde el aeropuerto.
-¿Y si tienen
detectores de calor, como el que me has dicho antes?
-Igor me dice
que le extraña que puedan tenerlos.
-Salimos del
escondite y vamos. Nos costará algunos minutos. Nos vemos.
Llamo a Dima mientras comienzo a salir contorsionando.
He salido bastante rápido, pensaba que iba a ser peor. Quien sale de un
escondite alucínate es Dima. Ha salido de un lugar imposible. Parecía una placa
fija del fuselaje y resulta ser una corredera bien camuflada.
Me cuenta que cuando han entrado a revisar se ha
colocado contra ella para que no pareciera hueco. Ha estado todo el tiempo
tumbado. También, como yo, ha llevado una manta, por lo del frío, y que también
ha dormido bastante. Ahora le toca analizar mi escondite a él; observa y eleva
las cejas en señal de sorpresa, como diciendo:¿Ahí cabe una persona?.
Son las diez y media para cuando bajamos los peldaños
de acceso al avión; analizamos la dirección de escape y pensamos unos segundos
antes de aventurarnos a salir corriendo.
-El águila
regresa a su nido –pienso en alto, hablando como los cazadores..
-El calor del
sol disipa la densidad de la niebla –responde Tanya.
La conclusión que saco es que todo va bien, de lo
contrario no tendría ganas de bromear.
Nos echamos las mantas por encima, por si en verdad
tienen visores termales, aunque no sirvan de mucho, dejamos la escalera como
está, no sea que tenga algún dispositivo de aviso echamos una mirada al
edificio principal para confirmar la trayectoria y allá vamos, agachados, uno detrás
del otro, para presentar menos superficie de visión. Nos esperan trescientos
metros de descampado. Según avanzamos dejamos a la derecha la chabola.
-Una vez en
la valla dirigiros hacia vuestra derecha. Hemos detectado el lugar de paso que
utiliza algún furtivo. Estaba bien camuflado pero en la última media hora hemos
tenido tiempo de sobra para arreglarlo. Para qué abrir un nuevo orificio
pudiendo usar el viejo –Esta vez parece que ha sido Igor, ha entrado en antena.
Llegamos a la valla y nos dirigimos hacia la derecha,
continuando así otros doscientos metros. Efectivamente hay una abertura muy
bien camuflada con la vegetación. Parece que la hayan dejado sin cortar a
propósito para que no se detecte el orificio.
Dima intercambia algunas palabras con un par de
soldados que nos esperan al otro lado, agazapados. Pasamos la valla y nos
dirigimos a un vehículo parado en un sendero-pista que bordea el recinto del
aeropuerto por la parte exterior.
-Les he
preguntado por quién es su superior, para asegurarme de que son de fiar, pero
no me lo han querido decir; me han remitido a Igor, él será quien conteste a
todas nuestras preguntas. Que lo sienten pero que acatan órdenes.
Pues nada, un saludo y entramos en la cajera del
Pic-Up hacia un lugar que han denominado “seguro”. De momento nos vamos
acercando hacia donde se encuentran los demás.
-Espero que
tengáis todo bien controlado. Necesitamos algo de tranquilidad, de lo contrario
voy a tener un empacho de adrenalina –comento.
-Tranquilo
Héctor, tenemos todo controlado.
-Lo que te
dice Igor es correcto, esta vez hemos revisado todo, puedes conmutar al estado
de vigilancia normal; el que sea normal para ti claro.
El intercambio de frases ha sido mientras llegábamos a
ellos y salíamos del vehículo. Estrecho la mano de Igor y abrazo a Tanya. Como
todo parece estar dicho nos dividimos, Tanya se va con Igor y yo voy con Dima,
donde sea que nos lleven.
-Algún plan
para mañana? –pregunto.
-Yo no sé
nada –dice Tanya.
-No lo he
comentado por seguridad. De momento nada definido; veremos cómo está el tema,
tengo gente trabajando en ello. Os comunicaré algo mañana mismo. Descansad. Hoy
habéis estado a un nivel supremo.
-Si para la
hora a la que se pasa de paseante a ser montañero consagrado no tengo algo
claro actuaré por mi cuenta. También por seguridad, claro.
-No he
entendido lo que has querido decir Héctor –este suena a Igor.
-Pero Tanya
sí; el mensaje era solo para ella. Hasta mañana, ahora a los dos.
La conversación termina cuando los vehículos se
comienzan a distanciar.
En un cuarto de hora llegamos a una casa algo apartada
de las demás pero cerca de una zona urbanizada. Parece una granja o haber
pertenecido a una. La ubicación es buena a mi entender.
Salimos del vehículo, de la cajera, donde hemos estado
ocultos a miradas impertinentes y nos acercamos a la puerta. La luz del porche
deja mucho que desear, quizá está así queriendo
para que no se aprecie desde el exterior.
Uno de los soldados habla con Dima, quien disiente, el
gesto de la cabeza es como que no le gusta algo, no está convencido de lo que
le indican. Le hago un alzamiento de cabeza y me aclara que debemos entrar
nosotros, no se deben ver los de dentro con los de fuera, para que no se puedan
reconocer y por lo tanto delatar si fuera el caso. Dentro nos esperan cuatro
personas. Según Igor de confianza. Habrá que darle otro voto de confianza a
Igor, creo que ahora está tomándoselo todo bien en serio. Me parece una medida
acertada, poco tranquilizadora pero bien razonada.
Miro a Dima y le asiento con la cabeza. Habrá que
arriesgarse.
-Probablemente deberá ser así. Tampoco me gusta a mí pero lo entiendo.
¡Vamos dentro Dima!
-Vale, entro
yo el primero y te pegas a mi espalda. Voy.
Los de dentro deben haber notado el movimiento
exterior y el tiempo que nos ha costado decidirnos, pero esperan. Dima llama a
la puerta con los nudillos de la mano y la puerta se abre sin que nadie salga.
Los soldados que nos han traído nos saludan a modo de despedida, entran en el
vehículo y se van. Entro tras Dima y cierro la puerta de un modo bastante
evidente, como queriendo dar a entender que ¡Ya estamos!, a la vez que comienzo
a echar una ojeada de reconocimiento al entorno, no sea que haya que salir por
piernas. ¡Que no sea así, porfa!
La casa parece haber sido habitada por alguien hasta
hace poco, por alguna familia, no pega con las cuatro personas con las que nos
hemos encontrado. 3 hombres y una mujer. Ella algo más joven por los treinta si
es que llega, ellos por los cuarenta, más o menos.
Tienen pinta de gente normal, no suena a formación
militar. Parecen extrañados y alegres a la vez. Puede que no conozcan lo
suficiente de lo que están haciendo, no sé, están demasiado tranquilos. O se
sienten muy seguros. ¡Vaya lío!
El recibimiento es bastante afable, para lo nervioso
que estoy parece hasta demasiado jovial, como una reunión de amigos o una cena
de trabajo. Pasamos al comedor, donde hay algo preparado para comer. ¡Comer!
Creo que la mitad de los nervios no eran tales sino hambre. Como que son las once y media.
Cuando comienzo a comer me doy cuenta del hambre que
tenía, estoy comiendo sin saber lo que meto a la boca. Pura mecánica. Al igual
que yo, Dima se despacha a gusto con lo que nos han preparado; algo sencillo,
unos boles de caldo de algo y unos pinchos variados, bebidas diversas. Cerveza
que no falte. Sencillo pero rico.
Solo hablan ruso. Percibo que Dima no sabe de qué
hablar con ellos; seguro que no le pueden contar nada de lo que nos interesa.
No los conoce de nada. No van a intercambiar información, de acuerdo, habrá que
pasar al clásico tema del tiempo. No se me ocurre otra cosa. Tampoco podríamos
responder a eso de ¿Qué tal el vuelo?
Se me ha pasado por la cabeza intentar algo para
confirmar que nos están ayudando y no secuestrando pero no tengo el cuerpo para
líos. Mi cabeza solo quiere desconectar y mi cuerpo dormir. En lugar de esto,
mientras intento desconectar, me acerco a uno de ellos, el más voluminoso, y
con motivo de que está haciendo unos simples ejercicios de estiramiento o
desentumecimiento que me suenan conocidos apoyado contra el marco de una
puerta, le hago un gesto a modo de pregunta por si practica el judo.
Lo pilla a la primera. Me muestra el cinturón que
lleva puesto que será de cuero pero es negro y me muestra dos dedos. O sea,
cinturón negro 2º Dan. Le sonrío. Con éste no me debo meter.
La conclusión es que no serán militares pero que deben
estar preparados para lo que pueda suceder.
Dima me indica la habitación que me corresponde, donde
hay ropa de cama y me indica cuál va a ser la suya. Le saludo y entro en la
mía. Cierro la puerta.
He pensado en poner unos trapos en la cama y dormir en
el suelo, o bajo ella, pero lo dejo para otra vez, que suceda lo que quiera.
Son casi las seis de la mañana cuando me levanto a
mear, demasiada cerveza ayer con los pinchos de la cena. El judoca está leyendo
una revista de deportes en la sala de estar. No hay luces encendidas, él
utiliza una linterna frontal, cinco diodos led en posición
de iluminación mediana. Sin que le pregunte aún, me saluda e indica el camino
al baño, tampoco hace falta ser muy lince para imaginarse lo que necesito.
Luego, paso a la cocina donde bebo un buen vaso de zumo que he encontrado
abierto en el frigorífico.
Me vuelvo a la cama con la esperanza de dormir un rato
más.
Ahora ya soy otro, son las diez de la
mañana y me encuentro con Dima en la cocina. Está charlando con la chica, quien está ordenando el material, muy
completo a mi entender, de lo que parece un botiquín, de primeros y no tan
primeros auxilios.
-¿Qué papel
tiene ella en el equipo? ¿La encargada del botiquín? –pregunto a Dima, en plan
de tomar el pelo.
-Es médico.
Especializada en urgencias. Y te entiende, habla bastante inglés -¡Mierda! Y yo
con mis bromitas. Vaya entrada que he tenido esta vez. Héctor, eres un
metepatas.
Por lo visto Igor se lo ha tomado en serio.
El desayuno es variado y abundante; todo traído de
fuera, pero está bien. Me pongo las botas.
Al terminar recojo los cubiertos, limpio lo que he
utilizado, lo dejo a secar y me pongo a hablar con la médico, comenzando por
pedirle disculpas por mi entrada.
No sé por qué saqué ayer la conclusión de que no
hablaban inglés. Me equivoqué.
Cuando me he conciliado con ella, que sigue con lo del
botiquín, me voy a la sala donde se encuentra otro de ellos, uno delgado, alto
y fibroso. Que no habla inglés, tampoco me equivoqué tanto ayer.
Le planteo, por medio de señas, que si uno de los
cuatro es el fuerte, el judoca, que cuál es su papel en el grupo. La
contestación es inmediata. Soy el rápido, dice marcando un “ZIUuuuuuu” con la
palma de la mano. Luego simula un sprint, en parado. Mira la habitación, aparta
uno de los sillones, tantea una pared, se separa de ella, coge impulso y se
lanza contra ella. Antes ce chocar, adelanta un pie y de un par de zancadas en
la pared, sigue girando hasta caer de nuevo de pie, en el suelo, casi donde
había salido. Un giro de 360 grados. Parece de circo.
-Lo tuyo es
el Parkour –le digo, esperando conozca el nombre.
-Da, da –pues
lo conoce, he acertado.
Ya solo resta el cuarto del grupo. Le pido al rápido
que me mire. Le cuento lo del Fuerte, el judoca, el Rápido él mismo, y pregunto
abriendo los brazos ¿Qué hace el otro?, y sin darle tiempo a responder me pongo
en la postura de pensar. La mano en la sien y mirando lejos a la nada.
Se ríe y le oigo pronunciar algo como “все готово”(todo listo), mientras
asiente. Será el listo.
El amigo Igor ha seleccionado un equipo de trabajo
basándose en los tres estereotipos del deportista de equipo. El clásico de los
fuertes, los rápidos y los listos. A estos ha unido el cuarto en discordia, el
médico. “El equipo A”. Igor, me has sorprendido. Ahora entiendo que ayer no me
dieran impresión de estar preocupados, en una misión, expectantes. Parece que
son buenos, con experiencia y me da la impresión que han trabajado juntos en
varias ocasiones. Ahora sí me cuadra lo de ayer. Me faltaba entender algo.
Ahora puedo dormir tranquilo pero no va a ser así. Son las 10:45 y necesito
moverme algo, estoy agarrotado. Llevo demasiado tiempo sin andar un par de
quilómetros y habrá que ponerle remedio. Pero de momento deberé esperar.
Tranquilo Héctor, tiempo al tiempo. Hasta las cuatro.
Entre las revistas y periódicos veo que asoma la hoja
de un cuaderno de Sudokus, es una suerte que el juego no necesite de los
idiomas. Hay algunos libres, otros comenzados y alguno terminado. No veo que
indique el nivel de dificultad. Comienzo buscando el primero que esté sin
números, que no encuentro hasta pasada la primera mitad del cuaderno. Seguro
que no es de lo fáciles.
Pruebo suerte. Comienzo muy rápido pero enseguida me
atasco.
-¡No me
digas! ¿Haciendo un sudoku?
-Hola Tanya. No te esperaba tan pronto. Solo son las once.
-Igor ha
recibido noticias sobre el grupo que persigue a Vasili, y por ello también a
ti. No cuentan con infraestructura propia en Vladi pero pueden contratar los
servicios de algún grupo local, probablemente chapucero y por ello más
peligroso. Lo que harán será vigilar vuestra salida hacia Moscú. Suerte que
para la vuelta no hay escala en Novosibirsk, pero de esto último trataremos más
adelante.
-Me alegro,
necesitábamos un poco de tranquilidad, al menos yo.
-De
tranquilidad nada cariño, vestíos de gala que a las doce vamos de ejercicios de
campo. Nos veremos en el banco. Vamos a poner a prueba tu pasaporte, y de paso
probamos lo de intérprete a distancia, yo, y lo de ruso mudo, tú. Igor nos ha
preparado deberes. Hoy el primer examen.
-¿Cómo nos
vemos y qué debo hacer? ¿No me explicas nada más?
-Las
instrucciones concretas os las traerá por escrito el equipo del coche que os va
a pasar a buscar dentro de media hora. Péinate un poco y aféitate bien. Ojo al
tinte del pelo. Nos vemos en el banco.
Le explico las novedades a Dima y nos ponemos en
movimiento. Afeitado, ducha con cuidado de no quedarme sin tinte y traje de
ejecutivo, un tanto arrugadito, del trajín de ayer. Menos mal que hay dos
cuartos de baño porque Dima necesitaba hacer lo mismo.
A las once y media estamos ante la
puerta de salida de la casa, dentro claro. Listos. Sentados en el tresillo y las manos sobre las rodillas, vaya par de modelos de
sastrería. Silencio. Paso el tiempo recreando la mirada por los objetos de
adorno, esperando que me digan algo. Un jarrón, un cuadro, la lámpara torcida.
Pero todos están mudos. Espera. El equipo A se mueve de aquí para allá, como si
hiciera algo, pero nada, también espera. Moviéndose, para matar el tiempo. Pero
espera. El judoca parece un tigre enjaulado.
¡Por fin! aparece un vehículo grande, a la hora
acordada. Un todo terreno tamaño familiar, de cristales oscuros y bastantes plazas.
Un tanto viejo, eso sí, y con un solo ocupante, el conductor evidentemente.
Montamos todos, los seis; salimos sin mediar palabra y
antes de diez minutos estamos en la parte posterior de lo que presumo debe ser
un hotel. El conductor entrega al listo un documento escrito a mano, bastante
escueto, lo lee, le dice algo a la doctora, mas bien poco y se lo guarda en el
bolsillo.
Los tres mosqueteros salen de nuestro vehículo y se
van. Nos quedamos el chofer, Dima, la doctora, esta vez sin maletín pero vestida
de ejecutivo, y yo. Ni me había fijado hasta ahora en su indumentaria, vamos
los tres a juego.
Se da cuenta de que la estoy mirando y me dice:
-Hoy me toca
interpretar el papel de ser tu “secretaria”, ya que no puedes hablar, porque
estás mudo. ¿Recuerdas?
Le respondo con un movimiento afirmativo de la cabeza
y luego abro os brazos elevando los hombros con la intención de decir un ¿Qué
le vamos a hacer?
Seguidamente llega un taxi hacia nosotros y el chofer
nos indica que se va, debemos cambiar de vehículo. Bajamos y subimos al taxi.
Ella sube con el taxista, nosotros vamos detrás. El taxista nos pregunta si
puede salir y salimos hacia el centro.
-¿Tienes
euros?, me pregunta la doctora.
-Alguno sí
¿Por qué lo preguntas?
-Es que vamos
a que cambies moneda extranjera, de ese modo te piden el pasaporte y
practicamos un poco, tienes que ir entrando en el papel. Yo soy tu secretaria
¿recuerdas?, te lo acabo de explicar hace un momento.
Me han pillado despistado y no voy a la velocidad que
esperan. ¡Joder Héctor!, hoy estas bastante espeso, ya puedes ponerte las
pilas.
Hago memoria y recuerdo que tengo un par de billetes
de doscientos euros bien despistados en un compartimento especial de la
cartera. Los saco y se los enseño a “mi secretaria”, quizá me está devolviendo
lo de anoche.
El taxi para en una acera, frente a un banco, el
Autobazbank, creo, el interpretar el alfabeto éste me cuesta, y eso que cuento con conocer las letras griegas y su
sonido.
El taxista ha venido de cicerone, y según él, estamos
en la península de Egersheld, a la que hemos llegado tras pasar ente la
Universidad Federal del Extremo Oriente, en una calle que da al “Бухта Золотой
Рог” o Bahía del Cuerno de Oro. Muy
educativo.
Cuando estamos saliendo del taxi me acuerdo de algo
importante.
-¿Cómo te
llamas? Si eres mi secretaria deberé conocer tu nombre.
-¿Y cómo me
vas a llamar si no puedes hablar? –Pero no es exacto doctora secretaria.
-Deberé
saberlo por si alguien te nombra ¿no?
-Natasha.
Natalia o Natasha, como prefieras. Natasha Ivanova. A todo esto, todo el equipo
somos hijos de Ivan. Yuri Ivanov tu judoca. Andrey Ivanov, el cerebro. Mijail
Ivanov, el rayo. ¿Alguna pregunta más?
-Gracias
mujer, ¡Qué carácter! Señorita Ivanova. Secretaria Ivanova –Se ríe.
Natasha se dirige al taxista, le indica algo que me
parece entender, y se lo digo, sin más intención que la de confirmar que lo he
interpretado bien.
-Esperas diez
minutos por ahí y luego das vueltas a la manzana hasta que salgamos ¿no?
-¿Y eso sin
saber ruso? –me dice asombrada.
-Has
acompañado a lo de esperar con la mano derecha, luego has dicho diez con los
dedos de las dos mano, y para terminar has dado giros con la mano derecha y el
dedo índice hacia arriba. Eso es así en Rusia y en mi pueblo. Se llama lenguaje
corporal, y se emplea especialmente cuando se dan instrucciones a alguien que
no conoces, dudas de si te habrá entendido o es muy importante que lo asimile
bien. ¿OK?
-Bueno
Héctor, deja de dar lecciones de interpretación y mueve el culo que ya estamos
dentro. Procura no conocernos. Intentaré estar lo más cerca posible por si
puedo oír la conversación. Ah, se me olvidaba, buenos días. Y lo de antes iba
en broma-. Esta ha sido Tanya, fijo.
-Recuerda, tu
nombre es Denis; Denis Vodinov, por si se te había olvidado.
-Pues has
hecho bien en recordármelo, en serio, gracias. ¡Joder! Soy Denis Vodinov.
Los tres ejecutivos entramos en el banco. Dima va el
primero, seguido de mí, casi a su lado pero medio palmo por detrás, como hice
en el aeropuerto, un poco más atrás nos sigue Natasha.
Dima se acerca a una ventanilla y pregunta algo, luego
nos indica que vayamos hacia otra, al lado, Natasha se me acerca y vamos los
dos. Se queda a mi lado.
Nos atiende una chica rubia, alta, guapa y simpática.
Sin intentar explicar nada le adelanto los doscientos euros, me parece evidente
que lo que quiero es cambio, siendo ésta la ventanilla a la que nos ha enviado
Dima. Me dice algo, que no entiendo pero imagino.
-Necesita tu
pasaporte –me dice Tanya. Natasha no se ha inmutado, está bien en su papel, eso
ya lo debía haber entendido yo.
Asiento con la cabeza y le entrego el pasaporte. Ella
lo abre, lo mira, luego me mira a mí, un segundo que dura un minuto, le sonrío
como diciendo “sí, ese soy yo”, ella deja el pasaporte en la mesa y me dice
algo, mientras coge un papel con pintas de formulario.
-Es la
primera vez que cambias? –Tanya acude en mi ayuda.
Para cuando dirige el rostro hacia mí ya estoy
asintiendo. Ella sonríe pero pone cara de extrañada, le inquieta algo. Mira a
Natasha y le dice algo, que Tanya me traduce.
-¡Qué pasa!
¿Es que no puede hablar?
Yo lo confirmo con la cabeza señalando el cuello con
el dedo mientras Natasha le cuenta lo de la operación. Lo entiende y sin más
preguntas rellena el formulario con mis datos y me lo pasa, haciendo una
pequeña marca en el lugar donde debo firmar. ¿Qué? ¿Qué debo firmar? ¡Pero si
no sé qué firma tiene Denis! ¿No he pensado en eso?
-Ni tú ni
nadie Héctor. He aquí una razón por las que hay que hacer pruebas en real. ¿Qué
hacemos? –Esa es la pregunta que me estaba haciendo.
Consigo ver el pasaporte que no se ha cerrado, y en
él, veo mi firma, boca abajo, la estoy mirando del revés. La fotografío con la
mirada, antes de que se cierre o lo haga la rubia.
Bajo la mirada al mostrador como si estuviera pensando
y traigo la firma a la mente. Vaya lío, está del revés. ¿Qué coño hago? Ya está
vamos a probar.
La cajera me mira y yo hago como que estoy buscando el
bolígrafo. Mas que sonreír se ríe, y me dice algo que interpreto como “Pero si
lo tienes ahí debajo del brazo, tío despistado”. Me hago el sorprendido,
perdona, gracias y me dispongo a firmarlo. Voy despacio, recordando la imagen
de la firma y ensayándola con la mano pero sin moverla, un ensayo virtual.
Ella se ha ido a por el dinero y vuelve enseguida.
Cuando no me queda más remedio que firmar, ella recoge el mostrador, pliega el
pasaporte, lo deja todo bien ordenadito y se va, diciendo algo. Me da igual lo
que diga, ¡se va!
-Ha dicho que
ahora vuelve con un sobre.
Durante unos segundos practico la firma, esta vez con
movimiento de la mano, bolígrafo incluido, en el aire. Le doy la vuelta a la
hoja poniéndola del revés, del modo en que he visto el pasaporte y ahí voy, de
perdidos al río, que salga lo que sea, pero que salga bien.
-Solo has
hecho la rúbrica –me apunta Natasha.
-Con esto
debe valer, la firma completa me es imposible. Vamos a cruzar los dedos.
Pienso que para ser una firma de trámite valdrá con la
versión resumida, el garabato.
¡Y vale! Para cuando vuelve la cajera he puesto el
papel en su lado del mostrador. Ella lo mira, y sin abrir el pasaporte, se
queda con él, me entrega el dinero junto con el pasaporte y nos despedimos,
ella en ruso y yo con la mano. La respiración y el pulso comienzan a volver a
su ritmo.
-Ya puedo
trabajar lo de la firma. No me van a pillar en eso de nuevo.
-Vaya librada
Héctor. ¿Cómo has conseguido hacerla sin mirar el pasaporte?
-Ese truco me
lo has enseñado ya. De vez en cuando recuerdo tus lecciones.
-Ya, pero
solo te lo dije, no hemos hecho prácticas.
-Cuando la
situación te obliga te puedes saltar las prácticas.
-Eso lo harás
tú. Tienes demasiada suerte.
-Sí. Al saber
le llaman suerte. No te jode.
-Dentro de
media hora nos reuniremos para seguir haciendo planes. Hasta entonces.
Éste último ha sido Igor. O ha estado desconectado o
se ha escondido muy bien, no lo he sentido hasta ahora. También es verdad que
he estado concentrado con la rubia y el dinero.
-Te habrá
gustado el equipo que te hemos asignado ahora. ¿No? –Esta vez seguro que es
Igor.
-Me has
sorprendido pero que muy gratamente. Veo que no son militares. Un equipo muy
bien equilibrado, y que han trabajado juntos antes de ahora. Espero no depender
mucho de ellos, sería mala señal, pero si hiciera falta sí, me gustaría que
fueran ellos. Alguno es pariente tuyo ¿No?
-¡Calla! Eres
un brujo.
-¿El listo?
-Uuuuuuuuuuuuu
Es una especie de grito o alarido, no sé cómo
explicarlo y la conexión desparece. Me faltaba por decir que creo que es su
sobrino; ya se lo diré en otro momento, cuando se calme.
-Héctor, eres
un hijo de puta. ¿No se lo puedes decir en un momento más tranquilo?
-Lo siento,
he metido la pata. En cuanto lo vea le pediré perdón, y si eres tú se lo
adelantas, para que me deje hablar; no pensaba que le iba a afectar tanto. Es
que tienen el mismo corte de cara, Igor en viejo y feo y Andrey en joven y
tirando a guapo. Las mismas facciones pero a la vez diferentes, duras uno y
agradables el otro. Luego la voz, tienen timbre parecido y el acento es
clavado, cantan igual, no tienes que intentar entender, en cuanto lo veas lo
sabrás y entenderás.
Creo que esto lo sabía desde anoche pero no me ha
venido a la mente hasta estar hablando con Igor. La reacción me lo ha
confirmado. Me ha parecido demasiado que fuera su hijo, pero podía ser el de su
hermana. Pero seguro que han vivido en familia, lo del cantar los delata.
Cuando estamos saliendo del banco hago un repaso
general con la mirada y es cuando veo a Tanya con su madre en un mostrador
vacío, están rellenando algún tipo de impreso. Yelena me está mirando, como si
no creyera que soy yo, la verdad es que la caracterización que me ha hecho
Katia no debe ser ninguna tontería. El disfraz funciona. Importante.
Salimos del banco y nos vamos a un edificio de
oficinas, a pasar el tiempo y despistar posibles seguimientos, que no hemos
detectado. Un recorrido por alguna de las plantas y salimos a la calle, donde
en ese momento pasa el taxi, se para y montamos.
De momento damos un paseo sin sentido. Sin sentido
para el turista, Dima está queriendo detectar algún posible coche que nos siga.
Esta vez tampoco. Al taxista le debe importar menos; para él estamos haciendo
el tonto, pero si pagamos como si damos diez mil vueltas a la manzana. Hoy va a
ser su día de suerte.
Pasan de las once y media cuando pasamos ante una
cafetería y paramos a la vuelta de la esquina. Entramos por la parte de atrás.
Se están tomando un trabajo que es de agradecer, después de mi secuestro en
Prtropavlov no se pueden dejar las cosas a la ligera.
El interior de la cafetería es amplio y agradable.
Natasha elige la mesa, el lugar perfecto para controlar; la elección que viene
en el manual del espía. No serán militares pero sí que son profesionales.
Pedimos unas cervezas y esperamos charlando sobre cómo
ha salido el experimento. Estamos todos al completo, los dos equipos de dentro
del banco, el del cambio de divisas y el de apoyo en otro lugar donde no los
veíamos, los demás, los otros tres del Equipo A están fuera, vigilando el
exterior de la cafetería, les toca guardia.
Con lo de la firma se ríen, los muy cabrones. No saben
el apuro que he pasado.
Una vez bebido un buen trago de cerveza me acerco a
Yelena y le doy un abrazo. Es que va a ser
mi suegra y la tengo que mimar. Tanya se ríe porque me lee lo que estoy
pensando y le doy un beso, mientras le pido que se siente a mi lado.
-Me ha
impresionado tu nuevo look. Te queda bien. Estás muy interesante –dice Yelena.
-Me cuesta
reconocerte –afirma Igor- muy bueno, y pareces más joven. –pero lo dice en
interno.
-Sería mejor
si hablarais para todos.-Dice Yelena, que se ha dado cuenta de que los estamos
dejando un poco de lado. Creo que de estas situaciones entiende, está
acostumbrada a los silencios con gestos en la cara de Vasili.
Natasha me mira y pregunta, con las manos, ¿Me he
perdido algo? No ha entendido el comentario de Yelena. Aún no se ha dado cuenta
de que hablamos a escondidas. Intento tranquilizarla.
-Tenemos un
lenguaje de gestos secreto; Yelena se ha dado cuenta y nos ha llamado la
atención. No le gusta que hablemos a sus espaldas. Es algo así como el de los
mudos pero más disimulado, por lo que es más difícil.
Ha sido una mentira a medias, una mentira que podría
pasar el polígrafo. La conclusión es que en adelante será mejor que las
conversaciones las hagamos al estilo convencional. Luego ya veremos si debemos
reservarnos algo.
Va pasando el tiempo, las cervezas se van vaciando y
el tema importante está por salir así que lo planteo sin más dilación.
-Bueno
señores. ¿Cuál va a ser el plan a partir de ahora? ¿Qué vamos a hacer, ya no
hoy sino a partir de mañana? ¿Cuánto tenemos que esperar y haciendo qué? ¿Ha
pensado alguien sobre estas cuestiones?
-Demasiadas
incógnitas en este momento. Lo mejor sería planificar una fuga lo antes
posible; hoy parece que lo tenemos controlado, lo de mañana es futuro y para
esto, hoy, no puedo garantizar nada. Quiero pensar que lo tenemos controlado
pero no es mi cuello el que se juega así que si es el de otros lo mejor sería
salir cuanto antes. Es una opinión personal, y lo malo es que no puedo
garantizar vuestra seguridad –plantea Igor, refiriéndose a Tanya y a mí.
-Por mi parte
me encuentro bien –indica Yelena- mañana por la mañana tengo una nueva
revisión, algo rutinario, pero por mi parte no hay ningún inconveniente en que
se vayan, me gustaría que se quedaran un tiempo pero no hace falta. He estado
con mi hija, estoy recuperada y estoy bien. Soy feliz. Si pensáis que es mejor
desaparecer yo os apoyo, ayudaré en lo que pueda.
-¿Te parece
Igor que enfoquemos nuestra marcha para mañana por la tarde? Parece apresurado
pero si debe ser pronto, lo antes mejor.
-Espero
nuevas informaciones sobre el grupo que nos ha ocasionado tantas molestias,
quizá tenga algo para esta tarde. Necesito saber a qué nos estamos enfrentando,
si son un grupito suelto o resulta que es una organización con mucha
influencia. Antes de una decisión importante nos conviene valorar debidamente
al enemigo. Tengo mis sospechas y las quiero aclarar antes de dar un paso en
falso. Podemos enfocar el viaje para mañana pero la decisión final será a
última hora.
-Tanya y yo
queremos estar a solas con Yelena, ahora o en otro momento pero nos gustaría
que fuera ya. ¿Qué te parece si volvéis a por nosotros en media hora?
-No hay
problema. Yo me voy ahora, tengo asuntos pendientes pero Natasha y Dima se
quedan con vosotros, allá, al fondo del local, de modo que tengan contacto
visual. Por los de fuera no os preocupéis, pueden seguir ahí el tiempo que haga
falta. ¡Y cuidad de mi sobrino!
Esto último lo ha dicho con cara de resignación; ha
asumido que hay cosas difíciles de ocultar, hasta ésta, que él consideraba
segura.
Cuando se va y los dos escoltas se colocan en una de
las mesas del fondo, me dirijo a Yelena para que sepa que lo digo yo, que soy
el motivo de la entrevista. Lo traduce Tanya.
-Bueno
Yelena, va siendo hora de que nos cuentes lo de Víktor Vodianov –digo en
castellano.
-Resolvamos
de una vez esta historia, mamá –traduce Tanya.
Probablemente Yelena se lo esperaba porque parece
tener la respuesta preparada.
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