sábado, 30 de noviembre de 2013

19 Dejamos Kamchatka Volando.




A eso de las siete el avión enciende los motores, que desde aquí se oyen como si estuvieras montado en ellos, se comienza a mover y en muy poco tiempo elevamos el vuelo, espero que hacia Vladivostok. Ya iba siendo hora. Ahora me puedo mover sin miedo a hacer ruido, aquí todo vibra dudo si el viaje va a ser un masaje o un suplicio. Al menos disfrutaremos de alguna tranquilidad en la huida. Se me ha olvidado algo de líquido por si tengo sed. ¡Mierda!
   -Si me dices dónde estás te puedo acercar una botella de agua.
   -Déjalo, no la podría coger. Ya te llamaré pidiendo socorro si estoy muy mal, de momento voy a intentar dormir, estoy reventado. Gracias Tanya.
   -Que duermas bien y sueñes con los angelitos.
   -Voy a soñar con una angelita. De pelo rojo.
   -Vale, luego me lo cuentas aunque intentaré leerte los sueños. Tiene que ser divertido.

Esa es otra putada, habrá sueños que no importen pero de vez en cuando suelo tener alguno agradable, cuatro al año, y estos preferiría no compartirlos.

Intento, en vano, encontrar una posición cómoda, lo de cómoda es un decir; después de un rato llego a decidir la menos incómoda aprovechando que ahora que no me van a venir a buscar. He bajado hacia la horizontal, y me quedo a medio camino entre sentado y tumbado, reclinado; puedo estirar las piernas. He conseguido ponerme sobre la manta y cubrirme algo con ella. Vaya gimnasia, me habrá costado como un cuarto de hora. Ahora, así cansado, será más fácil conseguir algún tipo de relajación; desde luego no me van a interrumpir los ruidos exteriores, los motores lo impiden. Debiera bajar un poco mi nivel de ansiedad, he terminado bastante acelerado.

Me olvido de la conexión y procuro rememorar los hechos de hoy; seguro que hay un montón de detalles que se me habrán pasado por alto. Me concentro en la respiración y escucho el ruido del motor, esto es inevitable. No es constante, tiene una variación, cíclica, con un pico algo más sonoro de unos diez segundos, cada cuatro minutos o quizá algo más. Debe ser cuando coinciden los equilibrados o saltos de algunas partes giratorias, pueden ser ejes pero me inclino más por los rodamientos.

Con estos pensamientos, el análisis de los motivos, las conclusiones y algo más que he pensado pero que ahora mismo no recuerdo, me he dormido, y creo que bastante. No puedo ver la hora y no voy a molestar a Tanya, que seguro está dormida; ya me avisarán, así que me dejo llevar por si me quedo dormido otra vez. Y lo hago.

Entre pitos y flautas oigo que las revoluciones de los motores disminuyen; hemos bajado la velocidad y será que estamos llegando.
   -Si Héctor, aterrizamos en un cuarto de hora.
   -¡Qué bien! He pasado casi todo el viaje dormido, y desconectado de la fuga. Gracias por la hora pelirroja.
   -Creo que necesitabas dormir un poco; ahora veremos cómo os las arregláis para salir. Intentaré estar por aquí cerca por si necesitáis algo. Puede que repitan la historia, en especial si no te han encontrado por allá..
   -Vale, espero tu señal para salir; primero del agujero y luego del aparato. No tengáis prisa, esperaremos lo que haga falta hasta recibir vuestras indicaciones, o hasta que se cansen los buscadores.

Son casi las nueve y media de la noche cuando el aparato termina de moverse y paran completamente los motores. A continuación comienza el ajetreo de la salida.
Dima y yo hemos acordado quedarnos quietos, ningún ruido hasta que yo se lo haga saber.
   -Creo que vienen a revisar el aparato. Ahora no puedo volver a entrar para ver qué hacen, no tengo motivos y hasta podrían sospechar como apunta Igor.
   -OK, esperaremos lo que haga falta; tal como habíamos acordado.

Oigo que alguien ha entrado en el avión pero no sé lo que pueden estar haciendo, casi no meten ruido, por lo poco que oigo parece como si fueran de la limpieza.
   -Nosotros nos tenemos que ir. Esperaremos en el exterior del aeropuerto, cerca de la salida. Ya veremos el modo de avisaros.
   -Tranquilos, nosotros esperamos. Vete diciéndome hacia dónde debemos enfocar en cuanto bajemos del aparato, la dirección hacia la que menos se nos note.
   -Vale, te sigo hablando hasta que nos perdamos.

Y comienza a describir por dónde pasan y lo que ve en el camino, con bastante detalle.
   -Tanya, me debes decir hacia qué lado del avión debemos ir si queremos ir corriendo hasta la valla exterior, la que rodea el aeropuerto. Dónde habrá menos luz y que estemos a cubierto de las miradas desde el edificio central, desde la torre de control.
   -Es lo que hemos venido observando. Según sales por la puerta de carga a las dos, treinta grados, y entonces todo recto. Debéis dejar a vuestra derecha una caseta vieja, pequeña. Todo eso si es que no mueven el aparato.
   -¿Puede haber alguien por allá observando?
   -No lo sé pero le voy a proponer a Igor el que vayamos a esa zona, desde allá no debemos tener problemas para conectar. Miraremos desde allá, desde fuera del recinto, al otro lado de la valla.
   -También yo espero que no sea lejos para conectar, sería una putada.
   -Si no podemos te enviaré un SMS.
   -Que sea solo si me puedo mover, no sea que quiera moverme para alcanzar el teléfono y el mensaje diga que me esté quieto.
   -El plan me parece adecuado, enviaré de inmediato un par de vehículos hacia allá, dame una hora- dice Igor. ¡Una hora tío!

Va pasando el tiempo y en un momento dado dejo de contactar con Tanya. Nos hemos quedado sin cobertura. No se escucha ningún sólido cerca, casi todos provienen de más lejos, del exterior. No me atrevo a salir del agujero ni decirle nada a Dima. No me fío. Poniéndome en el lugar de los buscadores y no habiendo detectado nada en el registro de la salida lo que haría sería esperar a que los escondidos se impacientaran, esperar y pescar. Pues esperaremos aún más.

Pasarán de las diez de la noche. La espera se me está haciendo larga. Me dan ganas de salir a moverme un poco cuando, de pronto, se escucha un ruido cercano, varios ruidos; alguien sube al avión y pasea por el interior. Espero que no se les haya ocurrido venir con perros.
El ruido exterior es apenas perceptible, será por la hora pues es ya tarde, los sonidos interiores ahora son más notorios y claros; se notan hasta dónde se dan las pisadas. Me preocupa incluso el respirar, ¡Ni se te ocurra toser Héctor! Le digo a mi otro yo.

Debemos estar bien escondidos porque tampoco parece que se paren en algún lugar en concreto, pasan y repasan por el mismo lugar varias veces, a mi juicio demasiado rápido, si quieres encontrar algo escondido no es buena señal el pasar diez veces por el mismo lugar, eso quiere decir que no se pone la debida atención. De este modo no creo que nos vayan a encontrar.
Al cabo de un rato los pasos se van alejando de mi lado, y también del de Dima. Vaya librada al decidir quedarnos quietos y esperar. Yo nervioso y Tanya que aún no llama.
   -Estamos aquí fuera. Llevo un rato oyendo tus neuras y no he querido intervenir hasta que te alejabas del vigilante. Tienes razón con lo de los perros, hubiera sido una putada.
   -¿Estás con Igor?
   -Sí, pero él no te copia.
   -Vale, de momento seguimos esperando. ¿Estará libre el camino?
   -Igor dice que sí. No detectan a nadie y eso que tienen unos aparatos de visión nocturna, yo les llamo catalejos; detectan el calor de las personas y dice que el camino está libre.
   -No son binoculares o visión nocturna, se trata de visores térmicos detectan la temperatura. Pueden tener lo mismo los vigilantes, revisar eso, pueden mirar desde la torre de control.

Los sonidos de pisadas desaparecen y las voces se van alejando, no hablaban al venir, me ha parecido que solo había uno, el otro se habrá quedado fuera, vigilando. No tendrían autorización y se habrán colado.
Seguro que alguien no se ha fiado de la inspección en Petropavlov y ha ordenado una nueva aquí, de confirmación, pero estos aún han sido menos rigurosos. O era una persona no habituada a trabajos de campo, algún pez gordo que ha querido cerciorarse en persona.
   -¿Cómo coño sabes eso? Era el jefe de Sergei, el “Jefe de Verdad”, quien se lo coló a Igor.
   -¿Yo qué quieres que haga Tanya? No soy adivino, interpreto lo que veo.
   -Será lo que oigo.
   -Vale, lo que oigo, ¿Tienes el día quisquilloso? Si estás aburrida vete a ponerle las pilas a Igor, porque no sé si nos podremos mover después de tantas horas en la misma postura incómoda.
   -¿Incómoda? ¡Si has venido todo el vuelo durmiendo! –Y tiene razón, toca callarse.

Espero que no se haya molestado. Quizá he sido un poco brusco en la contestación pero de leer novelas policíacas me ha quedado el analizar, el no descartar otras posibilidades, no quedarme con la apariencia y profundizar, y siempre el “piensa mal y acertarás”. De lo que no he leído han sido cuestiones referentes a Sherlock Holmes, no era de mi tiempo y encontraba las escenas algo fuera de lugar.
   -¡Llamando a Sherlock!. Podéis bajar. Camino despejado. Recuerda la dirección de salida Héctor. El aparato os pone al cubierto de la vigilancia desde el aeropuerto.
   -¿Y si tienen detectores de calor, como el que me has dicho antes?
   -Igor me dice que le extraña que puedan tenerlos.
   -Salimos del escondite y vamos. Nos costará algunos minutos. Nos vemos.

Llamo a Dima mientras comienzo a salir contorsionando. He salido bastante rápido, pensaba que iba a ser peor. Quien sale de un escondite alucínate es Dima. Ha salido de un lugar imposible. Parecía una placa fija del fuselaje y resulta ser una corredera bien camuflada.
Me cuenta que cuando han entrado a revisar se ha colocado contra ella para que no pareciera hueco. Ha estado todo el tiempo tumbado. También, como yo, ha llevado una manta, por lo del frío, y que también ha dormido bastante. Ahora le toca analizar mi escondite a él; observa y eleva las cejas en señal de sorpresa, como diciendo:¿Ahí cabe una persona?.

Son las diez y media para cuando bajamos los peldaños de acceso al avión; analizamos la dirección de escape y pensamos unos segundos antes de aventurarnos a salir corriendo.
   -El águila regresa a su nido –pienso en alto, hablando como los cazadores..
   -El calor del sol disipa la densidad de la niebla –responde Tanya.

La conclusión que saco es que todo va bien, de lo contrario no tendría ganas de bromear.
Nos echamos las mantas por encima, por si en verdad tienen visores termales, aunque no sirvan de mucho, dejamos la escalera como está, no sea que tenga algún dispositivo de aviso echamos una mirada al edificio principal para confirmar la trayectoria y allá vamos, agachados, uno detrás del otro, para presentar menos superficie de visión. Nos esperan trescientos metros de descampado. Según avanzamos dejamos a la derecha la chabola.
   -Una vez en la valla dirigiros hacia vuestra derecha. Hemos detectado el lugar de paso que utiliza algún furtivo. Estaba bien camuflado pero en la última media hora hemos tenido tiempo de sobra para arreglarlo. Para qué abrir un nuevo orificio pudiendo usar el viejo –Esta vez parece que ha sido Igor, ha entrado en antena.

Llegamos a la valla y nos dirigimos hacia la derecha, continuando así otros doscientos metros. Efectivamente hay una abertura muy bien camuflada con la vegetación. Parece que la hayan dejado sin cortar a propósito para que no se detecte el orificio.
Dima intercambia algunas palabras con un par de soldados que nos esperan al otro lado, agazapados. Pasamos la valla y nos dirigimos a un vehículo parado en un sendero-pista que bordea el recinto del aeropuerto por la parte exterior.
   -Les he preguntado por quién es su superior, para asegurarme de que son de fiar, pero no me lo han querido decir; me han remitido a Igor, él será quien conteste a todas nuestras preguntas. Que lo sienten pero que acatan órdenes.

Pues nada, un saludo y entramos en la cajera del Pic-Up hacia un lugar que han denominado “seguro”. De momento nos vamos acercando hacia donde se encuentran los demás.
   -Espero que tengáis todo bien controlado. Necesitamos algo de tranquilidad, de lo contrario voy a tener un empacho de adrenalina –comento.
   -Tranquilo Héctor, tenemos todo controlado.
   -Lo que te dice Igor es correcto, esta vez hemos revisado todo, puedes conmutar al estado de vigilancia normal; el que sea normal para ti claro.

El intercambio de frases ha sido mientras llegábamos a ellos y salíamos del vehículo. Estrecho la mano de Igor y abrazo a Tanya. Como todo parece estar dicho nos dividimos, Tanya se va con Igor y yo voy con Dima, donde sea que nos lleven.

   -Algún plan para mañana? –pregunto.
   -Yo no sé nada –dice Tanya.
   -No lo he comentado por seguridad. De momento nada definido; veremos cómo está el tema, tengo gente trabajando en ello. Os comunicaré algo mañana mismo. Descansad. Hoy habéis estado a un nivel supremo.
   -Si para la hora a la que se pasa de paseante a ser montañero consagrado no tengo algo claro actuaré por mi cuenta. También por seguridad, claro.
   -No he entendido lo que has querido decir Héctor –este suena a Igor.
   -Pero Tanya sí; el mensaje era solo para ella. Hasta mañana, ahora a los dos.

La conversación termina cuando los vehículos se comienzan a distanciar.
En un cuarto de hora llegamos a una casa algo apartada de las demás pero cerca de una zona urbanizada. Parece una granja o haber pertenecido a una. La ubicación es buena a mi entender.
Salimos del vehículo, de la cajera, donde hemos estado ocultos a miradas impertinentes y nos acercamos a la puerta. La luz del porche deja mucho que desear, quizá está así queriendo  para que no se aprecie desde el exterior.

Uno de los soldados habla con Dima, quien disiente, el gesto de la cabeza es como que no le gusta algo, no está convencido de lo que le indican. Le hago un alzamiento de cabeza y me aclara que debemos entrar nosotros, no se deben ver los de dentro con los de fuera, para que no se puedan reconocer y por lo tanto delatar si fuera el caso. Dentro nos esperan cuatro personas. Según Igor de confianza. Habrá que darle otro voto de confianza a Igor, creo que ahora está tomándoselo todo bien en serio. Me parece una medida acertada, poco tranquilizadora pero bien razonada.
Miro a Dima y le asiento con la cabeza. Habrá que arriesgarse.
   -Probablemente deberá ser así. Tampoco me gusta a mí pero lo entiendo. ¡Vamos dentro Dima!
   -Vale, entro yo el primero y te pegas a mi espalda. Voy.

Los de dentro deben haber notado el movimiento exterior y el tiempo que nos ha costado decidirnos, pero esperan. Dima llama a la puerta con los nudillos de la mano y la puerta se abre sin que nadie salga. Los soldados que nos han traído nos saludan a modo de despedida, entran en el vehículo y se van. Entro tras Dima y cierro la puerta de un modo bastante evidente, como queriendo dar a entender que ¡Ya estamos!, a la vez que comienzo a echar una ojeada de reconocimiento al entorno, no sea que haya que salir por piernas. ¡Que no sea así, porfa!

La casa parece haber sido habitada por alguien hasta hace poco, por alguna familia, no pega con las cuatro personas con las que nos hemos encontrado. 3 hombres y una mujer. Ella algo más joven por los treinta si es que llega, ellos por los cuarenta, más o menos.
Tienen pinta de gente normal, no suena a formación militar. Parecen extrañados y alegres a la vez. Puede que no conozcan lo suficiente de lo que están haciendo, no sé, están demasiado tranquilos. O se sienten muy seguros. ¡Vaya lío!

El recibimiento es bastante afable, para lo nervioso que estoy parece hasta demasiado jovial, como una reunión de amigos o una cena de trabajo. Pasamos al comedor, donde hay algo preparado para comer. ¡Comer! Creo que la mitad de los nervios no eran tales sino hambre. Como que son las once y media.
Cuando comienzo a comer me doy cuenta del hambre que tenía, estoy comiendo sin saber lo que meto a la boca. Pura mecánica. Al igual que yo, Dima se despacha a gusto con lo que nos han preparado; algo sencillo, unos boles de caldo de algo y unos pinchos variados, bebidas diversas. Cerveza que no falte. Sencillo pero rico.

Solo hablan ruso. Percibo que Dima no sabe de qué hablar con ellos; seguro que no le pueden contar nada de lo que nos interesa. No los conoce de nada. No van a intercambiar información, de acuerdo, habrá que pasar al clásico tema del tiempo. No se me ocurre otra cosa. Tampoco podríamos responder a eso de ¿Qué tal el vuelo?

Se me ha pasado por la cabeza intentar algo para confirmar que nos están ayudando y no secuestrando pero no tengo el cuerpo para líos. Mi cabeza solo quiere desconectar y mi cuerpo dormir. En lugar de esto, mientras intento desconectar, me acerco a uno de ellos, el más voluminoso, y con motivo de que está haciendo unos simples ejercicios de estiramiento o desentumecimiento que me suenan conocidos apoyado contra el marco de una puerta, le hago un gesto a modo de pregunta por si practica el judo.
Lo pilla a la primera. Me muestra el cinturón que lleva puesto que será de cuero pero es negro y me muestra dos dedos. O sea, cinturón negro 2º Dan. Le sonrío. Con éste no me debo meter.
La conclusión es que no serán militares pero que deben estar preparados para lo que pueda suceder.

Dima me indica la habitación que me corresponde, donde hay ropa de cama y me indica cuál va a ser la suya. Le saludo y entro en la mía. Cierro la puerta.
He pensado en poner unos trapos en la cama y dormir en el suelo, o bajo ella, pero lo dejo para otra vez, que suceda lo que quiera.

Son casi las seis de la mañana cuando me levanto a mear, demasiada cerveza ayer con los pinchos de la cena. El judoca está leyendo una revista de deportes en la sala de estar. No hay luces encendidas, él utiliza una linterna frontal, cinco diodos led en posición de iluminación mediana. Sin que le pregunte aún, me saluda e indica el camino al baño, tampoco hace falta ser muy lince para imaginarse lo que necesito. Luego, paso a la cocina donde bebo un buen vaso de zumo que he encontrado abierto en el frigorífico.
Me vuelvo a la cama con la esperanza de dormir un rato más.

Ahora ya soy otro, son las diez de la mañana y me encuentro con Dima en la cocina. Está charlando con la chica, quien está ordenando el material, muy completo a mi entender, de lo que parece un botiquín, de primeros y no tan primeros auxilios.
   -¿Qué papel tiene ella en el equipo? ¿La encargada del botiquín? –pregunto a Dima, en plan de tomar el pelo.
   -Es médico. Especializada en urgencias. Y te entiende, habla bastante inglés -¡Mierda! Y yo con mis bromitas. Vaya entrada que he tenido esta vez. Héctor, eres un metepatas.

Por lo visto Igor se lo ha tomado en serio.

El desayuno es variado y abundante; todo traído de fuera, pero está bien. Me pongo las botas.
Al terminar recojo los cubiertos, limpio lo que he utilizado, lo dejo a secar y me pongo a hablar con la médico, comenzando por pedirle disculpas por mi entrada.
No sé por qué saqué ayer la conclusión de que no hablaban inglés. Me equivoqué.

Cuando me he conciliado con ella, que sigue con lo del botiquín, me voy a la sala donde se encuentra otro de ellos, uno delgado, alto y fibroso. Que no habla inglés, tampoco me equivoqué tanto ayer.
Le planteo, por medio de señas, que si uno de los cuatro es el fuerte, el judoca, que cuál es su papel en el grupo. La contestación es inmediata. Soy el rápido, dice marcando un “ZIUuuuuuu” con la palma de la mano. Luego simula un sprint, en parado. Mira la habitación, aparta uno de los sillones, tantea una pared, se separa de ella, coge impulso y se lanza contra ella. Antes ce chocar, adelanta un pie y de un par de zancadas en la pared, sigue girando hasta caer de nuevo de pie, en el suelo, casi donde había salido. Un giro de 360 grados. Parece de circo.
   -Lo tuyo es el Parkour –le digo, esperando conozca el nombre.
   -Da, da –pues lo conoce, he acertado.

Ya solo resta el cuarto del grupo. Le pido al rápido que me mire. Le cuento lo del Fuerte, el judoca, el Rápido él mismo, y pregunto abriendo los brazos ¿Qué hace el otro?, y sin darle tiempo a responder me pongo en la postura de pensar. La mano en la sien y mirando lejos a la nada.
Se ríe y le oigo pronunciar algo como “все готово”(todo listo), mientras asiente. Será el listo.

El amigo Igor ha seleccionado un equipo de trabajo basándose en los tres estereotipos del deportista de equipo. El clásico de los fuertes, los rápidos y los listos. A estos ha unido el cuarto en discordia, el médico. “El equipo A”. Igor, me has sorprendido. Ahora entiendo que ayer no me dieran impresión de estar preocupados, en una misión, expectantes. Parece que son buenos, con experiencia y me da la impresión que han trabajado juntos en varias ocasiones. Ahora sí me cuadra lo de ayer. Me faltaba entender algo. Ahora puedo dormir tranquilo pero no va a ser así. Son las 10:45 y necesito moverme algo, estoy agarrotado. Llevo demasiado tiempo sin andar un par de quilómetros y habrá que ponerle remedio. Pero de momento deberé esperar. Tranquilo Héctor, tiempo al tiempo. Hasta las cuatro.

Entre las revistas y periódicos veo que asoma la hoja de un cuaderno de Sudokus, es una suerte que el juego no necesite de los idiomas. Hay algunos libres, otros comenzados y alguno terminado. No veo que indique el nivel de dificultad. Comienzo buscando el primero que esté sin números, que no encuentro hasta pasada la primera mitad del cuaderno. Seguro que no es de lo fáciles.
Pruebo suerte. Comienzo muy rápido pero enseguida me atasco.
   -¡No me digas! ¿Haciendo un sudoku?
  -Hola Tanya. No te esperaba tan pronto. Solo son las once.
   -Igor ha recibido noticias sobre el grupo que persigue a Vasili, y por ello también a ti. No cuentan con infraestructura propia en Vladi pero pueden contratar los servicios de algún grupo local, probablemente chapucero y por ello más peligroso. Lo que harán será vigilar vuestra salida hacia Moscú. Suerte que para la vuelta no hay escala en Novosibirsk, pero de esto último trataremos más adelante.
   -Me alegro, necesitábamos un poco de tranquilidad, al menos yo.
   -De tranquilidad nada cariño, vestíos de gala que a las doce vamos de ejercicios de campo. Nos veremos en el banco. Vamos a poner a prueba tu pasaporte, y de paso probamos lo de intérprete a distancia, yo, y lo de ruso mudo, tú. Igor nos ha preparado deberes. Hoy el primer examen.
   -¿Cómo nos vemos y qué debo hacer? ¿No me explicas nada más?
   -Las instrucciones concretas os las traerá por escrito el equipo del coche que os va a pasar a buscar dentro de media hora. Péinate un poco y aféitate bien. Ojo al tinte del pelo. Nos vemos en el banco.

Le explico las novedades a Dima y nos ponemos en movimiento. Afeitado, ducha con cuidado de no quedarme sin tinte y traje de ejecutivo, un tanto arrugadito, del trajín de ayer. Menos mal que hay dos cuartos de baño porque Dima necesitaba hacer lo mismo.

A las once y media estamos ante la puerta de salida de la casa, dentro claro. Listos. Sentados en el tresillo y las manos sobre las rodillas, vaya par de modelos de sastrería. Silencio. Paso el tiempo recreando la mirada por los objetos de adorno, esperando que me digan algo. Un jarrón, un cuadro, la lámpara torcida. Pero todos están mudos. Espera. El equipo A se mueve de aquí para allá, como si hiciera algo, pero nada, también espera. Moviéndose, para matar el tiempo. Pero espera. El judoca parece un tigre enjaulado.

¡Por fin! aparece un vehículo grande, a la hora acordada. Un todo terreno tamaño familiar, de cristales oscuros y bastantes plazas. Un tanto viejo, eso sí, y con un solo ocupante, el conductor evidentemente.
Montamos todos, los seis; salimos sin mediar palabra y antes de diez minutos estamos en la parte posterior de lo que presumo debe ser un hotel. El conductor entrega al listo un documento escrito a mano, bastante escueto, lo lee, le dice algo a la doctora, mas bien poco y se lo guarda en el bolsillo.

Los tres mosqueteros salen de nuestro vehículo y se van. Nos quedamos el chofer, Dima, la doctora, esta vez sin maletín pero vestida de ejecutivo, y yo. Ni me había fijado hasta ahora en su indumentaria, vamos los tres a juego.
Se da cuenta de que la estoy mirando y me dice:
   -Hoy me toca interpretar el papel de ser tu “secretaria”, ya que no puedes hablar, porque estás mudo. ¿Recuerdas?

Le respondo con un movimiento afirmativo de la cabeza y luego abro os brazos elevando los hombros con la intención de decir un ¿Qué le vamos a hacer?
Seguidamente llega un taxi hacia nosotros y el chofer nos indica que se va, debemos cambiar de vehículo. Bajamos y subimos al taxi. Ella sube con el taxista, nosotros vamos detrás. El taxista nos pregunta si puede salir y salimos hacia el centro.

   -¿Tienes euros?, me pregunta la doctora.
   -Alguno sí ¿Por qué lo preguntas?
   -Es que vamos a que cambies moneda extranjera, de ese modo te piden el pasaporte y practicamos un poco, tienes que ir entrando en el papel. Yo soy tu secretaria ¿recuerdas?, te lo acabo de explicar hace un momento.

Me han pillado despistado y no voy a la velocidad que esperan. ¡Joder Héctor!, hoy estas bastante espeso, ya puedes ponerte las pilas.
Hago memoria y recuerdo que tengo un par de billetes de doscientos euros bien despistados en un compartimento especial de la cartera. Los saco y se los enseño a “mi secretaria”, quizá me está devolviendo lo de anoche.

El taxi para en una acera, frente a un banco, el Autobazbank, creo, el interpretar el alfabeto éste me cuesta, y eso que  cuento con conocer las letras griegas y su sonido.
El taxista ha venido de cicerone, y según él, estamos en la península de Egersheld, a la que hemos llegado tras pasar ente la Universidad Federal del Extremo Oriente, en una calle que da al “Бухта Золотой Рог o Bahía del Cuerno de Oro. Muy educativo.

Cuando estamos saliendo del taxi me acuerdo de algo importante.
   -¿Cómo te llamas? Si eres mi secretaria deberé conocer tu nombre.
   -¿Y cómo me vas a llamar si no puedes hablar? –Pero no es exacto doctora secretaria.
   -Deberé saberlo por si alguien te nombra ¿no?
   -Natasha. Natalia o Natasha, como prefieras. Natasha Ivanova. A todo esto, todo el equipo somos hijos de Ivan. Yuri Ivanov tu judoca. Andrey Ivanov, el cerebro. Mijail Ivanov, el rayo. ¿Alguna pregunta más?
   -Gracias mujer, ¡Qué carácter! Señorita Ivanova. Secretaria Ivanova –Se ríe.

Natasha se dirige al taxista, le indica algo que me parece entender, y se lo digo, sin más intención que la de confirmar que lo he interpretado bien.
   -Esperas diez minutos por ahí y luego das vueltas a la manzana hasta que salgamos ¿no?
   -¿Y eso sin saber ruso? –me dice asombrada.
   -Has acompañado a lo de esperar con la mano derecha, luego has dicho diez con los dedos de las dos mano, y para terminar has dado giros con la mano derecha y el dedo índice hacia arriba. Eso es así en Rusia y en mi pueblo. Se llama lenguaje corporal, y se emplea especialmente cuando se dan instrucciones a alguien que no conoces, dudas de si te habrá entendido o es muy importante que lo asimile bien. ¿OK?
   -Bueno Héctor, deja de dar lecciones de interpretación y mueve el culo que ya estamos dentro. Procura no conocernos. Intentaré estar lo más cerca posible por si puedo oír la conversación. Ah, se me olvidaba, buenos días. Y lo de antes iba en broma-. Esta ha sido Tanya, fijo.
   -Recuerda, tu nombre es Denis; Denis Vodinov, por si se te había olvidado.
   -Pues has hecho bien en recordármelo, en serio, gracias. ¡Joder! Soy Denis Vodinov.

Los tres ejecutivos entramos en el banco. Dima va el primero, seguido de mí, casi a su lado pero medio palmo por detrás, como hice en el aeropuerto, un poco más atrás nos sigue Natasha.
Dima se acerca a una ventanilla y pregunta algo, luego nos indica que vayamos hacia otra, al lado, Natasha se me acerca y vamos los dos. Se queda a mi lado.

Nos atiende una chica rubia, alta, guapa y simpática. Sin intentar explicar nada le adelanto los doscientos euros, me parece evidente que lo que quiero es cambio, siendo ésta la ventanilla a la que nos ha enviado Dima. Me dice algo, que no entiendo pero imagino.
   -Necesita tu pasaporte –me dice Tanya. Natasha no se ha inmutado, está bien en su papel, eso ya lo debía haber entendido yo.

Asiento con la cabeza y le entrego el pasaporte. Ella lo abre, lo mira, luego me mira a mí, un segundo que dura un minuto, le sonrío como diciendo “sí, ese soy yo”, ella deja el pasaporte en la mesa y me dice algo, mientras coge un papel con pintas de formulario.
   -Es la primera vez que cambias? –Tanya acude en mi ayuda.

Para cuando dirige el rostro hacia mí ya estoy asintiendo. Ella sonríe pero pone cara de extrañada, le inquieta algo. Mira a Natasha y le dice algo, que Tanya me traduce.
   -¡Qué pasa! ¿Es que no puede hablar?

Yo lo confirmo con la cabeza señalando el cuello con el dedo mientras Natasha le cuenta lo de la operación. Lo entiende y sin más preguntas rellena el formulario con mis datos y me lo pasa, haciendo una pequeña marca en el lugar donde debo firmar. ¿Qué? ¿Qué debo firmar? ¡Pero si no sé qué firma tiene Denis! ¿No he pensado en eso?
   -Ni tú ni nadie Héctor. He aquí una razón por las que hay que hacer pruebas en real. ¿Qué hacemos? –Esa es la pregunta que me estaba haciendo.

Consigo ver el pasaporte que no se ha cerrado, y en él, veo mi firma, boca abajo, la estoy mirando del revés. La fotografío con la mirada, antes de que se cierre o lo haga la rubia.
Bajo la mirada al mostrador como si estuviera pensando y traigo la firma a la mente. Vaya lío, está del revés. ¿Qué coño hago? Ya está vamos a probar.
La cajera me mira y yo hago como que estoy buscando el bolígrafo. Mas que sonreír se ríe, y me dice algo que interpreto como “Pero si lo tienes ahí debajo del brazo, tío despistado”. Me hago el sorprendido, perdona, gracias y me dispongo a firmarlo. Voy despacio, recordando la imagen de la firma y ensayándola con la mano pero sin moverla, un ensayo virtual.
Ella se ha ido a por el dinero y vuelve enseguida. Cuando no me queda más remedio que firmar, ella recoge el mostrador, pliega el pasaporte, lo deja todo bien ordenadito y se va, diciendo algo. Me da igual lo que diga, ¡se va!
   -Ha dicho que ahora vuelve con un sobre.

Durante unos segundos practico la firma, esta vez con movimiento de la mano, bolígrafo incluido, en el aire. Le doy la vuelta a la hoja poniéndola del revés, del modo en que he visto el pasaporte y ahí voy, de perdidos al río, que salga lo que sea, pero que salga bien.
   -Solo has hecho la rúbrica –me apunta Natasha.
   -Con esto debe valer, la firma completa me es imposible. Vamos a cruzar los dedos.

Pienso que para ser una firma de trámite valdrá con la versión resumida, el garabato.
¡Y vale! Para cuando vuelve la cajera he puesto el papel en su lado del mostrador. Ella lo mira, y sin abrir el pasaporte, se queda con él, me entrega el dinero junto con el pasaporte y nos despedimos, ella en ruso y yo con la mano. La respiración y el pulso comienzan a volver a su ritmo.
   -Ya puedo trabajar lo de la firma. No me van a pillar en eso de nuevo.
   -Vaya librada Héctor. ¿Cómo has conseguido hacerla sin mirar el pasaporte?
   -Ese truco me lo has enseñado ya. De vez en cuando recuerdo tus lecciones.
   -Ya, pero solo te lo dije, no hemos hecho prácticas.
   -Cuando la situación te obliga te puedes saltar las prácticas.
   -Eso lo harás tú. Tienes demasiada suerte.
   -Sí. Al saber le llaman suerte. No te jode.
   -Dentro de media hora nos reuniremos para seguir haciendo planes. Hasta entonces.

Éste último ha sido Igor. O ha estado desconectado o se ha escondido muy bien, no lo he sentido hasta ahora. También es verdad que he estado concentrado con la rubia y el dinero.
   -Te habrá gustado el equipo que te hemos asignado ahora. ¿No? –Esta vez seguro que es Igor.
   -Me has sorprendido pero que muy gratamente. Veo que no son militares. Un equipo muy bien equilibrado, y que han trabajado juntos antes de ahora. Espero no depender mucho de ellos, sería mala señal, pero si hiciera falta sí, me gustaría que fueran ellos. Alguno es pariente tuyo ¿No?
   -¡Calla! Eres un brujo.
   -¿El listo?
   -Uuuuuuuuuuuuu

Es una especie de grito o alarido, no sé cómo explicarlo y la conexión desparece. Me faltaba por decir que creo que es su sobrino; ya se lo diré en otro momento, cuando se calme.
   -Héctor, eres un hijo de puta. ¿No se lo puedes decir en un momento más tranquilo?
   -Lo siento, he metido la pata. En cuanto lo vea le pediré perdón, y si eres tú se lo adelantas, para que me deje hablar; no pensaba que le iba a afectar tanto. Es que tienen el mismo corte de cara, Igor en viejo y feo y Andrey en joven y tirando a guapo. Las mismas facciones pero a la vez diferentes, duras uno y agradables el otro. Luego la voz, tienen timbre parecido y el acento es clavado, cantan igual, no tienes que intentar entender, en cuanto lo veas lo sabrás y entenderás.

Creo que esto lo sabía desde anoche pero no me ha venido a la mente hasta estar hablando con Igor. La reacción me lo ha confirmado. Me ha parecido demasiado que fuera su hijo, pero podía ser el de su hermana. Pero seguro que han vivido en familia, lo del cantar los delata.

Cuando estamos saliendo del banco hago un repaso general con la mirada y es cuando veo a Tanya con su madre en un mostrador vacío, están rellenando algún tipo de impreso. Yelena me está mirando, como si no creyera que soy yo, la verdad es que la caracterización que me ha hecho Katia no debe ser ninguna tontería. El disfraz funciona. Importante.

Salimos del banco y nos vamos a un edificio de oficinas, a pasar el tiempo y despistar posibles seguimientos, que no hemos detectado. Un recorrido por alguna de las plantas y salimos a la calle, donde en ese momento pasa el taxi, se para y montamos.

De momento damos un paseo sin sentido. Sin sentido para el turista, Dima está queriendo detectar algún posible coche que nos siga. Esta vez tampoco. Al taxista le debe importar menos; para él estamos haciendo el tonto, pero si pagamos como si damos diez mil vueltas a la manzana. Hoy va a ser su día de suerte.

Pasan de las once y media cuando pasamos ante una cafetería y paramos a la vuelta de la esquina. Entramos por la parte de atrás. Se están tomando un trabajo que es de agradecer, después de mi secuestro en Prtropavlov no se pueden dejar las cosas a la ligera.

El interior de la cafetería es amplio y agradable. Natasha elige la mesa, el lugar perfecto para controlar; la elección que viene en el manual del espía. No serán militares pero sí que son profesionales.

Pedimos unas cervezas y esperamos charlando sobre cómo ha salido el experimento. Estamos todos al completo, los dos equipos de dentro del banco, el del cambio de divisas y el de apoyo en otro lugar donde no los veíamos, los demás, los otros tres del Equipo A están fuera, vigilando el exterior de la cafetería, les toca guardia.
Con lo de la firma se ríen, los muy cabrones. No saben el apuro que he pasado.
Una vez bebido un buen trago de cerveza me acerco a Yelena y le doy un abrazo. Es que va a ser  mi suegra y la tengo que mimar. Tanya se ríe porque me lee lo que estoy pensando y le doy un beso, mientras le pido que se siente a mi lado.
   -Me ha impresionado tu nuevo look. Te queda bien. Estás muy interesante –dice Yelena.
   -Me cuesta reconocerte –afirma Igor- muy bueno, y pareces más joven. –pero lo dice en interno.
   -Sería mejor si hablarais para todos.-Dice Yelena, que se ha dado cuenta de que los estamos dejando un poco de lado. Creo que de estas situaciones entiende, está acostumbrada a los silencios con gestos en la cara de Vasili.

Natasha me mira y pregunta, con las manos, ¿Me he perdido algo? No ha entendido el comentario de Yelena. Aún no se ha dado cuenta de que hablamos a escondidas. Intento tranquilizarla.
   -Tenemos un lenguaje de gestos secreto; Yelena se ha dado cuenta y nos ha llamado la atención. No le gusta que hablemos a sus espaldas. Es algo así como el de los mudos pero más disimulado, por lo que es más difícil.

Ha sido una mentira a medias, una mentira que podría pasar el polígrafo. La conclusión es que en adelante será mejor que las conversaciones las hagamos al estilo convencional. Luego ya veremos si debemos reservarnos algo.

Va pasando el tiempo, las cervezas se van vaciando y el tema importante está por salir así que lo planteo sin más dilación.
   -Bueno señores. ¿Cuál va a ser el plan a partir de ahora? ¿Qué vamos a hacer, ya no hoy sino a partir de mañana? ¿Cuánto tenemos que esperar y haciendo qué? ¿Ha pensado alguien sobre estas cuestiones?
   -Demasiadas incógnitas en este momento. Lo mejor sería planificar una fuga lo antes posible; hoy parece que lo tenemos controlado, lo de mañana es futuro y para esto, hoy, no puedo garantizar nada. Quiero pensar que lo tenemos controlado pero no es mi cuello el que se juega así que si es el de otros lo mejor sería salir cuanto antes. Es una opinión personal, y lo malo es que no puedo garantizar vuestra seguridad –plantea Igor, refiriéndose a Tanya y a mí.
   -Por mi parte me encuentro bien –indica Yelena- mañana por la mañana tengo una nueva revisión, algo rutinario, pero por mi parte no hay ningún inconveniente en que se vayan, me gustaría que se quedaran un tiempo pero no hace falta. He estado con mi hija, estoy recuperada y estoy bien. Soy feliz. Si pensáis que es mejor desaparecer yo os apoyo, ayudaré en lo que pueda.
   -¿Te parece Igor que enfoquemos nuestra marcha para mañana por la tarde? Parece apresurado pero si debe ser pronto, lo antes mejor.
   -Espero nuevas informaciones sobre el grupo que nos ha ocasionado tantas molestias, quizá tenga algo para esta tarde. Necesito saber a qué nos estamos enfrentando, si son un grupito suelto o resulta que es una organización con mucha influencia. Antes de una decisión importante nos conviene valorar debidamente al enemigo. Tengo mis sospechas y las quiero aclarar antes de dar un paso en falso. Podemos enfocar el viaje para mañana pero la decisión final será a última hora.
   -Tanya y yo queremos estar a solas con Yelena, ahora o en otro momento pero nos gustaría que fuera ya. ¿Qué te parece si volvéis a por nosotros en media hora?
   -No hay problema. Yo me voy ahora, tengo asuntos pendientes pero Natasha y Dima se quedan con vosotros, allá, al fondo del local, de modo que tengan contacto visual. Por los de fuera no os preocupéis, pueden seguir ahí el tiempo que haga falta. ¡Y cuidad de mi sobrino!

Esto último lo ha dicho con cara de resignación; ha asumido que hay cosas difíciles de ocultar, hasta ésta, que él consideraba segura.
Cuando se va y los dos escoltas se colocan en una de las mesas del fondo, me dirijo a Yelena para que sepa que lo digo yo, que soy el motivo de la entrevista. Lo traduce Tanya.
   -Bueno Yelena, va siendo hora de que nos cuentes lo de Víktor Vodianov –digo en castellano.
   -Resolvamos de una vez esta historia, mamá –traduce Tanya.

Probablemente Yelena se lo esperaba porque parece tener la respuesta preparada.

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