Llevo dos semanas completas dedicado a la normalidad,
a la rutina, a la vida normal; por cierto, quizá demasiado normal después de la
racha de los últimos meses. De casa al trabajo y del trabajo a casa. Va a ser
verdad que estoy echando de menos un poco de emoción, intriga, salsilla,
adrenalina. ¡Héctor! ¿No será que de está gustando?
Pensaba contestarle que no a eso otro yo pero, en el
fondo, hay algo de verdad en ello. Me estoy enganchando a lo de las sorpresas.
Cuanto estoy en ellas me abruman pero en momentos como ahora me parece que
falta algo.
Tampoco tengo demasiado tiempo para buscar o esperar
complicaciones, me ha surgido bastante trabajo estos días y estoy un poco
agobiado; el típico trabajo importante, para “ayer”, (A.T.O. - A Toda Ostia),
de modo que me vengo a casa con el trabajo y sus preocupaciones.
Al anochecer me paso un par de horas preparando el
plan de acción del día siguiente. No me preocupa mucho, habrá momentos de
“vacas flacas” en un futuro cercano y se compensará.
Aparte de un par de líneas y alguna conversación corta
con Tanya no le he dedicado atención al tema conectivo; hasta he olvidado la
necesidad de profundizar en mis habilidades. Lo de Suiza está en el pasado, en
un pasado remoto.
Lunes 26 de marzo por la tarde. He llegado a casa a
eso de las siete y me dispongo a ir al polideportivo, a sudar un poco y
eliminar las toxinas del fin de semana. Antes de salir paso por el WC a atender
la llamada de la selva. Tengo a mano la lectura correspondiente al lugar, la
propaganda que suelo encontrar casi a diario en el buzón, es el momento de leer
cosas trascendentales; hoy son ofertas de sillones, un pintor de brocha gorda,
varios supermercados, un masajista y algún otro gremio de los que ofrecen sus
servicios mediante papeles de colores, todos de diferente tamaño, luego irán al
cajón de reciclaje de papel del balcón de la cocina.
Así me encuentro en profundos pensamientos cuando, de
improviso siento un flash, una especie de llamada o similar de una décima de
segundo de duración; casi inapreciable pero evidente. Me cuesta reaccionar pero
consigo entenderlo, es alguien que me llama. Conectivamente.
-Hi, Héctor,
Zigor naiz, Kaskazuri baserrikoa, Kixkur. Gogoratuko haiz eskola garaitik. Hitz
egin behar diagu. (Oye Héctor, soy Zigor, del caserío Kaskazuri, Kixkur. Te acordaras de
los tiempos de la escuela. Tenemos que hablar)
Me cuesta entrar en materia después de dos semanas de
inactividad; yo que estaba tranquilamente, sentado en el trono y ojeando
papeles sin importancia. ¡Joder, qué pillada!
-Lasai motel,
bukatu lasai, itxoingo dut. (Tranquilo tío, termina tranquilo, ya esperaré).
Voy reaccionando. Conozco a quien me habla. Hace
tiempo que no lo veo y le tenía perdida la pista pero lo que más me extraña es
que todo lo que he oído, mentalmente, ha sido en euskara, o yo lo he asimilado
en euskara. Una nueva incógnita para la conectividad.
No había considerado el idioma dentro de los temas a
analizar. Hasta ahora no me había fijado en ello, y eso que me lo dijeron el
día en que Tanya y yo hablábamos cada uno en su idioma, idiomas que el otro no
conoce pero aún así entendernos a la perfección. Pero es que ahora estoy
asimilando la información en el idioma en que me hablan, porque lo entiendo,
claro.
Esta cuestión parece importante para poder conocer más
detalles del interlocutor, para cuando no lo esté viendo o cuando no lo
conozca.
Tomo nota mental del tema para profundizar en él en el
futuro. He sabido el idioma de mi interlocutor. ¿Se deberá a la estructura?
Apuntado.
Por fin abro la puerta y me encuentro de frente a un
“armario” de casi dos metros de alto por uno de ancho, un pelo insultantemente
rubio, un rizado que parece de peluquería y una cara sonriente y agradable.
-¡Joder
Kixkur! Pareces un modelo profesional, vaya pinta más yuppie que tienes.
-Quita,
quita. Ya conoces a Zuriñe, mi mujer. Es peluquera y ayer estaba algo aburrida.
Vaya vergüenza que estoy pasando, sobre todo en el curro y eso.
-Ya veo ya.
¿Qué te trae por aquí?
-Para ahora
ya deberías haber adivinado el motivo.
-No, si el
motivo por el que estás aquí está claro, lo que no está, y por ello la
pregunta, es el qué quieres, o queréis, de mí, cuáles son vuestros planes para
con mi vida, que me temo vaya a dejar de ser mía.
-Vale, vale.
De eso se trata; es por lo que vengo. ¿Sacas un par de cervezas o tenemos que
ir a un bar?
Habrá pasado los años pero Kixkur sigue como siempre,
el colmo de la diplomacia; directo al tema, sin adornos ni contemplaciones.
Pues mejor. Lo que no entiendo es cómo conoce lo mío, pero me callo, supongo
que me lo dirá.
El plan de un poco de ejercicio se cancela y en lo que
trascurren una hora y un par de cervezas me pone al día de lo que, de momento,
de mí se espera. No me presenta planes de futuro lejano, de momento el día a
día y nada de particular para los próximos meses.
Lo primero que quieren es evaluarme. No conocen mis
intenciones, capacidades ni mi potencial. Necesitan vislumbrar lo que puedo dar
en un futuro cercano, de modo que puedan planificar mi dedicación. Están
analizando mis necesidades de formación y por ello necesitan datos.
De momento saben que soy bueno improvisando y que
también soy bastante escurridizo; lo de la fuga se me da bien. ¿Y de qué más se
habrán enterado?
La propuesta que planean ofertarme es la de trabajar
para “ellos”, bajo algún tipo de camuflaje porque “ellos” no existen. Él,
pertenece a la Ertzaintza (policía autónoma vasca), dependiendo directamente
del director del departamento de Seguridad Ciudadana y está ubicado en el
cuartel de Oiartzun, donde probablemente nadie sabe lo que hace.
Colabora en operaciones de salvamento, en especial en
los rescates de montaña, y en organizar las formaciones locales municipales de
protección civil.
Está en ello solo y no hay otros conectantes en
nuestras cercanías, Gipuzkoa.
Me presenta la opción de que contraten mis servicios a
la empresa donde ahora trabajo, para el mismo cometido actual, estudios medio
ambientales, trabajando bajo el concepto “administración”, facturándoles las
horas y gastos, sin demasiada justificación del trabajo en sí mismo.
Me facilitará en breve un contrato bien definido, con
sus correspondientes cláusulas y condiciones.
En función de lo que vaya surgiendo, mi dedicación
podrá llegar a ser absoluta. Una bonita tapadera.
Desde luego que todo debe ser estricto secreto y confidencial.
Nada que pueda ser utilizado en “nuestra” contra. Estoy incluido en el término
“ellos”.
-Supongo que
no te importará colaborar en estrecha relación con Tanya. Ella está dispuesta a
colaborar contigo cuando termine el contrato actual en Santander, probablemente
la próxima semana.
-¿Qué? ¿Que
Tanya viene a vivir con migo la semana que viene?
-¡Hey! Eso de
vivir contigo no lo he dicho yo, eso será algo que ella decida, no llegamos a
tanto.
En dos segundos se me ha borrado la conversación
anterior y tengo la cabeza volando por no se sabe dónde. ¿Quizá por Santander?
Tanya se va a encargar de mi formación, pero como
adelanto, Kixkur me propone que comience con cuestiones técnicas físicas, como
la Defensa Personal. Nunca está de sobra ir por el mundo con un poco de
seguridad, como para no pasar miedo en situaciones en las que te puedas
encontrar con gente “peligrosa”. Una persona entrenada en Judo, con costumbre
en esquivar golpes, redirigir caídas, ayuda a controlar estas situaciones de un
modo honroso. La costumbre a que te tiren contra el suelo varias veces al día,
en los entrenamientos, la costumbre a reaccionar en situaciones de cuerpo a
cuerpo, te da una confianza que se aprecia, lo aprecia tu contrincante,
teniendo de este modo un mayor margen de salir airoso de un trance
problemático. Actuar con tranquilidad, decisión y sin sudar miedo; rápido y
efectivo. Y si te zurran tampoco va a ser tan grave, te zurran varias veces a
la semana los cachas del gimnasio cuando están preparando una competición.
Puedes encajar un golpe y prepararte para, antes del segundo, partir un brazo,
o lo que se tercie.
Sin explicar o profundizar mucho más, me deja con un
mar de nuevas incógnitas. Yo que estaba echando en falta algo de acción; ya
estamos de nuevo en el tema. Bueno, iremos poco a poco.
Me ha solicitado una planificación y a eso me esmero,
de modo inmediato, para qué retrasar lo inevitable.
Punto
primero.
Realizo una serie de visitas a las ofertas de Judo de
Ore, que son bastantes. Dos gimnasios en el barrio, uno en la misma manzana y
otro algo más apartado, junto al antiguo matadero.
La siguiente opción es la de polideportivo, ya que soy
socio será la más barata.
Tras un breve análisis del lugar, precio, horarios,
niveles, tipo de alumnos y preferencias personales elijo el de debajo de casa,
lo tengo a 50m del portal.
Punto
segundo.
Comento en el trabajo la posibilidad de que me quieran
contratar para trabajos más o menos “especiales” y les presento lo que me ha
propuesto Kixkur. De primeras les parece bien, podrían contratar a uno nuevo al
que yo vaya preparando, y que yo me dedique a sus proyectos en momentos
puntuales de carga de trabajo, no mía sino de ellos, siempre que la suerte
ayude.
Punto
tercero.
Qué pensará al respecto y qué tendrá Tanya en mente.
Hemos chateado al respecto, muy superficialmente, sin
concretar fechas ni lugares. Sin ningún tipo de condición o explicación, me
pide que vaya a recogerla a Santander el domingo por la mañana, para eso de las
once. El desenlace se acerca.
Le tomo el pelo preguntando si voy en coche o alquilo
un camión para el traslado ya que visto lo que llevó al monte no me la imagino
con “todas” sus pertenencias.
Hemos quedado en el día y hora pero sigo sin conocer
si viene a casa o a la de su hermana. ¿Lo tendrá decidido? Si es que va a ser
mi tutora ¿Qué mejor que vivir con migo? Vaticino que esta va a ser una semana
muy larga para mí.
Va pasando la semana y he disfrutado de dos sesiones
de judo, disfrutar, je, je.
Gente demasiado joven para tener malicia o ganas de
atacar pero con el doble de ganas que yo que me han dejado el cuerpo molido a
palos. Será un tatami sobre lo que te arrojan; nada de barridos, llaves de
hombro donde caes directamente de espaldas al suelo desde más de un metro y
marcando un hipón redondo. No puedo dormir, tengo el cuerpo calentito; espero
que no sea siempre así y llegue a acostumbrarme, así me lo indican, “en tres
semanas te acostumbras”. Joder, tres semanas, si no me puedo agachar a atarme
las zapatillas. Hasta tengo el cuerpo de un tono rojizo.
Me desierto cada hora para cambiar de postura y
resulta que es peor, me duele al moverme y me duele al estar quieto. Kixkur,
¡Cabrón! ¡Porqué te habré hecho caso!
El cuerpo morado pero el corazón lleno de ilusión.
Tanya me ha comentado que lo de volver de Santander lo adelanta al viernes a
las cuatro de la tarde, y que “con el coche sobra”. Total, solo son una per de
cajas y una bolsa más que la vez anterior. No sé si creerla.
El jueves recibo en el buzón (ha aparecido sin
matasellos o envío postal) el contrato y pliego de condiciones que proponen a
mi empresa con respecto a mi dedicación. Lo he leído varas veces pero estos
tecnicismos legales me resultan un poco retorcidos. No parece que haya nada
raro y lo entrego en el curro para que lo cumplimenten. Un acuerdo de
subcontratación de 12 folios en letra pequeña y 34 cláusulas. Demasiado
legalismo para mi cuerpo.
El viernes me he despertado a las cuatro de la mañana.
Por lo visto no voy a dormir más, tengo los ojos como platillos de café. No van
a llegar a dar las doce del medio día para salir hacia Santander. Vaya nervios,
menos mal que tenía algunos asuntos por resolver que me han tenido ocupado
durante casi toda la mañana y no le he estado dando vueltas al viajecito.
Ya en la carretera, debo estar al tanto de vigilar la
presión que mi pié derecho ejerce sobre el acelerador, parece que tuviera
voluntad propia. Me veo como la vez anterior, dando vueltas por los
alrededores, haciendo tiempo.
Consigo llegar tan solo diez minutos antes pero pasan
las cuatro, las cuatro y cinco, y diez, y me pongo a sudar. Sale a las cuatro y
cuarto con la tía que conocí en Babia, la que le contrató; las dos vienen
cargadas de bultos. Entran todos en el coche.
Me presenta a su exjefa, la saludo e intercambiamos
algunas frases protocolarias mientras distribuimos los bultos por el maletero y
la zona de los asientos posteriores. Se despiden y para las cuatro y media
salimos.
Por el camino comenzamos la conversación por temas
intrascendentes; no me atrevo a plantear la pregunta que me bulle en la cabeza
desde el lunes con Kixkur. Tampoco he querido pensar en ella, no sea que me lo
lea pero creo que no le he conseguido, mi cabeza seguro que me ha traicionado.
El decirme a mí mismo “no pienses en eso” creo que es demasiado evidente de lo
qué y dónde debe buscar.
Ella, por su parte, sigue con el tipo de conversación
insulsa con temas del tiempo y de qué tal en el trabajo. Y lo peor es que
tampoco me dice nada su expresión corporal ni su semblante. Me está haciendo
sufrir, seguro.
-No estoy
escondiendo o enmascarando la respuesta que esperas -me larga Tanya como
respuesta a mis cavilaciones.
-¿Y cómo se
le llama a eso?
-Te estoy
demostrando una de las tareas pendientes de tu inmediato aprendizaje. No se
trata de camuflar sino de controlar la emisión. Debes poder pensar lo que
quieras sin dejarlo salir al exterior.
Bueno, resulta que era eso, yo no entendía cómo se
puede llegar a controlar de tal modo la mente como parecía que hacía Tanya.
Otra cosa nueva.
-Esto que tú
haces, Héctor, es algo que nosotros no hacemos, es bastante más difícil y,
sobre todo, más peligroso; precisa de un mayor de control para no traslucir tus
pensamientos; éste del control de la emisión es uno de los primeros ejercicios
que debes aprender; se trata de una cuestión más física que otra cosa, de menor
nivel en lo referente al control. Lo que tú haces sin esta herramienta es otra
de las cuestiones con que nos tienes intrigados.
Nosotros utilizamos herramientas elementales y poco
complicadas. Tú te has puesto a nuestra altura en un momento, un mes o así,
cuando a nosotros nos puede llevar años de aprendizaje y perfeccionamiento. Te
trasmito lo que me han dicho, “Eres muy bueno”.
-Bueno, y con
respecto a mis dudas y mi pregunta ¿Qué? ¿Vienes a casa? ¿A mi casa?
-Pero si ya
sabes que sí, tonto, ¡qué hombres estos, que no se enteran de nada! Seguro que
has creído intuir el sí en alguna contestación, solo que no tienes costumbre de
interpretar el diálogo conexional; te faltan seguridad y confianza.
-Es que lo
deseaba tanto que tenía dudas de que pudiera ser verdad. Al haberlo intuido en
lugar de conversado me hacía dudar, perdona.
-Más fácil es
mentir en una conversación tradicional; te podría decir “quiero” ir a tu casa
pero por el motivo el de no tener otro lugar, y no te darías cuenta del matiz;
imagina que estuviera enfadada con Irina y necesitara algo mientras encuentro
otro lugar. Conectando dispondrías de casi toda esta información, no puedo
abrir unos pensamientos y proteger otros así como así.
-Entonces
habrá que estudiar la posibilidad de mentir bajo conexión.
-No hay que
estudiarlo, los “buenos conectantes” mienten muy bien.
Ahora sí que estamos jodidos; resulta que para mentir
bien hay que asumir la mentira, hacerla nuestra y convertirla en verdad. El
sistema de pasar el detector de mentiras. Aprendizaje para cuestiones que me
depara el nuevo tipo de vida, formación de espía o como más elegantemente le
llaman, “agente de campo”.
Después de esto, en el resto del viaje tratamos un
poco de todo, mezclando temas y enfocando cuestiones que tengo que comenzar a
prender y desarrollar.
Resumiendo, el vivir con Tanya va a suponer una
dedicación del 100% a mis nuevas habilidades. Deberé facturar las 24 horas del
día en lugar de las ocho legales ¿No?
A las ocho de la tarde-noche dejo a Tanya con los
trastos en casa; con una suerte fuera de toda graduación he conseguido aparcar
cerca del portal. Hemos descargado y subido los bultos a casa; luego la dejo a
su bola en el piso mientras bajo a llevar el coche al garaje, antes de que
luego me entre la pereza. Iztieta es un barrio que surgió por los años 60 de un
lugar que fue marisma, conquistado al puerto y las casas no tienen garajes en
plantas inferiores, algunas tienen un piso inferior, pero las menos.
Cuando vuelvo de dejar el coche en el garaje han
pasado unos quince minutos y Tanya se ha apoderado de la casa; ella y sus
pertenencias están diseminadas por la mayor parte de las dependencias.
-Me gusta.
Para lo práctica que parece está muy bien puesta. Tienes buen gusto para estas
cosas.
-Me gustó
cuando la visité para comprarla, coincido con los gustos de los dueños
anteriores, de quien fue la idea. Eso fue hace cinco años y desde entonces
apenas he tocado nada.
Partiendo de una cocina no grande y su pared común con
una sala de estar, tampoco grande, quitaron el tabique y dejaron una barra tipo
bar a modo de separación, que sirve de lugar de charla sin molestar a quien
cocina, como paso de trastos de la cocina a la sala-comedor también como repisa
para suplemento de cocina. En total 32m2 de un espacio, que a la vista parece
mayor de lo que en realidad es.
Costa de elementos simples para recrear 2 ambientes y
una iluminación bien equilibrada, con muchas posibilidades que hace que la
transformación de un comedor bullicioso a una sala de estar tranquila se haga
en un santiamén. Práctico, sencillo y muy bien conseguido.
Luego tiene dos habitaciones; la grande, con cama
grande, y la pequeña, con una cama pequeña y un escritorio. Después de esto
están una especie de trastero-vestidor y el baño, muy amplio.
Tanya ha dejado las cajas en el trastero y tiene gran
parte del contenido de las bolsas sobre la cama del dormitorio grande.
-Esta cama es
la mía Tanya- Lo digo para que quede claro que es mi habitación y no quiero
irme a dormir a la habitación de invitados o el sillón de la sala; es mi casa.
-Ya, ya me he
dado cuenta. Yo también duermo aquí, te dejo elegir el lado de la cama, aunque
si es por mí prefiero el izquierdo.
-¿Le vas a
cambiar mañana la cerradura a la casa o me vas a dejar estar unos días hasta
que sepas cómo funciona todo?
-Cuidado que
eres corto Héctor, ¡anda!, hazme un poco de espacio en el armario que lo tienes
todo manga por hombro.
Y así son las cosas; media hora en
casa y ya es suya.
-Mañana por
la mañana parece que tendremos buen tiempo, para la tarde viene cambio,
posiblemente galerna. Lo debiéramos aprovechar y de paso te voy enseñando el
entorno.
-No quisiera
levantarme antes de las seis.
-Ni yo. Con
salir para eso de las ocho ya vale.
Tengo el frigorífico llenos de cosas para impresionar,
no vaya a cagarla nada mas empezar, estos son momentos clave.
-No te
preocupes Héctor, no vengo forzada por la situación ni nada por el estilo, vengo
porque quiero, me gustas y estoy convencida de que nos vamos a arreglar muy
bien.
-Lo siento
pero es que no se cómo hacer para que no salga a las ondas todo lo que pasa por
mi mente, sea queriendo o sin querer, ya sabes esto de los pensamientos incontrolados,
los de tu otro yo, esas chorradas que piensas pero no las dirías nunca. No
tengo activadas las defensas y sale al aire cualquier tontería; deberé aprender
a cerrar el contacto cuanto antes.
-Tranquilo.
Eso lo arreglamos en unos pocos días.
Mientras cenamos hacemos planes para el fin de semana,
no queremos pensar, de momento, en un futuro a medio plazo. Mañana por la
mañana, sábado, exploración por los lugares entorno a Ore; por la tarde
visitaremos a Irina. El domingo ampliaremos el alcance de las zona a visitar y
lo demás ya lo iremos improvisando.
Hemos dado cuenta de una cena estupenda. Al emplear la
chapa me ha venido a la mente la idea del cierre de la cocina, es genial, tiene
a los lados dos laterales extraíbles hacia delante que se acoplan en dos
orificios en el mármol, imperceptibles, y en un voladizo extraíble del frontis
de la campana que hacen que el fuego se encuentre rodeado, con el único acceso
frontal.
Hay que tener cuidado de poner el extractor para que
no se cueza lo que queda en el nicho, pero por lo referente al olor no se llega
a notar en el resto de la casa, ni en la cocina.
Un extractor alemán, potente y sin ruido, una plancha
italiana y la comida y el cocinero vascos.
El rape y los chipirones del cantábrico a la plancha
estaban mundiales.
-¿Siempre va
a ser así? –Pregunta Tanya.
-¿El qué?
-La comida,
el cocinero fregador, el menú.
-No,
cambiaremos el menú. No, en serio, hoy tenía que esmerarme, para causar buena
impresión, pero por ahí le andará en adelante.
-¿Y vamos a
seguir así, hablando de tonterías o nos vamos de una vez a la cama?
Yo no me atrevía ni a pensarlo, no me lo fuera a oí;
me ha solucionado un dilema.
-Por mí en
diez minutos, recojo esto, para no encontrárnoslo así por la mañana y listo.
Lo que pasa luego no lo voy a contar, me lo reservo.
Sábado 31 de marzo.
El día ha amanecido con nubes rojizas; el refrán dice “Goiz gorri arratsalde euri”. Esto se
debe, dicen, a que los rayos del sol, incidiendo de modo horizontal en las
nubes que vienen reflejan el sol en las moléculas de humedad que contienen las
nubes, señal de que vienen con carga de agua y lo probable es que llueva.
Normalmente será por la tarde así que disfrutaremos la mañana.
Al estar acostumbrado a vivir generalmente solo, se me
hace raro el encontrarme con alguien al ir a hacer algo; hemos coincidido en
varias ocasiones al ir a hacer lo mismo. En el frigorífico, el WC, la
habitación. Nos llevará algún tiempo, pero nos iremos acostumbrando a las
rutinas de cada uno porque, a decir verdad, llevamos muy pocas horas juntos.
Esta mañana ha sido la de las coincidencias, nos hemos
ido a cruzar casi siempre en el vano de alguna puerta, suerte o coincidencia.
Lo que he notado es que somos muy diferentes al
despertar; el despertar de Tanya es un tanto cerrado. Sonríe pero se esfuerza
en ello. Aunque se ha levantado es como si su mente intentara continuar en la
cama y seguir durmiendo.
La veo tan ensimismada que no me queda otro remedio
que preguntar:
-¿Podrás
salir a dar una vuelta? Es que parece que no te puedes despertar.
-No es nada,
en media hora seré otra persona. Lo de despertar me cuesta mucho y
especialmente cuando he dormido tan bien; el cuerpo me pide más de lo mismo.
-¿Y cuando
duermes mal te levantas más fácil y feliz?
-Pues sí
porque para seguir a disgusto en la cama mejor me levanto.
Lo voy a dejar, no entiendo nada y no creo que llegue
a ninguna conclusión. Yo no me lo suelo plantear; cuando suena el despertador
me levanto, casi de un salto y si quisiera haber dormido más habría puesto el
despertador cinco minutos más tarde. Cuando suena me levanto y punto.
Salimos para las nueve con el propósito de conocer las
inmediaciones del norte y del oeste, el monte Jaizkibel y la zona colindante de
Oiartzun.
Pasando por Lezo llegamos al 2º Torreón, subida suave,
bajando por la ladera del Jaizkibel hasta el alto de Gaintxurisketa, que separa
las vertientes de los ríos Oiartzun y Bidasoa. Bajamos hacia Oiartzun y sin
llegar a entrar volvemos a Ore por Arragua y Fandería.
He aprovechado para mostrarle lugares donde se puede
correr sin pisar la carretera, por aceras y con luz; recorridos especiales para
el invierno cuando la noche nos invade.
Después de comer, y sin dejarnos embaucar por las
llamadas de Morfeo nos vamos a Donostia a visitar a Irina y familia, sin
prisas, en el “Topo”. Llegamos por Loyola a Riberas de Loyola a eso de las
cinco. Cuando abren la puerta nos da la sensación de que los tres se acaban de
levantar de la siesta, los hemos hecho levantar, ¡Vaya flash!. Irina y Beñat
del sofá de la sala y Olatz de la cuna. Ya lo sentimos pero se les olvidó decir
la hora en que debíamos llegar, lo apuntamos para otra vez.
A la enana le toca la merienda, así que me quedo en la
cocina con ella y Beñat mientras las dos hermanas se retiran a una esquina de
la sala, donde se ponen a cuchichear, hablando las dos a la vez, no sea que no
vuelvan a juntarse otra vez en la vida, o para tardar menos, quién lo sabe.
Beñat Olatz y yo nos comenzamos a conocer. Con Beñat
es fácil pero lo de la enana es más complicado, no traen manual y la tecla de
ayuda debe ser como la del Windows, mucho a elegir pero nada que realmente
valga, falta justo lo que necesitas.
El que esté recién despertada y yo sea nuevo es motivo
suficiente para que no me pueda acercar a menos de medio metro; apunto la
distancia, veremos cuándo es ella quien la comienza a sobrepasar.
-¿Qué, de
secretitos? –les increpo a las dos hermanas.
-La frase era
la de Las mujeres a la cocina y los hombres al bar, ¿no? –sigo incordiando.
-¡Huy,
perdonad! –Dice Irina– teníamos tantas cosas que contarnos y hace tanto tiempo
que no estamos juntas. Esperaba que viniera a casa pero ya veo que me la has
raptado.
-¡Txe! De
rapto nada. Espero que la versión que te haya contado sea la buena.
Habrá sido solo media hora pero efectiva, parece que
se lo han contado todo. Tanya se ha ido a preparar las cosas que va a llevarse
a Ore, en Santander tenía únicamente lo mínimo imprescindible. Ya me parecía.
Quedamos para comer en Donostia, en
su casa, mañana domingo y aclaran que nos esperan para eso de las dos y media;
por lo visto han aprendido la lección.
Por lo visto sigo con mis neuras. Me ha parecido
observar un tono, un cuidado especial en el trato de Irina hacia Tania, algo
más que el de la hermana mayor a la menor; se tiene que tratar de algo que le
preocupa. Aprovecho que Tania sigue con su selección, en la habitación de
invitados, para sonsacarle algo a Irina.
-Me tienes
que contar qué es eso que te preocupa cuando hablas con Tanya. No parece que
ella se haya dado cuenta pero a mí me parece que tenéis, o tienes, algo
pendiente o que resolver, veo, percibo una sensación poco concreta.
-¿Se me nota
tanto?
-No, no creo
que sea descarado, solo que yo tengo un detector especial para apreciar estos
matices. Noto que la tratas con demasiado cuidado pero no parece protección
parece como si no te atrevieras a decirle algo. No sé si puede ser algo como
pedirle dinero o algún otro favor.
-Te lo voy a
adelantar porque es algo que no puedo retrasar más pero no he querido que fuera
hoy, después de tanto tiempo sin vernos y a la primera de cambio. Lo haré
mañana, seguro.
-Tampoco he
conseguido deducir si es algo serio o una tontería.
-Pues son
ambas cosas. Nuestra madre, Yelena, que se va haciendo mayor y le ocurren las
cuestiones referentes a su edad. No es grave pero la vida es así, una
enfermedad que te termina matando. Tranquilo de mañana no pasa.
-Vale, no me
cuentes más que esa hermana tuya me lo puede leer si me descuido y es posible
que en lugar de calmarla le preocupe, sabiendo que se trata algo de su madre.
-Gracias
Héctor. Deberé tener cuidado en adelante con lo de los secretos y tú.
-Ya sabes,
esto no tiene nada que ver con la actividad conectiva pero ayuda a saber dónde
te encuentras en relación a los demás, a veces vas un paso por delante de
ellos.
-A todo esto,
Tania me ha contado que tienes unos poderes conectantes de un nivel importante.
-Ya, sí, los
poderes de un “pringau”, ¡no te jode!
El tiempo del domingo por la mañana nos deja continuar
con el paseo y a la vez de muestra de la zona a Tanya. Esta vez vamos andando a
casa de Irina, llegando a Loyola por San Marcos, Arkiri y Lau Haizeta. Pasamos
por Garbera y bajamos a Martutene. El resto es lo que hicimos ayer.
Aprovecho para explicarle las aventuras que me traje
para contactar con Irina, la interpretación del jeroglífico, cuestiones ya
lejanas en el tiempo. Parece que fue hace años en lugar de dos meses.
También voy recibiendo las primeras lecciones de las
particularidades y modo de realizar la conectividad.
No conocen a ciencia cierta la explicación científica
del fenómeno de apertura y cierre de la comunicación. Dudan sobre si habrá una
película material que envuelva el cerebro y la hagan aparecer y desaparecer de
modo voluntario. Para mí seguro que de físico nada.
Como ejemplo me pone el del gorro de la chamarra de
monte, que se lleva semi plegado en la espalda, pegado al cuello. En esa
posición tienes la cabeza al descubierto, emites y recibes. La acción es
similar a ponerte la capucha, la deslizar rozando la cabeza hacia delante,
quedando cubierta; se cierran la emisión y la recepción.
Ellos se ejercitan tomando esto como imagen para
completar la acción mental. Se imaginan tomar la capucha con ambas manos y
deslizarla en alguno de los sentidos, hacia la frente o hacia el posterior, en
el cuello. Parece que el rostro no entra en la emisión-recepción.
Por lo visto no se trata de la acción emitir o
recibir. Tú lo haces siempre igual, lo de pensar o imaginar algo, lo que cambia
es el estado de la coraza o aislante. Si estamos cerrados no nos pueden
detectar, pero tampoco oímos, esto sí que es una pena, no poder escuchar a
escondidas.
Con el tiempo, la práctica y la capacidad de cada uno,
se puede conseguir realizar la apertura y cierre de un modo muy rápido. Hay
hasta quienes lo consiguen enseguida, otros se quedan a medio camino.
El tema del gorro me hace recordar una de las últimas
veces que logré un nivel de relajación completo. No me sale muy a menudo pero
recuerdo éste, el último hará medio año, una vez que llegué agotado a casa
después de una paliza corriendo por el monte. Me tomé un café y me tumbé a
relajarme, sobre la alfombra. La mayoría de las veces me quedo dormido pero
ésta vez el café le ganó al sueño.
Comencé por las piernas, brazos, y fui subiendo por el
tronco hasta el cuello y hombros.
Tenía un poco de dolor de cabeza, una sombre
probablemente debida al cansancio y la sed que había pasado y traté de
limpiarla, retirando hacia atrás como si con un trapo estuviera limpiando la
mesa o me secara la cabeza con una toalla.
Movimiento de adelante hacia atrás. Cuando respiras
vas retirando eso que parece que te molesta, lo envías hacia la espalda; cuando
expulsas el aire haces que se vaya, que de los pulmones salga directamente.
Proyectas hacia fuera lo que sobra. Respiraciones lentas, profundas y dejando
una pausa de dos segundos entre los pasos de salida y entrada del aire.
Pude haber pasado más de media hora con el ejercicio y
no sé si de verdad se fue el dolor de cabeza o solo me pareció, pero el efecto
fue positivo. Me levanté con la cabeza menos pesada y más despejada, sin
presión interior. No noté nada especial, similar o equivalente a lo que siento
ahora al conectarme; puede que fuera que no hubiera nadie a quien conectarme,
claro.
Esto puede ser una coincidencia pero si tal como
explica Tanya la cosa funciona con la mecánica del gorro, puede que yo hubiera
realizado esta acción, inconscientemente. Puede que fuera lo que ocurrió porque
nunca antes en la vida había tenido conocimiento de la conectividad ni recuerdo
haber tenido nunca los síntomas que ahora conozco. Esta debe ser la
explicación.
Y tratando de estas cuestiones se nos ha pasado el
tiempo y estamos ante el portal de Irina y Beñat; son casi las dos así que
llegamos a la hora acordada. Llamamos, nos abren, subimos y esta vez el momento
sí es oportuno porque Beñat parece necesitar ayuda en la cocina. Falsa alarma,
lo tiene controlado pero me quedo con él, las hermanas necesitan seguir charlando.
La mesa está preparada para cinco, Olatz la preside en
su silla; no está ufana ni nada, hoy tiene espectadores ante los cuales enseñar
el repertorio de lo que sabe hacer. Está a sus anchas, sonriente, protagonista.
Además no somos nuevos, estuvimos ayer. Hoy se deja tocar.
Irina le da de comer antes de que comencemos nosotros,
se le está haciendo tarde y a Beñat le falta un rato aún. Una vez terminado se
van con la cría a su habitación, a cambiarle el pañal y mientras, terminamos en
la cocina y lo sacamos a la mesa.
En uno de los viajes de Irina a la cocina, le comento
que hable con Tanya sobre lo de ayer, cuanto antes, que aproveche ahora que
están solas, con Olatz; ya nos darán luego a nosotros la versión que nos
corresponda.
Tanya asoma la cabeza desde la habitación mirándome
sorprendida, confirmando algo de lo que no estaba segura, que puedo reservarme
secretos, no tiene acceso total a mi mente. Se lo oigo pensar y se lo explico.
-Sí, pero me
cuesta mucho trabajo; debo estar atento a no traerlo a la memoria, a no
rememorarlo. Me obliga a estar todo el tiempo pensando que no tengo que pensar
en ello. Lo ideal sería olvidarlo temporalmente pero no controlo el momento en
que me puede venir cualquier pensamiento a la mente. En cuanto parece que lo
tengo bien atado viene mi otro yo y me desmonta el trabajo que tanto esfuerzo
me cuesta.
-Vas muy bien
Héctor, en poco tiempo me vas a superar. En el tiempo que llevas has conseguido
avances para los que yo he necesitado años; es algo difícil de conseguir en
unos días.
Dejo a Tanya con la mirada fija en Irina, pidiendo una
explicación y a la media hora aparecen en el comedor, menos mal que lo de
preparar al momento lo tiene Beñat a la espera porque de lo contrario hubiera
sido una faena. Son las tres pasadas, vaya horas de comenzar a comer, y solos,
porque Olatz se ha quedado dormida en la habitación.
Cuando ya vamos dando cuenta del segundo plato Irina
nos explica cuál era el asunto que tenía pendiente con Tanya. Se trata de su
madre; le han detectado un problema en una válvula del corazón y la deben
operar. Una operación conocida y controlada pero seria, tiene el riesgo de
cualquier intervención importante y además es en el corazón.
Lleva algunas semanas con el tema, desde que se lo
contó su madre. Le aconsejaron operarse, se decidió y por lo visto esa fecha ha
llegado. Le han llamado para hacerle las pruebas previas a la intervención y
prevén la operación para la primera quincena de abril, o sea, ya.
Irina quiere ir pero lo ve difícil,
supone estar allá como mínimo un mes. No cree que deba ir con Olatz y para
dejarla con Beñat es el momento menos oportuno, después de un período de vacas
flacas, ahora está saturado de trabajo y no es el momento de andarse con
tonterías hoy, ahora.
Como segunda opción ha pensado en su hermana, ya que
en este momento parece que no tiene compromisos. Esto era lo que tenía que
hablar y plantear; lo que le preocupaba; primero la operación de su madre pero
lo peor era decidir el enviar a otra persona en algo que ella se veía
comprometida, responsable como hermana mayor. Tenía cierto temor a la opinión
de Tanya.
-Pareces
tonta. Hay veces que no te entiendo Irina. Pero ¿Qué iba yo a pensar? –Dice
Tanya un tanto molesta al ver que su hermana ha podido pensar eso- ¿Es que no
me conoces? ¡Irina, por favor!
La primera reacción de Tanya ha sido un tanto pasada
de rosca pero enseguida se desinfla; antes de cinco minutos ya está enfocando
el posible viaje, con migo por supuesto.
Por mi parte no hay inconveniente si quien lo propone
es Tanya; solo me queda confirmarlo con Kixkur, desconozco el lío en que me he
metido y se lo debo consultar, no vaya a ser que les parezca mal.
Tras un análisis rápido de fechas y gastos, la
conclusión es que no vamos a necesitar mucho dinero. El viaje de cada uno no
tiene por qué ser superior a unos 800 Euros y la estancia, en casa de Yelena
Orlova, la madre, en todo caso será más barata que aquí. Otra cosa son los
extras que nos podamos plantear por el “ya
que estamos aquí”.
Tal como ha indicado Irina, supone algo más de un mes,
todo depende de la fecha de la operación, el que lo sepan seguro, y que luego
se cumpla el plazo, sin retrasos. La operación es rápida pero la recuperación
tiene una primera fase muy lenta. Por lo que conozco de aquí, la operación es
sencilla, el problema radica en que te tienen que abrir el esternón para poder
acceder al corazón y esto es lo que requiere la recuperación, no la herida del
corazón sino la recuperación de la movilidad del “Plexo Solar”, el volver a
respirar con normalidad.
Pobre Irina, el apuro que ha debido pasar estos días,
el jaleo que se ha imaginado, ella sola. Una película de suspense, donde ha
barajado las peores consecuencias de la operación y sobre la reacción de Tanya.
Ella se iba, Olatz enferma, Beñat pierde el trabajo… un culebrón.
Puedo confirmar que desde esta tarde conozco a otra
Irina, más alegre, tranquila y accesible. La verdad es que tanto las
condiciones en que la conocí y las de ayer por la tarde no han sido las más
afortunadas, pero eso ya es agua pasada. Se ha quitado un peso de encima.
Hemos terminado el domingo con el estómago a reventar,
todo por no saber decir que no a los platos que nos ponían delante; todo estaba
exquisito así que con una infusión a modo de cena va que chuta para la cena de
esta noche. Mañana iremos a visitar a Kixkur con la propuesta.
Desconocemos
el horario que pueda tener Kixkur; bueno, eso si es que tiene horario; ni cuál
puede ser su calendario, los días en que va a trabajar y cuándo suele estar en
el cuartel, en Oiartzun, su base de operaciones. Salimos de casa con la
esperanza de encontrarlo y así que para allá nos vamos hoy lunes, pasadas las
nueve de la mañana. Vamos andando así que llegaremos antes de las diez, a esa
hora debiera estar.
Preguntamos por él en
recepción. La ertzaina que nos atiende, sola en este momento en todo el hall,
nos indica que cree que no está, no lo ha visto pasar, no lo sabe con certeza.
Se da cuenta de mi extrañeza
y me agrega, a modo de información, que no tiene horario fijo. Sí que suele
estar casi todos los días, de lunes a viernes y que en caso de no venir se lo
suele indicar.
Resumen, hoy no lo ha visto
entrar y tampoco atiende al teléfono, al que mientras tanto he visto que ha
llamado.
Me dispongo a preguntarle
por su número directo, o si tiene un móvil, y de paso si podemos esperar en
algún lugar pero en ese momento está bastante atareada con el teléfono, la
megafonía y las videocámaras que tiene a su derecha bajo el mostrador. Me he
fijado que dispone de varios monitores, cada uno con varias escenas diferentes
y otro con un sistema de supervisión con avisos e indicaciones de la central
del 112 y otras indicaciones locales internas, del cuartel.
Mientras espero a que se
libere y me pueda prestar atención percibo la presencia de Kixkur, al que he
saludado mentalmente y me indica:
-Salgo del garaje, llego a recepción en un
minuto.
- Ya viene, está en el garaje –se me escapa,
sin darme cuenta que no lo debiera saber; hecho que hace que la recepcionista
deje de mirar al monitor, el gran hermano, y me mire, preguntando:
-¿Y cómo es que sabes eso?
-Es que al entrar me ha parecido ver su
coche –miento, ¿de qué voy a saber el coche que tiene?
No sé cómo lo tengo que
arreglar y sigo improvisando, debo borrar la sensación de extrañeza que le ha
aparecido.
-En la parte superior derecha del monitor de
la esquina tenías la imagen del garaje y es la que ahora estabas mirando; me ha
parecido ver una señal en tu cara, como de asentimiento, confirmando mi
suposición. ¿He acertado? –sería un puntazo que se lo creyera.
-Por un momento he pensado que eras adivino
pero sí, así es, lo acabo de ver y estaba a punto de decíroslo– Vaya potra,
esta sí que es una temporada de suerte.
En ese mismo momento Kixkur
hace entrada en la recepción y nos vamos con él hacia su despacho. Él, saluda a
la recepcionista y le dice un par de palabras amables, el tío sabe cómo tratar
a las personas.
Le explicamos lo del viaje
de Tanya a Vladivostok y nuestra incógnita de si es adecuado el que yo vaya; nuestras
incógnitas de las cuestiones relacionadas con el trabajo, el tipo de autonomía
en la dedicación y en los gastos, la información que deberemos aportar al
regreso. Un sinfín de cuestiones que mejor tratar ahora que tener problemas
luego.
No hay inconvenientes. No
hay actuaciones inmediatas programadas. La planificación de nuestro cometido se
refiere a mi formación y ésta no precisa de ningún lugar concreto; lo que Tanya
decida. El presupuesto la parece muy “controlado”, con lo que últimamente
vienen a costar las cosas por aquí; y para no hablar de los gastos que algunos
presentas para operaciones normales. Comparando con esto, nuestro presupuesto
es casi insignificante. Y la conciliación familiar, tema tan en boga estos
últimos años en nuestro entorno.
Vía libre hacia el viaje a
la otra esquina del mundo.
En este momento lo principal
es establecer las fechas del viaje. La ida nos la indicará Yelena y puede ser
desde ya hasta dentro de un mes, la cuestión es el regreso; necesitamos la
fecha de la vuelta para cerrar el billete con fechas fijas y entrar en el
precio. Hemos meditado sobre ello y decidido dar margen de sobra al regreso
para no tener que cambiar la vuelta; de este modo entramos en el presupuesto.
Tanya ha propuesto 5 semanas a partir de la fecha de la operación y me parece
correcto, luego pasará lo que tenga que pasar.
Por mi parte necesito
tramitar el visado. No me vale el del año pasado cuando fui para una semana a
Moscú, me deberé dar prisa. Tengo un amigo en Madrid a quien enviaré el pasaporte.
Conoce una agencia de la que se fía y es a quien lo llevará para su trámite, me
garantiza que lo tendré en una semana, “con éstos sí” me tranquiliza. Pues
tranquilo.
Mientras tanto vemos las
posibilidades de vuelos, con Aeroflot.
Barcelona BCN - Sheremetyevo
SVO – Tolmachevo OVB - Vladivostok VVO
11h 40m +1d reza la información de internet. El regreso
es sin escala en Novosibirsk. Mejor.
Si le aplicamos el cambio
horario van a ser 20 horas en tiempo total en cada uno, luego cuando llegues a
cada lugar ya se verá la hora que es, con esto me armo siempre unos líos
impresionantes; suelo esperar a llegar al aeropuerto y mirar los relojes para
cambiar el mío. A lo seguro.
El precio parece reducido
pero las horas se nos van a hacer muy largas; tendremos tiempo de “trabajar” en
mi formación.
Otra de las cuestiones será
la de la ropa. Las temperaturas actuales más parecen las de una estación de
esquí del Pirineo, entre -5 ºC y +10 ºC. Toca llevar ropa de monte.
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