sábado, 30 de noviembre de 2013

13 Comenzando de nuevo. Vida hogareña.




Llevo dos semanas completas dedicado a la normalidad, a la rutina, a la vida normal; por cierto, quizá demasiado normal después de la racha de los últimos meses. De casa al trabajo y del trabajo a casa. Va a ser verdad que estoy echando de menos un poco de emoción, intriga, salsilla, adrenalina. ¡Héctor! ¿No será que de está gustando?
Pensaba contestarle que no a eso otro yo pero, en el fondo, hay algo de verdad en ello. Me estoy enganchando a lo de las sorpresas. Cuanto estoy en ellas me abruman pero en momentos como ahora me parece que falta algo.

Tampoco tengo demasiado tiempo para buscar o esperar complicaciones, me ha surgido bastante trabajo estos días y estoy un poco agobiado; el típico trabajo importante, para “ayer”, (A.T.O. - A Toda Ostia), de modo que me vengo a casa con el trabajo y sus preocupaciones.
Al anochecer me paso un par de horas preparando el plan de acción del día siguiente. No me preocupa mucho, habrá momentos de “vacas flacas” en un futuro cercano y se compensará.

Aparte de un par de líneas y alguna conversación corta con Tanya no le he dedicado atención al tema conectivo; hasta he olvidado la necesidad de profundizar en mis habilidades. Lo de Suiza está en el pasado, en un pasado remoto.

Lunes 26 de marzo por la tarde. He llegado a casa a eso de las siete y me dispongo a ir al polideportivo, a sudar un poco y eliminar las toxinas del fin de semana. Antes de salir paso por el WC a atender la llamada de la selva. Tengo a mano la lectura correspondiente al lugar, la propaganda que suelo encontrar casi a diario en el buzón, es el momento de leer cosas trascendentales; hoy son ofertas de sillones, un pintor de brocha gorda, varios supermercados, un masajista y algún otro gremio de los que ofrecen sus servicios mediante papeles de colores, todos de diferente tamaño, luego irán al cajón de reciclaje de papel del balcón de la cocina.

Así me encuentro en profundos pensamientos cuando, de improviso siento un flash, una especie de llamada o similar de una décima de segundo de duración; casi inapreciable pero evidente. Me cuesta reaccionar pero consigo entenderlo, es alguien que me llama. Conectivamente.
   -Hi, Héctor, Zigor naiz, Kaskazuri baserrikoa, Kixkur. Gogoratuko haiz eskola garaitik. Hitz egin behar diagu.  (Oye Héctor, soy Zigor, del caserío Kaskazuri, Kixkur. Te acordaras de los tiempos de la escuela. Tenemos que hablar)

Me cuesta entrar en materia después de dos semanas de inactividad; yo que estaba tranquilamente, sentado en el trono y ojeando papeles sin importancia. ¡Joder, qué pillada!
   -Lasai motel, bukatu lasai, itxoingo dut.  (Tranquilo tío, termina tranquilo, ya esperaré).
                                                                                                                
Voy reaccionando. Conozco a quien me habla. Hace tiempo que no lo veo y le tenía perdida la pista pero lo que más me extraña es que todo lo que he oído, mentalmente, ha sido en euskara, o yo lo he asimilado en euskara. Una nueva incógnita para la conectividad.

No había considerado el idioma dentro de los temas a analizar. Hasta ahora no me había fijado en ello, y eso que me lo dijeron el día en que Tanya y yo hablábamos cada uno en su idioma, idiomas que el otro no conoce pero aún así entendernos a la perfección. Pero es que ahora estoy asimilando la información en el idioma en que me hablan, porque lo entiendo, claro.
Esta cuestión parece importante para poder conocer más detalles del interlocutor, para cuando no lo esté viendo o cuando no lo conozca.
Tomo nota mental del tema para profundizar en él en el futuro. He sabido el idioma de mi interlocutor. ¿Se deberá a la estructura? Apuntado.

Por fin abro la puerta y me encuentro de frente a un “armario” de casi dos metros de alto por uno de ancho, un pelo insultantemente rubio, un rizado que parece de peluquería y una cara sonriente y agradable.
   -¡Joder Kixkur! Pareces un modelo profesional, vaya pinta más yuppie que tienes.
   -Quita, quita. Ya conoces a Zuriñe, mi mujer. Es peluquera y ayer estaba algo aburrida. Vaya vergüenza que estoy pasando, sobre todo en el curro y eso.
   -Ya veo ya. ¿Qué te trae por aquí?
   -Para ahora ya deberías haber adivinado el motivo.
   -No, si el motivo por el que estás aquí está claro, lo que no está, y por ello la pregunta, es el qué quieres, o queréis, de mí, cuáles son vuestros planes para con mi vida, que me temo vaya a dejar de ser mía.
   -Vale, vale. De eso se trata; es por lo que vengo. ¿Sacas un par de cervezas o tenemos que ir a un bar?

Habrá pasado los años pero Kixkur sigue como siempre, el colmo de la diplomacia; directo al tema, sin adornos ni contemplaciones. Pues mejor. Lo que no entiendo es cómo conoce lo mío, pero me callo, supongo que me lo dirá.

El plan de un poco de ejercicio se cancela y en lo que trascurren una hora y un par de cervezas me pone al día de lo que, de momento, de mí se espera. No me presenta planes de futuro lejano, de momento el día a día y nada de particular para los próximos meses.
Lo primero que quieren es evaluarme. No conocen mis intenciones, capacidades ni mi potencial. Necesitan vislumbrar lo que puedo dar en un futuro cercano, de modo que puedan planificar mi dedicación. Están analizando mis necesidades de formación y por ello necesitan datos.
De momento saben que soy bueno improvisando y que también soy bastante escurridizo; lo de la fuga se me da bien. ¿Y de qué más se habrán enterado?


La propuesta que planean ofertarme es la de trabajar para “ellos”, bajo algún tipo de camuflaje porque “ellos” no existen. Él, pertenece a la Ertzaintza (policía autónoma vasca), dependiendo directamente del director del departamento de Seguridad Ciudadana y está ubicado en el cuartel de Oiartzun, donde probablemente nadie sabe lo que hace.
Colabora en operaciones de salvamento, en especial en los rescates de montaña, y en organizar las formaciones locales municipales de protección civil.
Está en ello solo y no hay otros conectantes en nuestras cercanías, Gipuzkoa.

Me presenta la opción de que contraten mis servicios a la empresa donde ahora trabajo, para el mismo cometido actual, estudios medio ambientales, trabajando bajo el concepto “administración”, facturándoles las horas y gastos, sin demasiada justificación del trabajo en sí mismo.
Me facilitará en breve un contrato bien definido, con sus correspondientes cláusulas y condiciones.
En función de lo que vaya surgiendo, mi dedicación podrá llegar a ser absoluta. Una bonita tapadera.

Desde luego que todo debe ser estricto secreto y confidencial. Nada que pueda ser utilizado en “nuestra” contra. Estoy incluido en el término “ellos”.

   -Supongo que no te importará colaborar en estrecha relación con Tanya. Ella está dispuesta a colaborar contigo cuando termine el contrato actual en Santander, probablemente la próxima semana.
   -¿Qué? ¿Que Tanya viene a vivir con migo la semana que viene?
   -¡Hey! Eso de vivir contigo no lo he dicho yo, eso será algo que ella decida, no llegamos a tanto.

En dos segundos se me ha borrado la conversación anterior y tengo la cabeza volando por no se sabe dónde. ¿Quizá por Santander?
Tanya se va a encargar de mi formación, pero como adelanto, Kixkur me propone que comience con cuestiones técnicas físicas, como la Defensa Personal. Nunca está de sobra ir por el mundo con un poco de seguridad, como para no pasar miedo en situaciones en las que te puedas encontrar con gente “peligrosa”. Una persona entrenada en Judo, con costumbre en esquivar golpes, redirigir caídas, ayuda a controlar estas situaciones de un modo honroso. La costumbre a que te tiren contra el suelo varias veces al día, en los entrenamientos, la costumbre a reaccionar en situaciones de cuerpo a cuerpo, te da una confianza que se aprecia, lo aprecia tu contrincante, teniendo de este modo un mayor margen de salir airoso de un trance problemático. Actuar con tranquilidad, decisión y sin sudar miedo; rápido y efectivo. Y si te zurran tampoco va a ser tan grave, te zurran varias veces a la semana los cachas del gimnasio cuando están preparando una competición. Puedes encajar un golpe y prepararte para, antes del segundo, partir un brazo, o lo que se tercie.

Sin explicar o profundizar mucho más, me deja con un mar de nuevas incógnitas. Yo que estaba echando en falta algo de acción; ya estamos de nuevo en el tema. Bueno, iremos poco a poco.
Me ha solicitado una planificación y a eso me esmero, de modo inmediato, para qué retrasar lo inevitable.

Punto primero.
Realizo una serie de visitas a las ofertas de Judo de Ore, que son bastantes. Dos gimnasios en el barrio, uno en la misma manzana y otro algo más apartado, junto al antiguo matadero.
La siguiente opción es la de polideportivo, ya que soy socio será la más barata.
Tras un breve análisis del lugar, precio, horarios, niveles, tipo de alumnos y preferencias personales elijo el de debajo de casa, lo tengo a 50m del portal.

Punto segundo.
Comento en el trabajo la posibilidad de que me quieran contratar para trabajos más o menos “especiales” y les presento lo que me ha propuesto Kixkur. De primeras les parece bien, podrían contratar a uno nuevo al que yo vaya preparando, y que yo me dedique a sus proyectos en momentos puntuales de carga de trabajo, no mía sino de ellos, siempre que la suerte ayude.

Punto tercero.
Qué pensará al respecto y qué tendrá Tanya en mente.
Hemos chateado al respecto, muy superficialmente, sin concretar fechas ni lugares. Sin ningún tipo de condición o explicación, me pide que vaya a recogerla a Santander el domingo por la mañana, para eso de las once. El desenlace se acerca.
Le tomo el pelo preguntando si voy en coche o alquilo un camión para el traslado ya que visto lo que llevó al monte no me la imagino con “todas” sus pertenencias.

Hemos quedado en el día y hora pero sigo sin conocer si viene a casa o a la de su hermana. ¿Lo tendrá decidido? Si es que va a ser mi tutora ¿Qué mejor que vivir con migo? Vaticino que esta va a ser una semana muy larga para mí.

Va pasando la semana y he disfrutado de dos sesiones de judo, disfrutar, je, je.
Gente demasiado joven para tener malicia o ganas de atacar pero con el doble de ganas que yo que me han dejado el cuerpo molido a palos. Será un tatami sobre lo que te arrojan; nada de barridos, llaves de hombro donde caes directamente de espaldas al suelo desde más de un metro y marcando un hipón redondo. No puedo dormir, tengo el cuerpo calentito; espero que no sea siempre así y llegue a acostumbrarme, así me lo indican, “en tres semanas te acostumbras”. Joder, tres semanas, si no me puedo agachar a atarme las zapatillas. Hasta tengo el cuerpo de un tono rojizo.
Me desierto cada hora para cambiar de postura y resulta que es peor, me duele al moverme y me duele al estar quieto. Kixkur, ¡Cabrón! ¡Porqué te habré hecho caso!

El cuerpo morado pero el corazón lleno de ilusión. Tanya me ha comentado que lo de volver de Santander lo adelanta al viernes a las cuatro de la tarde, y que “con el coche sobra”. Total, solo son una per de cajas y una bolsa más que la vez anterior. No sé si creerla.

El jueves recibo en el buzón (ha aparecido sin matasellos o envío postal) el contrato y pliego de condiciones que proponen a mi empresa con respecto a mi dedicación. Lo he leído varas veces pero estos tecnicismos legales me resultan un poco retorcidos. No parece que haya nada raro y lo entrego en el curro para que lo cumplimenten. Un acuerdo de subcontratación de 12 folios en letra pequeña y 34 cláusulas. Demasiado legalismo para mi cuerpo.

El viernes me he despertado a las cuatro de la mañana. Por lo visto no voy a dormir más, tengo los ojos como platillos de café. No van a llegar a dar las doce del medio día para salir hacia Santander. Vaya nervios, menos mal que tenía algunos asuntos por resolver que me han tenido ocupado durante casi toda la mañana y no le he estado dando vueltas al viajecito.

Ya en la carretera, debo estar al tanto de vigilar la presión que mi pié derecho ejerce sobre el acelerador, parece que tuviera voluntad propia. Me veo como la vez anterior, dando vueltas por los alrededores, haciendo tiempo.
Consigo llegar tan solo diez minutos antes pero pasan las cuatro, las cuatro y cinco, y diez, y me pongo a sudar. Sale a las cuatro y cuarto con la tía que conocí en Babia, la que le contrató; las dos vienen cargadas de bultos. Entran todos en el coche.

Me presenta a su exjefa, la saludo e intercambiamos algunas frases protocolarias mientras distribuimos los bultos por el maletero y la zona de los asientos posteriores. Se despiden y para las cuatro y media salimos.

Por el camino comenzamos la conversación por temas intrascendentes; no me atrevo a plantear la pregunta que me bulle en la cabeza desde el lunes con Kixkur. Tampoco he querido pensar en ella, no sea que me lo lea pero creo que no le he conseguido, mi cabeza seguro que me ha traicionado. El decirme a mí mismo “no pienses en eso” creo que es demasiado evidente de lo qué y dónde debe buscar.
Ella, por su parte, sigue con el tipo de conversación insulsa con temas del tiempo y de qué tal en el trabajo. Y lo peor es que tampoco me dice nada su expresión corporal ni su semblante. Me está haciendo sufrir, seguro.
   -No estoy escondiendo o enmascarando la respuesta que esperas -me larga Tanya como respuesta a mis cavilaciones.
   -¿Y cómo se le llama a eso?
   -Te estoy demostrando una de las tareas pendientes de tu inmediato aprendizaje. No se trata de camuflar sino de controlar la emisión. Debes poder pensar lo que quieras sin dejarlo salir al exterior.

Bueno, resulta que era eso, yo no entendía cómo se puede llegar a controlar de tal modo la mente como parecía que hacía Tanya. Otra cosa nueva.
   -Esto que tú haces, Héctor, es algo que nosotros no hacemos, es bastante más difícil y, sobre todo, más peligroso; precisa de un mayor de control para no traslucir tus pensamientos; éste del control de la emisión es uno de los primeros ejercicios que debes aprender; se trata de una cuestión más física que otra cosa, de menor nivel en lo referente al control. Lo que tú haces sin esta herramienta es otra de las cuestiones con que nos tienes intrigados.
Nosotros utilizamos herramientas elementales y poco complicadas. Tú te has puesto a nuestra altura en un momento, un mes o así, cuando a nosotros nos puede llevar años de aprendizaje y perfeccionamiento. Te trasmito lo que me han dicho, “Eres muy bueno”.

   -Bueno, y con respecto a mis dudas y mi pregunta ¿Qué? ¿Vienes a casa? ¿A mi casa?
   -Pero si ya sabes que sí, tonto, ¡qué hombres estos, que no se enteran de nada! Seguro que has creído intuir el sí en alguna contestación, solo que no tienes costumbre de interpretar el diálogo conexional; te faltan seguridad y confianza.
   -Es que lo deseaba tanto que tenía dudas de que pudiera ser verdad. Al haberlo intuido en lugar de conversado me hacía dudar, perdona.
   -Más fácil es mentir en una conversación tradicional; te podría decir “quiero” ir a tu casa pero por el motivo el de no tener otro lugar, y no te darías cuenta del matiz; imagina que estuviera enfadada con Irina y necesitara algo mientras encuentro otro lugar. Conectando dispondrías de casi toda esta información, no puedo abrir unos pensamientos y proteger otros así como así.
   -Entonces habrá que estudiar la posibilidad de mentir bajo conexión.
   -No hay que estudiarlo, los “buenos conectantes” mienten muy bien.

Ahora sí que estamos jodidos; resulta que para mentir bien hay que asumir la mentira, hacerla nuestra y convertirla en verdad. El sistema de pasar el detector de mentiras. Aprendizaje para cuestiones que me depara el nuevo tipo de vida, formación de espía o como más elegantemente le llaman, “agente de campo”.

Después de esto, en el resto del viaje tratamos un poco de todo, mezclando temas y enfocando cuestiones que tengo que comenzar a prender y desarrollar.
Resumiendo, el vivir con Tanya va a suponer una dedicación del 100% a mis nuevas habilidades. Deberé facturar las 24 horas del día en lugar de las ocho legales ¿No?

A las ocho de la tarde-noche dejo a Tanya con los trastos en casa; con una suerte fuera de toda graduación he conseguido aparcar cerca del portal. Hemos descargado y subido los bultos a casa; luego la dejo a su bola en el piso mientras bajo a llevar el coche al garaje, antes de que luego me entre la pereza. Iztieta es un barrio que surgió por los años 60 de un lugar que fue marisma, conquistado al puerto y las casas no tienen garajes en plantas inferiores, algunas tienen un piso inferior, pero las menos.
Cuando vuelvo de dejar el coche en el garaje han pasado unos quince minutos y Tanya se ha apoderado de la casa; ella y sus pertenencias están diseminadas por la mayor parte de las dependencias.
   -Me gusta. Para lo práctica que parece está muy bien puesta. Tienes buen gusto para estas cosas.
   -Me gustó cuando la visité para comprarla, coincido con los gustos de los dueños anteriores, de quien fue la idea. Eso fue hace cinco años y desde entonces apenas he tocado nada.

Partiendo de una cocina no grande y su pared común con una sala de estar, tampoco grande, quitaron el tabique y dejaron una barra tipo bar a modo de separación, que sirve de lugar de charla sin molestar a quien cocina, como paso de trastos de la cocina a la sala-comedor también como repisa para suplemento de cocina. En total 32m2 de un espacio, que a la vista parece mayor de lo que en realidad es.
Costa de elementos simples para recrear 2 ambientes y una iluminación bien equilibrada, con muchas posibilidades que hace que la transformación de un comedor bullicioso a una sala de estar tranquila se haga en un santiamén. Práctico, sencillo y muy bien conseguido.

Luego tiene dos habitaciones; la grande, con cama grande, y la pequeña, con una cama pequeña y un escritorio. Después de esto están una especie de trastero-vestidor y el baño, muy amplio.

Tanya ha dejado las cajas en el trastero y tiene gran parte del contenido de las bolsas sobre la cama del dormitorio grande.
   -Esta cama es la mía Tanya- Lo digo para que quede claro que es mi habitación y no quiero irme a dormir a la habitación de invitados o el sillón de la sala; es mi casa.
   -Ya, ya me he dado cuenta. Yo también duermo aquí, te dejo elegir el lado de la cama, aunque si es por mí prefiero el izquierdo.
   -¿Le vas a cambiar mañana la cerradura a la casa o me vas a dejar estar unos días hasta que sepas cómo funciona todo?
   -Cuidado que eres corto Héctor, ¡anda!, hazme un poco de espacio en el armario que lo tienes todo manga por hombro.

Y así son las cosas; media hora en casa y ya es suya.
   -Mañana por la mañana parece que tendremos buen tiempo, para la tarde viene cambio, posiblemente galerna. Lo debiéramos aprovechar y de paso te voy enseñando el entorno.
   -No quisiera levantarme antes de las seis.
   -Ni yo. Con salir para eso de las ocho ya vale.

Tengo el frigorífico llenos de cosas para impresionar, no vaya a cagarla nada mas empezar, estos son momentos clave.

   -No te preocupes Héctor, no vengo forzada por la situación ni nada por el estilo, vengo porque quiero, me gustas y estoy convencida de que nos vamos a arreglar muy bien.
   -Lo siento pero es que no se cómo hacer para que no salga a las ondas todo lo que pasa por mi mente, sea queriendo o sin querer, ya sabes esto de los pensamientos incontrolados, los de tu otro yo, esas chorradas que piensas pero no las dirías nunca. No tengo activadas las defensas y sale al aire cualquier tontería; deberé aprender a cerrar el contacto cuanto antes.
   -Tranquilo. Eso lo arreglamos en unos pocos días.

Mientras cenamos hacemos planes para el fin de semana, no queremos pensar, de momento, en un futuro a medio plazo. Mañana por la mañana, sábado, exploración por los lugares entorno a Ore; por la tarde visitaremos a Irina. El domingo ampliaremos el alcance de las zona a visitar y lo demás ya lo iremos improvisando.

Hemos dado cuenta de una cena estupenda. Al emplear la chapa me ha venido a la mente la idea del cierre de la cocina, es genial, tiene a los lados dos laterales extraíbles hacia delante que se acoplan en dos orificios en el mármol, imperceptibles, y en un voladizo extraíble del frontis de la campana que hacen que el fuego se encuentre rodeado, con el único acceso frontal.
Hay que tener cuidado de poner el extractor para que no se cueza lo que queda en el nicho, pero por lo referente al olor no se llega a notar en el resto de la casa, ni en la cocina.
Un extractor alemán, potente y sin ruido, una plancha italiana y la comida y el cocinero vascos.
El rape y los chipirones del cantábrico a la plancha estaban mundiales.
   -¿Siempre va a ser así? –Pregunta Tanya.
   -¿El qué?
   -La comida, el cocinero fregador, el menú.
   -No, cambiaremos el menú. No, en serio, hoy tenía que esmerarme, para causar buena impresión, pero por ahí le andará en adelante.
   -¿Y vamos a seguir así, hablando de tonterías o nos vamos de una vez a la cama?

Yo no me atrevía ni a pensarlo, no me lo fuera a oí; me ha solucionado un dilema.
  -Por mí en diez minutos, recojo esto, para no encontrárnoslo así por la mañana y listo.

Lo que pasa luego no lo voy a contar, me lo reservo.

Sábado 31 de marzo.
El día ha amanecido con nubes rojizas; el refrán dice “Goiz gorri arratsalde euri”. Esto se debe, dicen, a que los rayos del sol, incidiendo de modo horizontal en las nubes que vienen reflejan el sol en las moléculas de humedad que contienen las nubes, señal de que vienen con carga de agua y lo probable es que llueva. Normalmente será por la tarde así que disfrutaremos la mañana.

Al estar acostumbrado a vivir generalmente solo, se me hace raro el encontrarme con alguien al ir a hacer algo; hemos coincidido en varias ocasiones al ir a hacer lo mismo. En el frigorífico, el WC, la habitación. Nos llevará algún tiempo, pero nos iremos acostumbrando a las rutinas de cada uno porque, a decir verdad, llevamos muy pocas horas juntos.

Esta mañana ha sido la de las coincidencias, nos hemos ido a cruzar casi siempre en el vano de alguna puerta, suerte o coincidencia.
Lo que he notado es que somos muy diferentes al despertar; el despertar de Tanya es un tanto cerrado. Sonríe pero se esfuerza en ello. Aunque se ha levantado es como si su mente intentara continuar en la cama y seguir durmiendo.
La veo tan ensimismada que no me queda otro remedio que preguntar:
   -¿Podrás salir a dar una vuelta? Es que parece que no te puedes despertar.
   -No es nada, en media hora seré otra persona. Lo de despertar me cuesta mucho y especialmente cuando he dormido tan bien; el cuerpo me pide más de lo mismo.
   -¿Y cuando duermes mal te levantas más fácil y feliz?
   -Pues sí porque para seguir a disgusto en la cama mejor me levanto.

Lo voy a dejar, no entiendo nada y no creo que llegue a ninguna conclusión. Yo no me lo suelo plantear; cuando suena el despertador me levanto, casi de un salto y si quisiera haber dormido más habría puesto el despertador cinco minutos más tarde. Cuando suena me levanto y punto.

Salimos para las nueve con el propósito de conocer las inmediaciones del norte y del oeste, el monte Jaizkibel y la zona colindante de Oiartzun.
Pasando por Lezo llegamos al 2º Torreón, subida suave, bajando por la ladera del Jaizkibel hasta el alto de Gaintxurisketa, que separa las vertientes de los ríos Oiartzun y Bidasoa. Bajamos hacia Oiartzun y sin llegar a entrar volvemos a Ore por Arragua y Fandería.
He aprovechado para mostrarle lugares donde se puede correr sin pisar la carretera, por aceras y con luz; recorridos especiales para el invierno cuando la noche nos invade.

Después de comer, y sin dejarnos embaucar por las llamadas de Morfeo nos vamos a Donostia a visitar a Irina y familia, sin prisas, en el “Topo”. Llegamos por Loyola a Riberas de Loyola a eso de las cinco. Cuando abren la puerta nos da la sensación de que los tres se acaban de levantar de la siesta, los hemos hecho levantar, ¡Vaya flash!. Irina y Beñat del sofá de la sala y Olatz de la cuna. Ya lo sentimos pero se les olvidó decir la hora en que debíamos llegar, lo apuntamos para otra vez.

A la enana le toca la merienda, así que me quedo en la cocina con ella y Beñat mientras las dos hermanas se retiran a una esquina de la sala, donde se ponen a cuchichear, hablando las dos a la vez, no sea que no vuelvan a juntarse otra vez en la vida, o para tardar menos, quién lo sabe.

Beñat Olatz y yo nos comenzamos a conocer. Con Beñat es fácil pero lo de la enana es más complicado, no traen manual y la tecla de ayuda debe ser como la del Windows, mucho a elegir pero nada que realmente valga, falta justo lo que necesitas.
El que esté recién despertada y yo sea nuevo es motivo suficiente para que no me pueda acercar a menos de medio metro; apunto la distancia, veremos cuándo es ella quien la comienza a sobrepasar.
   -¿Qué, de secretitos? –les increpo a las dos hermanas.
   -La frase era la de Las mujeres a la cocina y los hombres al bar, ¿no? –sigo incordiando.
   -¡Huy, perdonad! –Dice Irina– teníamos tantas cosas que contarnos y hace tanto tiempo que no estamos juntas. Esperaba que viniera a casa pero ya veo que me la has raptado.
   -¡Txe! De rapto nada. Espero que la versión que te haya contado sea la buena.

Habrá sido solo media hora pero efectiva, parece que se lo han contado todo. Tanya se ha ido a preparar las cosas que va a llevarse a Ore, en Santander tenía únicamente lo mínimo imprescindible. Ya me parecía.
Quedamos para comer en Donostia, en su casa, mañana domingo y aclaran que nos esperan para eso de las dos y media; por lo visto han aprendido la lección.

Por lo visto sigo con mis neuras. Me ha parecido observar un tono, un cuidado especial en el trato de Irina hacia Tania, algo más que el de la hermana mayor a la menor; se tiene que tratar de algo que le preocupa. Aprovecho que Tania sigue con su selección, en la habitación de invitados, para sonsacarle algo a Irina.
   -Me tienes que contar qué es eso que te preocupa cuando hablas con Tanya. No parece que ella se haya dado cuenta pero a mí me parece que tenéis, o tienes, algo pendiente o que resolver, veo, percibo una sensación poco concreta.
   -¿Se me nota tanto?
   -No, no creo que sea descarado, solo que yo tengo un detector especial para apreciar estos matices. Noto que la tratas con demasiado cuidado pero no parece protección parece como si no te atrevieras a decirle algo. No sé si puede ser algo como pedirle dinero o algún otro favor.
   -Te lo voy a adelantar porque es algo que no puedo retrasar más pero no he querido que fuera hoy, después de tanto tiempo sin vernos y a la primera de cambio. Lo haré mañana, seguro.
   -Tampoco he conseguido deducir si es algo serio o una tontería.
   -Pues son ambas cosas. Nuestra madre, Yelena, que se va haciendo mayor y le ocurren las cuestiones referentes a su edad. No es grave pero la vida es así, una enfermedad que te termina matando. Tranquilo de mañana no pasa.
   -Vale, no me cuentes más que esa hermana tuya me lo puede leer si me descuido y es posible que en lugar de calmarla le preocupe, sabiendo que se trata algo de su madre.
   -Gracias Héctor. Deberé tener cuidado en adelante con lo de los secretos y tú.
   -Ya sabes, esto no tiene nada que ver con la actividad conectiva pero ayuda a saber dónde te encuentras en relación a los demás, a veces vas un paso por delante de ellos.
   -A todo esto, Tania me ha contado que tienes unos poderes conectantes de un nivel importante.
   -Ya, sí, los poderes de un “pringau”, ¡no te jode!

El tiempo del domingo por la mañana nos deja continuar con el paseo y a la vez de muestra de la zona a Tanya. Esta vez vamos andando a casa de Irina, llegando a Loyola por San Marcos, Arkiri y Lau Haizeta. Pasamos por Garbera y bajamos a Martutene. El resto es lo que hicimos ayer.
Aprovecho para explicarle las aventuras que me traje para contactar con Irina, la interpretación del jeroglífico, cuestiones ya lejanas en el tiempo. Parece que fue hace años en lugar de dos meses.

También voy recibiendo las primeras lecciones de las particularidades y modo de realizar la conectividad.
No conocen a ciencia cierta la explicación científica del fenómeno de apertura y cierre de la comunicación. Dudan sobre si habrá una película material que envuelva el cerebro y la hagan aparecer y desaparecer de modo voluntario. Para mí seguro que de físico nada.
Como ejemplo me pone el del gorro de la chamarra de monte, que se lleva semi plegado en la espalda, pegado al cuello. En esa posición tienes la cabeza al descubierto, emites y recibes. La acción es similar a ponerte la capucha, la deslizar rozando la cabeza hacia delante, quedando cubierta; se cierran la emisión y la recepción.

Ellos se ejercitan tomando esto como imagen para completar la acción mental. Se imaginan tomar la capucha con ambas manos y deslizarla en alguno de los sentidos, hacia la frente o hacia el posterior, en el cuello. Parece que el rostro no entra en la emisión-recepción.

Por lo visto no se trata de la acción emitir o recibir. Tú lo haces siempre igual, lo de pensar o imaginar algo, lo que cambia es el estado de la coraza o aislante. Si estamos cerrados no nos pueden detectar, pero tampoco oímos, esto sí que es una pena, no poder escuchar a escondidas.

Con el tiempo, la práctica y la capacidad de cada uno, se puede conseguir realizar la apertura y cierre de un modo muy rápido. Hay hasta quienes lo consiguen enseguida, otros se quedan a medio camino.

El tema del gorro me hace recordar una de las últimas veces que logré un nivel de relajación completo. No me sale muy a menudo pero recuerdo éste, el último hará medio año, una vez que llegué agotado a casa después de una paliza corriendo por el monte. Me tomé un café y me tumbé a relajarme, sobre la alfombra. La mayoría de las veces me quedo dormido pero ésta vez el café le ganó al sueño.
Comencé por las piernas, brazos, y fui subiendo por el tronco hasta el cuello y hombros.
Tenía un poco de dolor de cabeza, una sombre probablemente debida al cansancio y la sed que había pasado y traté de limpiarla, retirando hacia atrás como si con un trapo estuviera limpiando la mesa o me secara la cabeza con una toalla.
Movimiento de adelante hacia atrás. Cuando respiras vas retirando eso que parece que te molesta, lo envías hacia la espalda; cuando expulsas el aire haces que se vaya, que de los pulmones salga directamente. Proyectas hacia fuera lo que sobra. Respiraciones lentas, profundas y dejando una pausa de dos segundos entre los pasos de salida y entrada del aire.

Pude haber pasado más de media hora con el ejercicio y no sé si de verdad se fue el dolor de cabeza o solo me pareció, pero el efecto fue positivo. Me levanté con la cabeza menos pesada y más despejada, sin presión interior. No noté nada especial, similar o equivalente a lo que siento ahora al conectarme; puede que fuera que no hubiera nadie a quien conectarme, claro.

Esto puede ser una coincidencia pero si tal como explica Tanya la cosa funciona con la mecánica del gorro, puede que yo hubiera realizado esta acción, inconscientemente. Puede que fuera lo que ocurrió porque nunca antes en la vida había tenido conocimiento de la conectividad ni recuerdo haber tenido nunca los síntomas que ahora conozco. Esta debe ser la explicación.

Y tratando de estas cuestiones se nos ha pasado el tiempo y estamos ante el portal de Irina y Beñat; son casi las dos así que llegamos a la hora acordada. Llamamos, nos abren, subimos y esta vez el momento sí es oportuno porque Beñat parece necesitar ayuda en la cocina. Falsa alarma, lo tiene controlado pero me quedo con él, las hermanas necesitan seguir charlando.

La mesa está preparada para cinco, Olatz la preside en su silla; no está ufana ni nada, hoy tiene espectadores ante los cuales enseñar el repertorio de lo que sabe hacer. Está a sus anchas, sonriente, protagonista. Además no somos nuevos, estuvimos ayer. Hoy se deja tocar.

Irina le da de comer antes de que comencemos nosotros, se le está haciendo tarde y a Beñat le falta un rato aún. Una vez terminado se van con la cría a su habitación, a cambiarle el pañal y mientras, terminamos en la cocina y lo sacamos a la mesa.
En uno de los viajes de Irina a la cocina, le comento que hable con Tanya sobre lo de ayer, cuanto antes, que aproveche ahora que están solas, con Olatz; ya nos darán luego a nosotros la versión que nos corresponda.
Tanya asoma la cabeza desde la habitación mirándome sorprendida, confirmando algo de lo que no estaba segura, que puedo reservarme secretos, no tiene acceso total a mi mente. Se lo oigo pensar y se lo explico.
   -Sí, pero me cuesta mucho trabajo; debo estar atento a no traerlo a la memoria, a no rememorarlo. Me obliga a estar todo el tiempo pensando que no tengo que pensar en ello. Lo ideal sería olvidarlo temporalmente pero no controlo el momento en que me puede venir cualquier pensamiento a la mente. En cuanto parece que lo tengo bien atado viene mi otro yo y me desmonta el trabajo que tanto esfuerzo me cuesta.
   -Vas muy bien Héctor, en poco tiempo me vas a superar. En el tiempo que llevas has conseguido avances para los que yo he necesitado años; es algo difícil de conseguir en unos días.

Dejo a Tanya con la mirada fija en Irina, pidiendo una explicación y a la media hora aparecen en el comedor, menos mal que lo de preparar al momento lo tiene Beñat a la espera porque de lo contrario hubiera sido una faena. Son las tres pasadas, vaya horas de comenzar a comer, y solos, porque Olatz se ha quedado dormida en la habitación.

Cuando ya vamos dando cuenta del segundo plato Irina nos explica cuál era el asunto que tenía pendiente con Tanya. Se trata de su madre; le han detectado un problema en una válvula del corazón y la deben operar. Una operación conocida y controlada pero seria, tiene el riesgo de cualquier intervención importante y además es en el corazón.

Lleva algunas semanas con el tema, desde que se lo contó su madre. Le aconsejaron operarse, se decidió y por lo visto esa fecha ha llegado. Le han llamado para hacerle las pruebas previas a la intervención y prevén la operación para la primera quincena de abril, o sea, ya.
Irina quiere ir pero lo ve difícil, supone estar allá como mínimo un mes. No cree que deba ir con Olatz y para dejarla con Beñat es el momento menos oportuno, después de un período de vacas flacas, ahora está saturado de trabajo y no es el momento de andarse con tonterías hoy, ahora.

Como segunda opción ha pensado en su hermana, ya que en este momento parece que no tiene compromisos. Esto era lo que tenía que hablar y plantear; lo que le preocupaba; primero la operación de su madre pero lo peor era decidir el enviar a otra persona en algo que ella se veía comprometida, responsable como hermana mayor. Tenía cierto temor a la opinión de Tanya.

   -Pareces tonta. Hay veces que no te entiendo Irina. Pero ¿Qué iba yo a pensar? –Dice Tanya un tanto molesta al ver que su hermana ha podido pensar eso- ¿Es que no me conoces? ¡Irina, por favor!

La primera reacción de Tanya ha sido un tanto pasada de rosca pero enseguida se desinfla; antes de cinco minutos ya está enfocando el posible viaje, con migo por supuesto.

Por mi parte no hay inconveniente si quien lo propone es Tanya; solo me queda confirmarlo con Kixkur, desconozco el lío en que me he metido y se lo debo consultar, no vaya a ser que les parezca mal.
Tras un análisis rápido de fechas y gastos, la conclusión es que no vamos a necesitar mucho dinero. El viaje de cada uno no tiene por qué ser superior a unos 800 Euros y la estancia, en casa de Yelena Orlova, la madre, en todo caso será más barata que aquí. Otra cosa son los extras que nos podamos plantear por el “ya que estamos aquí”.

Tal como ha indicado Irina, supone algo más de un mes, todo depende de la fecha de la operación, el que lo sepan seguro, y que luego se cumpla el plazo, sin retrasos. La operación es rápida pero la recuperación tiene una primera fase muy lenta. Por lo que conozco de aquí, la operación es sencilla, el problema radica en que te tienen que abrir el esternón para poder acceder al corazón y esto es lo que requiere la recuperación, no la herida del corazón sino la recuperación de la movilidad del “Plexo Solar”, el volver a respirar con normalidad.

Pobre Irina, el apuro que ha debido pasar estos días, el jaleo que se ha imaginado, ella sola. Una película de suspense, donde ha barajado las peores consecuencias de la operación y sobre la reacción de Tanya. Ella se iba, Olatz enferma, Beñat pierde el trabajo… un culebrón.

Puedo confirmar que desde esta tarde conozco a otra Irina, más alegre, tranquila y accesible. La verdad es que tanto las condiciones en que la conocí y las de ayer por la tarde no han sido las más afortunadas, pero eso ya es agua pasada. Se ha quitado un peso de encima.

Hemos terminado el domingo con el estómago a reventar, todo por no saber decir que no a los platos que nos ponían delante; todo estaba exquisito así que con una infusión a modo de cena va que chuta para la cena de esta noche. Mañana iremos a visitar a Kixkur con la propuesta.

Desconocemos el horario que pueda tener Kixkur; bueno, eso si es que tiene horario; ni cuál puede ser su calendario, los días en que va a trabajar y cuándo suele estar en el cuartel, en Oiartzun, su base de operaciones. Salimos de casa con la esperanza de encontrarlo y así que para allá nos vamos hoy lunes, pasadas las nueve de la mañana. Vamos andando así que llegaremos antes de las diez, a esa hora debiera estar.

Preguntamos por él en recepción. La ertzaina que nos atiende, sola en este momento en todo el hall, nos indica que cree que no está, no lo ha visto pasar, no lo sabe con certeza.
Se da cuenta de mi extrañeza y me agrega, a modo de información, que no tiene horario fijo. Sí que suele estar casi todos los días, de lunes a viernes y que en caso de no venir se lo suele indicar.
Resumen, hoy no lo ha visto entrar y tampoco atiende al teléfono, al que mientras tanto he visto que ha llamado.

Me dispongo a preguntarle por su número directo, o si tiene un móvil, y de paso si podemos esperar en algún lugar pero en ese momento está bastante atareada con el teléfono, la megafonía y las videocámaras que tiene a su derecha bajo el mostrador. Me he fijado que dispone de varios monitores, cada uno con varias escenas diferentes y otro con un sistema de supervisión con avisos e indicaciones de la central del 112 y otras indicaciones locales internas, del cuartel.
Mientras espero a que se libere y me pueda prestar atención percibo la presencia de Kixkur, al que he saludado mentalmente y me indica:
   -Salgo del garaje, llego a recepción en un minuto.
  - Ya viene, está en el garaje –se me escapa, sin darme cuenta que no lo debiera saber; hecho que hace que la recepcionista deje de mirar al monitor, el gran hermano, y me mire, preguntando:
   -¿Y cómo es que sabes eso?
   -Es que al entrar me ha parecido ver su coche –miento, ¿de qué voy a saber el coche que tiene?

No sé cómo lo tengo que arreglar y sigo improvisando, debo borrar la sensación de extrañeza que le ha aparecido.
   -En la parte superior derecha del monitor de la esquina tenías la imagen del garaje y es la que ahora estabas mirando; me ha parecido ver una señal en tu cara, como de asentimiento, confirmando mi suposición. ¿He acertado? –sería un puntazo que se lo creyera.
   -Por un momento he pensado que eras adivino pero sí, así es, lo acabo de ver y estaba a punto de decíroslo– Vaya potra, esta sí que es una temporada de suerte.

En ese mismo momento Kixkur hace entrada en la recepción y nos vamos con él hacia su despacho. Él, saluda a la recepcionista y le dice un par de palabras amables, el tío sabe cómo tratar a las personas.

Le explicamos lo del viaje de Tanya a Vladivostok y nuestra incógnita de si es adecuado el que yo vaya; nuestras incógnitas de las cuestiones relacionadas con el trabajo, el tipo de autonomía en la dedicación y en los gastos, la información que deberemos aportar al regreso. Un sinfín de cuestiones que mejor tratar ahora que tener problemas luego.

No hay inconvenientes. No hay actuaciones inmediatas programadas. La planificación de nuestro cometido se refiere a mi formación y ésta no precisa de ningún lugar concreto; lo que Tanya decida. El presupuesto la parece muy “controlado”, con lo que últimamente vienen a costar las cosas por aquí; y para no hablar de los gastos que algunos presentas para operaciones normales. Comparando con esto, nuestro presupuesto es casi insignificante. Y la conciliación familiar, tema tan en boga estos últimos años en nuestro entorno.
Vía libre hacia el viaje a la otra esquina del mundo.

En este momento lo principal es establecer las fechas del viaje. La ida nos la indicará Yelena y puede ser desde ya hasta dentro de un mes, la cuestión es el regreso; necesitamos la fecha de la vuelta para cerrar el billete con fechas fijas y entrar en el precio. Hemos meditado sobre ello y decidido dar margen de sobra al regreso para no tener que cambiar la vuelta; de este modo entramos en el presupuesto. Tanya ha propuesto 5 semanas a partir de la fecha de la operación y me parece correcto, luego pasará lo que tenga que pasar.

Por mi parte necesito tramitar el visado. No me vale el del año pasado cuando fui para una semana a Moscú, me deberé dar prisa. Tengo un amigo en Madrid a quien enviaré el pasaporte. Conoce una agencia de la que se fía y es a quien lo llevará para su trámite, me garantiza que lo tendré en una semana, “con éstos sí” me tranquiliza. Pues tranquilo.

Mientras tanto vemos las posibilidades de vuelos, con Aeroflot.
Barcelona BCN - Sheremetyevo SVO – Tolmachevo OVB - Vladivostok VVO
11h 40m +1d  reza la información de internet. El regreso es sin escala en Novosibirsk. Mejor.

Si le aplicamos el cambio horario van a ser 20 horas en tiempo total en cada uno, luego cuando llegues a cada lugar ya se verá la hora que es, con esto me armo siempre unos líos impresionantes; suelo esperar a llegar al aeropuerto y mirar los relojes para cambiar el mío. A lo seguro.

El precio parece reducido pero las horas se nos van a hacer muy largas; tendremos tiempo de “trabajar” en mi formación.
Otra de las cuestiones será la de la ropa. Las temperaturas actuales más parecen las de una estación de esquí del Pirineo, entre -5 ºC y +10 ºC. Toca llevar ropa de monte.

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