sábado, 30 de noviembre de 2013

18 Con la logia hemos topado.




Son las ocho de la mañana del viernes 27 de abril de 2012 cuando suena el despertador del teléfono móvil que tengo al lado de la oreja. ¡Cuántas cosas han sucedido en poco tiempo!.

He pasado una noche muy ajetreada, trabajando en mil proyectos, algunos ya pasados y otros por suceder, pero diez horas de cama dan para mucho; aunque sigo nervioso y acelerado, con adrenalina de sobra, eso necesitará más tiempo, de momento estoy físicamente descansado. La cabeza está despierta pero aún demasiado ocupada, preocupada.
Lo de Tanya no tiene nombre. Ha dormido diez horas de un tirón. Yo me he levantado dos veces, a serenarme, mear y beber algo.
Debo tomármelo con calma pero no quiero, no debo, bajar la guardia, aún estamos aquí, a más de 10.000 Km de casa en línea recta, según dice el GPS.

Estamos concentrados en el desayuno cuando llega Igor, con noticias que nos relata a micrófono cerrado. Por lo visto el amigo Sergei pertenece a una línea secreta, un grupo paramilitar que cuenta con algún alto cargo en el ejército. No está claro lo que traman pero debemos andar con mucho cuidado. El motivo estará relacionado con la conectividad, andarán tras Vasili pero no se librarán los que estén a su alrededor, especialmente los conectantes, nosotros, somos objetivos potenciales. No descarta que tenga algún apoyo militar. Esto último lo está tratando de evitar, de momento cree que aquí, en Petropavlov puede tenerlo controlado. Puede que estén queriendo anular la acción de Vasili debido al descubrimiento de un par de conectantes, de poca monta, que levantó hace un año y por lo visto trabajaban para una mafioso, pero esto son conjeturas.
Concreta que aparte de Vasili no creen que les interese Tanya sino yo, piensan que es a mí a quien pueden seguir. La “Gesta Heroica” del rescate de ayer ha trascendido, el famoso soy yo, Tanya no aparece en la historia.

Conclusión. No debemos andar solos. Desconoce el apoyo que pueden tener aquí, en local.
Va a pedir un grupo de vigilancia a los militares locales, su jefe le ha garantizado gente “segura”, de confianza, con dedicación y trayectoria contrastada. Será solo para hoy porque a primeras horas de la tarde tiene pensado que volvamos a Vladivostok.

A eso de las diez hacemos una reunión para planificar las actividades de la mañana, hasta la hora de regreso de la tarde. Solo estamos, los pilotos y auxiliares del avión, Tanya, Igor, Pierre que ha llegado hace un cuarto de hora y yo. A las once nos dirigiremos al hospital a visitar a Víktor. Allá estará Fiódor, y alguno más del equipo de rescate que intervinieron ayer.
Mientras tanto Pierre,Tanya y yo intentamos hablar de cosas no referentes a lo de ayer; conocernos un poco, posibles contactos cuando Pierre vaya de visita a casa y cuestiones que nos vayan llevando a la vida normal. Por desgracia para Tanya, las conversaciones de esquí y de lugares del Piri salen demasiado a menudo.
Ha sido una suerte trabajar con él, una persona con la que hemos congeniado, nos hemos entendido desde el primer momento y hemos tenido un buen rollo.

A las once salimos hacia el hospital, al que llegamos en veinte minutos. Nos han llevado en un par de vehículos militares.
En el hospital el montaje en la sala improvisada, la sala multiusos, es un auténtico desmadre. Estamos unos doce, falta Fiódor, y todos queremos estar con Víctor.
Menuda diferencia de ver a Víktor ahora a ayer, cuando lo sacaron del quirófano.
El momento no es propicio para tratar temas trascendentes así que hacemos un listado mental de temas a tratar, no sea que con el lío se nos olvide algo que luego no podamos sacar a relucir.

Utilizando como excusa de que se cansa y de vez en cuando debe dejársele descansar, Igor consigue que le dejen solo, en la habitación, durante diez minutos; de éste modo podremos contactar con él, incluso Igor se brinda a no participar para que estemos en familia, para lo que nos vamos a la habitación de al lado.

Tanya acapara casi toda su atención, temas del pasado y algunas preguntas para el futuro. A las cuestiones de sus padres biológicos responde que prefiere que sean ellos, Yelena y Vasili quienes nos lo cuenten, él nunca decidió nada. Se enteró de ello, pero nada más.

Cuando Igor levanta la veda entramos en la habitación, donde hacemos una efusiva despedida, en directo, con besos y estrechamiento de manos, la izquierda por parte de Víktor, la derecha la tiene inmovilizada para una buena temporada.
El “motero” llega por los pelos y la despedida ahora es completa. Lo que más recalcamos es en los modos de contactar, haciendo un montón de promesas de juntarnos en el futuro. Palabra, eso a mi cuenta y frases similares.

Tanya se queda algo más de tiempo con él y yo me voy con Fiódor al bar de al lado del hospital, bueno, casi al lado. Nos acompañan cuatro militares jóvenes. Entramos en el bar y pedimos unas cervezas.
Fiódor es una persona con la que he tenido poca relación pero desde el comienzo hemos tenido un fácil trato. Nos sonreíamos cada vez que comenzábamos una conversación y eso no ocurre muchas veces. Nos parecemos bastante en el carácter, el modo de enfocar las situaciones, rápidamente, sin mucho adorno, directo a la yugular.

Cuando me deja un hueco, le presento el plan de comunicaciones que he esbozado poder comunicar con Vasili. Necesitamos intermediarios “limpios”, y para ello vamos a involucrar a Pyotr, el padre de Fiódor, al que enviaremos mensajes de texto desde algún teléfono “limpio”.

Letras iniciales para indicar de quién hacia quién va dirigido el texto.
H-V indica que el mensaje es de Héctor a Vasili.
El tipo de saludo es para indicar el tipo de noticia, las resumimos en tres:
Buenos días son buenas noticias respecto al tema conectivo.
Buenas tardes son noticias ajenas al tema conectivo.
Buenas noches son malas noticias respecto al tema conectivo.

El texto del mensaje puede ser cualquier tontería pero no va a tener nada que ver con la conectividad. Serán de despiste para las ocasiones de Buenos día o Buenas noches.

Los mensajes indican el tipo de noticias que puede haber, el contenido se tendrá que conseguir de otro modo, cuando se pueda, o inmediatamente en el caso de las malas. Normalmente se deberá implicar a terceros para ello, se supone que él estará muy vigilado.
Un sistema inventado que valdrá hasta que lo descubran, al margen de los caminos secretos normales, dentro de ellos suelen ser secretos a voces. Le parece bien.

Intercambiamos los diversos modos de ponernos en contacto entre nosotros y conversamos sobre nuestras costumbres y habilidades. Me cuenta que está en fase de formalizar su relación con Katia, ha decidido asentar la cabeza, un poco. En este punto hasta puede que vayamos a coincidir.
Nos pasamos casi una hora de palique, que amenizamos con alguna que otra cerveza. Se va haciendo tarde, entre una cosa y otra será la una, hora a la que hemos quedado en ir a comer, debemos a pasar por el hospital, nos estarán esperando.
Los cuatro militares no están en el bar, echo una ojeada asomándome a la puerta y tampoco los veo fuera. Nos extraña pero ahí queda la cosa, los habremos aburrido, total, el hospital está ahí, al lado.

Uno de los camareros llama a Fiódor desde una esquina de la barra, preguntan por él por teléfono.
   -No sé quién puede saber que estoy aquí, y además no me han llamado al móvil ¡Qué raro! Enseguida vuelvo.

La extrañeza de antes se me añade a ésta llamada de ahora. Seguro que antes no habré visto bien a nuestros soldaditos, debo de mirar mejor, seguro que antes estaban ahí, ¡fundamento Héctor!, y salgo a por los militares, seguro que están fumando en alguna esquina.
Ando unos pasos cerca de la puerta y nada, ni rastro.

Justo cuando me dispongo a entrar en el establecimiento hay un vehículo que se me cruza en el camino y no me atropella de milagro. No me da tiempo a reaccionar y salir por piernas porque estoy a otros temas, no me lo esperaba, así que para cuando reacciono se me tiran encima dos gorilas tamaño armario ropero. ¡No hay salida, estás jodido Héctor!
Me abrazan entre los dos, el famoso abrazo de la muerte; me elevan como si fuera un paquete de patatas fritas y me meten de un empujón en el vehículo. Caigo sobre el asiendo de atrás, entre otros dos bestias de cara indefinida. Sigo atrapado. Me amordazan y atan de modo que no pueda hacer nada, nada de nada. Una vez atado, me tiran a la parte de atrás, sobre un viejo colchón. Un detalle por su parte. ¿O será por el ruido?

El coche, o lo que sea, sale pitando, antes de que “motero” salga del bar. Han sido rápidos los muy cabrones.
No tengo otro remedio que quedarme quieto. Me han atado unos profesionales, no veo posibilidad de aflojar los brazos; toca esperar y estudiar la táctica a seguir; me dejo estar y de paso lanzo llamadas de socorro, por si alguien conectivo me escucha, debiera haber otros cuatro por ahí.

Mientras vamos por no sé dónde, voy lanzando el mensaje “Soy Héctor, me han raptado”.
Desafortunadamente, el vehículo donde me llevan ha salido en dirección contraria a donde se encuentran los que me pueden oír. Una gran putada. ¿Lo sabrían mis raptores? Lo dudo.

Pasa el tiempo y nada, ningún ruido conectante. Toca seguir esperando acontecimientos. Mira que Igor había tomado precauciones. ¿Qué coño habrá pasado para que se retiraran los militares que nos debían proteger? Igor va a tener trabajo.

Cambio de enviar mensajes de socorro a intentar captar lo que puedan estar tratando mis raptores, pero claro, hablan en ruso. Reculo un poco y alterno entre llamadas de socorro e intentos de intuir lo que estarán tramando éstos. Por cierto, ¿de dónde han sacado a éstos elementos? ¿Cómo coño se contrata este tipo de gente?, ¡Que esto no es el cine, joder!

Debo hacer algo y se me ocurre una idea bastante descabellada, pero la alternativa no es menos arriesgada. No sé cuál será el nivel de riesgo que estoy corriendo. Me quieren vivo, eso está claro, pero éstos no son los modos, parece que no les importara lo que me vaya a suceder.

Me desplazo un poco hacia ellos con la intención de oír mejor pero uno de los gorilas se da cuenta y me pega un manotazo, que parece una patada de caballo solo que lo ha hecho con el puño, que me envía al otro rincón de la trasera de la furgoneta. ¡Mal rollo! Me empiezo a acojonar así que me decido a poner en práctica lo que he pensado. Un intento de ataque al corazón o lo que vayan a interpretar, que les obligue a alterar los planes.

Pienso que no deben ir muy lejos, Petropavlov no da para mucho, o al menos eso es lo que quiero pensar. Por fin paran, no es en un semáforo, han parado el motor. Habremos andado unos quince minutos. Debiera ser zona civilizada, pero aún no veo nada, solo el cielo y algunas ramas de árboles. Me bajan por el portón y me llevan, en volandas, entre dos. Parece un lugar algo apartado pero hay edificios cerca. No se ve que pase gente.

Es el momento adecuado. Me concentro, cojo aire y me dedico a hacer fuerza, como queriendo expulsarlo de mi cuerpo pero sin dejar que salga por la boca o la nariz. Presiono. Es un ejercicio de expansión que ayuda a bloquear la respiración.
Sigo así, de este modo, apretando, hasta que me termino desmayando, pierdo el conocimiento. Te ahogas voluntariamente y consigues que hasta se pare el corazón. Lo que hace falta es que se den cuenta y reaccionen a tiempo, yo ya no podré hacer nada. Quizá si el cuerpo reacciona solo puede que vuelva a latir y respirar pero no hay garantías. También es necesario que aparte de darse cuenta sepan obrar en consecuencia y con la pinta de brutos que tienen cualquiera se fía, esas eran algunas de mis dudas.

Por lo visto ha funcionado porque cuando vuelvo en mí me encuentro tumbado en la camilla de alguna enfermería.

Como la pérdida del conocimiento no se debe a ninguna dolencia o mal, no hay algo que me impida volver a mi estado normal, por lo que una vez despierto me recupero rápidamente.
Invierto unos segundos retomando el control y recordando el plan a seguir y no meter la pata. No me muevo y me hago el dormido. Supongo que me habrán hecho el RCP, aunque dudo de que hayan sido ellos, lo mismo me podían haber dado un guantazo para que reaccionara. Hay ocasiones en que eso funciona también.

Entreabro los ojos y veo que tengo delante un tío con bata verde. ¿Médico? ¿Auxiliar? ¿Gorila?
Está de espaldas, así que puedo fisgar algo más. Estamos solos, la sala parece pequeña. Intento moverme pero sin hacer ruido; parece que no estoy atado; tengo un catéter en el brazo izquierdo, veo una botella de suero sobre mi hombro. No hay ventanas y la puerta está cerrada.

Desplazo el brazo derecho con mucho sigilo, me quito la aguja y la abrazadera que bloquea el brazo izquierdo; debiera haber hecho ruido pero no lo he oído, mejor, muevo ligeramente los pies que por suerte están sueltos. No han pensado que me pueda despertar y hacer nada serio.
El tío se nueve, ¿habrá sentido algo? Nada, no se ha girado hacia mí, está entretenido con algo que no veo.

Me siento en la camilla y me preparo para hacer algo, respiro e intento dar un poco de tono muscular a todo mi cuerpo. El tío se gira, se sorprende de verme sentado y viene hacia mí, no a por mí, sino a ayudarme a tumbarme o algo así, no ha pensado que yo le pueda hacer algo, claro, como que hace unos segundos estaba inconsciente. Quizá hasta sea un enfermero.

Antes de que le dé tiempo a reaccionar me abalanzo sobre él; es más alto que yo. Le agarro del cuello y se lo rodeo con ambos brazos pero no solo el cuello sino el cuello y su brazo derecho, por la axila, aprovechando que lo ha elevado algo para agarrarme.

Me abalanzo sobre él y se desequilibra, cayendo los dos al suelo, perfecto, es lo que pretendía. Él aterriza de espaldas, así que caigo sobre él, atrapando con mis brazos su cuello y brazo derecho. Es una llave de suelo, de estrangulamiento; él mismo se corta la circulación del cuello hacia la cabeza y tú le bloqueas la parte izquierda del cuello con el brazo. Es una de las llaves de judo que más me gusta; si abres los pies para que no se te enrolle en ellos tienes un control total, es cuestión de unos segundos que le deje de llegar el riego sanguíneo en la cabeza y se quede mareado. La famosa “Tate Shiho Gatame”.

No hemos hecho mucho ruido en la caída y el tío no se ha puesto a gritar, es la típica llave que no se da cuenta que está perdido hasta que es tarde, cuando cierra los ojos y se “duerme”. Dispongo de unos treinta segundos hasta que vuelva en sí, si es algo torpe aún más, pero no puedo contar con ello, me tengo que ir ya.

Hay un uniforme verde en la silla de al lado de la puerta, lo cojo, salgo a cuatro patas, empujando la puerta, hacia un pasillo donde no veo a nadie. Es un pasillo corto que luego, tras girar, parece que sale a otro. Me pongo la chaqueta y el gorro que encuentro en el bolsillo. ¡Héctor, se te está acabando el tiempo!

Me incorporo y comienzo a caminar. Los primeros pasos los doy como si estuviera borracho pero enseguida voy mejor. Paso ante un ventanal interno, una habitación con una cristalera al pasillo, donde parece que están los gorilas. Giro la cabeza para el otro lado y sigo, con un cosquilleo en el estómago que temo que vaya a devolver. No me ven la parte inferior del cuerpo donde aún no me he puesto el pantalón verde, lo llevo colgando de la mano derecha.

He pasado y no ha habido ninguna voz de alerta así que voy buscando una salida; el texto lo recuerdo, algo así como “BIXOA”, me fijé en los aviones y en otras señales de algunos locales.
Espero haber metido el pelo en el gorro, sería un fallo que vieran el pelo algo largo y jaspeado, tantos negros como blancos.

Me arriesgo a mirar hacia atrás y veo que nadie ha salido de la habitación donde los he visto. Sigo pasillo adelante y veo un letrero verde con letras blancas que indica el camino hacia mi salvación. Estoy a punto de ponerme a correr pero me reprimo. ¡Tranquilo fiéra!

Voy pasando el umbral de la puerta y aún no hay sonidos de guerra, aún me pongo más nervioso. Estoy en una salida que da a la calle, no veo a nadie, respiro hondo y me pongo a correr como creo que nunca he corrido, como dirían “alma que lleva el diablo”.
Tan solo cincuenta metros me separan de un callejón en el que una vez de entrar me perderán de vista. Más que correr vuelo.

Cuando estoy a la mitad de distancia oigo voces que gritan, a mis espaldas. ¿Miro o sigo? Miro y por suerte no veo a nadie, no han llegado hasta ahí. Perfecto. Sigo corriendo, son tres segundos más que parecen tres mil. Una vez girado me encuentro a cubierto y veo que no es un callejón sin salida porque al fondo hay una calle que parece amplia, me apoyo contra la pared a recuperar el aliento. Ni idea de si he respirado hasta ahora. El corazón habrá pasado de las cinco mil revoluciones.

Cinco aspiraciones y salgo, andando, a la calle, amplia pero no concurrida, estoy en las afueras, por fin me da tiempo para ponerme el pantalón, con los apuros se me había olvidado.
Miro en todas direcciones y veo que se acerca un coche. Sin dudar salgo a la mitad de la calle y lo hago parar. No le queda otro remedio, si no lo hace me atropella.

Antes de que reaccione me desplazo al lado del copiloto y me introduzco en el coche; el conductor aún me mira perplejo; aún no ha reaccionado. Observo que el vehículo no es ni nuevo ni viejo, ni limpio ni sucio, es indeterminado. No sé cómo decirle que siga. Vaya lío.

Le indico con la mano que siga hacia donde iba. Él me sigue mirando.
Le enseño la chaqueta verde y el gorro, que entienda que soy médico, y le vuelvo a hacer señales de que siga. El tío duda. Mete la marcha, comienza a acelerar pero tan lento que me desespero. No vamos a irnos nunca. Paciencia Héctor.

Es un tío de mediana edad, como yo, tirando a autóctono. Asiente con la cabeza y la velocidad comienza a aumentar. ¡Bravo! Pero me dice algo, en ruso. ¡La jodimos!

Tranquilo Héctor, querrá saber hacia dónde quiere que le lleves, me dice mi otro yo. Le indico que siga, quiero salir ya mismo de aquí, ya iremos luego donde sea. Comienza a acelerar a tope y eso tampoco me interesa. ¿Cómo decirle que ni muy despacio ni muy corriendo? ¿En ruso? ¿Por señas?

El tío obedece pero en cuestión de unos metros es necesario tomar una decisión, izquierda o derecha, no hay un “de frente”.
La cabeza me comienza a funcionar de un modo más rápido y se me ocurre un lugar a donde ir. No sé dónde estamos pero sé el nombre de las galerías comerciales y el mercado.
   -“Da Vinci” –le digo, esperando que sea así como lo pronuncian.
   -¿Da Vinci? –Me dice sorprendido, y con la mano me señala que está para el otro lado, es de donde venimos. A dar la vuelta.

Mientras me quito la chaqueta verde y el gorro el tío me indica con el reloj que se le hace tarde, pero no para y sigue. Ha girado en un cruce al que estábamos llegando y nos dirigimos casi en sentido contrario, aunque no del todo, vamos por alguna calle paralela a la anterior. Parece que controle la zona. Mientras tanto observo que no pasa ningún vehículo como el que han utilizado para raptarme.

Según vamos me voy tranquilizando y le doy las gracias en ruso. Me mira y se sonríe. ¡Qué cojones estará pensando de mí!

Son las 14:10 cuando llego al Da Vinchi. ¡Cuántas cosas pueden llegar a suceder en media hora!
El taxista improvisado tiene prisa, lo que ayuda a que la despedida sea rápida. Gracias y adiós.
Entro en las galerías comerciales y busco un teléfono; un teléfono público que no veo. Y aunque lo hubiera, no tengo tarjeta ni dinero suelto. La alternativa es usar el de un comercio. Problemas.

Tengo los números de Fiódor en el bolsillo, apuntados en un papel que nos han dejado en el bar. No creo que sea difícil de entender si lo muestro y señalo su teléfono. Les doy un vistazo a la droguería y farmacia que me quedan de frente. Las dos están vacías y en cada una hay una dependienta. La de la farmacia parece más accesible, me está mirando cuando piensa que no la veo, es curiosa y puede que eso me ayude; la otra está enfrascada en una revista y tiene cara de pocos amigos, o le duele una muela.

Me dirijo sonriendo a la droguería y sacando el papel del bolsillo señalo su teléfono. Asiente pero con una cara como de indecisión; normal, no sabe a dónde voy a llamar y teme por el coste, pienso.
   -Petropavlov –le digo, para que se decida.

Creo que vale, y solo ha sido una conversación de una palabra. Le doy el papel indicando que llame ella y le digo el nombre por el que preguntar –Fiódor- y haciendo unos giros con la mano le indico que luego, cuando respondan, me lo pase.
Vete a saber si hemos apuntado mal el número o me coge otra persona porque Fiódor está ocupado. Ella lo entendería, yo no. Mejor así.

Resulta que le hace gracia. Coge el teléfono, marca, espera, sigue esperando, y cuando voy a perder la esperanza de contactar con alguien que me ayude comienza una conversación.
No sé de quién se tratará pero parece que se conocen de toda la vida. Al cabo de unos segundos que para mí han sido años me lo pasa, dirigiéndome una frase de la que solo entiendo una palabra, “Fiódor”.

Le resumo, quizá demasiado resumido, lo que me ha sucedido y le pido ayuda; necesito urgentemente una transformación, un cambio de look, un disfraz. Me contesta que se presentará donde estoy en unos diez minutos.
   -Tengo una idea, voy ahora. No te metas en más líos.
   -¿Le puedes decir a la chica que gracias por la ayuda?.
   -Tanto como eso ya sabes en ruso. De todos modos creo que chapurrea algo de inglés; la conozco de vista.

Cuelgo, me animo y le doy las gracias, intentando explicar algo que no puedo decir. Sonríe y me indica la trastienda, donde tras pasar al interior me ofrece un refresco. Perfecto, a cubierto de miradas indiscretas.
Durante la espera, de la que no salgo del “zulo”, pasan por la tienda un par de clientes de los que miran y no compran. Y así va pasando el tiempo hasta que llegen los refuerzos. No se me ha ocurrido nada para fugarme en condiciones. Estoy acabado, sin ideas; que lleguen pronto.

Por la puerta de la farmacia aparece un Fiódor sonriente, saluda a la chica y le da alguna explicación, muy corta por cierto, como eso de que “ya te lo contaré un día de éstos”, de la que me quedo a dos velas. Le planto dos besos bien sonoros en las mejillas, sonrosadas por cierto, y tras decirle gracias tres veces nos vamos en un coche tirando a viejo y descolorido. No han dado las 14:30. ¿Qué me habrá preparado?

   -Vamos a la peluquería de una amiga; salón de estética como diría ella, Katia. Bueno, en realidad es mi novia. He hablado con ella por teléfono y tenemos esbozado un plan.
   -Cortar el pelo, bastante; teñirlo de rubio y conseguir ropa diferente; algo que no estén buscando- es mi aportación a la transformación.
   -Eso está hecho; Katia te lo hace en un boleo pero lo del color no se lo vas a imponer a una peluquera estilista, hará lo que le dé la gana.

Menos mal que no ha venido en moto; lo de pasearse por la mitad de la ciudad no era lo más conveniente. Bajamos hacia la parte baja de Petropavlov, dirigiéndonos a las últimas calles de la zona este, dos carreteras paralelas en las que la superior dispone de varios comercios. Un lugar que quiere ser céntrico y turístico pero por el que no anda nadie. Hoy al menos.
   -Ekaterina- se presenta y me da dos besos- Katia para los amigos.

Fiódor le cuenta el plan. Me hace un análisis al que lo único que le ha faltado ha sido una resonancia magnética porque el escáner y los rayos-x me los ha aplicado, seguro. Veo que hace un sí, varios síes, con la cabeza y se aparta a una esquina a llamar por teléfono. Cuando termina me mira y se descojona, poniendo esa cara de “Verás la que te espera”.

Estaban con el teléfono a dos bandas. Por su parte, el “motero”, está hablando con su padre para que éste se encargue de poner en aviso a Vasili e Igor.
   -Tenemos hora y media antes de que nos vengan a buscar.

Se acerca a Katia, hablan entre ellos y comienzan a reírse terminando a carcajadas. ¡Qué estarán preparando estos dos! Miedo me dan.
Fiódor se va a la calle y me quedo en manos de Katia; mi cabeza queda en manos de Katia, lo de fuera, lo de dentro necesita un rato de meditación y creo que lo voy a tener; que trabaje Katia, luego veré lo que pasa, mientras tanto intento que baje la emoción, voy a explotar.

Corte de pelo, bastante corto con horizontal por arriba y el cuello pelado, estilo “hombre”. Luego un toque de color. Un negro que te cagas. Un buen rato con el tinte, luego el secador, y luego no sé qué más. Desde luego es algo más que una peluquería, es una peluquería en la que intervienen tantas herramientas que no sé para qué pueden servir. Yo estoy al tanto del reloj y veo que cuando está terminando, esto me lo imagino, justo llevamos una hora. Vamos bien de tiempo.

Me ofrece un espejo y veo a un tío que se me parece al otro lado. Soy casi yo, un yo muy raro. OK.
Esperamos a que llegue Fiódor mientras tomamos un café. Eso que había visto con forma de jarra no era una herramienta de peluquería, era un hervidor de agua, para infusiones o café. ¿Joder Héctor! ¡No das una! Luego también me cuenta lo de que Fiódor y ella se han decidido a vivir juntos, ¡Con todo lo que eso supone para él, un alma salvaje! Bueno, no soy el único.

A las tres y media llega el “motero con varias bolsas. Lo que traiga es un misterio que se desvelará en poco tiempo.

Lo primero un traje serio, elegante pero sin pasarse, para mí parece de ejecutivo de bastante categoría; traje de trabajo tirando a caro. Nada de chupatintas, de alguien que manda.
Le acompañan una camisa blanca, chula, y una corbata, azul algo claro. También un par de zapatos. ¿Serán de mi talla?
Si los zapatos revelan el 80% de una persona, éstos son de alguien elegante y con buen gusto.
Me queda todo en la micra, es mi talla. ¡Vaya ojo para calcular la talla! Hasta la de los zapatos.

Lo segundo son los complementos. Tres pares de bigotes postizos, todos iguales, y nada de pega, son buenos. Me pongo uno y los demás al bolsillo, en un sobre para que no se deformen.
Luego vienen unas gafas. Montura negra, de hueso, modelo imitando a viejo, un toque de distinción, nada de titanio ni moderneces. Son gafas gafa. Y resulta que veo sin problemas.
   -Me ha costado quince minutos que hicieran unos cristales neutros para éste modelo de montura; necesitaba usar la misma montura por algo evidente, las fotos.

Estoy asombrado. Katia me lleva frente a un espejo de los de cuerpo entero. ¡Ese no soy yo!
   -¡Muy bueno! ¿Qué tenéis, una empresa de camuflajes? ¿Cómo habéis conseguido esto?
   -Los bigotes son lo único artificial, el resto mejor no te lo decimos.
   -Solo falta el último retoque. Mira a ver qué te parece. –y me entrega lo que me parece un pasaporte.

Lo abro intrigado y me veo en él. Soy Denis Vodinov. Me quedo mirándolo como un auténtico tonto, de los que se les cae la baba por el costado de la boca. ¡Si soy yo! ¡¡¡JODER!!!
   -¿Quién es el muerto?
   -No nos mates al tío de Katia todavía. Está enfermo terminal, lo acaban de llevar del hospital para pasar los últimos días en casa. Dicen que es cosa de una semana. No creo que le vaya a importar. Tranquilo, hemos considerado todo lo que nos has dicho y con algunos cambios, lo del color del pelo, es nuestra propuesta, seria y definitiva. No puede haber otro disfraz o personalidad a imitar como ésta. Seguro que si se lo decimos nos apoya, es un cachondo mental de mucho cuidado, bueno, era..
   -Pues éste traje es caro, todo, me parece que os estáis pasando. Bueno, no sé qué decir.

Me he emocionado y las lágrimas intentan salir; no llegan a hacerlo pero se me nota. Katia me abraza y es peor, entonces no las puedo frenar y salen de verdad.
   -Menos mal que no me has pintado lo ojos. –le digo, con la respiración entrecortada- lo de éstos días me está desbordando y no sé lo que me sucede con las emociones. No suelo llorar, en serio.
   -Pues vete cambiando el chip porque nos queda poco tiempo. Están a punto de venir a buscarnos, van a dar las cuatro enseguida.
   -El problema es que no puedo hablar, no sé ruso.
   -Tendrás que fingir que por una reciente operación en las cuerdas bucales no puedes hablar. Hemos enfocado la solución y el conseguir ese certificado está en manos de Igor, seguro que lo tiene ya. Tenemos todo bajo control. No vas a ser tú el único que sabe actuar en circunstancias difíciles. Una muestra de agradecimiento por tu actuación con nuestro amigo Víktor.

Joder tío, pues ¿No te jode que me voy a poner blandengue y llorar otra vez? Esta vez lo supero.

Se acaba lo de seguir hablando, oímos el sonido de un coche que aparca justo en la puerta de la peluquería. No espera y se pone a tocar la bocina, por ruido que no quede.
Me despido de los dos con promesas de volvernos a ver.
   -Te veremos cuando vuelvas a devolver lo prestado –qué gracioso el tío- Hasta pronto. Nos vemos.

Entro en el vehículo, van dos delante y yo solo detrás pero hay algo que suena, y no es del motor. Noto un ruido conectante, por fin oigo un rumor, pero nada que entienda; es como si fuera un amplificador al que no llega señal en la entrada, se oye el ruido de fondo. Sería silencio en un equipo bueno pero en este hay algo de fondo; como el extractor de la cocina que no sabes que está puesto hasta que alguien lo quita y todos dicen aquello de “qué paz”.
   -Tienes el vuelo esperándote. Debes entrar sin que te descubran. Aunque tengas una nueva identidad, ésta no te vale aquí, en Petropavlov, casi todo el mundo conoce a Denis Vodinov y la mayoría de ellos saben en qué situación se encuentra. El disfraz te valdrá para cuando llegues a Vladivostok y de ahí en adelante –es Vasili, escondido en alguna parte de la zona de carga.

La verdad es que no están siendo discretos. La bocina, un vehículo que más que un Pick-Up parece un camión, grande y viejo. Supongo que sabrán lo que hacen. Al medio día no han estado muy acertados con los que me han asignado de vigilancia.
   -Cuéntame, por favor, el plan Héctor, soy Vasili–me dice la voz; y debe ser el, quién si no, con esa entrada en escena de una voz sin voz y sin dejarse escuchar hasta cuando le parece.
   -El plan me lo deberéis contar vosotros, yo no tengo ni idea –lo digo por si las moscas, no he visto a Vasili ni me ha confirmado de ningún modo que sea él, así que fiel a mi instinto de desconfiador, suelto una frase que no me delata.
   -Vale, de acuerdo, ya me han dicho que no te dejas engañar a la primera. Aunque no te lo haya dicho aún, te han puesto mote, tienes el apodo de “Judini”; aunque conocido por mago no lo era, ha sido el mejor “escapista” de la historia, no lo vayas a desbancar. ¿Paso la prueba y confías en quien te he dicho que soy?

Está claro. Me lo imaginaba pero en ésta situación no me fío ni de mi sombra.
Tengo prisa y le resumo en modo telegrama mi planteamiento, que de original tiene poco.
   -Tengo el pasaporte de Denis y voy caracterizado como él. Intentaré no usarlo pero será la opción “B” si me paran en el aeropuerto. Tengo por solucionar lo del idioma. No puedo hablar pero es que tampoco lo podré entender. Con Tanya cerca lo puedo arreglar pero no va a estar siempre a mi lado, oyendo lo que me digan.
   -Lo del certificado para no hablar está en marcha y lo demás también, coincidimos en el plan, nada de esconderse y esperar aquí, lo mejor iros cuanto antes. En la escuela militar donde te va a dejar el coche deberás esperar la llegada de una persona que te lo llevará y acompañará en adelante hasta ponerte a salvo. Va de paisano pero no te voy a dar ninguna otra explicación. Iréis los dos de incógnito. Os perdéis en el aeropuerto, os coláis en la zona de vuelo y entráis a escondidas en el aparato en que vinisteis. Hacéis otro tanto en Vladivostok para salir.
   -La bolsa con mis cosas y documentación?
   -Déjala en éste vehículo. Discúlpame un momento, tengo una llamada para lo de tu certificado médico.

Pues tendrá una llamada pero no oigo nada de lo que pueda hablar, ni pensar. Ha dejado el canal conectivo abierto pero no trasmite nada. ¡Eso es lo que estaba yo buscando, poder cerrar el micro de emisión mientras mantengo el de recepción! ¡Por algo te buscan Vasili!

A las cuatro y veinticinco entramos en una edificación con pintas de militar. Espartana y algo cutre. Paramos ante una puerta que parece ser importante justo en el momento que sale una persona, estaría vigilando. Va con el mismo disfraz que yo, no el modelo y colores sino por el significado, hombre de negocios, abogado o similar; bien parecido, de cuerpo atlético normal, nada de espectacular. El pack incluye maleta porta documentos, algo grande bajo mi punto de vista, en la mano izquierda y la derecha libre para saludar, como hace ahora.

Se acerca, yo salgo y nos damos la mano. Se dirige a mí en un buen inglés; de pronunciación rústica pero fluido; le entiendo perfectamente. Me interrumpen las palabras de Vasili, que él no creo que pueda escuchar.
   -Éste es Dimitry Ivanov, para vosotros “Dima”, Dispone de todas las instrucciones de lo que tenéis planeado hacer, aún no ha llegado el documento. Será tu hombre de apoyo. No le preguntes mucho, no te va a contestar cuestiones personales o lo que pueda dar indicios con respecto a su identificación. En adelante todos tus contactos serán hermanos, todos serán Ivanov. Pregunta poco y les pondrás en menores riesgos de equivocarse. No conoce lo de la conexión, aunque creo que sospecha algo pero es discreto y nunca lo pregunta.
   -Descuida Vasili, espero recordar tu consejo, debo hacer lo que espero que hagan con migo. Un saludo si ésta es la última vez que nos oímos.
   -Hasta otra ocasión Héctor. Siento que por mi culpa Tanya y tú hayáis tenido que pasar por esto. Tengo que pensar en algo para el futuro.
   -Solo un apunte, aunque lo tendrás anotado, debéis seguir el camino de la inclusión en vuestras filas de Sergei y el descuido de los militares de hoy al medio día.
   -Lo del grupo de seguridad de hoy se ha debido a tres pequeños fallos, ninguno serio o flagrante, que pueden suceder y que los tres juntos han dado lugar a lo que ha sucedido. La conclusión es que no estamos al nivel de lo que están requiriendo los acontecimientos. Te mantendremos informado; Igor creo que va a fusilar a algunos cuantos cargos, de todo tipo, no lo conoces cuando se cabrea.
   -Cuenta con nosotros para cuando lo puedas necesitar, suegro. “До свидания” (Adiós).

Dima y yo nos miramos de arriba abajo, una inspección y memorización de datos físicos y maneras de estar, para lo que pueda pasar. Charlamos un poco, en especial del horario y planes inmediatos y en menos de diez minutos aparece un taxi en el que el conductor trae una carta para Dima. El justificante médico de Denis (yo). Espero recordar mi nuevo nombre y contestar cuando me llamen, no puedo hablar pero sí oír.
   -Te han operado de las cuerdas bucales y no debes hablar, corres el riesgo de perder la voz en bastante medida. Estoy a tus órdenes. Me han dicho que no te desobedezca sin consultar, por lo visto eres un pez gordo.
   -No creo ser un pez tan gordo pero gracias por tu disposición. Intentaré ponerte en los menores aprietos posible pero es que estoy huyendo de algo desconocido. Soy lo que dicen un daño “colateral”. No dudes en preguntarme lo que sea, ya me ocuparé yo de limitar lo que no deba decir.
   -Algo importante debes de ser porque he dejado todo lo que estaba haciendo y me han encargado esta misión de “niñera”.

Lo ha dicho sonriendo, creo que me está midiendo, lo que suelo hacer yo para conocer cuanto antes cómo tratar a los nuevos fichajes. Perfecto, está en mi onda. Vamos a cruzar los dedos.

Salimos del cuartel; en la calle paramos el primer taxi que pasa, y nos dirigimos hacia el aeropuerto, al que llegamos a eso de las cinco.
Una vez fuera, sigo a Dima, no tengo ni idea de lo que vamos a hacer. Me pongo casi a su lado, pero sin sobrepasarle, de modo que pueda ir “con” el, pero siguiéndolo. Me hago un poco el despistado.

Accedemos por la entrada principal y nos dirigimos a una sala tipo VIP, un VIP al estilo Kamchatka. Esperamos noticias con respecto al vuelo de regreso, aún no está confirmada la hora y puede que el aparato esté cerrado.
   -Hola Héctor. Estamos cerca de vosotros en este momento pero no deben vernos juntos. ¿Estáis bien?
   -¡Por fin Tanya! ¿Por qué eres tú no?
   -¿Vas a empezar a hacer preguntas de confirmación? Me ha dicho mi padre que estás un tanto obsesionado con la seguridad.
   -¡Joder! Como que me han raptado cuando mientras me protegían unos cuantos guardaespaldas. Con ese ejército no necesitas enemigos. Bueno, quizá me he pasado.
   -Vale, tranquilo. Te cuento el plan. Vosotros “NO voláis en nuestro vuelo”. No vais a figurar en el listado que debe presentar el comandante de vuelo, nuestro piloto. Deberéis perderos en el aeropuerto y colaros en el avión. No os deben ver ni los auxiliares de cabina de carga, de ese modo no deberán mentir si alguien les interrogara.
   -Gracias, esto me lo ha adelantado Dima hace un rato, también me ha dicho que no utilice aquí el pasaporte, a no ser de que no haya otro remedio. Si nos vamos a esconder comenzaremos desde ahora.
   -Vale. Creo que Dima conoce entresijos del aeropuerto como para colaros en el aparato sin muchos problemas, es un hombre de campo aunque ahora vaya disfrazado de “yuppie”. Aún no tenemos noticias de hasta dónde puede llegar vuestra búsqueda ni lo que Sergei ha podido contar sobre nosotros y Yelena. Si van a por Vasili seguro que lo conocen y pueden tener preparada alguna vigilancia. El vuelo está programado para las 19:00, una hora antes podréis entrar en el aparato y esconderos. Ya hablaremos cuando estemos dentro. Tenéis preparado un comité de bienvenida en Vladi, te daré luego las informaciones, lo están planificando ahora. Hasta luego.
   -Tengo una duda con respecto al avión, no sé si lo conoceré, no me acuerdo bien de él.
   -Es el único que hay fuera de las pistas, en la zona norte del aeropuerto. No te puedes confundir.
   -Hasta dentro de un par de horas.

Le comento a Dima lo que me ha contado Tanya. Él lo sabía y me lo ha adelantado pero le faltaba la concreción de la hora de salida. Me mira y comenta.
   -No quiero saber cómo te has podido enterar de los detalles. Me han avisado que puedo notar cosas raras en lo que haces. También me han recalcado que no pregunte ni me preocupe por ello y que me puedo fiar de ti.
   -Gracias, espero no defraudarte. ¿Alguna idea de cómo pasar a la zona de pistas, hacia el norte, donde está el aparato, sin que nadie nos vea?
   -Conozco el aeropuerto y es bastante sencillo pero cuanto antes mejor, tenemos que llegar lo más cerca posible y esperar allá, no sea que aumenten la vigilancia de ésta zona donde nos encontramos ahora.
   -Pues por mi parte cuando quieras.
   -Sígueme y sonríe. Tranquilo, es broma.

Resulta que además de dispuesto a trabajar sin tener ni idea de lo que va el rollo, va a tener buen humor. Pues adelante.
   -Espérame un momento. Vuelvo enseguida –me dice.

No me gusta nada. Nada mas empezar y con secretos. Habrá que darle un voto de confianza.
Un voto de confianza de diez minutos, tiempo que se cumple cuando regresa; menos mal que mientras tanto no ha entrado nadie.
   -Tengo un conocido del que me fío, que me puede ayudar a pasar a la zona de pistas. Es sencillo, él deja abiertas un par de puertas que son solo para uso del personal interno y dentro de quince minutos las vuelve a cerrar. No va a saber quién entra ni dónde. Nos vamos ya.

Tenemos tiempo de sobra pero mejor moverse que esperar cuando podemos ir adelantando algo.
Salimos de la sala y tras recorrer unos pocos metros en un pasillo, desierto, pasamos por una puerta donde imagino que pone algo así como “Solo para personal autorizado”. Lo intento memorizar para otras posibles ocasiones.

Dima va avanzando como si fuera un inspector de algo, se ha colocado una tarjeta identificadora en la solapa izquierda; ni idea de lo que pueda ser. Se da cuenta que la he observado, que me intriga, y me lo explica.
   -Es de pega, la ha hecho yo mismo. Se parece a las identificaciones de los inspectores de sanidad, son gente que te puedes encontrar por todas partes. La foto es mía pero el nombre y demás datos son falsos. Nada que no se pueda hacer con un editor de texto y una buena impresora. Hice unas cuantas y elegí ésta. La he utilizado en alguna ocasión y nunca la han puesto en duda.

¡Joder Vasili! ¡Vaya gente que conoces! Cuando necesite un ladrón te llamo. Parecía un pedazo de pan, y mira con el Dima. Me voy tranquilizando, parece que estoy en buenas manos.
Otra puerta parecida a la anterior y estamos en la zona de pistas. Una vez revisado el entorno y visto que no hay nadie por la zona hacia la que nos dirigimos nos vamos acercando hacia ella.
A las 17:30 tenemos el avión a tiro de piedra. Dima me indica que espere y se acerca al vehículo, donde se pone a llamar a alguien a voces.

No debiera haber nadie, y no lo hay. ¡¡¡NO, Hay alguien joder!!! La puerta se abre y sale alguien.
Unas palabras con Dima y se van juntos hacia un almacén o barracón. Allá sale otra persona y con ella por detrás vuelve hacia el aparato. En el camino me va haciendo una señal para que salga de mi escondite y me una a ellos. Yo hago como que estaba echando una meada y me acerco.
No me presento, Dima me indica con la mano que no haga nada. Vale, quieto entonces. Quieto y serio, imitando la actitud de Dima, si él es inspector yo también.

El que ha llegado tiene un mono de trabajo y el anagrama de Aeroflot cosido en el bolsillo de la chaqueta.
Probablemente hará el mantenimiento de esa compañía y de todo lo que aterrice en el aeropuerto, no hay otro barracón parecido. Seguro que es de una compañía que se ofrece a todos, lo de la chaqueta y anagrama lo habrá conseguido y da buena impresión. Bueno, todo esto no lo sé pero es mi opinión, como dice Tanya “mi neura”.

Dima le explica algo que con la cara que ponen uno y otro interpreto como un “lo siento pero es nuestro trabajo”, seguido de un “Qué le vamos a hacer”. El otro asiente con algo que por fin entiendo: “da, da, da”. El Dima éste parece aún mejor de lo que he pensado antes.

Cuando vamos a entrar al aparato, el operario se para y conversa algo con Dima, a lo que éste asiente de modo regular, cada diez segundos. Pone cara de circunstancias, que lo entiende, tranquilo, nosotros nos arreglamos, y todo ese teatro de excusas y asentimientos.
Abre la puerta del costado, baja la escalera y nos anima a subir, se da la vuelta y se marcha, saludando con la mano cuando va a medio camino del barracón.
   -¿Qué inspeccionamos hoy? ¿Higiene? ¿Contrabando? ¿Los sistemas de seguridad? –Pregunto a Dima- porque nos ha dejado hacer sin que él se quede a vigilar.
   -¿Ahora es que entiendes ruso?
   ¡Joder Dima!, Blanco, en botella y con el dibujo de una vaca. ¡Tú dirás!
   -Inspección general, tú te encargas de los sistemas de seguridad y yo del resto. Tenemos para casi una hora y él no puede estar aquí, tiene trabajo urgente.
   -O sea que cuando terminamos nos vamos y punto.
   -Pues sí, si debiera haber alguien vigilando serían los de la compañía, y él no lo es.
   -Aunque lo ponga en el buzo.
   -No, en el buzo pone Aeroflot y éste avión es del ejército. El personal militar está donde debe estar, dejándonos el paso libre, Igor los ha convocado a una reunión para controlarlos y no estén merodeando por aquí.

Me rindo, lo tienen todo bastante más meditado de lo que esperaba. Sencillo y seguro.
Dima da un par de veces una vuelta por el exterior del aparato como revisando algo, que apunta en una libreta, y vuelve a entrar. Más tarde, salimos los dos, hacemos como que nos vamos de un modo bastante notable y luego volvemos a escondidas, entramos y cerramos la puerta.
Son las 18:00, estamos dentro y continuamos buscando un escondite seguro, y si es posible cómodo.

Va a ser difícil compaginar lo de bueno con lo de cómodo. El aparato es pequeño y no hay muchas posibilidades. Otra característica que debe tener es que no debe ser obvio, no sea que venga alguien con intención de revisar la carga, buscándonos vaya. La tripulación del aparato y los nuestros no se van a poner a buscar pero otros puede que sí, hay que contemplar todas las posibilidades de lo que pueda suceder.
Un lugar para una hora de espera, aquí, dos de vuelo y otra de espera en destino. Cuatro horas.

Sucede lo de siempre, los “txokos” buenos, no obvios y más difíciles de localizar, que los hay, no son cómodos, y los cómodos no veas, cantan desde que entras en la cajera con intención de buscar al escondido.
En menos de diez minutos tenemos cada uno decidido el suyo.

El mío es polivalente pero con condiciones. Puedo estar de pie o tumbado pero no puedo cambiar de una a otra postura sin riesgo de que me vean, no soy contorsionista, y en ninguna de las dos posturas puedo casi moverme una vez bien ubicado, escondido. Tiene forma de “L”. La entrada es en la parte inferior, en la intersección de los dos lados y puedo entrar por la horizontal o la vertical.
La horizontal es más cómoda pero la vertical es más segura, si me elevo un poco pegándome a la pared no se me ve aunque se descubra el orificio.
Tiene otro inconveniente, tardo mucho en entrar así que no puedo arriesgarme a esperar; si comienzo a esconderme cuando oiga la puerta seguro que me cogen “In fraganti”.

Le comento a Dima lo referente a la temperatura. No estoy en la cabina sino más cerca del fuselaje, la capa exterior. Piensa que pasaremos frío así que buscamos y encontramos un par de mantas en las cajas que hay en el compartimento, las que sirven de asiento.
Al venir no pasamos frío pero no estábamos en esa zona exterior y yo traía puesto el forro polar. Ahora no va a ser lo mismo con el trajecito elegante. Lo voy a dejar hecho unos zorros.

Otra mirada por la zona y encontramos bastantes prendas usadas; buzos, cazadoras, chalecos. Solucionado, me quito la camisa y la chaqueta y me visto de mozo de hangar. Dejo la ropa bien doblada en el fondo de uno de los cajones y me voy con una de las mantas a mi guarida.
No me ha dado tiempo a conocer dónde se va a esconder Dima pero no hay tiempo, el reloj marca las 18:15 así que nos despedimos deseándonos suerte y nos metemos cada uno en su agujero.

No han pasado ni cinco minutos desde que estoy de pié, buscando una postura lo menos incómoda posible, cuando se escuchan sonidos que vienen de la puerta. Se oyen voces y alguien  entrando en el aparato.
Entre voces y pisadas parece que puede tratarse de tres personas. No tengo conexión con Tanya ni Igor y lo que oigo no me gusta, suena a serio, militar, incluso desagradable, no se dan las órdenes así, como quien se come las palabras al terminar la frase. El que manda el grupo parece cabreado, lo que tampoco es malo, si no está tranquilo lo hará peor.
Cuando llevan unos cinco minutos revisando todo, una mirada bastante general porque han pasado demasiadas veces por mi lado, siento la voz de Igor; parece que viene de malas pulgas.

Entra y les llama la atención pero no se cortan, no se van a dejar amilanar, el que lleva el mando no al menos, le planta cara, pero bajan el pistón en cuanto a lo de enredar y buscar.
Siento que Igor está hablando un tanto apurado, sin resuello, como si hubiera llegado corriendo para ver qué hacen, qué quieren y de quiénes se trata. Sí, seguro que es eso, no tiene aire y necesita hacer paradas en la conversación para respirar y seguir hablando. Lo entiendo casi todo, capto lo que piensa e incluso algunos retazos de lo que le dicen, cuando lo trae a la mente para meditarlo y lo piensa en voz alta. Esto de la conectividad es algo peligroso, comienzo a darme cuenta. Ni puta idea de ruso y sé lo que sucede.
   -No sabemos de dónde han salido; han llegado al aeropuerto y sin darnos tiempo a nada, se han dirigido directamente al avión. Suponemos que os estarán buscando –oigo decir a Tanya. ¡Por fin!
   Me he dado cuenta, supongo que Dima también porque él lo entiende.
   -Es que no sé por qué te cuento las cosas Héctor. Siempre lo sabes.
   -No, no Tanya, necesito tu confirmación, es importante, y más ahora que aún soy un novato.
   -Ya, pero es que siempre aciertas. Va siendo hora de que confíes en ti.
   -¡Y un cuerno! Necesito que lo sigas haciendo para el día en que me equivoque.
   -¿Y eso puede suceder?
   -¿De qué van ahora? Parece como si lo dejaran, no oigo lo que dicen, Igor no habla con ellos pero han dejado de revolverlo todo.
   -No lo sé, no he llegado aún pero si no os han encontrado ya puede que les haya entrado la duda y la entrada en escena de Igor os haya ayudado mucho. Para mí que iban a pillaros nada mas entrar porque no han intentado detener a nadie, les bastaba con entrar y pillaros.
   -Sí, puede ser, quizá lo de Igor ha sido bastante teatro; puede que alguno de ellos haya llamado pidiendo instrucciones porque han cambiado el sonido de valientes y decididos del comienzo por resignados a marcharse de hace poco.
   -Me acabo de cruzar con ellos cuando pasaba justo frente a la entrada de la cabina del piloto. Parece que se iban tranquilos, como si hubieran hecho lo que han venido a hacer. No iban refunfuñando, es como si hubieran cumplido lo suyo, les habrán mandado antes de lo deseado pero lo importante es que no han encontrado a nadie. Ahora vigilarán para que no entre nadie. Pero ya no nos va a importar. Una suerte que estuvierais ya escondidos.
   -Bueno, de momento prueba superada, a ver qué es lo siguiente.
   -Una pregunta Héctor, ¿Dónde estás escondido? No me hago idea, acabo de entrar y aquí no hay lugar donde te puedas esconder.
   -En el tren de aterrizaje.
   -¡No se te habrá ocurrido, eso es peligrosísimo! ¡Y no hay sitio! …..¡Héctor, mentiroso!
   -No pensarás que te lo voy a decir ¿No?

Durante un rato todo parece en calma, hasta que de nuevo se escuchan unas voces altisonantes, con menos gritos que las de antes y de una persona que parece hablar con autoridad. Pisadas, paseos por nuestro compartimento, movimiento de puertas, tapas de las cajas que sirven de asiento, arrastrar de algunos cables y trapos que hay en el suelo y alguna que otra patada a algún elemento desconocido, no distingo desde aquí.
Dice algo a lo que contesta Igor y luego salen los dos hablando.

Ha entrado pisando fuerte, creo que alguien le ha dicho que no ha dejado hacer el trabajo a otro alguien, y por lo visto no le queda otro remedio que comprobarlo. Igor ha comenzado con un tono de defensa, un tono inocente como que no sabe de qué va el asunto y ha terminado seguro de lo que dice y algo molesto por las dos interrupciones. ¿Es que no se fían de su palabra?
El otro se va pidiendo disculpas, dice que es su obligación y que lo siente. Tanya me confirma que los primeros se quedan cerca, de vigilancia.
También me explica que el paripé de Igor ha sido perfecto, ahora el comandante de guardia del aeropuerto ha quedado en entredicho no aceptando la versión de Igor y revisando personalmente que el personal indicado en el plan de vuelo es exacto y no hay polizones. Nadie más que Tanya e Igor sabe que estamos a bordo, cualquiera de los demás pasaría la prueba del polígrafo.
Las órdenes están llegando desde bastante arriba, ahí va a tener trabajo Vasili, buscando pruebas de comportamientos para hacer una buena limpieza. Parece haber bastante gente implicada, untada, o poca pero muy influyente. Tienes trabajo futuro suegro.
   -Gracias por el apoyo Igor –le digo.
   -Gracias por vuestra rapidez y por la buena elección del escondite porque, estáis en el avión ¿No? ¡No será verdad lo del tren de aterrizaje!
   -Tranquilo jefe, es por si había moros en la costa.
   -Esta expresión no la he entendido.
   -Por si había “Charlies” –éstos no saben lo de la reconquista española y esa parte de la historia.
   -OK, entendido. Pensaba que el informe que he recibido de España exageraba un poco sobre vosotros dos pero veo que formáis un buen equipo. He menospreciado la calidad conectiva de Tanya, por lo visto el amigo Vasili se lo tenía callado.
   -Vale de cumplidos que podemos cagarla en cualquier momento.
   -¿Habéis terminado de echaros flores el uno al otro? ¿No vais a quedar para cenar?
   -Mira que eres celosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario