Son las ocho de la mañana del viernes
27 de abril de 2012 cuando suena el despertador del teléfono móvil que tengo al lado de la oreja. ¡Cuántas
cosas han sucedido en poco tiempo!.
He pasado una noche muy ajetreada, trabajando en mil
proyectos, algunos ya pasados y otros por suceder, pero diez horas de cama dan
para mucho; aunque sigo nervioso y acelerado, con adrenalina de sobra, eso
necesitará más tiempo, de momento estoy físicamente descansado. La cabeza está
despierta pero aún demasiado ocupada, preocupada.
Lo de Tanya no tiene nombre. Ha dormido diez horas de
un tirón. Yo me he levantado dos veces, a serenarme, mear y beber algo.
Debo tomármelo con calma pero no
quiero, no debo, bajar la guardia, aún estamos aquí, a más de 10.000 Km de casa
en línea recta, según dice el GPS.
Estamos concentrados en el desayuno cuando llega Igor,
con noticias que nos relata a micrófono cerrado. Por lo visto el amigo Sergei
pertenece a una línea secreta, un grupo paramilitar que cuenta con algún alto
cargo en el ejército. No está claro lo que traman pero debemos andar con mucho
cuidado. El motivo estará relacionado con la conectividad, andarán tras Vasili
pero no se librarán los que estén a su alrededor, especialmente los
conectantes, nosotros, somos objetivos potenciales. No descarta que tenga algún
apoyo militar. Esto último lo está tratando de evitar, de momento cree que
aquí, en Petropavlov puede tenerlo controlado. Puede que estén queriendo anular
la acción de Vasili debido al descubrimiento de un par de conectantes, de poca
monta, que levantó hace un año y por lo visto trabajaban para una mafioso, pero
esto son conjeturas.
Concreta que aparte de Vasili no creen que les
interese Tanya sino yo, piensan que es a mí a quien pueden seguir. La “Gesta
Heroica” del rescate de ayer ha trascendido, el famoso soy yo, Tanya no aparece
en la historia.
Conclusión. No debemos andar solos. Desconoce el apoyo
que pueden tener aquí, en local.
Va a pedir un grupo de vigilancia a los militares
locales, su jefe le ha garantizado gente “segura”, de confianza, con dedicación
y trayectoria contrastada. Será solo para hoy porque a primeras horas de la
tarde tiene pensado que volvamos a Vladivostok.
A eso de las diez hacemos una reunión
para planificar las actividades de la mañana, hasta la hora de regreso de la tarde. Solo estamos, los
pilotos y auxiliares del avión, Tanya, Igor, Pierre que ha llegado hace un
cuarto de hora y yo. A las once nos dirigiremos al hospital a visitar a Víktor.
Allá estará Fiódor, y alguno más del equipo de rescate que intervinieron ayer.
Mientras tanto Pierre,Tanya y yo intentamos hablar de
cosas no referentes a lo de ayer; conocernos un poco, posibles contactos cuando
Pierre vaya de visita a casa y cuestiones que nos vayan llevando a la vida
normal. Por desgracia para Tanya, las conversaciones de esquí y de lugares del
Piri salen demasiado a menudo.
Ha sido una suerte trabajar con él, una persona con la
que hemos congeniado, nos hemos entendido desde el primer momento y hemos
tenido un buen rollo.
A las once salimos hacia el hospital,
al que llegamos en veinte minutos. Nos han llevado en un par de vehículos
militares.
En el hospital el montaje en la sala improvisada, la
sala multiusos, es un auténtico desmadre. Estamos unos doce, falta Fiódor, y
todos queremos estar con Víctor.
Menuda diferencia de ver a Víktor ahora a ayer, cuando
lo sacaron del quirófano.
El momento no es propicio para tratar temas
trascendentes así que hacemos un listado mental de temas a tratar, no sea que
con el lío se nos olvide algo que luego no podamos sacar a relucir.
Utilizando como excusa de que se cansa y de vez en
cuando debe dejársele descansar, Igor consigue que le dejen solo, en la
habitación, durante diez minutos; de éste modo podremos contactar con él,
incluso Igor se brinda a no participar para que estemos en familia, para lo que
nos vamos a la habitación de al lado.
Tanya acapara casi toda su atención, temas del pasado
y algunas preguntas para el futuro. A las cuestiones de sus padres biológicos
responde que prefiere que sean ellos, Yelena y Vasili quienes nos lo cuenten,
él nunca decidió nada. Se enteró de ello, pero nada más.
Cuando Igor levanta la veda entramos en la habitación,
donde hacemos una efusiva despedida, en directo, con besos y estrechamiento de
manos, la izquierda por parte de Víktor, la derecha la tiene inmovilizada para
una buena temporada.
El “motero” llega por los pelos y la despedida ahora
es completa. Lo que más recalcamos es en los modos de contactar, haciendo un
montón de promesas de juntarnos en el futuro. Palabra, eso a mi cuenta y frases
similares.
Tanya se queda algo más de tiempo con él y yo me voy
con Fiódor al bar de al lado del hospital, bueno, casi al lado. Nos acompañan
cuatro militares jóvenes. Entramos en el bar y pedimos unas cervezas.
Fiódor es una persona con la que he tenido poca
relación pero desde el comienzo hemos tenido un fácil trato. Nos sonreíamos
cada vez que comenzábamos una conversación y eso no ocurre muchas veces. Nos
parecemos bastante en el carácter, el modo de enfocar las situaciones,
rápidamente, sin mucho adorno, directo a la yugular.
Cuando me deja un hueco, le presento el plan de
comunicaciones que he esbozado poder comunicar con Vasili. Necesitamos
intermediarios “limpios”, y para ello vamos a involucrar a Pyotr, el padre de
Fiódor, al que enviaremos mensajes de texto desde algún teléfono “limpio”.
Letras iniciales para indicar de quién hacia quién va
dirigido el texto.
H-V indica que el mensaje es de Héctor a Vasili.
El tipo de saludo es para indicar el tipo de noticia,
las resumimos en tres:
Buenos días son buenas noticias respecto al tema
conectivo.
Buenas tardes son noticias ajenas al tema conectivo.
Buenas noches son malas noticias respecto al tema
conectivo.
El texto del mensaje puede ser cualquier tontería pero
no va a tener nada que ver con la conectividad. Serán de despiste para las
ocasiones de Buenos día o Buenas noches.
Los mensajes indican el tipo de noticias que puede
haber, el contenido se tendrá que conseguir de otro modo, cuando se pueda, o
inmediatamente en el caso de las malas. Normalmente se deberá implicar a
terceros para ello, se supone que él estará muy vigilado.
Un sistema inventado que valdrá hasta que lo
descubran, al margen de los caminos secretos normales, dentro de ellos suelen
ser secretos a voces. Le parece bien.
Intercambiamos los diversos modos de ponernos en
contacto entre nosotros y conversamos sobre nuestras costumbres y habilidades.
Me cuenta que está en fase de formalizar su relación con Katia, ha decidido
asentar la cabeza, un poco. En este punto hasta puede que vayamos a coincidir.
Nos pasamos casi una hora de palique, que amenizamos
con alguna que otra cerveza. Se va haciendo tarde, entre una cosa y otra será la una, hora a la
que hemos quedado en ir a comer, debemos
a pasar por el hospital, nos estarán esperando.
Los cuatro militares no están en el bar, echo una
ojeada asomándome a la puerta y tampoco los veo fuera. Nos extraña pero ahí
queda la cosa, los habremos aburrido, total, el hospital está ahí, al lado.
Uno de los camareros llama a Fiódor desde una esquina
de la barra, preguntan por él por teléfono.
-No sé quién
puede saber que estoy aquí, y además no me han llamado al móvil ¡Qué raro!
Enseguida vuelvo.
La extrañeza de antes se me añade a ésta llamada de
ahora. Seguro que antes no habré visto bien a nuestros soldaditos, debo de
mirar mejor, seguro que antes estaban ahí, ¡fundamento Héctor!, y salgo a por
los militares, seguro que están fumando en alguna esquina.
Ando unos pasos cerca de la puerta y nada, ni rastro.
Justo cuando me dispongo a entrar en el
establecimiento hay un vehículo que se me cruza en el camino y no me atropella
de milagro. No me da tiempo a reaccionar y salir por piernas porque estoy a
otros temas, no me lo esperaba, así que para cuando reacciono se me tiran
encima dos gorilas tamaño armario ropero. ¡No hay salida, estás jodido Héctor!
Me abrazan entre los dos, el famoso abrazo de la
muerte; me elevan como si fuera un paquete de patatas fritas y me meten de un
empujón en el vehículo. Caigo sobre el asiendo de atrás, entre otros dos
bestias de cara indefinida. Sigo atrapado. Me amordazan y atan de modo que no
pueda hacer nada, nada de nada. Una vez atado, me tiran a la parte de atrás,
sobre un viejo colchón. Un detalle por su parte. ¿O será por el ruido?
El coche, o lo que sea, sale pitando, antes de que
“motero” salga del bar. Han sido rápidos los muy cabrones.
No tengo otro remedio que quedarme quieto. Me han
atado unos profesionales, no veo posibilidad de aflojar los brazos; toca
esperar y estudiar la táctica a seguir; me dejo estar y de paso lanzo llamadas
de socorro, por si alguien conectivo me escucha, debiera haber otros cuatro por
ahí.
Mientras vamos por no sé dónde, voy lanzando el
mensaje “Soy Héctor, me han raptado”.
Desafortunadamente, el vehículo donde me llevan ha
salido en dirección contraria a donde se encuentran los que me pueden oír. Una
gran putada. ¿Lo sabrían mis raptores? Lo dudo.
Pasa el tiempo y nada, ningún ruido conectante. Toca
seguir esperando acontecimientos. Mira que Igor había tomado precauciones. ¿Qué
coño habrá pasado para que se retiraran los militares que nos debían proteger?
Igor va a tener trabajo.
Cambio de enviar mensajes de socorro a intentar captar
lo que puedan estar tratando mis raptores, pero claro, hablan en ruso. Reculo
un poco y alterno entre llamadas de socorro e intentos de intuir lo que estarán
tramando éstos. Por cierto, ¿de dónde han sacado a éstos elementos? ¿Cómo coño
se contrata este tipo de gente?, ¡Que esto no es el cine, joder!
Debo hacer algo y se me ocurre una idea bastante
descabellada, pero la alternativa no es menos arriesgada. No sé cuál será el
nivel de riesgo que estoy corriendo. Me quieren vivo, eso está claro, pero
éstos no son los modos, parece que no les importara lo que me vaya a suceder.
Me desplazo un poco hacia ellos con la intención de
oír mejor pero uno de los gorilas se da cuenta y me pega un manotazo, que
parece una patada de caballo solo que lo ha hecho con el puño, que me envía al
otro rincón de la trasera de la furgoneta. ¡Mal rollo! Me empiezo a acojonar
así que me decido a poner en práctica lo que he pensado. Un intento de ataque
al corazón o lo que vayan a interpretar, que les obligue a alterar los planes.
Pienso que no deben ir muy lejos, Petropavlov no da
para mucho, o al menos eso es lo que quiero pensar. Por fin paran, no es en un
semáforo, han parado el motor. Habremos andado unos quince minutos. Debiera ser
zona civilizada, pero aún no veo nada, solo el cielo y algunas ramas de
árboles. Me bajan por el portón y me llevan, en volandas, entre dos. Parece un
lugar algo apartado pero hay edificios cerca. No se ve que pase gente.
Es el momento adecuado. Me concentro, cojo aire y me
dedico a hacer fuerza, como queriendo expulsarlo de mi cuerpo pero sin dejar
que salga por la boca o la nariz. Presiono. Es un ejercicio de expansión que
ayuda a bloquear la respiración.
Sigo así, de este modo, apretando, hasta que me
termino desmayando, pierdo el conocimiento. Te ahogas voluntariamente y
consigues que hasta se pare el corazón. Lo que hace falta es que se den cuenta
y reaccionen a tiempo, yo ya no podré hacer nada. Quizá si el cuerpo reacciona
solo puede que vuelva a latir y respirar pero no hay garantías. También es
necesario que aparte de darse cuenta sepan obrar en consecuencia y con la pinta
de brutos que tienen cualquiera se fía, esas eran algunas de mis dudas.
Por lo visto ha funcionado porque cuando vuelvo en mí
me encuentro tumbado en la camilla de alguna enfermería.
Como la pérdida del conocimiento no se debe a ninguna
dolencia o mal, no hay algo que me impida volver a mi estado normal, por lo que
una vez despierto me recupero rápidamente.
Invierto unos segundos retomando el control y
recordando el plan a seguir y no meter la pata. No me muevo y me hago el
dormido. Supongo que me habrán hecho el RCP, aunque dudo de que hayan sido
ellos, lo mismo me podían haber dado un guantazo para que reaccionara. Hay
ocasiones en que eso funciona también.
Entreabro los ojos y veo que tengo delante un tío con
bata verde. ¿Médico? ¿Auxiliar? ¿Gorila?
Está de espaldas, así que puedo fisgar algo más.
Estamos solos, la sala parece pequeña. Intento moverme pero sin hacer ruido;
parece que no estoy atado; tengo un catéter en el brazo izquierdo, veo una
botella de suero sobre mi hombro. No hay ventanas y la puerta está cerrada.
Desplazo el brazo derecho con mucho sigilo, me quito
la aguja y la abrazadera que bloquea el brazo izquierdo; debiera haber hecho
ruido pero no lo he oído, mejor, muevo ligeramente los pies que por suerte
están sueltos. No han pensado que me pueda despertar y hacer nada serio.
El tío se nueve, ¿habrá sentido algo? Nada, no se ha
girado hacia mí, está entretenido con algo que no veo.
Me siento en la camilla y me preparo para hacer algo,
respiro e intento dar un poco de tono muscular a todo mi cuerpo. El tío se
gira, se sorprende de verme sentado y viene hacia mí, no a por mí, sino a
ayudarme a tumbarme o algo así, no ha pensado que yo le pueda hacer algo,
claro, como que hace unos segundos estaba inconsciente. Quizá hasta sea un
enfermero.
Antes de que le dé tiempo a reaccionar me abalanzo
sobre él; es más alto que yo. Le agarro del cuello y se lo rodeo con ambos
brazos pero no solo el cuello sino el cuello y su brazo derecho, por la axila,
aprovechando que lo ha elevado algo para agarrarme.
Me abalanzo sobre él y se desequilibra, cayendo los
dos al suelo, perfecto, es lo que pretendía. Él aterriza de espaldas, así que
caigo sobre él, atrapando con mis brazos su cuello y brazo derecho. Es una
llave de suelo, de estrangulamiento; él mismo se corta la circulación del
cuello hacia la cabeza y tú le bloqueas la parte izquierda del cuello con el
brazo. Es una de las llaves de judo que más me gusta; si abres los pies para
que no se te enrolle en ellos tienes un control total, es cuestión de unos
segundos que le deje de llegar el riego sanguíneo en la cabeza y se quede
mareado. La famosa “Tate Shiho Gatame”.
No hemos hecho mucho ruido en la caída y el tío no se
ha puesto a gritar, es la típica llave que no se da cuenta que está perdido
hasta que es tarde, cuando cierra los ojos y se “duerme”. Dispongo de unos
treinta segundos hasta que vuelva en sí, si es algo torpe aún más, pero no
puedo contar con ello, me tengo que ir ya.
Hay un uniforme verde en la silla de al lado de la
puerta, lo cojo, salgo a cuatro patas, empujando la puerta, hacia un pasillo
donde no veo a nadie. Es un pasillo corto que luego, tras girar, parece que
sale a otro. Me pongo la chaqueta y el gorro que encuentro en el bolsillo.
¡Héctor, se te está acabando el tiempo!
Me incorporo y comienzo a caminar. Los primeros pasos
los doy como si estuviera borracho pero enseguida voy mejor. Paso ante un
ventanal interno, una habitación con una cristalera al pasillo, donde parece
que están los gorilas. Giro la cabeza para el otro lado y sigo, con un
cosquilleo en el estómago que temo que vaya a devolver. No me ven la parte
inferior del cuerpo donde aún no me he puesto el pantalón verde, lo llevo
colgando de la mano derecha.
He pasado y no ha habido ninguna voz de alerta así que
voy buscando una salida; el texto lo recuerdo, algo así como “BIXOA”, me fijé en los aviones y en
otras señales de algunos locales.
Espero haber metido el pelo en el gorro, sería un
fallo que vieran el pelo algo largo y jaspeado, tantos negros como blancos.
Me arriesgo a mirar hacia atrás y veo que nadie ha
salido de la habitación donde los he visto. Sigo pasillo adelante y veo un
letrero verde con letras blancas que indica el camino hacia mi salvación. Estoy
a punto de ponerme a correr pero me reprimo. ¡Tranquilo fiéra!
Voy pasando el umbral de la puerta y aún no hay
sonidos de guerra, aún me pongo más nervioso. Estoy en una salida que da a la
calle, no veo a nadie, respiro hondo y me pongo a correr como creo que nunca he
corrido, como dirían “alma que lleva el diablo”.
Tan solo cincuenta metros me separan de un callejón en
el que una vez de entrar me perderán de vista. Más que correr vuelo.
Cuando estoy a la mitad de distancia oigo voces que
gritan, a mis espaldas. ¿Miro o sigo? Miro y por suerte no veo a nadie, no han
llegado hasta ahí. Perfecto. Sigo corriendo, son tres segundos más que parecen
tres mil. Una vez girado me encuentro a cubierto y veo que no es un callejón
sin salida porque al fondo hay una calle que parece amplia, me apoyo contra la
pared a recuperar el aliento. Ni idea de si he respirado hasta ahora. El
corazón habrá pasado de las cinco mil revoluciones.
Cinco aspiraciones y salgo, andando, a la calle,
amplia pero no concurrida, estoy en las afueras, por fin me da tiempo para
ponerme el pantalón, con los apuros se me había olvidado.
Miro en todas direcciones y veo que se acerca un
coche. Sin dudar salgo a la mitad de la calle y lo hago parar. No le queda otro
remedio, si no lo hace me atropella.
Antes de que reaccione me desplazo al
lado del copiloto y me introduzco en el coche; el conductor aún me mira
perplejo; aún no ha reaccionado. Observo que el vehículo no es ni nuevo ni viejo,
ni limpio ni sucio, es indeterminado. No sé cómo decirle que siga. Vaya lío.
Le indico con la mano que siga hacia donde iba. Él me
sigue mirando.
Le enseño la chaqueta verde y el gorro, que entienda
que soy médico, y le vuelvo a hacer señales de que siga. El tío duda. Mete la
marcha, comienza a acelerar pero tan lento que me desespero. No vamos a irnos
nunca. Paciencia Héctor.
Es un tío de mediana edad, como yo, tirando a
autóctono. Asiente con la cabeza y la velocidad comienza a aumentar. ¡Bravo!
Pero me dice algo, en ruso. ¡La jodimos!
Tranquilo Héctor, querrá saber hacia dónde quiere que
le lleves, me dice mi otro yo. Le indico que siga, quiero salir ya mismo de
aquí, ya iremos luego donde sea. Comienza a acelerar a tope y eso tampoco me
interesa. ¿Cómo decirle que ni muy despacio ni muy corriendo? ¿En ruso? ¿Por
señas?
El tío obedece pero en cuestión de unos metros es
necesario tomar una decisión, izquierda o derecha, no hay un “de frente”.
La cabeza me comienza a funcionar de un modo más
rápido y se me ocurre un lugar a donde ir. No sé dónde estamos pero sé el
nombre de las galerías comerciales y el mercado.
-“Da Vinci”
–le digo, esperando que sea así como lo pronuncian.
-¿Da Vinci?
–Me dice sorprendido, y con la mano me señala que está para el otro lado, es de
donde venimos. A dar la vuelta.
Mientras me quito la chaqueta verde y el gorro el tío
me indica con el reloj que se le hace tarde, pero no para y sigue. Ha girado en
un cruce al que estábamos llegando y nos dirigimos casi en sentido contrario,
aunque no del todo, vamos por alguna calle paralela a la anterior. Parece que
controle la zona. Mientras tanto observo que no pasa ningún vehículo como el
que han utilizado para raptarme.
Según vamos me voy tranquilizando y le doy las gracias
en ruso. Me mira y se sonríe. ¡Qué cojones estará pensando de mí!
Son las 14:10 cuando llego al Da
Vinchi. ¡Cuántas cosas pueden llegar a suceder en media hora!
El taxista improvisado tiene prisa, lo que ayuda a que
la despedida sea rápida. Gracias y adiós.
Entro en las galerías comerciales y busco un teléfono;
un teléfono público que no veo. Y aunque lo hubiera, no tengo tarjeta ni dinero
suelto. La alternativa es usar el de un comercio. Problemas.
Tengo los números de Fiódor en el bolsillo, apuntados
en un papel que nos han dejado en el bar. No creo que sea difícil de entender
si lo muestro y señalo su teléfono. Les doy un vistazo a la droguería y
farmacia que me quedan de frente. Las dos están vacías y en cada una hay una
dependienta. La de la farmacia parece más accesible, me está mirando cuando
piensa que no la veo, es curiosa y puede que eso me ayude; la otra está
enfrascada en una revista y tiene cara de pocos amigos, o le duele una muela.
Me dirijo sonriendo a la droguería y sacando el papel
del bolsillo señalo su teléfono. Asiente pero con una cara como de indecisión;
normal, no sabe a dónde voy a llamar y teme por el coste, pienso.
-Petropavlov
–le digo, para que se decida.
Creo que vale, y solo ha sido una conversación de una
palabra. Le doy el papel indicando que llame ella y le digo el nombre por el
que preguntar –Fiódor- y haciendo unos giros con la mano le indico que luego,
cuando respondan, me lo pase.
Vete a saber si hemos apuntado mal el número o me coge
otra persona porque Fiódor está ocupado. Ella lo entendería, yo no. Mejor así.
Resulta que le hace gracia. Coge el teléfono, marca,
espera, sigue esperando, y cuando voy a perder la esperanza de contactar con
alguien que me ayude comienza una conversación.
No sé de quién se tratará pero parece que se conocen
de toda la vida. Al cabo de unos segundos que para mí han sido años me lo pasa,
dirigiéndome una frase de la que solo entiendo una palabra, “Fiódor”.
Le resumo, quizá demasiado resumido, lo que me ha
sucedido y le pido ayuda; necesito urgentemente una transformación, un cambio
de look, un disfraz. Me contesta que se presentará donde estoy en unos diez
minutos.
-Tengo una
idea, voy ahora. No te metas en más líos.
-¿Le puedes
decir a la chica que gracias por la ayuda?.
-Tanto como
eso ya sabes en ruso. De todos modos creo que chapurrea algo de inglés; la
conozco de vista.
Cuelgo, me animo y le doy las gracias, intentando
explicar algo que no puedo decir. Sonríe y me indica la trastienda, donde tras
pasar al interior me ofrece un refresco. Perfecto, a cubierto de miradas
indiscretas.
Durante la espera, de la que no salgo del “zulo”,
pasan por la tienda un par de clientes de los que miran y no compran. Y así va
pasando el tiempo hasta que llegen los refuerzos. No se me ha ocurrido nada
para fugarme en condiciones. Estoy acabado, sin ideas; que lleguen pronto.
Por la puerta de la farmacia aparece un Fiódor
sonriente, saluda a la chica y le da alguna explicación, muy corta por cierto,
como eso de que “ya te lo contaré un día de éstos”, de la que me quedo a dos
velas. Le planto dos besos bien sonoros en las mejillas, sonrosadas por cierto,
y tras decirle gracias
tres veces nos vamos en un coche tirando a viejo y descolorido. No han dado las
14:30. ¿Qué me habrá preparado?
-Vamos a la
peluquería de una amiga; salón de estética como diría ella, Katia. Bueno, en
realidad es mi novia. He hablado con ella por teléfono y tenemos esbozado un
plan.
-Cortar el
pelo, bastante; teñirlo de rubio y conseguir ropa diferente; algo que no estén
buscando- es mi aportación a la transformación.
-Eso está
hecho; Katia te lo hace en un boleo pero lo del color no se lo vas a imponer a
una peluquera estilista, hará lo que le dé la gana.
Menos mal que no ha venido en moto; lo de pasearse por
la mitad de la ciudad no era lo más conveniente. Bajamos hacia la parte baja de
Petropavlov, dirigiéndonos a las últimas calles de la zona este, dos carreteras
paralelas en las que la superior dispone de varios comercios. Un lugar que
quiere ser céntrico y turístico pero por el que no anda nadie. Hoy al menos.
-Ekaterina-
se presenta y me da dos besos- Katia para los amigos.
Fiódor le cuenta el plan. Me hace un análisis al que
lo único que le ha faltado ha sido una resonancia magnética porque el escáner y
los rayos-x me los ha aplicado, seguro. Veo que hace un sí, varios síes, con la
cabeza y se aparta a una esquina a llamar por teléfono. Cuando termina me mira
y se descojona, poniendo esa cara de “Verás la que te espera”.
Estaban con el teléfono a dos bandas. Por su parte, el
“motero”, está hablando con su padre para que éste se encargue de poner en
aviso a Vasili e Igor.
-Tenemos hora
y media antes de que nos vengan a buscar.
Se acerca a Katia, hablan entre ellos y comienzan a
reírse terminando a carcajadas. ¡Qué estarán preparando estos dos! Miedo me
dan.
Fiódor se va a la calle y me quedo en manos de Katia;
mi cabeza queda en manos de Katia, lo de fuera, lo de dentro necesita un rato
de meditación y creo que lo voy a tener; que trabaje Katia, luego veré lo que
pasa, mientras tanto intento que baje la emoción, voy a explotar.
Corte de pelo, bastante corto con horizontal por
arriba y el cuello pelado, estilo “hombre”. Luego un toque de color. Un negro
que te cagas. Un buen rato con el tinte, luego el secador, y luego no sé qué
más. Desde luego es algo más que una peluquería, es una peluquería en la que
intervienen tantas herramientas que no sé para qué pueden servir. Yo estoy al
tanto del reloj y veo que cuando está terminando, esto me lo imagino, justo llevamos
una hora. Vamos bien de tiempo.
Me ofrece un espejo y veo a un tío que se me parece al
otro lado. Soy casi yo, un yo muy raro. OK.
Esperamos a que llegue Fiódor mientras tomamos un
café. Eso que había visto con forma de jarra no era una herramienta de
peluquería, era un hervidor de agua, para infusiones o café. ¿Joder Héctor! ¡No
das una! Luego también me cuenta lo de que Fiódor y ella se han decidido a
vivir juntos, ¡Con todo lo que eso supone para él, un alma salvaje! Bueno, no
soy el único.
A las tres y media llega el “motero
con varias bolsas. Lo que traiga es un misterio que se desvelará en poco
tiempo.
Lo primero un traje serio, elegante pero sin pasarse,
para mí parece de ejecutivo de bastante categoría; traje de trabajo tirando a
caro. Nada de chupatintas, de alguien que manda.
Le acompañan una camisa blanca, chula, y una corbata,
azul algo claro. También un par de zapatos. ¿Serán de mi talla?
Si los zapatos revelan el 80% de una persona, éstos
son de alguien elegante y con buen gusto.
Me queda todo en la micra, es mi talla. ¡Vaya ojo para
calcular la talla! Hasta la de los zapatos.
Lo segundo son los complementos. Tres pares de bigotes
postizos, todos iguales, y nada de pega, son buenos. Me pongo uno y los demás
al bolsillo, en un sobre para que no se deformen.
Luego vienen unas gafas. Montura negra, de hueso,
modelo imitando a viejo, un toque de distinción, nada de titanio ni moderneces.
Son gafas gafa. Y resulta que veo sin problemas.
-Me ha
costado quince minutos que hicieran unos cristales neutros para éste modelo de
montura; necesitaba usar la misma montura por algo evidente, las fotos.
Estoy asombrado. Katia me lleva frente a un espejo de
los de cuerpo entero. ¡Ese no soy yo!
-¡Muy bueno!
¿Qué tenéis, una empresa de camuflajes? ¿Cómo habéis conseguido esto?
-Los bigotes
son lo único artificial, el resto mejor no te lo decimos.
-Solo falta
el último retoque. Mira a ver qué te parece. –y me entrega lo que me parece un
pasaporte.
Lo abro intrigado y me veo en él. Soy Denis Vodinov.
Me quedo mirándolo como un auténtico tonto, de los que se les cae la baba por
el costado de la boca. ¡Si soy yo! ¡¡¡JODER!!!
-¿Quién es el
muerto?
-No nos mates
al tío de Katia todavía. Está enfermo terminal, lo acaban de llevar del
hospital para pasar los últimos días en casa. Dicen que es cosa de una semana.
No creo que le vaya a importar. Tranquilo, hemos considerado todo lo que nos
has dicho y con algunos cambios, lo del color del pelo, es nuestra propuesta,
seria y definitiva. No puede haber otro disfraz o personalidad a imitar como
ésta. Seguro que si se lo decimos nos apoya, es un cachondo mental de mucho
cuidado, bueno, era..
-Pues éste
traje es caro, todo, me parece que os estáis pasando. Bueno, no sé qué decir.
Me he emocionado y las lágrimas intentan salir; no
llegan a hacerlo pero se me nota. Katia me abraza y es peor, entonces no las
puedo frenar y salen de verdad.
-Menos mal
que no me has pintado lo ojos. –le digo, con la respiración entrecortada- lo de
éstos días me está desbordando y no sé lo que me sucede con las emociones. No
suelo llorar, en serio.
-Pues vete
cambiando el chip porque nos queda poco tiempo. Están a punto de venir a buscarnos, van a dar las cuatro
enseguida.
-El problema
es que no puedo hablar, no sé ruso.
-Tendrás que
fingir que por una reciente operación en las cuerdas bucales no puedes hablar.
Hemos enfocado la solución y el conseguir ese certificado está en manos de
Igor, seguro que lo tiene ya. Tenemos todo bajo control. No vas a ser tú el
único que sabe actuar en circunstancias difíciles. Una muestra de
agradecimiento por tu actuación con nuestro amigo Víktor.
Joder tío, pues ¿No te jode que me voy a poner
blandengue y llorar otra vez? Esta vez lo supero.
Se acaba lo de seguir hablando, oímos el sonido de un
coche que aparca justo en la puerta de la peluquería. No espera y se pone a
tocar la bocina, por ruido que no quede.
Me despido de los dos con promesas de volvernos a ver.
-Te veremos
cuando vuelvas a devolver lo prestado –qué gracioso el tío- Hasta pronto. Nos
vemos.
Entro en el vehículo, van dos delante y yo solo detrás
pero hay algo que suena, y no es del motor. Noto un ruido conectante, por fin
oigo un rumor, pero nada que entienda; es como si fuera un amplificador al que
no llega señal en la entrada, se oye el ruido de fondo. Sería silencio en un
equipo bueno pero en este hay algo de fondo; como el extractor de la cocina que
no sabes que está puesto hasta que alguien lo quita y todos dicen aquello de
“qué paz”.
-Tienes el
vuelo esperándote. Debes entrar sin que te descubran. Aunque tengas una nueva
identidad, ésta no te vale aquí, en Petropavlov, casi todo el mundo conoce a
Denis Vodinov y la mayoría de ellos saben en qué situación se encuentra. El
disfraz te valdrá para cuando llegues a Vladivostok y de ahí en adelante –es Vasili, escondido en
alguna parte de la zona de carga.
La verdad es que no están siendo discretos. La bocina,
un vehículo que más que un Pick-Up parece un camión, grande y viejo. Supongo
que sabrán lo que hacen. Al medio día no han estado muy acertados con los que
me han asignado de vigilancia.
-Cuéntame,
por favor, el plan Héctor, soy Vasili–me dice la voz; y debe ser el, quién si
no, con esa entrada en escena de una voz sin voz y sin dejarse escuchar hasta
cuando le parece.
-El plan me
lo deberéis contar vosotros, yo no tengo ni idea –lo digo por si las moscas, no
he visto a Vasili ni me ha confirmado de ningún modo que sea él, así que fiel a
mi instinto de desconfiador, suelto una frase que no me delata.
-Vale, de
acuerdo, ya me han dicho que no te dejas engañar a la primera. Aunque no te lo
haya dicho aún, te han puesto mote, tienes el apodo de “Judini”; aunque
conocido por mago no lo era, ha sido el mejor “escapista” de la historia, no lo
vayas a desbancar. ¿Paso la prueba y confías en quien te he dicho que soy?
Está claro. Me lo imaginaba pero en ésta situación no
me fío ni de mi sombra.
Tengo prisa y le resumo en modo telegrama mi
planteamiento, que de original tiene poco.
-Tengo el
pasaporte de Denis y voy caracterizado como él. Intentaré no usarlo pero será
la opción “B” si me paran en el aeropuerto. Tengo por solucionar lo del idioma.
No puedo hablar pero es que tampoco lo podré entender. Con Tanya cerca lo puedo
arreglar pero no va a estar siempre a mi lado, oyendo lo que me digan.
-Lo del
certificado para no hablar está en marcha y lo demás también, coincidimos en el
plan, nada de esconderse y esperar aquí, lo mejor iros cuanto antes. En la
escuela militar donde te va a dejar el coche deberás esperar la llegada de una
persona que te lo llevará y acompañará en adelante hasta ponerte a salvo. Va de
paisano pero no te voy a dar ninguna otra explicación. Iréis los dos de
incógnito. Os perdéis en el aeropuerto, os coláis en la zona de vuelo y entráis
a escondidas en el aparato en que vinisteis. Hacéis otro tanto en Vladivostok
para salir.
-La bolsa con
mis cosas y documentación?
-Déjala en
éste vehículo. Discúlpame un momento, tengo una llamada para lo de tu
certificado médico.
Pues tendrá una llamada pero no oigo nada de lo que
pueda hablar, ni pensar. Ha dejado el canal conectivo abierto pero no trasmite
nada. ¡Eso es lo que estaba yo buscando, poder cerrar el micro de emisión
mientras mantengo el de recepción! ¡Por algo te buscan Vasili!
A las cuatro y veinticinco entramos
en una edificación con pintas de militar. Espartana y algo cutre. Paramos ante una puerta que parece ser
importante justo en el momento que sale una persona, estaría vigilando. Va con
el mismo disfraz que yo, no el modelo y colores sino por el significado, hombre
de negocios, abogado o similar; bien parecido, de cuerpo atlético normal, nada
de espectacular. El pack incluye maleta porta documentos, algo grande bajo mi
punto de vista, en la mano izquierda y la derecha libre para saludar, como hace
ahora.
Se acerca, yo salgo y nos damos la mano. Se dirige a
mí en un buen inglés; de pronunciación rústica pero fluido; le entiendo
perfectamente. Me interrumpen las palabras de Vasili, que él no creo que pueda
escuchar.
-Éste es
Dimitry Ivanov, para vosotros “Dima”, Dispone de todas las instrucciones de lo
que tenéis planeado hacer, aún no ha llegado el documento. Será tu hombre de
apoyo. No le preguntes mucho, no te va a contestar cuestiones personales o lo
que pueda dar indicios con respecto a su identificación. En adelante todos tus
contactos serán hermanos, todos serán Ivanov. Pregunta poco y les pondrás en
menores riesgos de equivocarse. No conoce lo de la conexión, aunque creo que
sospecha algo pero es discreto y nunca lo pregunta.
-Descuida
Vasili, espero recordar tu consejo, debo hacer lo que espero que hagan con
migo. Un saludo si ésta es la última vez que nos oímos.
-Hasta otra
ocasión Héctor. Siento que por mi culpa Tanya y tú hayáis tenido que pasar por
esto. Tengo que pensar en algo para el futuro.
-Solo un
apunte, aunque lo tendrás anotado, debéis seguir el camino de la inclusión en
vuestras filas de Sergei y el descuido de los militares de hoy al medio día.
-Lo del grupo
de seguridad de hoy se ha debido a tres pequeños fallos, ninguno serio o
flagrante, que pueden suceder y que los tres juntos han dado lugar a lo que ha
sucedido. La conclusión es que no estamos al nivel de lo que están requiriendo
los acontecimientos. Te mantendremos informado; Igor creo que va a fusilar a
algunos cuantos cargos, de todo tipo, no lo conoces cuando se cabrea.
-Cuenta con
nosotros para cuando lo puedas necesitar, suegro. “До свидания” (Adiós).
Dima y yo nos miramos de arriba abajo, una inspección
y memorización de datos físicos y maneras de estar, para lo que pueda pasar.
Charlamos un poco, en especial del horario y planes inmediatos y en menos de
diez minutos aparece un taxi en el que el conductor trae una carta para Dima.
El justificante médico de Denis (yo). Espero recordar mi nuevo nombre y
contestar cuando me llamen, no puedo hablar pero sí oír.
-Te han
operado de las cuerdas bucales y no debes hablar, corres el riesgo de perder la
voz en bastante medida. Estoy a tus órdenes. Me han dicho que no te desobedezca
sin consultar, por lo visto eres un pez gordo.
-No creo ser
un pez tan gordo pero gracias por tu disposición. Intentaré ponerte en los
menores aprietos posible pero es que estoy huyendo de algo desconocido. Soy lo
que dicen un daño “colateral”. No dudes en preguntarme lo que sea, ya me
ocuparé yo de limitar lo que no deba decir.
-Algo
importante debes de ser porque he dejado todo lo que estaba haciendo y me han
encargado esta misión de “niñera”.
Lo ha dicho sonriendo, creo que me está midiendo, lo
que suelo hacer yo para conocer cuanto antes cómo tratar a los nuevos fichajes.
Perfecto, está en mi onda. Vamos a cruzar los dedos.
Salimos del cuartel; en la calle paramos el primer
taxi que pasa, y nos dirigimos hacia el aeropuerto, al que llegamos a eso de las cinco.
Una vez fuera, sigo a Dima, no tengo ni idea de lo que
vamos a hacer. Me pongo casi a su lado, pero sin sobrepasarle, de modo que
pueda ir “con” el, pero siguiéndolo. Me hago un poco el despistado.
Accedemos por la entrada principal y nos dirigimos a
una sala tipo VIP, un VIP al estilo Kamchatka. Esperamos noticias con respecto
al vuelo de regreso, aún no está confirmada la hora y puede que el aparato esté
cerrado.
-Hola Héctor.
Estamos cerca de vosotros en este momento pero no deben vernos juntos. ¿Estáis
bien?
-¡Por fin
Tanya! ¿Por qué eres tú no?
-¿Vas a
empezar a hacer preguntas de confirmación? Me ha dicho mi padre que estás un
tanto obsesionado con la seguridad.
-¡Joder! Como
que me han raptado cuando mientras me protegían unos cuantos guardaespaldas.
Con ese ejército no necesitas enemigos. Bueno, quizá me he pasado.
-Vale,
tranquilo. Te cuento el plan. Vosotros “NO voláis en nuestro vuelo”. No vais a
figurar en el listado que debe presentar el comandante de vuelo, nuestro
piloto. Deberéis perderos en el aeropuerto y colaros en el avión. No os deben
ver ni los auxiliares de cabina de carga, de ese modo no deberán mentir si alguien
les interrogara.
-Gracias,
esto me lo ha adelantado Dima hace un rato, también me ha dicho que no utilice
aquí el pasaporte, a no ser de que no haya otro remedio. Si nos vamos a
esconder comenzaremos desde ahora.
-Vale. Creo
que Dima conoce entresijos del aeropuerto como para colaros en el aparato sin
muchos problemas, es un hombre de campo aunque ahora vaya disfrazado de
“yuppie”. Aún no tenemos noticias de hasta dónde puede llegar vuestra búsqueda
ni lo que Sergei ha podido contar sobre nosotros y Yelena. Si van a por Vasili
seguro que lo conocen y pueden tener preparada alguna vigilancia. El vuelo está
programado para las 19:00, una hora antes podréis entrar en el aparato y
esconderos. Ya hablaremos cuando estemos dentro. Tenéis preparado un comité de
bienvenida en Vladi, te daré luego las informaciones, lo están planificando
ahora. Hasta luego.
-Tengo una
duda con respecto al avión, no sé si lo conoceré, no me acuerdo bien de él.
-Es el único
que hay fuera de las pistas, en la zona norte del aeropuerto. No te puedes
confundir.
-Hasta dentro
de un par de horas.
Le comento a Dima lo que me ha contado Tanya. Él lo
sabía y me lo ha adelantado pero le faltaba la concreción de la hora de salida.
Me mira y comenta.
-No quiero
saber cómo te has podido enterar de los detalles. Me han avisado que puedo
notar cosas raras en lo que haces. También me han recalcado que no pregunte ni
me preocupe por ello y que me puedo fiar de ti.
-Gracias,
espero no defraudarte. ¿Alguna idea de cómo pasar a la zona de pistas, hacia el
norte, donde está el aparato, sin que nadie nos vea?
-Conozco el
aeropuerto y es bastante sencillo pero cuanto antes mejor, tenemos que llegar
lo más cerca posible y esperar allá, no sea que aumenten la vigilancia de ésta
zona donde nos encontramos ahora.
-Pues por mi
parte cuando quieras.
-Sígueme y
sonríe. Tranquilo, es broma.
Resulta que además de dispuesto a trabajar sin tener
ni idea de lo que va el rollo, va a tener buen humor. Pues adelante.
-Espérame un
momento. Vuelvo enseguida –me dice.
No me gusta nada. Nada mas empezar y con secretos.
Habrá que darle un voto de confianza.
Un voto de confianza de diez minutos, tiempo que se
cumple cuando regresa; menos mal que mientras tanto no ha entrado nadie.
-Tengo un conocido
del que me fío, que me puede ayudar a pasar a la zona de pistas. Es sencillo,
él deja abiertas un par de puertas que son solo para uso del personal interno y
dentro de quince minutos las vuelve a cerrar. No va a saber quién entra ni
dónde. Nos vamos ya.
Tenemos tiempo de sobra pero mejor moverse que esperar
cuando podemos ir adelantando algo.
Salimos de la sala y tras recorrer unos pocos metros
en un pasillo, desierto, pasamos por una puerta donde imagino que pone algo así
como “Solo para personal autorizado”. Lo intento memorizar para otras posibles
ocasiones.
Dima va avanzando como si fuera un inspector de algo,
se ha colocado una tarjeta identificadora en la solapa izquierda; ni idea de lo
que pueda ser. Se da cuenta que la he observado, que me intriga, y me lo
explica.
-Es de pega,
la ha hecho yo mismo. Se parece a las identificaciones de los inspectores de
sanidad, son gente que te puedes encontrar por todas partes. La foto es mía
pero el nombre y demás datos son falsos. Nada que no se pueda hacer con un
editor de texto y una buena impresora. Hice unas cuantas y elegí ésta. La he
utilizado en alguna ocasión y nunca la han puesto en duda.
¡Joder Vasili! ¡Vaya gente que conoces! Cuando
necesite un ladrón te llamo. Parecía un pedazo de pan, y mira con el Dima. Me
voy tranquilizando, parece que estoy en buenas manos.
Otra puerta parecida a la anterior y estamos en la
zona de pistas. Una vez revisado el entorno y visto que no hay nadie por la
zona hacia la que nos dirigimos nos vamos acercando hacia ella.
A las 17:30 tenemos el avión a tiro de piedra. Dima me
indica que espere y se acerca al vehículo, donde se pone a llamar a alguien a
voces.
No debiera haber nadie, y no lo hay. ¡¡¡NO, Hay
alguien joder!!! La puerta se abre y sale alguien.
Unas palabras con Dima y se van juntos hacia un
almacén o barracón. Allá sale otra persona y con ella por detrás vuelve hacia
el aparato. En el camino me va haciendo una señal para que salga de mi
escondite y me una a ellos. Yo hago como que estaba echando una meada y me
acerco.
No me presento, Dima me indica con la mano que no haga
nada. Vale, quieto entonces. Quieto y serio, imitando la actitud de Dima, si él
es inspector yo también.
El que ha llegado tiene un mono de trabajo y el
anagrama de Aeroflot cosido en el bolsillo de la chaqueta.
Probablemente hará el mantenimiento de esa compañía y
de todo lo que aterrice en el aeropuerto, no hay otro barracón parecido. Seguro
que es de una compañía que se ofrece a todos, lo de la chaqueta y anagrama lo
habrá conseguido y da buena impresión. Bueno, todo esto no lo sé pero es mi
opinión, como dice Tanya “mi neura”.
Dima le explica algo que con la cara que ponen uno y
otro interpreto como un “lo siento pero es nuestro trabajo”, seguido de un “Qué
le vamos a hacer”. El otro asiente con algo que por fin entiendo: “da, da, da”.
El Dima éste parece aún mejor de lo que he pensado antes.
Cuando vamos a entrar al aparato, el operario se para
y conversa algo con Dima, a lo que éste asiente de modo regular, cada diez
segundos. Pone cara de circunstancias, que lo entiende, tranquilo, nosotros nos
arreglamos, y todo ese teatro de excusas y asentimientos.
Abre la puerta del costado, baja la escalera y nos
anima a subir, se da la vuelta y se marcha, saludando con la mano cuando va a medio
camino del barracón.
-¿Qué
inspeccionamos hoy? ¿Higiene? ¿Contrabando? ¿Los sistemas de seguridad? –Pregunto
a Dima- porque nos ha dejado hacer sin que él se quede a vigilar.
-¿Ahora es
que entiendes ruso?
¡Joder Dima!,
Blanco, en botella y con el dibujo de una vaca. ¡Tú dirás!
-Inspección
general, tú te encargas de los sistemas de seguridad y yo del resto. Tenemos
para casi una hora y él no puede estar aquí, tiene trabajo urgente.
-O sea que
cuando terminamos nos vamos y punto.
-Pues sí, si
debiera haber alguien vigilando serían los de la compañía, y él no lo es.
-Aunque lo
ponga en el buzo.
-No, en el
buzo pone Aeroflot y éste avión es del ejército. El personal militar está donde
debe estar, dejándonos el paso libre, Igor los ha convocado a una reunión para
controlarlos y no estén merodeando por aquí.
Me rindo, lo tienen todo bastante más meditado de lo
que esperaba. Sencillo y seguro.
Dima da un par de veces una vuelta por el exterior del
aparato como revisando algo, que apunta en una libreta, y vuelve a entrar. Más
tarde, salimos los dos, hacemos como que nos vamos de un modo bastante notable
y luego volvemos a escondidas, entramos y cerramos la puerta.
Son las 18:00, estamos dentro y
continuamos buscando un escondite seguro, y si es posible cómodo.
Va a ser difícil compaginar lo de bueno con lo de
cómodo. El aparato es pequeño y no hay muchas posibilidades. Otra
característica que debe tener es que no debe ser obvio, no sea que venga
alguien con intención de revisar la carga, buscándonos vaya. La tripulación del
aparato y los nuestros no se van a poner a buscar pero otros puede que sí, hay
que contemplar todas las posibilidades de lo que pueda suceder.
Un lugar para una hora de espera, aquí, dos de vuelo y
otra de espera en destino. Cuatro horas.
Sucede lo de siempre, los “txokos” buenos, no obvios y más difíciles de localizar, que los
hay, no son cómodos, y los cómodos no veas, cantan desde que entras en la
cajera con intención de buscar al escondido.
En menos de diez minutos tenemos cada uno decidido el
suyo.
El mío es polivalente pero con condiciones. Puedo
estar de pie o tumbado pero no puedo cambiar de una a otra postura sin riesgo
de que me vean, no soy contorsionista, y en ninguna de las dos posturas puedo
casi moverme una vez bien ubicado, escondido. Tiene forma de “L”. La entrada es
en la parte inferior, en la intersección de los dos lados y puedo entrar por la
horizontal o la vertical.
La horizontal es más cómoda pero la vertical es más
segura, si me elevo un poco pegándome a la pared no se me ve aunque se descubra
el orificio.
Tiene otro inconveniente, tardo mucho en entrar así
que no puedo arriesgarme a esperar; si comienzo a esconderme cuando oiga la
puerta seguro que me cogen “In fraganti”.
Le comento a Dima lo referente a la temperatura. No
estoy en la cabina sino más cerca del fuselaje, la capa exterior. Piensa que
pasaremos frío así que buscamos y encontramos un par de mantas en las cajas que
hay en el compartimento, las que sirven de asiento.
Al venir no pasamos frío pero no estábamos en esa zona
exterior y yo traía puesto el forro polar. Ahora no va a ser lo mismo con el
trajecito elegante. Lo voy a dejar hecho unos zorros.
Otra mirada por la zona y encontramos bastantes
prendas usadas; buzos, cazadoras, chalecos. Solucionado, me quito la camisa y
la chaqueta y me visto de mozo de hangar. Dejo la ropa bien doblada en el fondo
de uno de los cajones y me voy con una de las mantas a mi guarida.
No me ha dado tiempo a conocer dónde se va a esconder
Dima pero no hay tiempo, el reloj marca las 18:15 así que nos despedimos deseándonos suerte y nos
metemos cada uno en su agujero.
No han pasado ni cinco minutos desde que estoy de pié,
buscando una postura lo menos incómoda posible, cuando se escuchan sonidos que
vienen de la puerta. Se oyen voces y alguien
entrando en el aparato.
Entre voces y pisadas parece que puede tratarse de
tres personas. No tengo conexión con Tanya ni Igor y lo que oigo no me gusta,
suena a serio, militar, incluso desagradable, no se dan las órdenes así, como
quien se come las palabras al terminar la frase. El que manda el grupo parece
cabreado, lo que tampoco es malo, si no está tranquilo lo hará peor.
Cuando llevan unos cinco minutos revisando todo, una
mirada bastante general porque han pasado demasiadas veces por mi lado, siento
la voz de Igor; parece que viene de malas pulgas.
Entra y les llama la atención pero no se cortan, no se
van a dejar amilanar, el que lleva el mando no al menos, le planta cara, pero
bajan el pistón en cuanto a lo de enredar y buscar.
Siento que Igor está hablando un tanto apurado, sin
resuello, como si hubiera llegado corriendo para ver qué hacen, qué quieren y
de quiénes se trata. Sí, seguro que es eso, no tiene aire y necesita hacer
paradas en la conversación para respirar y seguir hablando. Lo entiendo casi
todo, capto lo que piensa e incluso algunos retazos de lo que le dicen, cuando
lo trae a la mente para meditarlo y lo piensa en voz alta. Esto de la
conectividad es algo peligroso, comienzo a darme cuenta. Ni puta idea de ruso y
sé lo que sucede.
-No sabemos
de dónde han salido; han llegado al aeropuerto y sin darnos tiempo a nada, se
han dirigido directamente al avión. Suponemos que os estarán buscando –oigo
decir a Tanya. ¡Por fin!
Me he dado
cuenta, supongo que Dima también porque él lo entiende.
-Es que no sé
por qué te cuento las cosas Héctor. Siempre lo sabes.
-No, no
Tanya, necesito tu confirmación, es importante, y más ahora que aún soy un
novato.
-Ya, pero es
que siempre aciertas. Va siendo hora de que confíes en ti.
-¡Y un
cuerno! Necesito que lo sigas haciendo para el día en que me equivoque.
-¿Y eso puede
suceder?
-¿De qué van
ahora? Parece como si lo dejaran, no oigo lo que dicen, Igor no habla con ellos
pero han dejado de revolverlo todo.
-No lo sé, no
he llegado aún pero si no os han encontrado ya puede que les haya entrado la
duda y la entrada en escena de Igor os haya ayudado mucho. Para mí que iban a
pillaros nada mas entrar porque no han intentado detener a nadie, les bastaba
con entrar y pillaros.
-Sí, puede
ser, quizá lo de Igor ha sido bastante teatro; puede que alguno de ellos haya
llamado pidiendo instrucciones porque han cambiado el sonido de valientes y
decididos del comienzo por resignados a marcharse de hace poco.
-Me acabo de
cruzar con ellos cuando pasaba justo frente a la entrada de la cabina del
piloto. Parece que se iban tranquilos, como si hubieran hecho lo que han venido
a hacer. No iban refunfuñando, es como si hubieran cumplido lo suyo, les habrán
mandado antes de lo deseado pero lo importante es que no han encontrado a
nadie. Ahora vigilarán para que no entre nadie. Pero ya no nos va a importar.
Una suerte que estuvierais ya escondidos.
-Bueno, de
momento prueba superada, a ver qué es lo siguiente.
-Una pregunta
Héctor, ¿Dónde estás escondido? No me hago idea, acabo de entrar y aquí no hay
lugar donde te puedas esconder.
-En el tren
de aterrizaje.
-¡No se te
habrá ocurrido, eso es peligrosísimo! ¡Y no hay sitio! …..¡Héctor, mentiroso!
-No pensarás
que te lo voy a decir ¿No?
Durante un rato todo parece en calma, hasta que de
nuevo se escuchan unas voces altisonantes, con menos gritos que las de antes y
de una persona que parece hablar con autoridad. Pisadas, paseos por nuestro
compartimento, movimiento de puertas, tapas de las cajas que sirven de asiento,
arrastrar de algunos cables y trapos que hay en el suelo y alguna que otra
patada a algún elemento desconocido, no distingo desde aquí.
Dice algo a lo que contesta Igor y luego salen los dos
hablando.
Ha entrado pisando fuerte, creo que alguien le ha
dicho que no ha dejado hacer el trabajo a otro alguien, y por lo visto no le
queda otro remedio que comprobarlo. Igor ha comenzado con un tono de defensa,
un tono inocente como que no sabe de qué va el asunto y ha terminado seguro de
lo que dice y algo molesto por las dos interrupciones. ¿Es que no se fían de su
palabra?
El otro se va pidiendo disculpas, dice que es su
obligación y que lo siente. Tanya me confirma que los primeros se quedan cerca,
de vigilancia.
También me explica que el paripé de Igor ha sido
perfecto, ahora el comandante de guardia del aeropuerto ha quedado en
entredicho no aceptando la versión de Igor y revisando personalmente que el
personal indicado en el plan de vuelo es exacto y no hay polizones. Nadie más
que Tanya e Igor sabe que estamos a bordo, cualquiera de los demás pasaría la
prueba del polígrafo.
Las órdenes están llegando desde bastante arriba, ahí
va a tener trabajo Vasili, buscando pruebas de comportamientos para hacer una
buena limpieza. Parece haber bastante gente implicada, untada, o poca pero muy
influyente. Tienes trabajo futuro suegro.
-Gracias por
el apoyo Igor –le digo.
-Gracias por
vuestra rapidez y por la buena elección del escondite porque, estáis en el
avión ¿No? ¡No será verdad lo del tren de aterrizaje!
-Tranquilo
jefe, es por si había moros en la costa.
-Esta
expresión no la he entendido.
-Por si había
“Charlies” –éstos no saben lo de la
reconquista española y esa parte de la historia.
-OK,
entendido. Pensaba que el informe que he recibido de España exageraba un poco
sobre vosotros dos pero veo que formáis un buen equipo. He menospreciado la
calidad conectiva de Tanya, por lo visto el amigo Vasili se lo tenía callado.
-Vale de cumplidos
que podemos cagarla en cualquier momento.
-¿Habéis
terminado de echaros flores el uno al otro? ¿No vais a quedar para cenar?
-Mira que
eres celosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario