El mensaje de Tatiana y su interpretación son algo que
me viene periódicamente al pensamiento, es uno de los temas pendientes, quizá
el más importante al día de hoy.
Casi siempre empiezo a querer buscarle un significado
del mismo modo y llego a la misma conclusión: ninguna.
¿Por qué aparece Madrid y una de sus calles? No parece
que me pueda ayudar en nada.
¿Y el rostro familiar? Sí, cada vez estoy más seguro
que puede ser algo como su hermana.
¡Y qué!, ¿qué hago con esa información?
Así va transcurriendo el mes de diciembre. Como pronto
serán Navidades, me adelanto, por una vez, a pensar en los regalos que toca
hacer por estas fechas; tengo que elegir y comprar cuanto antes, no de víspera
como siempre, ¡Despierta Héctor! También tengo pendiente enviar las
felicitaciones por e-mail, no me va a dar tiempo, me va a pillar el toro, como
siempre.
En ello estaba una tarde por Donostia andando que me
iba yo desde el centro hacia Amara, por la calle Easo, pasando luego hacia la
zona de Amara Nuevo, por la plaza Pío 12, con su fuente, buscando el paso hacia
la Avenida de Madrid, siempre complicado debido a los carriles de tráfico de acceso
con la variante. La intención era la de llegar a la estación del topo de
Anoeta.
Voy pensando que no me vendría mal un pequeño retoque
en mi ropa de invierno. La culpa la tiene uno de los escaparates ante el que me
he parado. Un lapsus, casi pico en lo de comprar, pero ya me he repuesto y no
caigo en la tentación, la chaqueta de uno de los maniquíes era impresionante y
no muy cara, pero no he caído en la trampa.
Me vuelvo hacia la calle y en el giro, de reojo, veo una
imagen que me llama la atención, me recuerda a algo y enseguida caigo a qué, es
la imagen que me transmitió Tatiana en Babia, la fuente y la plaza, son
igualitas, clavadas a las de la imagen.
Se me enciende una bombilla, no, no una bombilla, la
iluminación de un campo de futbol al completo. Me giro y miro al lado opuesto a
la fuente, la otra parte de la calle, y entre la arboleda que flanquea la calle
veo, al fondo, el estadio, el campo de fútbol donde juega la Real Sociedad, ¡El
famoso edificio “raro”!
Pero dónde me encuentro si no es la “Avenida de Madrid”.
¡Joder!, es evidente. Ya, ahora.
Ahora sí tengo resuelto el jeroglífico, ¿Cómo se iba a
tratar de Madrid, la capital del reino? No entiendo cómo he podido estar tan
perdido, ¡Si es que era evidente!
Es que no te enteras, Héctor. ¡Lo tenías delante de
las narices, a unos kilómetros de casa y tú por las nubes! Aquí sí que viene a
cuento la famosa frase de “estar en Babia”.
Tango trabajo de ahora en adelante, como si antes no
lo tuviera, si soy especialista en buscarme ocupaciones. Ahora la cuestión será
buscar un buen enfoque para organizar la búsqueda. Conozco el lugar, el dónde,
solo me queda decidir el cuándo y el cómo.
Me voy animando poco a poco, saliendo del estado de
tonto o zoombie en que me encontraba
estos últimos días. He perdido un par de semanas por estar un tanto espeso y
lento, atascado; vamos a planificar el desatasque.
Mientras tanto no me queda más remedio que continuar
con mi trabajo, no la búsqueda de Tatiana sino el que sirve para ganar dinero y
poder llegar a fin de mes y algo más, a veces.
Lo que relato a continuación sucede en una sala de
reuniones, una sala moderna, acristalada, tan acristalada que parece que
estamos en el campo, sin viento ni ruidos pero rodeados de naturaleza. Se trata
de una reunión de trabajo.
En el centro de la sala hay un grupo de mesas en forma
de “U”, gran hueco en el centro con un acceso lateral. El espacio da como para
una docena, bien holgados, pero hoy solo estamos siete, y ocupamos dos de los
lados formando una “L”. Cuatro por uno de los lados y tres en el otro.
Quien dirige la reunión está hablando; acaba de
comenzar y nos presenta el plan y propósito de la misma; los demás escuchamos
atentos; hay quien va tomando algunos apuntes, otro le echa alguna ojeada al
papel de la convocatoria, donde tiene realizadas algunas anotaciones.
Hago un intento de búsqueda de conexiones, por si cae
algo en la red. Paso la mirada, enfoco, de un lado a otro, por si percibo
alguna señal, pero nada, ni el más mínimo indicio.
La reunión transcurre sin incidencias; La empresa
donde nos encontramos es una ingeniería, de diseño mecánico de maquinaria, y
los participantes son técnicos; el entorno rural en un ambiente limpio de ruidos
u otras influencias, como las electromagnéticas, y, si en estas condiciones no
encuentro una conexión será porque los participantes no pueden.
Bueno esto son rollos míos, es que en este tema estoy
totalmente verde, y lo que he buscado por internet no me ha ayudado.
Total, que me he perdido la mayor parte de la reunión,
sé de lo que iba pero no he atendido nada, me he perdido el contenido. Otro día
será, en la siguiente deberé poner mayor atención, supongo que al recibir el
acta me enteraré de lo que me he perdido, poco he cambiado desde mis tiempos en
la escuela, sigo como siempre.
Van pasando los días y, poco a poco, muy poco a poco,
voy situándome en cómo seguir con la localización, tras la pista, que ahora
está clara, de Tatiana. Si la ubicación, Avenida de Madrid, es donde vive o
donde trabaja; en función de esto deberé buscar en días y horas diferentes. Si
de trabajo en días de labor y se de vivienda en festivos. O puedo buscar en
horarios de salir o llegar a casa o trabajo. Y esto pensando que a quien debo
localizar es a ella. Es una suposición.
Éstas y cuestiones similares son las que voy
barajando, analizando, pero sin avanzar en un plan concreto.
De momento estoy bastante ocupado en el trabajo, por
lo que me va a ser difícil establecer una vigilancia eficaz. La única
oportunidad que veo es pasar por esa zona, estar en la zona al atardecer,
cuando salgo del trabajo. No es ningún plan concreto pero es lo único posible
que veo, y qué puñetas, paso de planes e iré cuando pueda, si total, más depende
de la suerte que de mí. Reviso mentalmente los días que me viene bien y decido,
sin planificar, a salto de mata, que hoy, pues hoy, de seis a nueve, ya veré luego
cuándo será el próximo día. Pero no va a poder ser, hoy no. Mañana es sábado y
tengo varios compromisos.
El domingo he quedado para ir al monte con Urko, mi
hermano. Comenzaré el lunes. La típica frase de hacer algo que cuesta, como
dejar de fumar o comenzar el régimen para adelgazar “El lunes empiezo”.
Domingo por la mañana. Las predicciones del tiempo
eran malas y ha sucedido lo de siempre, el día ha salido bastante mejor de lo
que auguraban; bueno, más que bastante, es que la han cagado de pleno, otra vez
más. Ayer cancelamos el plan de monte, no era cosa de andar sin ver y además
mojarnos, si hay que ir se va, pero ir por ir es tontería, reza la frase de
moda.
Y aquí estoy, a las 10:00 de la mañana, mirando al
cielo, donde por cierto hay una ventana enorme entre las nubes, por donde
aparecen los rayos del sol. La calma que precede a la tempestad porque está
prevista la entrada de un nuevo frente desde el noroeste. La verdad es raro que
haga bueno un domingo, en este país hace bueno entre semana y luego la jode los
días de fiesta, pero hoy ha sido la excepción y doy fe de que suele haber pocas
excepciones.
Voy andando desde casa hacia Jaizkibel, el monte que
paralelo al mar separa Pasajes de San Juan de Fuenterrabía. Es un recorrido que
suelo hacer en unas cuatro horas, tres y media a veces, otras no tomo el
tiempo, para no agobiarme con los registros, no me gusta competir.
Entre pitos y flautas, para cuando me pongo en marcha
son ya las 10:30. Paso por Lezo, enfilo la subida que por el depósito de agua
pasa por Sotxo y sale a la campa que hay entre el primer y el segundo torreón.
Lo más duro de la subida ya está hecho, al comienzo,
en adelante no encontraré tanta pendiente. Paso por la curva de los
domingueros, sobre el que fue campo de tiro de los militares cuando esta parte
del monte era territorio militar, y enfilo hacia el tercer torreón. Sin parar
ni para beber agua asciendo las rampas finales, tras los repetidores de TV paso
por el mirador inferior y llego a la cumbre, el pico “Allerru”. Un trago de Isostar, una mirada hacia la playa y el
pueblo de Hendaya y sigo, esta vez bajando, una bajada suave. De aquí en
adelante es un paseo; algo largo pero que no requiere casi esfuerzo, tan solo
encontraremos dos bajadas en las que hay que poner atención; la primera poco
exigente, termina en el lugar donde se encontraba el antiguo “Parador”; la segunda
ya más exigente, la que te deja en Guadalupe: fortaleza militar, Iglesia, Santuario,
lugar de bodas y domingueros.
A lo que iba; me he llegado a la explanada de lo que
fue el Parador, donde hay un mirador con una tabla de orientación donde
aparecen los nombres de los montes que hay a la vista, justo antes del cuarto
torreón. Cuarto torreón si es que se comienza a contarlos desde San Juan.
El sol calienta muy suave, está agradable y dado que
voy en plan relax, me aparto un poco del bullicio de los paseantes de
automóvil, turistas, y busco un lugar al resguardo del viento, al sol, y un
apoyo para la espalda, para lo que sirve una de las columnas que aún quedan del
derribo.
Iba a ponerme a leer, pero me inclino más por la
postura de pensar; digo postura porque es lo que dicen todos aquellos a los que
pillas “in fraganti” al quedarse dormidos. Pienso tanto que yo también me quedo
dormido, bueno adormilado para ser más exactos. Lo normal después de un poco de
ejercicio y ponerse a descansar al sol, los ingredientes perfectos para una
cabezadita.
No sé cuánto tiempo llevo dormido, me he despertado
inquieto y, aún sin moverme, observo una escena que no entiendo. Se trata de
una persona, un hombre, que se está escondiendo de alguien que no veo; está
agazapado, acechando tras la pared, en un lugar oscuro, esperando. Creo que
quiere matar a alguien.
Veo el lugar por donde tiene que pasar esa persona, y
veo también el arma, la pistola que tengo en las manos. Se acerca alguien, me
levanto y me muevo sigilosamente a su encuentro, lo voy a matar. Y entonces
salgo de mi somnolencia y pienso.
-¿Qué coño hago con una pistola? ¿A santo de
qué voy a matar a alguien? ¿Es que soy tonto para hacerlo delante de tanta
gente, con tantos testigos? ¿Qué está pasando aquí?
Y tras las preguntas sigo analizando la situación. De
lugar oscuro nada, estoy sentado al sol. No tengo puesta la gabardina que he
visto, por el camino no viene nadie, de pistola nada. Lo único que alcanzo a
ver, si me muevo un poco, es a un señor mayor leyendo un libro.
Me levanto, aproximo a él y veo que está leyendo una
novela policíaca.
Estaba viendo una escena de asesinato descrita en un
libro que lee una persona a mi lado.
Él se extraña de mi intromisión, me mira, piensa en
qué hago mirándolo, hasta que me pregunta.
-¿Te puedo
ayudar en algo?- a lo que respondo mentalmente.
-¿Qué es lo
que estás leyendo?
Pero por lo visto no me oye, por lo que repito la
pregunta, esta vez con palabras.
Me explica de lo que va el libro, y recalca la última
escena, la que yo conozco.
La conexión ha sido unidireccional, solo ha
transmitido, no me ha podido escuchar.
27 de diciembre. Esta tarde me he encontrado en la
calle con Koldo. Se trata de un amigo con el que comparto aficiones de montaña
de modo ocasional bueno, con él y su pareja, Beatriz. Hay temporadas en las que
no coincidimos, meses, y luego otras en que nos juntamos cada fin de semana. Ciclos
para los que no encuentras explicación, solo sucede así.
Hemos tratado de temas montañeros, como casi siempre,
y ya que estamos en el cambio de año, me ha planteado hacerlo con los mismos
temas, terminar el año, a modo de despedida, con un día de monte, cima o paseo,
no es importante.
Por mi parte no tengo nada planificado, y eso que
estamos a tan solo cuatro días, pensaba pasarlo en casa, sin parafernalias. Koldo
me propone una ascensión el último día del año, la mañana del 31, como colofón
de un buen año de montaña. En anteriores ocasiones el plan era comenzar el año
subiendo un monte pero hay muchas posibilidades de que este plan fracase,
estamos entrando en unas edades demasiado comodonas, el cuerpo se queja si le
damos caña y el primer día del año suelo amanecer con resaca, con la cabeza
para pocas alegrías y el cuerpo un tanto revuelto. La idea de terminar y
comenzar el año en la cama me atrae.
Ellos, la familia, pues son cuatro, tienen un
apartamento en Jaca, uno grande, un piso vaya. Piensan cenar en él con sus
hijos adolescentes de por medio. Seremos bien venidos. Subiremos algún pico de
renombre, que suponga un esfuerzo, algo de lo que poder fardar, y luego la
cena, que ya tienen decidida, sin complicarse la vida pero a tono con la fecha
y el festejo.
La verdad es que el plan me atrae y le digo que lo
pensaré, que luego le llamo para confirmar. Ya sé que iré pero por si acaso lo
consultaré con Magda, no sea que tengamos algún otro compromiso ineludible, que
no creo. La llamo pero no da señales de vida, no contesta al teléfono ni
aparece por la calle a la hora en que nos juntamos la cuadrilla a pasar el rato
tomando unos vinos, sidras o cervezas; de poteo
vaya.
Llamo a Koldo y le digo que cuente al menos con migo.
Me dice que lo de Magda no tiene importancia, tienen sitio y comida así que si
va será bien recibida y si no ya le felicitará el año la próxima vez que la vea.
Además donde comen siete comen ocho, porque también se apunta una pareja de
Gasteiz, amigos suyos que yo no conozco. Los ha conocido en el “Piri”, tienen
un apartamento en Echo y han realizado unas cuantas ascensiones juntos. Según él
son muy “jatorras”. En menos de dos
horas he solucionado el fin de año, y sin esfuerzo.
Siguiendo con mi plan de investigación para la
localización de Tatiana, me he decidido a pasear por Donostia, por Amara Nuevo,
claro, hoy 28 de diciembre día de los Inocentes le voy a dedicar alguna hora,
me voy de pesca. A la cacea.
Dicen que para que te coque la lotería tan solo tienes
que jugar. No importa el número que compres, lo que importa es que lo compres.
Tampoco deben ser varios diferentes o de distintos lugares, vale con uno,
cualquiera, uno, no hay que gastar en balde. Dicen que si te tiene que tocar
con esto vale. También dicen que si quieres que te toque mucho, compres lo que
puedas de ése número, o en un sorteo donde el premio “gordo” sea bien grande.
Luego están los matemáticos y sus interpretaciones
sobre las probabilidades.
Que si el 000.000 tiene la mismas probabilidades que
el 999.999 y cualquiera de los demás del millón de números que hay. Esto es muy
elegante, políticamente correcto pero ¿Quién se lo cree?
Otra es la de que a un número que ha tocado varias
veces será por algo, y es mejor repetirlo. En esto se basan los que dicen, “el
mío que tenga un siete”.
Los contrarios que dicen que si en uno ha tocado ha
gastado sus posibilidades, tendrán más los demás números, sobre todo los que no
han salido nunca.
Me aplico estas elucubraciones del saber popular y
saco la conclusión que para comenzar la búsqueda la puedo hacer de cualquier
manera, si quiere dar resultado lo dará, solo hace falta que yo ponga un poco
de mi parte.
Me he bajado del tren en Loyola y voy a matar dos
pájaros de un tiro; me doy un largo paseo hasta el centro de Donostia, hago algo
de ejercicio y, de paso, paso por Riberas de Loyola primero y la Avenida de
Madrid después, de pesca, como los “arrastreros”.
La estación del tren de Loyola está paralela a la
carretera que lleva hacia el centro, y hacia él comienzo a pasear; paso bajo la
variante y elijo entre las tres posibilidades, por la izquierda a Anoeta, por
la derecha al centro por el paseo junto al río, y yo elijo la tercera, la del
centro, que pasa por el nuevo, novísimo barrio de “Riberas de Loyola”.
Cómo se nota lo que se ha construido en el decenio del
“ladrillo”, demasiados edificios para haber sido construido este siglo.
Seguimos haciendo barbaridades. No aprendemos de nuestros errores.
Voy paseando por las amplias aceras y observando a
quien pasa por la calle. Me he programado para poner especial atención en
1º.-Mujeres.
2º -De entre 30 y 40 años.
3º.-Deberán tener semejanza de la imagen que me
transmitió Tatiana.
Es fácil conocer qué quiero detectar pero es difícil
hacerlo, y además a distancia, así que me tengo que ir desviando hacía quien, a
priori, cumpla los primeros requisitos. Si desde un satélite, o en un GPS, se
grabara mi recorrido, la conclusión sería que es el de un borracho indeciso.
En media hora estoy pasando sobre las vías del tren
hacia Amara Osinaga, paso por Arco y me encamino hacia la Avenida de Madrid,
por el lado de Anoeta. Sin un plan concreto, me dedico a pasear; mirando
escaparates, tiendas, cafeterías, con el programa de selección de personas en
marcha y el busca conexiones activado. Entro en un comercio de alimentación y
compro algo para casa, alcachofas de Tudela, estamos en temporada y están de
muerte.
Me he pasado más de una hora Avenida arriba y avenida
abajo deambulando. De conexiones o lecturas nada, parece más difícil o probable
de lo que pensaba, ninguna conexión. Lo que no sé es si alguien me habrá
localizado. Demasiada gente por la calle como para controlar lo que pudiera
oír, y a qué velocidad andamos (vivimos). Me he dado cuenta ahora, cuando voy
tranquilo sin un destino, fijo.
Resumiendo, he invertido el tiempo pero, al menos hoy,
no he obtenido resultados. Un tanto defraudado, también por no por no haber
detectado nada, me vuelvo a casa. Cojo el Topo en Anoeta y en quince minutos
estoy en Ore. Termino de hacer las compras que tenía pendientes, pongo una
lavadora y me voy a la calle, a
“emborracharme con los amigotes”.
El 29, jueves me toca currar bastante, quiero dejar
liquidados los temas pendientes y cerrar el año sin dejar trabajo pendiente para
2012, quiero comenzarlo con buen pié. No hay tiempo para muchas alegrías así
que llego a casa a las siete de la tarde. Voy ultimando lo que quiero llevar a
Jaca y pongo a cargar el móvil, que lo he tenido descargado desde la mañana.
A las 20:00 estoy en el “Leño”, el bar donde quedamos
todos los días para tomar unos potes y discutir, de lo que sea pero discutir;
discusiones que van creciendo conforme avanza la tarde y el grado de alcohol.
Solemos terminar para las nueve y media, si no hay espuelas. A eso de las
nueve, en el tercero de los bares del recorrido, que siempre es el mismo,
aparece Magda, que me mira con cara de pocos amigos. Que yo sepa, no he hecho
nada para que me mire así, aunque también puede ser eso, que debiendo hacer
algo no lo he hecho; tranquilo que ya me enteraré, no es de las que se vaya a
quedar callada. Llevo unos días sin poder contactar con ella, tiene varias
llamadas perdidas, que no he contestado, y un mensaje donde le adelanto lo de
Jaca.
Antes de cinco minutos me increpa un tanto
acaloradamente.
-¡Qué! ¿Ya
has encontrado lo que buscabas?
-¿A qué te
refieres?- le contesto, no sé por dónde van los tiros esta vez.
- ¿Con quién
estabas en Donostia?
- Si te
refieres a lo de ayer estuve solo.
- ¿A quién
estabas esperando?
La verdad es que a esto no se cómo contestar. Sí
esperaba a alguien, no se a quién, o qué es lo que esperaba del posible
encuentro de ayer. ¿Cómo se lo planteo? ¿Qué acerca de un sueño y unas
conexiones telepáticas? Seguro que me trata de mentiroso, mejor lo evito.
-Verás, -le
digo- es algo difícil de explicar, y raro, no creo que ahora sea el mejor momento.
-¿Porqué no
va a ser el momento?- me dice aún más acalorada -¿Crees que me vas a engañar?
-Por favor
Magda, no te pongas así, no es lo que imaginas –bueno, igual sí que lo es pero
no se lo puedo explicar aquí, en la calle, con todos a la escucha, en busca de
sangre, -No es el lugar para solucionar estas cosas- digo con calma
intencionada, ya me está mosqueando un poco. Me doy cuenta y trato de darle la
vuelta al asunto, quizá hasta me puedo aprovechar de la situación.
-Sí, ahora
cállate, no, si ya sé lo raro que estás últimamente- ¡Coño! también tiene algo
de razón, últimamente con lo de las conexiones no me aclaro.
-Magda, por
favor, que los demás van a pensar que todo lo que dices es verdad, contrólate
un poco- así, para continuar echando leña al fuego.
Esto ha sido la gota que colma el vaso de su
paciencia, poca por cierto. Termina de encenderse y monta una escena de cine.
Cine de los 60, en B/N, realismo italiano, la Madonna ofendida.
Suelta una retahíla de palabras, frases, donde abundan
los insultos, las palabras subidas de tono unas y directamente palabrotas
otras; las hay que no entiendo y también algún que otro silencio, para tomar
aire y carrerilla. Escena que contemplan los colegas de hoy y más peña que está
en el bar, ¡Vaya espectáculo que estamos dando!
Podría haberme quedado callado pero no lo he hecho y
con ello he conseguido algo que no buscaba intencionadamente. Tardo en
reaccionar y mirando a mi alrededor no encuentro a Magda; sí que la veo al
final, saliendo del bar a toda pastilla.
-Vaya tangana
que hemos montado- comento, para romper el silencio, me miraban sin hablar.
-¿Qué le
sucede a esa?- pregunta Gaspar.
-Pues no lo
sé, chico. Cada vez entiendo menos- La verdad es que algo sí que entiendo.
-Pues yo la
ponía en la Luna, que le vuelva loco a otro. Debieras hacer algo Héctor.
-Sí, llevo
una temporada retrasando algo que debía haber hecho hace bastante tiempo, de
eso sí que soy culpable.
La conversación me ha venido bien, los demás han sido
partícipes de la misma, saben lo que va a suceder y parece que me dan su apoyo.
Luego, en casa, hago un repaso de las cosas que puede
tener Magda en mi piso; no necesito pensar ni invertir mucho tiempo en ello; la
decisión está tomada, terminamos la relación ya.
Viernes 30 de diciembre, a un día del final del año.
Por la mañana prontito voy a una ferretería, compro un nuevo bombín con su
juego de llaves para la cerradura de casa y en diez minutos la cambio. Recojo
las cosas de Magda en una bolsa y me presento ante la puerta de su casa; a esa
hora seguro que aún no ha salido de casa. Me abre y le explico en plan
telegrama:
-Hasta aquí hemos llegado. Lo dejo. Cuando
quieras estamos pero de amigos, si es que es posible. Lo demás se acabó. Creo
que es todo lo que tenías en casa –dejo la bolsa y me voy.
De regreso a casa termino de preparar los trastos que
voy a necesitar estos días, un montón de porsiacasos que seguro no voy a
utilizar, y para el medio día salgo con destino Jaca, a comenzar una nueva vida
coincidiendo con un nuevo año. Ya pararé a comer algo en el camino.
He querido salir con tiempo de sobra para ir dejando las
impresiones y el recuerdo de lo que sucedió ayer por los recodos del camino,
tener tiempo a calmarme y a enfocar el futuro próximo de un modo más calmado.
Por el camino llamo a Koldo y para eso de las cinco de
la tarde me presento en su casa.
Ya estamos en Jaca. Dejo los trastos en su casa, juego
un rato con los jóvenes, que me dan tal paliza en la consola que decido no
volver a intentarlo, peor para ellos. Antes de salir a dar una vuelta Koldo me
explica los planes para mañana, son sencillos. Salir de la plaza de Aragües del
Puerto a las 09:00 para subir al refugio de Lizara, 1.500m, y desde allí
decidir alguno de los tres siguientes planes:
1.- Ascensión al Bisaurin, 2.669m. Exigente. Buen fin
de año.
2.- Ascensión al Mesola, 2.177m. Un bonito día de
montaña. Bueno, un fin de año.
3.- Paseo por donde nos deje el tiempo. Qué le vamos a
hacer, otra vez será.
Ya estamos a 31 de diciembre, se ha pasado el año como
si hubiera sido un “F-1”, sin enterarme.
A las 08:00 A.M. (Ala Mañana) salgo con Koldo de Jaca,
Beatriz ha puesto la socorrida excusa de que tiene mucho que hacer, imposible,
los niños, la cena, otra vez los niños, otra vez la cena, y un sinfín de otro
montón de cosas que no ha tenido a bien concretar.
Bajamos a Puente la Reina, allí tomamos la carretera
que lleva a Echo, a unos 16 Km nos desviamos hacia Aragüés y Jasa y antes de
las nueve estamos en la plaza de Aragües, tal como acordara Koldo Y somos los
primeros, comenzamos bien el día.
Cuando aparece Manuel nos comunica que “como el tiempo
está muy inseguro y no se podrá subir al Bisauro, hemos pensado salir a y
media”, pos vale. Van llegando el resto y nos vamos conociendo. Vamos a ser
unos cuantos, doce. Esta vez a las 09:30 salimos carretera arriba, hasta donde
termina, en el Refugio (albergue) de Lizara.
Diez minutos para lo últimos preparativos, ajuste del
atado de botas, repaso de lo de la mochila y a las diez pasadas salimos.
Está claro que la decisión es el Mesola, la parte
alta, a partir de 2.000m está cubierta por la niebla y la barrera norte retiene
las nubes que vienen de noroeste, “Cierzo”, desde ellas hacia el sur está más
despejado y el Mesola, que se distancia un poco hacia sur, está libre.
El Bisaurín no está hoy apto para los humanos. Hace
menos de un mes que estuve con Simón en el Mesola; hoy el cielo está igual de
cubierto, hace algo más de viento y hay bastante más nieve.
No hay vacas paciendo en los prados llanos de al lado
del refugio; suele haber bastantes, grises la mayoría, alguna marrón pero
ninguna lila, morada, como la de las tabletas de chocolate. De esas no he visto
ninguna, ni aquí ni en Suiza, creo que nos han engañado con ese color, no les
va nada a las vacas; donde esté una negra y blanca, la típica vaca lechera, y
sin cuernos, ya no se llevan cuernos en las cabezas de las vacas, algún
estilista habrá intervenido. Ahora, sin cuernos, parecen más amigables.
En dos horas en las que nos hemos peleado y luego
amigado con la niebla llegamos al Collado del Bozo, estamos a unos 2.000m y
hacia el sur, hacia donde vamos no sigue la niebla, pasa por el collado donde
se despide de nosotros y continúa su viaje hacia el este, ¡hasta luego!
Lo que otras veces es loma hoy es cresta, la nieve
venteada ha creado una pequeña cornisa que para las fotos va a quedar muy
guapa. Seguimos la cresta hacia la Peña Petrito, sin niebla pero en su lugar se
está poniendo un poco pesado el viento. Al Mesola le están llegando unos rayos
de sol, ¡que nos esperen un poco! Tras el Petrito perdemos un poco de altura,
luego tenemos un pseudo-llaneo y para terminar la cuesta final, donde el viento
maño, el Cierzo; nos ameniza la llegada y estancia.
Tras las fotos de rigor descendemos un poco en
dirección sureste, donde nos quedamos al resguardo del viento, vaya diferencia.
Almuerzo, que incluye chorizo de Salamanca acompañado de Cava; también los
típicos frutos secos, barritas energéticas y esas cosas. Estamos dando cuenta
de la última comida del año.
A la hora de bajar elegimos la ladera oeste, a unos
metros por debajo de la cresta; el viento viene de este lado pero aquí no se
nota tanto. Vamos eligiendo el pisar en nieve, allá donde está mate y salvando
los brillos del hielo; el que va primero va midiendo la consistencia de la
nieve y elige allá donde se hunde solo unos centímetros, ni dura que pueda
resbalar ni blanda que deje entrar la bota entera. Hay zonas herbosas que
también dejan bajar con comodidad.
El camino de bajada lo hacemos más directo, sin pasar
por el Collado del Bozo, una diagonal por hierba y nieve.
Conforme vamos bajando nos llegan avanzadillas de
niebla que, ahora con el sol, hacen aparecen unos bonitos “Arco Iris”. A éste
le queda mejor el lila que a las vacas del chocolate. Hace ilusión el ver
aparecer y desaparecer esta imagen de colores, ahí, por el cielo. Aparece de la
nada y se va difuminando. Está siendo una despedida de año bien colorida.
Cuando llevaremos bajados unos 600m sucede un
percance, no lo he visto porque vamos un poco separados, charlando en pequeños
grupos, bajando se habla más fácil que subiendo. Sara se ha hecho daño en el
tobillo. Casi todos nos hemos caído en algún momento, dando saltos por la nieve
pero lo que me extraña es que sea en el tobillo, dentro de la bota, y eso que
tiene botas nuevas y de muy buena pinta. El caso es que no puede mover el pié.
Como hemos dejado la nieve y la zona es de hierba no
hay inconvenientes para hacer una parada y realizar una investigación, creo que
casi todos somos médicos pues hablamos como si entendiéramos de tobillos, o de
lo que nos echen.
Le miran el tobillo y no se observa nada externo. Le
duele mucho pero no vemos una mala posición ni la más ligera hinchazón, no
tiene pinta de esguince. Le ponen una venda, le hacen tomar una pastilla para
el dolor y un antiinflamatorio, ya veremos qué sucede.
Mientras tanto han llamado al refugio, ahora que hay
cobertura, unos metros más abajo la vamos a perder. Se acercará hacia donde
estamos un 4x4, el del refugio. Será en balde que llamemos al helicóptero, con
este viento van a decir que no se puede, así que la deberemos bajar entre
todos.
Tendremos unos 400m de desnivel hasta donde llegue el
vehículo.
Tras varias pruebas de cómo bajarla; que si entre dos
sentada, que si entre dos apoyada por los hombros; que si solo uno, a la espalda…
Al final ella prefiere esto último. Es una pena que no dispongan una camilla en
el refugio.
El que seamos bastantes es una suerte porque somos
cuatro los que podemos cargar con ella a la espalda un rato, haciendo turnos;
más de 60Kg a la espalda son muchos kilos y será en bajada pero los cuádriceps
esta noche lo van a notar.
Al comienzo Sara estaba muy nerviosa pero parece que
el calmante va haciendo efecto y se le nota. También nosotros le vamos pillando
el tranquillo. Su queja cuando la queremos recolocar porque se nos escurre, el
movimiento brusco de alzada le produce mucho dolor en el tobillo. Probamos lo
que pasa quitándole la bota y parece que el problema se reduce notablemente, el
peso de la bota le debe afectar mucho. Yo no entiendo porqué será pero claro,
no soy yo el que va jodido; bueno voy jodido cuando me toca el turno de
borriquillo.
Ahora bajamos mejor, Sara va mucho más tranquila y
relajada porque el tobillo ahora casi no le molesta, eso sí, en las maniobras
de cambio de burro de carga pasa mucho miedo.
En menos de una hora hemos llegado hasta donde nos
espera el 4x4, espera porque ya no hace mas que patinar, es un prado de hierba
mojada y si se empeña arranca la hierba y aparece el barro. Montan Sara y dos
más, que la van a llevar al hospital de Jaca y el resto seguimos andando hacia
Lizara. Continuamos contemplando la aparición de más puentes de colores por el
cielo, los 7 colores que salen de la descomposición de la luz blanca del sol.
Llegamos a Lizara hacia las cuatro de la tarde; besos
de despedida, saludos, deseos de buena entrada de año y salimos hacia casa,
camino de las uvas, cada vez falta menos.
La tarde está dando mucho de sí; un buen paso por el
cuarto de baño dejando que el agua caliente resbale por el cuello y espalda,
alguna colaboración en la preparación de la cena y un paseo por las calles de
Jaca, saludando conocidos, hoy todos estamos contentos.
Se anuncian cotillones en muchos de los
establecimientos hoteleros, también en bares y restaurantes, todos quieren un
poco del pastel, este año hay que sacar dinero de donde sea, esto de la crisis
es una putada. Mucho se anuncian los cotillones pero no creo que vayamos a
salir, yo al menos no tengo ninguna intención; quiero terminar el año sin
alborotos.
A las nueve estamos de nuevo en casa, todos, no le
hemos dejado quedarse en casa, como quería, a Beatriz, se cena cuando se pueda
y punto. Llegamos junto con los Gasteiztarras, que traen un par de botellas de
“Moët Chandon Rosé Imperial”, ¡joder
con los alaveses!
Lo que queda del año no tiene mucho más misterio ni
adrenalina. Preparación de la cena entre casi todos; el que no es cocinero hace
de pinche.
Para la once estamos cenando y justo llegamos a las
doce cuando lo de las uvas que, por decisión tras votación, las oiremos en
algún canal de la TV, cualquiera. Después de esto, unas copas de champán, y
esta vez bien llamado porque siempre llamamos champan al cava, un poco de
charla, un intento de contar algún chiste malo y mal contado, más champán, más
charla y al final a eso de las dos, con las protestas de los adolescentes que
quieren salir, me retiro a mi camita, a la que oigo llamar, ¡Héctor, ven aquí
con migo! Y es que lo del monte de la mañana se deja notar, el cuerpo hoy se ha
ganado un buen descanso.
El primero de enero me levanto sin prisas, desayuno
con parsimonia y a eso de las once salimos, Koldo, Bea y yo, a dar un paseo;
paseo para airear las burbujas y alcoholes que nos rondan la cabeza y oxigenar
un poco los pulmones del humo que tragamos ayer.
Por la tarde regreso a Ore que mañana vuelvo a
trabajar, a la rutina.
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