sábado, 30 de noviembre de 2013

20 Víktor Vodianov




A diferencia del primer embarazo de Yelena, el que dio lugar a Irina, en el que Vasili no detectó ningún síntoma conectivo, en éste segundo y para finales del quinto mes Vasili conocía lo que venía, sin ecografías. Tenía pocas dudas de si eran uno o dos los conectivos. Debían de ser dos, recibía señales diferentes.

Lo primero que hizo fue contárselo a Igor, que ya entonces era su inmediato superior, y posteriormente elegir un ginecólogo de confianza. Trazaron un plan y todo debía ser secreto. El plan no debía tener fisuras y la elaboración fue bien meditada, considerando todos los detalles habidos y por haber.

Cuando el ginecólogo confirmó que los que venían eran chico y chica, él estaba seguro ya de ello, percibió claramente las dos comunicaciones, una fuerte y la otra más suave pero muy diferentes en cuanto a la forma de pensar, y tomaron “La decisión”. Decisión difícil pero necesaria que tomaron entre Yelena y él, con el visto bueno de Igor, el promotor de la idea.
El más conectivo sería alejado de ellos, por motivos de seguridad. Quien viniera buscando la herencia genética conectiva de Vasili no debiera encontrarla, no tan fácilmente.
Cuanto mayor grado de conectividad tuviera correría mayores riesgos de ser buscado y captado o secuestrado. Si por el contrario la conectividad era de nivel bajo, no sería tan problemático.

Plantearon la solución a una pareja de amigos, amigos íntimos de los dos. No podían tener hijos y en más de una ocasión habían comentado la posibilidad de una adopción. El planteamiento no fue la adopción porque esto parecía fácil de rastrear. La solución era que realmente tuvieran un hijo, para lo que necesitaban al ginecólogo; éste iba a ser el verdadero artífice de la mentira.
Yelena estaba embarazada y los Vodianov hicieron como que ella también lo estaba así que de repente Anna se puso a pasear con una barriga falsa. Casi todo el mundo se extrañó de verla con barriga paro todos se alegraron y los felicitaron. Yuri iba a ser padre, ¡Por fin!

Las visitas previas las realizaron en el hospital donde trabajaba el ginecólogo, Alexandr, y cuando Yelena se puso de parto dio la casualidad que también se puso Anna: Coincidencias del destino.
La asistenta al parto fue la comadrona Elena, esposa de Alexandr, otra coincidencia.
El parto fue casi a la misma hora, la diferencia fue mínima, hubo un momento en que coincidieron las dos mujeres en el paritorio. Era el cinco de abril de 1.979, por la tarde, y a partir de las ocho el movimiento de personal era escaso por lo que el engaño fue fácil de realizar.

El primero de los bebés en salir fue Tanya, Tanya Yurchenko, menudita y vivaracha, y poco más de media hora después salió Víktor, Víktor Vodianov, algo más tranquilo y silencioso, pero con un nivel conectivo notable. La decisión estaba tomada de antemano así que lo aceptaron de ese modo, tal cual.
A Yelena no le supuso tanto el tener dos hijas pero a Vasili sí. Se tuvo que resignar, entre otras cosas porque el razonamiento de la selección había sido suyo. Prefería el chico, así tendrían la pareja, pero no pudo ser. Se lo venía temiendo, no intuía, lo sentía, oía.

El matrimonio Vodianov por el contrario estaba feliz, como si estuvieran viviendo en las nubes. Un niño precioso. Sin los rasgos de ninguno de los dos, pero eso no se suele ver a veces hasta más adelante. Decidieron que al que más se parecía era al padre de él. Para decir algo.

Lo fácil estaba hecho y el culpable del delito, si alguna vez se descubría, sería únicamente el ginecólogo, quien había falsificado una partida de nacimiento. Pero no había testigos; bueno, había uno pero no iba a hablar, no iba a testificar contra su marido.

Después de las primeras semanas comenzaron los problemas para la familia Vodianov. Padres primerizos. Se preocupaban cada vez que Víktor hacía algún ruidito, fuera con la garganta o con el pié. Y el colmo era cuando lloraba. No podía ser que llorara, algo malo debía suceder.
Todos sabemos que con los enanos de poco tiempo la incertidumbre es una constante. Se expresan especialmente llorando y lloran por cualquier motivo. Puede ser por sueño, hambre, estar mojados, puede dolerles algo, necesitan protestar o hablar o sencillamente desahogarse.

Siendo esto así, las visitas de Vasili a casa de los Vodianov fueron incontables. Desde que pasaron tres semanas y comenzó a tener los pulmones lo suficientemente fuertes para llorar fuerte y hacerse notar, hasta los siete meses tiempo para cuando que los padres comenzaron a tener una cierta seguridad y acertaban más fácilmente con el diagnóstico.
   -Oye Vasili. El crío no para de llorar. ¿Puedes venir a ver lo que pasa? -La frase parecía la grabación del contestador automático.

Y allá que iba Vasili, incluso cantando aunque fueran las tres de la mañana, porque iba a ver a “SU” hijo.
 - No le pasa nada; solo tiene ganas de llorar.
 - Tiene algo de dolor de oídos.
 - Tiene mocos y no puede respirar bien. Le podéis hacer unos vahos de eucaliptus, o llevarle al médico pero no es grave. Tan solo está molesto y se queja.
 - Le molesta el estómago.
 - Está a punto de salirle un diente.

Para los Vodianov era un auténtico “chollo”, tenían el adivino a quince minutos de casa, ¡y gratis!
De paso Vasili aprovechaba para comunicarse con Víktor. A nivel rudimentario, muy elemental, pero sabía lo que sentía por lo que el diagnóstico era siempre acertado, mejor que el del médico, sin duda, eso ya lo habían contrastado los Vodianov. Vasili decía lo que ocurría y el médico les indicaba el remedio.
También conseguía hacer que Víktor le escuchara y lo ayudaba a tranquilizarse, la mayoría de las veces sin que los Vodianov se dieran cuenta, lo hacía desde la habitación contigua, o incluso antes de entrar en casa.
   -Justo se ha calmado cuando ibas a llamar la puerta. -¡Ya!

El primer año fue de un ir y venir constantes. Luego, las visitas se fueron espaciando y la mayoría pasaron a ser de reconocimiento, muchas de las veces propiciadas por el propio Vasili.
Las parejas salían juntas a pasear los fines de semana y Vasili aprovechaba para promover la conectividad entre los dos hermanos.

La diferencia más notable cuando fueron a cumplir los dos años era que Víktor utilizaba de partida la conexión como modo de comunicación cuando estaba con Vasili, sin embargo Tanya comenzaba con el normal y se pasaba luego al conectivo, casi como a remolque de los demás. Por lo demás no había mayores diferencias.
Cuando estaban los tres solos y se acercaba alguna persona, Vasili les enseñó a que pasaran del conectivo al normal. Les explicó, a modo de cuento, que era un secreto solo de ellos, y que nadie más lo debía conocer. Nadie más aparte de su padres, quienes tampoco podían utilizarlo, no tenían esa habilidad, solo ellos tres. Era conveniente que los demás no lo supieran; había quien tendría envidia y no iba a ser mas que fuente de problemas.
Los críos lo tomaron como un juego y le hicieron caso. Funcionó.

Más adelante, conforme se fueron haciendo mayores, Tanya y Víktor utilizaron a menudo sus habilidades cuando las necesitaban para cuestiones estratégicas. En la escuela. Entre los dos conseguían resolver la mayor parte de las preguntas y pruebas de los exámenes, de ello las altas cualificaciones de ambos.

A lo siete años de edad se tuvieron que distanciar. A Yuri le cambiaron el destino en el trabajo por lo que los contactos fueron más esporádicos. Dejaron de verse casi todos los días a espaciar la visitas a ocasiones especiales, una o dos veces al mes; eso sí, coincidían en vacaciones.
Vasili sufría algo más que Yelena estas separaciones. No solo era la cuestión de ser el padre, era el seguimiento y la formación conectiva la que le preocupaba. No era conveniente dejar a un conectante sin armas para defenderse de los demás conectantes, para el caso de que no fueran amigos, o simplemente desconocidos.

No quiso adelantarse en el aprendizaje por no querer presionar a unos niños; no iban a entender el motivo o necesidad de ese esfuerzo añadido.
Sí que participaban de sus enseñanzas cuando estaban camufladas a modo de juego, de los que el más empleado era el del “escondite”, escondite conectivo, por supuesto.

Con el tiempo, las visitas o contactos fueron más difíciles. Víktor estuvo en un internado previo a su camino hacia la universidad; quería estudiar medicina, lo que supuso un importante hándicap  para continuar con la formación y mantener el contacto directo fueran sus padres o los también sus padres.

Al llegar a los dieciocho años, Vasili comenzó a programar una semana de vacaciones de modo que coincidiera con alguna posible por parte de Víktor y dedicarse por entero a la formación conectiva y otras habilidades paralelas, necesarias para su futuro y en especial para cuando no tuviera una ayuda “especial” directa.

Al final de la universidad Víktor tenía un control más que aceptable en la conectividad y en los medios necesarios para pasar desapercibido, esconderse o escaparse; esto tranquilizó bastante a Vasili. Sobre todo cuando la posibilidad de trabajar a Víktor le surgió en Petropavlov, Kamchatka. Esa distancia resultaba difícil de salvar.

Lo concerniente a Tanya para con su formación conectiva fue mucho más fácil. Padre e hija disponían de mucho tiempo para ir avanzando de un modo poco agresivo para Tanya.
Quien sufrió un poco con ello fue Yelena. Eran demasiadas las veces que se quedaba al margen de las conversaciones entre los dos conectantes.
De todos modos, la preocupación más importante de todas era el saber si tanto el uno como la otra iban a padecer los inconvenientes de la conectividad que tanto condicionaban la vida de Vasili, y eso que aún no habían comenzado los verdaderos problemas.
   -Lo entiendo pero ya que al ser nuestros hijos, míos, puede que los vayan a investigar, o buscar, prefiero que llegado el caso estén preparados para ello.
   -No me gustaría que se dedicaran a actividades relacionadas con la conectividad, del modo en que andas tú.
   -Tampoco me gustaría a mí pero si por ello se ven en algún trance desagradable quiero que sepan a qué, a quiénes se van a enfrentar, y especialmente cómo lo deben enfocar.

Por esto, cuando Víktor decidió estudiar medicina le pareció una idea excelente.
Tanya no se decantaba por estudiar nada concreto, pero no le preocupó, la tenía a mano para ayudarla en lo que necesitara y lo de estudiar, ya lo haría cuando se decidiera, y lo que fue haciendo mientras tanto le pareció una medida acertada, un poco de todo.

El resumen que hace Yelena se refiere casi siempre a las opiniones y decisiones de Vasili. Lo suyo parece como si lo retuviera en su interior, en algún lugar escondido.
   -¿Y tú, Yelena, qué opinabas, qué opinas de todo esto? –le pregunto.
   -Desde el día en que los vi nacer me di cuenta de que esta vez iba a ser diferente a lo que fue con Irina. Irina fue mi hija pero estos dos lo fueron de Vasili. Lo asumí incluso antes de que nacieran; me imaginaba lo que iba a suceder, él establecía contacto con ellos sin que yo me diera cuenta así que he aprendido a vivir con ello. No, en realidad no he sufrido, los tenía a mi lado, solo faltaba que hubieran sido “solo” míos, como Irina, pero no se puede tener todo.

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